Las preguntas se proyectaban como balas con la misma trayectoría día tras día, hacia el centro de sus pensamientos: “¿Seré capaz de disparar a otra persona, podré hacerlo? ¿Puedo morir? ¿Podré hacer algo por mi país? ¿Esta revolución cambiará mi vida y la de otras mujeres?”.
Es la voz de Elda Nevárez a 50 años de distancia de la época en que decidió sumarse a la experiencia guerrillera en México.
“Afortunadamente, creo que ninguna de nosotras tuvimos que hacerlo… No matamos a nadie. Digo afortunadamente, porque sí nos hacíamos esa pregunta: ¿Seré capaz de disparar a otra persona? ¿Podré hacerlo? A medida que la lucha empezaba, continuaba y se enfrentaba, se tenían que tomar (decisiones). No podíamos permanecer ajenas, por ejemplo, a un enfrentamiento donde estuvieran participando sólo los compañeros. Teníamos la misma responsabilidad”.
Habla ante un auditorio de la Facultad de Ciencia Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Autónoma de México (UNAM), donde la escuchan con peculiar atención mujeres jóvenes.
Ha transcurrido medio siglo. Es el caluroso marzo de 2023. Tras varios años de no tener un encuentro presencial, Elda vuelve a reunirse con tres compañeras de esas vivencias de lucha armada: Herminia Gómez, Esperanza Rangel, Marisol Orozco y Elia Hernández. Sus presencia habita el espacio tras la primera de dos proyecciones del documental Mujeres del MAR, en el que son protagonistas.
La cinta del realizador chihuahuanse Mario Corona Payán, tiene su segunda proyección en el circuito universitario este miércoles 22 de marzo en el Salón de Actos de la FFyL, de 13:00 a 15:00 horas, con la participación del historiador César E. Valdez.
Esas preguntas fueron una constante común para para estas mujeres que, como Elda, pertenecieron al Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), creado entre finales de los años 60 y principos de los 70 e integrado no sólo por hombres sino también por mujeres.
De filiación comunista y en la que asumió la lucha armada como parte de una agenda política en dos de las décadas más convulsas en México y otros países de América Latina, los años 70 y 80 del siglo XX. En el caso de nuestro país, con la huella de un antecedente que sacudió la escena y protesta social: el movimiento estudiantil del 68.
Para esos grupos, en esos días, fue la única salida posible frente a la represión del gobierno y una búsqueda de cambio: la lucha armada, en un contexto donde ser joven y ser mujer significaba “tener el mundo en contra”, pero también la oportunidad no sólo de “hacer” sino de “ser revolución”.
Guerrilla con veta feminista
Los cuestionamientos punzantes de los que habla Elda Nevárez, fueron más intensos en medio de una travesía, de México hacia Corea del Norte, a donde un grupo de cinco mujeres –entre las que estaban ellas—, viajó en 1970 con el objetivo de ser entrenadas militarmente para volver a su país “a fortalecer la revolución”.
En el país asiático recibieron preparación política y de estrategias de lucha y defensa. Aprendieron el manejo adecuado de granadas y bazucas, entre otras armas, mientras en otros países la lucha de las mujeres por la liberación y emancipación en diversas ámbitos y áreas se daba en terrenos como el sexual, laboral e incluso en la redefinición de roles el hogar.
La disciplina del entrenamiento militar, recuerdan las exguerrilleras, no les impidió, de vez en vez, sentir la energía de la juventud. Saberse guapas y al mismo tiempo ansiosas del “orgullo del uniforme” de entrenamiento militar que ahí recibían.
¿Cambiar el mundo?
En el documental Mujeres del MAR (2022), Corona Payán, retrata en un viaje visual y sonoro –a lo largo de 71 minutos–, una parte de la vida de Elda y cinco de sus compañeras.
La cinta que da cuenta de la historia de este grupo de mujeres al interior de la guerrilla, también constituye un valioso documento sobre los cuestionamientos de las mujeres en el México de aquellos años sobre lo que “debía” o “podía” ser el amor, la familia, un revolucionario o una revolucionaria.
Sobre la firmeza de mujeres decididas que parecían adelantadas a su tiempo y que, como ellas mismas aseguran en los testimonios que son parte del documental, tenían incluso una veta feminista sin ser feministas: eran mujeres que no querían vivir sujetas al hogar y a la casa.
Sobre mujeres que, en palabras de Corona Payán, “no pedían mucho, sólo querían cambiar el mundo”. Aunque eso implicara, como sucedió en el caso de este grupo de mujeres ex guerrilleras, el retorno a una vida cotidiana lo más normal posible tras su detención y vida en reclusión, el retorno a casa tras la dura represión por parte del Estado.
Por poco más de una hora, Mujeres del Mar recrea un ambiente íntimo y cotidiano de mujeres dibujadas a partir de sus propios trazos testimoniales desde de su infancia, entorno familiar, juventud, momento en que se integran al Movimiento de Acción Revolucionaria, hasta llegar a este medio siglo de distancia, al 2022.
El MAR fue un grupo armado de filiación socialista del que, desde 1969, varios de sus miembros, viajaron a Piong Yang, Corea del Norte, para formarse en teoría marxista, así como en la práctica, manejo y uso de armas de fuego, además de la preparación y uso de explosivos. Es decir, en tácticas de guerra de guerrillas.
Ahí radica también la importancia de la cinta Mujeres del MAR, pues introduce al espectador en el contexto de las distintas razones y necesidades de las mujeres para formar parte de la lucha armada en esos años.
Esperanza Rangel, también ex combatiente, comparte: “Nuestra motivación en esa época de la historia de México fue que había muchos problemas políticos. No pensábamos ya que era posible una lucha pacífica. Creíamos que era necesario cambiar todo el sistema para solucionar esos problemas y que los causes pacíficos estaban cerrados”.
El cúmulo de acciones de represión hacia obreros, campesinos y finalmente estudiantes, en 1968, eran la evidencia. “Considerábamos necesario tomar una actitud más firme y fuerte. Enfrentarnos al Estado con las armas también”, enfatiza Rangel.
De propia voz: en busca de felicidad
La documentación de la participación de las mujeres en los movimientos armados y de resistencia es aún poco investigado, resalta Sandra K. Zavaleta, coodinadora del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM.
Desde su perspectiva, el documental Mujeres del MAR suma a ese conocimiento apenas explorado y conduce a mirar “esas otras historias de acción politica, resistencia y valentia para enfrentar a un Estado que investigó, persiguió y desapareció opositores”, bajo la justificación de una agenda de seguridad nacional vinculada a un agenda internacional, propia de la Guerra Fría.
“Dentro del documental es muy interesante el contexto como escala internacional, la disputa socialismo-capitalismo, y en una escala nacional, un Estado altamente represor que reprodujó procesos de militarización orientados a “la estabilidad”.
“No obstante los procesos de militarización se expresan de diferentes maneras y en el caso de la vidas de mujeres, la militarización impactó en su vida económica, política, social y por supuesto, en las interacciones humanas con otras personas, el alejamiento de la familia, pero también en la persecución política, la tortura, incluso con efecto en generaciones posteriores.
Estas resonancias de la militarización no tradicionales, añade Zavaleta, aún conservan impacto en las vidas incluso de sus hijos. Esos aspectos están poco documentados frente a las versiones oficiales donde prevalecen los calificativos como “terroristas”, “subversivas”, “delincuentes”, y dónde no hay lugar para las historias paralelas de solidaridad, organización y lucha.
Elia Hernández, también ex guerrillera que viajó a entrenamiento militar a Corea del Norte en 1970, comenta al respecto:
“Puede sonar contradictorio que nos hayamos lanzado a una lucha armada para lograr un mundo más feliz. Esa era nuestra meta. Un mundo feliz. Y sigue siendo…
“Así que el único consejo que yo puedo darles es ese: síganse preocupando, si están aquí, escuchando, es que tienen una preocupación. Si el documental les llegó y les mueve a seguir, es que tienen una preocupación, no solamente por sí mismos sino hacia la sociedad. No pierdan eso. Sigan adelante”, sostiene Elia ante un auditorio atento, silencioso, reflexivo.
La tarde languidece con la voz de Marisol Orozco, tambien guerrillera en aquella época, que se suma a la historia coral:
“…Nosotras estábamos aceptando que quizá juntas íbamos a perder la vida, y que, si bien nos iba, pararíamos en la cárcel, ese nexo es más fuerte porque es de vida y muerte, con la compañera que puede ser asesinada, violada o desaparecida. Encarcelada y torturada, como nos pasó a todas”.