Blanca tiene 50 años, cuatro hijos y es mi madre. En mayo de 2018 le diagnosticaron cáncer de mama en etapa dos. Sus sospechas de la enfermedad surgieron en 2016, cuando se dio cuenta de que tenía bolitas en su seno derecho. Los médicos le dijeron que no era nada, que sólo se trataba de depósitos de calcio en el tejido mamario pero, sin saberlo, el cáncer crecía en su interior.
De 2015 a 2017 Blanca dedicó la mayor parte de su tiempo a cuidar a Miguel, su esposo, quien tenía cáncer de próstata en etapa cuatro. Los cuidados paliativos que requería eran tan intensos que ella descuidó su propia salud. Seis meses después de que papá falleció nos avisaron de la enfermedad de mi madre. Como familia, esta noticia nos rompió.
Tras una mastectomía radical (cirugía en la que se extrae el seno), 8 quimioterapias, 25 radiaciones y decenas de medicamentos, Blanca logró recuperarse. No fue un camino fácil, en especial para ella. La mayor parte del tiempo mi madre se muestra fuerte, pero este fue uno de sus momentos más vulnerables.
Nunca olvidaré la primera vez que el cabello se le cayó a mechones debido a las quimioterapias. Hechos como este forman parte de un cúmulo de recuerdos que nunca pensé en tener. Hoy agradecemos tenerla aquí con nosotros. El cáncer, esa enfermedad que nos marcó, se nos atravesó en la vida cuando menos lo esperábamos.
Estas fotografías son un registro de la fortaleza y resiliencia de Blanca frente al cáncer de mama. Pese a todas las dificultades que ha atravesado, mi madre resiste y agradece por su salud, por estar viva.
“Las mujeres se ocupan de todo el mundo, pero olvidan ocuparse de sí mismas”, dice. Ella quiere que su historia se conozca para que las mujeres se den cuenta de la importancia de cuidarse a sí mismas y no sólo a las personas a su alrededor.