Campamento cannábico: diversidad alrededor del consumo de marihuana

El campamento cannábico ubicado en el Paseo de la Avenida Reforma, justo a un lado del Senado de la República,  es uno de los espacios de tolerancia más importantes de la ciudad. Cada vez que he ido a fotografiar encuentro una amplia diversidad de personas; a veces hay música, baile, círculos de estudio, mítines, talleres de autocultivo, círculos de consumo para mujeres, payasos y una discreta vendimia de pipas, bongs, sábanas, dulces, aceites de CBD y otros productos que rodean a la planta. 

Cada día todas y todos los que acuden a este punto a consumir –o sólo a curiosear– pueden pasar el día dentro del campamento cannábico, preguntar por las cosechas de plantas, asomarse al gallinero y, con suerte, hasta usar el temazcal. El acceso es controlado y limitado por las medidas sanitarias a causa de la pandemia. 

El espejo de agua ubicado frente al Senado de la República se convierte en un pequeño oasis en medio del caos de Reforma e Insurgentes. Las exigencias del plantón 420 son básicas: un consumo y un cultivo libre. No debería apresurarse la regulación del mercado de la cannabis si no se garantizan, primero, los derechos de los consumidores.