La misión de Maricel. La travesía de una madre que busca a su hijo desde hace una década en Veracruz.
/ Foto: Violeta Santiago

La habitación de Iván Eduardo Castillo Torres permanece igual desde hace diez años. Su ropa, zapatos, televisión, computadora y juguetes de cuando era niño —figuras de acción de superhéroes como Spider-Man— aguardan intactos en su casa en Poza Rica. 

–Su cuarto lo espera, su casa, su hermano, su papá. Y, pues, yo –dice su madre, Maricel Torres Melo, buscadora de desaparecidos en Veracruz.

La última vez que vio a su hijo, él tenía 17 años, cursaba el tercer semestre de preparatoria. Recientemente había ganado el campeonato municipal de ajedrez en Poza Rica. Como todos en su familia eran maestros, Iván había decidido ser antropólogo.

El miércoles 25 de mayo de 2011 Iván fue a la feria. Allá se reunió con tres amigos: Jacqueline, Jenny y Pedro. Avisó que pasarían a cenar tacos en la Avenida 20 de Noviembre, una de las calles principales de Poza Rica.

La madrugada se hizo día. Ni Iván ni sus tres amigos regresaron.

—Para nosotros es como si hubiera sido ayer —asegura Maricel con un suspiro agudo en el teléfono—. Él sigue presente en todo momento. Como madre, yo creo que nunca se supera. Es como si estuviera en el limbo. Ni muerto ni vivo. Solamente en espera.

La desaparición de su hijo ocurrió durante el primer año de gobierno del priista Javier Duarte de Ochoa (2010-2016), hoy sentenciado a nueve años de cárcel por lavado de dinero y asociación delictuosa. Durante su mandato, en Veracruz aumentó el registro de personas desaparecidas y hallazgos de fosas clandestinas. Actualmente, según la Comisión Nacional de Búsqueda, la entidad tiene el cuarto lugar nacional con 5,115 casos.

A diez años de la desaparición de Iván y sus amigos, lo que sabe Maricel de su hijo no es gracias a las autoridades sino a su propia investigación. Sabe, por ejemplo, que antes y después de la desaparición de su hijo, en la Avenida 20 de Noviembre desaparecieron otras personas. Y está convencida de que la Policía Intermunicipal —disuelta en 2015— y la Dirección General de Tránsito y Seguridad Vial se encargaban de detener jóvenes y entregarlos a grupos criminales. 

Desaparecido Veracruz, Maricel Torres
Iván Eduarto Castillo Torres desapareció hace 10 años. Su madre lo busca desde entonces. / Foto: Familiares en Búsqueda María Herrera.

Caminar juntas

Un cabello rojo, cercano al color del vino. Hace años, Maricel decidió cortarse el cabello para no perder tiempo en su cuidado y enfocarse en la búsqueda de Iván. Lacio, lo dejó apenas por encima de la nuca; pero decidió pintarlo de ese rojo borgoña que, cuando la luz le pega desde arriba, en las marchas o en las exhumaciones de campo, parece encenderse como una llama.

—Me hace sentir más viva  —confiesa–, más fuerte.

Aunque inició su búsqueda en solitario, con el paso de los años acompaña y se hace acompañar por mujeres y hombres que también buscan a sus familiares desaparecidos en el norte de Veracruz. No son pocos. De acuerdo con la solicitud de información 02173318 realizada a la Fiscalía General del Estado (FGE), en 2018 existían 276 casos de desaparecidos en esa región y, de estos,  casi la mitad (113) se concentra en Poza Rica.

Maricel piensa que son muchos más. En 2016, junto con otras familias, fundó el Colectivo en Búsqueda María Herrera de Poza Rica, del cual también es dirigente. El nombre es un homenaje a la michoacana que busca a dos hijos desaparecidos en Atoyac, Guerrero, y a dos en Poza Rica, Veracruz. El colectivo está conformado por más de 100 familias que buscan a 170 personas, ella sabe de muchos casos sin denunciar.  

Cuando comenzó a buscar a Iván, en aquel 2011, Maricel tenía el cabello hasta los hombros, con luces en rubio cenizo. Con la foto de su hijo en mano se fue a preguntar por él en rancherías alrededor de Poza Rica, en los tianguis y en todas las iglesias de la ciudad con la esperanza de encontrar alguna pista.

La búsqueda le exigía tanta atención, que se olvidaba de comer. Lavaba las mismas dos o tres prendas y se las ponía una y otra vez, sin descanso. A los tres o cuatro meses, el pantalón se le rasgó en la calle de tanto usarlo. Pensó que a Iván no le gustaría verla así.

Fue entonces que se cortó el cabello y se lo pintó de rojo. 

Maricel buscadora, Poza Rica
Maricel Torres se distingue por su melena roja. Lo lleva así porque es más práctico: no quiere perder el tiempo en su cuidado, prefiere usar cada segundo para buscar a Iván. / Foto: Violeta Santiago

Una carrera de resistencia

Como ella, familias que fundaron el colectivo María Herrera han buscado a sus seres queridos por casi diez años. En ese tiempo han fallecido buscadoras o las han relevado hermanos de los desaparecidos: una segunda generación de rastreadores en un estado donde faltan más de cinco mil personas.

—Tengo que mantenerme fuerte. A solas, me caigo; pero, delante, trato de ser fuerte. 

Ciudad de Poza Rica Veracruz, petrolera
En Poza Rica se ha conformado el colectivo “María Herrera”, quienes desde 2016 se organizan para buscar en la región. / Foto: Violeta Santiago
Sororidad, búsqueda, apoyo
Las buscadoras no pierden la fe de encontrar a los propios y a los demás. / Foto: Violeta Santiago

Ni perdón ni olvido para los desaparecidos de Veracruz

Maricel ha tomado cursos de antropología forense. Así aprendió a distinguir huesos humanos o a saber a qué parte del esqueleto corresponde un fragmento. 

A pesar de la pandemia por el COVID-19, el colectivo María Herrera continuó las búsquedas en la región y encontró más restos humanos. En el rancho de “La Gallera”, en Tihuatlán —al norte de Poza Rica—, recientemente exhumaron más de 15 mil fragmentos óseos. Los hallaron hasta entre las raíces de los árboles. En un horno para zacahuil —un tamal gigante, platillo regional— se cremaba a las personas y los restos eran esparcidos por el lugar.

Frente al horno de “La Gallera” una casa permanece en pie. En una de las habitaciones hay empaques de preservativos vacíos y huellas sanguinolentas en las paredes; dentro de otra, nombres —como “Pedro Morales”— escritos a lápiz. En lo que alguna vez fue una estancia, se lee en un muro “Z-35”.

No es la primera vez que exploran este lugar que, en 2011, Los Zetas arrebataron a una familia durante un secuestro. Cuando el colectivo halló el rancho en 2017 y pidió que se revisara, la FGE aseguró que no encontrarían nada. La primera vez exhumaron seis cuerpos. Y cada nueva visita fue peor: las cenizas del horno repletas de fragmentos de hueso estaban regadas por todo el predio; encontraron prendas deshilachadas, pañales y un chupón. 

El contexto del norte de Veracruz apunta a la existencia de numerosas “cocinas” y pocas posibilidades de identificar restos humanos —debido al daño en el ADN de las piezas óseas—. A una década de búsqueda, Maricel ha decido mirar la situación de otra manera.

—El adoptar a todos los hijos de mis compañeras es un compromiso de vida que me he hecho. Encontrar a mi hijo y encontrar a todos.

Horno, búsqueda
En “La Gallera” las buscadoras no dejan de encontrar restos humanos. / Foto: Violeta Santiago