En 2020 se convocó, por primera vez en México, a un paro nacional de mujeres. Aunque sólo 10% de las mexicanas con empleos remunerados no realizó actividades laborales aquel 9 de marzo, el impacto de esta acción fue amplio: alcanzó la vida privada de muchísimas mujeres e impulsó la reflexión colectiva sobre la importancia de los trabajos –pagados o no– que ellas hacen.
Miroslava Vargas es una de las mujeres mexicanas que no paró el 9 de marzo de 2022. Tampoco lo hizo en 2020, cuando surgió el primer llamado a un paro nacional de mujeres. No es que no haya querido; es que no puede. Su ausencia en un día normal de trabajo puede costar vidas: es enfermera en el Hospital General Regional No. 1 “Dr. Carlos MacGregor Sánchez Navarro” del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Recuerda que en 2020, cuando la convocatoria de la colectiva veracruzana Las Brujas del Mar —“Si paramos nosotras, para el mundo”— llegó a su centro de trabajo, entre las compañeras plantearon faltar a su turno; pero, inmediatamente, decidieron no seguir con esta idea. “Nosotras no paramos. Es imposible. Dejar a una persona que está bajo tu cuidado un solo día lo puede matar”, dice en entrevista para Corriente Alterna.
El color blanco de su uniforme y la cofia que trae en la cabeza la hacen resaltar de entre una multitud de 75,000 personas. Muestra una pancarta que hizo especialmente para el 8 de marzo de 2022: “No me lastimes, pude haber sido tu madre, tu hija o tu tía”. Lleva también algo distintivo de su profesión: una jeringa grande hecha de cartón. Es el cuarto año consecutivo que marcha contra la violencia de género en la Ciudad de México; siempre, asegura la mujer de 48 años, en representación de sus colegas. “Si no podemos hacer un paro, si ellas no pueden estar aquí, al menos el uniforme nos hace presentes”.
En México, las mujeres son la base del sistema de salud. El 79% del personal de enfermería y el 39% del personal médico lo conforman mujeres, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Su ausencia debilitaría al sistema. Miroslava lo sabe y, de hecho, es uno de sus motores para la marcha de este 2022, a dos años de la pandemia de covid-19 que la mantuvo en la primera línea del combate al virus: “Lo hago por mis compañeras que murieron durante la pandemia y que han sido olvidadas”.
Las mujeres del sector salud no fueron las únicas que no pudieron interrumpir sus labores hace dos años. De hecho, muy pocas mujeres en el país lograron participar en este llamado. Un análisis de las estadísticas de la ENOE revela que el lunes 9 de marzo de 2020, fecha en que se realizó el primer paro de mujeres en México, menos mujeres dejaron de ir a trabajar aquel día (10%) que las que habitualmente no trabajan los lunes (12%). Sin embargo, esto puede explicarse porque también hubo mujeres que habrían querido sumarse a la convocatoria pero no pudieron, como lo es el personal sanitario y las trabajadoras del hogar.
Los datos del Inegi también revelan diferencias en los perfiles de ocupación de aquellas mujeres económicamente activas que no trabajaron el 9M de 2020. Entre las mujeres que cuentan con un trabajo formal, 8% reportó no haber trabajado ese día. Mientras que de las mujeres “empleadoras”, sólo 3% dejó de laborar ese lunes. El bloque de mujeres que pudo parar con mayor fuerza aquel año fue el de las trabajadoras independientes: 21%.
La ausencia sí se vio
En el Hospital No. 14 del IMSS, en el puerto de Veracruz, las enfermeras trabajaron el 9 de marzo de 2020 con listones morados atados en sus brazos. Fue su manera de unirse al paro nacional de mujeres porque no podían faltar a sus labores.
Dos años después, la enfermera Yolanda recuerda con orgullo la preocupación que corrió entre las autoridades del IMSS: si las mujeres faltaban, el hospital colapsaba. El instituto lanzó una pequeña campaña para informar y convencer a sus trabajadoras de no unirse al paro.
“El IMSS no puede parar. Que el IMSS parara significaría, sólo para darles algunos datos, que cerca de 250,000 consultas de especialidad que ya están programadas no se podrían realizar”, declaró el 5 de marzo de 2020 el director del instituto, Zoé Robledo, tras encabezar un evento para sumar al Seguro Social a la campaña de ONU Mujeres a favor de la igualdad de género.
Así que las enfermeras del IMSS laboraron ese día, pero colocaron carteles en sus espacios de trabajo con consignas alusivas a la protesta. No tuvieron que faltar. Bastó con imaginar lo imposible que es el funcionamiento de las instituciones sin el aporte de las mujeres.
“Yo sí trabajé ese día”, dice Yolanda al teléfono. “Pero me parece bien que hagan esto porque, por fin, vieron cuánto importamos”.
El análisis estadístico muestra que en lugares como el Estado de México un promedio de 11% de las mujeres económicamente activas no laboró durante los días lunes del primer trimestre de 2020. Sin embargo, el lunes 9 de marzo del mismo año el índice se elevó a 14%.
En Guerrero pasó lo mismo: el promedio de mujeres que no trabajó los lunes del primer trimestre de 2020 fue de 12%. El día del paro la cifra subió a 15%. Otros estados en los que la ausencia de las mujeres aumentó fueron Querétaro, Tlaxcala, Yucatán y San Luis Potosí.
La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco-Servytur) calculó, entonces, que en el paro nacional “Un día sin mujeres” participó 70% de las mujeres trabajadoras del sector terciario (comercio, servicios y turismo), lo cual generó un impacto económico por 30 millones de pesos, según dijo José Manuel López Campos, dirigente de la organización patronal.
La ausencia de mujeres trabajadoras el 9M de 2020 también aumentó en algunas ciudades por arriba del promedio. En San Luis Potosí el promedio de ausencias a nivel estatal fue de 12%, pero en la capital aumentó a 14%. Lo mismo ocurrió en Mérida, Yucatán; Xalapa, Veracruz; Acapulco, Guerrero; Toluca, Estado de México, así como en las capitales de Tlaxcala y Querétaro.
El otro paro
Las estadísticas del Inegi no alcanzan a medir el paro que realizaron las mujeres con trabajos no remunerados; aquellas que, al menos por un día, se negaron a realizar las labores domésticas y de cuidados que sostienen económicamente al país. Para 2020, el primer año de la pandemia y del paro nacional de mujeres, el Inegi calculó que estos trabajos están valuados en 6.4 billones de pesos, es decir, el equivalente a 27.6% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional.
Guadalupe Ramírez tiene 38 años. Vive en Los Reyes La Paz, Estado de México, y es trabajadora del hogar. Ella no pudo parar el 9 de marzo de 2020. Tampoco lo hizo en 2021 ni en 2022. Si no trabaja un día a la semana, su ingreso disminuye. No puede darse “ese lujo”. Sin embargo, a partir de esta convocatoria, modificó su rutina. Ya no es la única que limpia en su casa. Habló con sus tres hijos, todos varones adolescentes, y les repartió las tareas del hogar.
“Yo les dije: ‘Hijos, me tienen que ayudar porque el quehacer es tarea de todos’”, cuenta Guadalupe.
El trabajo de cuidados es la cara menos visible de la desigualdad de género y obstaculiza el desarrollo de las mujeres en otros ámbitos. Comprender que esta actividad no es responsabilidad única de las mujeres es un logro y su impacto podrá verse, quizá, más allá de un 9 de marzo.