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Aprende en Casa niños en la pandemia Covid-19

Foto: Gabriela Pérez / Cuartoscuro

Aprende en Casa marginó a niños de 3 millones de hogares

Para las autoridades, el programa basado en transmisiones televisivas garantiza la “equidad” en servicios educativos, pero, ¿qué pasa con los niños y niñas que no tienen televisión, internet o luz eléctrica?

Xareni Márquez Chora, becaria / Corriente Alterna el 3 de junio, 2020

Junio 4 de 2020. Al menos tres millones de hogares con niños en edad escolar quedaron marginados del programa Aprende en Casa, con el que la Secretaría de Educación Pública (SEP) dio continuidad al ciclo escolar durante el confinamiento doméstico.

De acuerdo con la SEP, este programa basado en transmisiones televisivas dio cobertura a 94 por ciento de los estudiantes de educación básica y media superior del país, durante la contingencia sanitaria decretada por la pandemia de Covid-19, ya que nueve de cada diez hogares cuentan con un televisor, medio con el que se mantuvo “el principio de equidad en el acceso a la prestación de servicios educativos”. Pero la televisión, por sí misma, no garantiza estos servicios.

Según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2019 (ENDUTIH), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 6 por ciento de los hogares mexicanos donde hay personas de seis a 18 años (992 mil viviendas) no hay televisión, mientras que en 12 por ciento (2.1 millones de hogares) sí hay televisión, pero es analógica y no cuenta con decodificador de señal digital abierta. 

A ellos se agregan 110 mil hogares con niños y adolescentes que no tienen energía eléctrica.

Sumados, son 3 millones 200 mil hogares con personas en edad educativa, que no pudieron acceder a los contenidos de Aprende en Casa durante la contingencia sanitaria

Además, los estudiantes de educación básica y media superior que habitan en un millón 400 mil de esos hogares sin televisión, tampoco tienen radio ni internet, por lo que quedan completamente excluidos del acceso a este programa, por cualquiera de los medios alternativos dispuestos por la autoridad.

Confinados y sin contenidos

Nayeli, indígena tzotzil de Chiapas, es estudiante de bachillerato y en su participación en el seminario en web Discriminación estructural y pandemia en niñez indígena, organizado en mayo pasado por Tejiendo Redes Infancia, compartió las dificultades que enfrentaron los estudiantes de zonas con poco acceso a las tecnologías de la comunicación, no contempladas por el programa Aprende en Casa

“A mí me ha afectado muchísimo –explicó–. Nosotros no entendemos las plataformas: no tenemos acceso a internet, no tenemos un celular así como que muy inteligente, no contamos con laptop, y en las comunidades muy indígenas tienen que bajar a un sitio para buscar internet, para buscar señal y supuestamente uno tiene que estar en casa y por las tareas uno no lo puede hacer, incluso puede que en el camino uno se contagie (de Covid-19)”.

Tal como fue planeado este programa educativo a distancia, la radio y el internet no sólo serían medios alternativos para acceder a los contenidos, para los estudiantes que no tienen televisión. También son medios complementarios, para que los estudiantes que sí tienen televisión realicen tareas.

Sin embargo, según los datos del Inegi, 50 por ciento de los hogares con niños y adolescentes (8.5 millones de viviendas) no tienen una radio; en 45 por ciento no hay conexión a internet (7.7 millones de casas); y en 60 por ciento, los menores no tienen computadora (10 millones de hogares con menores de edad).

El acceso a los dispositivos tecnológicos y, en su defecto, a la educación impartida en el contexto de la crisis sanitaria con el programa Aprende en Casa, es cuestión de clase. 

Los datos de la ENDUTIH 2019 indican que en 81 por ciento de los hogares mexicanos del estrato socioeconómico bajo, que equivale a cinco millones 901 mil 122 viviendas familiares, no hay conexión a internet; en 84 por ciento, correspondiente a seis millones 119 mil 682 de hogares, no se tiene computadora; en 17 por ciento, o en un millón 238 mil 507, no se cuenta con televisión y en el 55 por ciento, o en cuatro millones 6 mil 934, no se dispone de una radio.

En 54 por ciento de los hogares seleccionados por el Inegi para su muestreo nacional sus habitantes informaron que no tienen internet porque no lo pueden costear, y en 53 por ciento de los hogares que no disponen de computadora, laptop o tablet se argumentó lo mismo.

En sintonía con ello, el perfil de estudiantes de sexto grado de primaria, realizado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), muestra que no 57 por ciento de estos alumnos no disponen de una computadora para hacer sus tareas o trabajos. Y este porcentaje aumenta si se desagrega por estudiantes de escuelas indígenas (86 por ciento) y públicas (59 por ciento). Además, el estudio deja ver que el dominio de las herramientas académicas digitales puede ser desigual, en primarias privadas, sólo 5 por ciento de los estudiantes del último año no usa internet para los deberes escolares, mientras que en escuelas indígenas este indicador se eleva a 35 por ciento.  

Sacubel tiene 13 años, es indígena tseltal de Chiapas, va en primer año de secundaria y quiso aprovechar su participación en el webinar Discriminación estructural y pandemia en niñez indígena para expresar su inconformidad por “cómo es que nos van dejando las tareas en las clases en línea, como se le ha denominado, aunque realmente no son clases, son una dejadera de tareas a lo puro sonso”. Sacubel acepta que, a pesar de que no le explican nada y sólo le encargan más trabajo, para ella no ha sido tan difícil porque tiene internet, pero se pregunta cómo le hacen los niños que no. 

Medios modernos y métodos tradicionales

Mauricio tiene 10 años, cursa el quinto grado de primaria y no tiene computadora ni internet en el cuarto que renta con su mamá, en la alcaldía Venustiano Carranza, pero cuenta: “Estoy tomando mis clases por la tele, pasa una en la mañana y una en la tarde, a veces nos pasan matemáticas, a veces ciencias, otras español, formación y así. Vemos videos y de esos videos el maestro nos saca las preguntas que nosotros debemos que pasar en una hoja blanca en un escrito, esquema o dibujo; ahorita mi mamá me las está revisando. Mi maestra no se ha comunicado conmigo, pero cuando se pasé todo esto nos lo va a revisar”.

El plan de la SEP para continuar con la educación durante la pandemia es justo como lo describe Mauricio: los estudiantes deben sintonizar el programa por televisión, para observar las cápsulas de donde se desprenden las preguntas que deben copiar, responder y guardar en su “Carpeta de experiencias”, que servirá para evaluar el ciclo escolar. La versión radiofónica y el sitio web se perfilan como opciones para quienes no tienen televisión, o para aquellos que desean reforzar lo aprendido.

Confinamiento sanitario infancia México
El programa educativo Aprende en Casa a distancia se basa en la entrega de tareas y no en la retroalimentación educativa / Foto: Moisés Pablo / Cuartoscuro

Germán Álvarez Mendiola, presidente del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), asegura que el modelo replica los vicios de la educación tradicional, pues se basa en la cultura de la entrega y la nula retroalimentación. Además, agrega, el programa “desconfía” de los docentes y demanda el involucramiento total de padres y madres no capacitados en la docencia, aunado a que ejerce presión sobre ellos y sobre los estudiantes por medio de la carpeta con la cual no se cubrirán las necesidades educativas de niñas, niños y adolescentes. 

El experto de la COMIE reconoce la rápida respuesta de la SEP a un imprevisto inusitado como el SARS-CoV-2, pero también encuentra que el programa tiene un problema de enfoque: los materiales no fueron adecuados, ni tampoco la pretensión de agotar a distancia los contenidos curriculares. En lugar de eso, se pudo convocar a los niños a una reflexión “sobre la situación actual, comprendiendo diversos asuntos en torno al Covid, a las pandemias, temas biológicos, demográficos, económicos, sociales, psicológicos”. 

Pero si se continúa con el objetivo de concluir con el ciclo escolar y evaluar a los alumnos con las evidencias que presenten, Álvarez asegura que el plan fracasará: hay que “adoptar un enfoque mucho más abierto, mucho más libre, mucho más flexible, divertido incluso y empezar de nuevo hasta donde nos quedamos cuando se retomen las clases. No hay de otra, porque además los alumnos no van a aprender y los pocos que lo van a hacer son los que tienen en su casa muchos libros, los que sus papás pudieron quedarse, probablemente hijos de profesionistas, es decir, la minoría de la población. Se va a reproducir la desigualdad escolar”.