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A raíz de la desaparición de su hermano Ricardo, Ana Rico cambió sus sueños de ser maestra de preescolar por el de ser antropóloga o criminóloga para buscarlo (Foto: Ulises Martínez).

El sueño de Ana: estudiar para encontrar a su hermano

Por: Ulises Martínez
Mentoría: Alejandro Castro
Fecha de publicación: 22 de marzo, 2024

Ana Rico Fernández camina junto a Valeria, una antropóloga física de la Comisión Búsqueda de Personas de la Ciudad de México, durante una jornada para encontrar rastros de su hermano Ricardo Rico, desaparecido en septiembre de 2019. 

Es martes 27 de febrero, casi mediodía, pero el frío del bosque se resiente.  Observan prendas y huesos de animales, también buscan detectar olores particulares que aporten algún dato. 

Cada vez que Ana tiene dudas sobre algún objeto encontrado, pregunta con curiosidad a Valeria, quien siempre responde. Tiene interés en saber qué hizo Valeria para trabajar en la búsqueda de personas.

—¿Tu que estudiaste?

—Yo estudié antropología física, y ahí vemos la anatomía, osteología y somatología.

—Es como la criminología, ¿no?

—Sí, pero la criminología está más enfocada en lo legal y son más pros, nosotros nos encargamos de estimar la edad a partir de los huesos, con los dientes, y hacer análisis de casos.

Ana tiene 15 años, es alta, morena, de cabello corto y liso. A los 10 años soñaba con ser maestra de preescolar, pero sus sueños y metas de vida dieron un giro radical cuando desapareció su hermano Ricardo, mientras caminaba en peregrinación hacia el templo del señor de Chalma. 

“Era muy creyente de todos los santos, la Santa Muerte y de Eleguá, todavía tengo la pulsera que me dio”, relata Ana.

Ana muestra la pulsera de Eleguá, usada para atraer la prosperidad de quien la porte, que le dejó su hermano. Foto: Ulises Martínez.

Ahora, Ana participa activamente en la búsqueda de su hermano. A raíz de su desaparición, también comenzó a ver películas y series policiacas.

“Me interesó mucho la criminología porque se parecía mucho a lo de mi hermano, me gusta saber las piezas del cuerpo humano, cómo son, cuáles son las formas de desaparecer a alguien, para poder llegar a una idea de que es lo que pasó con mi hermano”, cuenta. 

Ricardo era quien la esperaba para comer y quien la recogía de la escuela. Le había prometido llevarla a fiestas cuando cumpliera 18. Sin embargo, la promesa nunca se concretó.

La Comisión de Búsqueda de  Personas de la Ciudad de México tardó tres años en organizar la primera jornada en campo para buscar a Ricardo. Ocurrió en la última semana de mayo de 2023, pero no se logró ningún resultado. 

La nueva búsqueda 

El pasado 27 de febrero se organizó la segunda búsqueda en los alrededores del Ajusco, en un paraje conocido como “Agua de cadena”, un conjunto de cabañas donde personas de los poblados cercanos ofrecen comida y bebidas a los peregrinos que viajan rumbo a Chalma. 

El terreno es boscoso, con pendientes pronunciadas, zanjas llenas de lodo y basura.  También abundan las víboras de cascabel, advierte el personal  de Protección Civil que acompaña.

Para esta jornada, el personal representante de la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México dividió el grupo de aproximadamente 50 personas buscadoras en dos células. La primera subió a las faldas de los cerros aledaños al paraje, mientras que la segunda exploró los alrededores del camino principal. 

Se trató de una búsqueda rápida, la Comisión le otorgó solo un día a la familia de Ricardo, alegando que había tres búsquedas ocurriendo de manera simultánea en la zona. 

Ana entierra su varilla en la tierra, busca olores putrefactos que puedan indicar que debajo de sus pies hay restos óseos. Con la práctica y los consejos, ha aprendido a buscar en áreas clave, por ejemplo, donde hay tierra suelta o con humedad anormal. 

Ana remueve la tierra para buscar restos óseos. Foto: Ulises Martínez

Ella tenía 11 años cuando Ricardo desapareció, recuerda muy bien el día que ocurrió y sus inicios en la búsqueda.

“Yo al principio sinceramente dije ‘es una broma’, no puede estar pasando eso porque mi hermano se sabe el camino. Al pasar de los días vi que sí era realidad lo que había pasado, me puse mal porque él era mi todo, mi mejor amigo”.

Ana ha experimentado apatía ante la desaparición de su hermano. Durante la primera jornada de búsqueda, de cinco días solo pudo asistir dos, pues la directora de su antigua secundaria consideró que estaba mintiendo.

“Decía que era mental, que mi mamá se inventaba las historias. Tenía en mi celular una foto que me tomé con él, mis maestros me lo quitaron y no se lo quisieron dar a mis papás, entonces perdí muchas fotos que tenía junto a él”, explica. 

A raíz de la desaparición de su hermano, los miedos de la madre de Ana se dispararon. No podía ir sola a la escuela, como lo hacía antes. Eso le implicó constantes faltas. 

Tuvo que cambiarse de escuela  ante la  revictimización de directivos y profesores del antiguo plantel. Asegura que a pesar de presentar justificantes por inasistencias o la imposibilidad de que algún familiar la llevara, no recibió apoyo. 

“Cambió todo, las comidas ya no son iguales, las cenas navideñas tampoco. Antes durábamos toda la madrugada, ahora solo un par de horas y nos vamos a dormir. Todos los festivos ya son como que días normales para nosotros. No me gusta celebrar mi cumpleaños, porque yo cumplo el 17 de septiembre y él cumple el 19”, responde al preguntarle qué cambió luego de la desaparición de Ricardo. 

“Para mi mamá un hijo siempre va a doler, para mí un hermano también. Entiendo completamente a mis papás, sé que esto es una realidad y que mi hermano es uno más de los desaparecidos, es feo que muchas mamás no sean conscientes todavía de cómo es el mundo”, añade. 

Ana está por concluir la secundaria, ahora en una escuela donde sí le permitieron ir al bosque para intentar localizar a su hermano. 

La búsqueda finalizó en dos horas, un tiempo acotado en comparación con el que se destina habitualmente. Las dos células se encontraron en el punto acordado, luego de explorar un área de aproximadamente dos kilómetros cuadrados. 

Durante la jornada de búsqueda se utilizan herramientas como picos, palas, varillas y machetes para remover el suelo y cortar maleza. Foto: Ulises Martínez

La comida corrió a cargo de la familia de Ricardo, ante la negativa de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de proporcionar este apoyo. Tacos de suadero y longaniza para las personas voluntarias y los miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), que llegaron cuando ya el grupo estaba comiendo. 

El resultado de la búsqueda: no se encontraron indicios. 

Ricardo es uno de los tantos desaparecidos en México clasificados de forma errónea. “Persona ubicada”, dice su estatus en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Comisión Nacional de Búsqueda. 

Una investigación realizada por Quinto Elemento Lab y A dónde van los desaparecidos documentó que por lo menos 260 personas se encuentran en esta situación, es decir, clasificadas de forma errónea en el nuevo Censo del Gobierno federal, donde se asegura que fueron ubicadas o localizadas, pero aún continúan desaparecidas.

Lucía Rico, la madre de Ricardo, aprovechó la presencia del personal de la CNB para lanzar un reclamo. 

“Los números que dieron no existen. Vean que sí está desaparecido, aquí está su papá, sus hermanos y su cuñada. Seguimos buscando y no descansaré hasta encontrarlo, que le quede claro a la Fiscalía”, dijo con notable molestia. 

Ana  dice que con cada búsqueda aprende un poco más. ”Que si se sume mucho la pala es porque hay algo, si está removida la tierra  hay algo, si te llega un olor dulce es porque hay algo ahí”.

La jornada cierra con un grito por la justicia para Ricardo y otras personas  desaparecidas en México. “¿Por qué los buscamos?”, lanza Lucía Rico. “¡Porque les amamos!”, responden los asistentes en coro. “¿Hasta cuándo?”, “Hasta encontrarles”.