Un brote de covid-19 provocó la muerte de 16 adultos mayores en la Fundación para Ancianos Concepción Béistegui de la Ciudad de México, además de cinco fallecimientos diagnosticados como probable covid. Según autoridades del asilo, se siguieron las normas y protocolos sanitarios, aunque empleados consultados por Corriente Alterna cuentan que éstos se aplicaron de manera insuficiente y tardía.
Entre abril y junio, en el asilo de la Fundación Para Ancianos Concepción Béistegui fallecieron 16 adultos mayores con confirmación de covid-19, además de otros cinco fallecimientos con causa probable de coronavirus. De acuerdo con testimonios de empleados, los directivos del asilo ocultaron la gravedad del brote y no aplicaron oportunamente protocolos de aislamiento y protección para huéspedes y trabajadores, al menos durante los dos primeros meses de la pandemia.
Además, al menos 40 trabajadoras, entre enfermeras, cuidadoras y personal operativo de cocina, lavandería e intendencia también dieron positivo en la prueba de coronavirus, según testimonios de personal. Las autoridades del Gobierno de la Ciudad de México no fueron notificadas inmediatamente.
Empleados enfermos denunciaron en entrevista que fueron obligados a laborar en contacto con los adultos mayores del asilo, aun después de que comenzaron a presentar síntomas de covid-19. Corriente Alterna solicitó entrevista con directivos del asilo, pero no fue concedida.
En un comunicado con fecha 28 de junio, publicado en su página de internet, los directivos de la Fundación para Ancianos sostienen que la atención ante el coronavirus fue oportuna, y “que desde que se dio el primer caso se realizaron pruebas tanto a huéspedes como al personal y se aisló a quienes resultaron positivos. Asimismo, se contactó a los familiares y se solicitó a quienes estuvieran en posibilidad de trasladar al huésped, pues la casa hogar no es hospital y no puede reemplazar los cuidados médicos que requiere el tratamiento de una enfermedad tan desafiante como la ocasionada por el covid-19”.
En su comunicado, además, la Fundación destaca que “nuestra población es especialmente vulnerable a la enfermedad, por ello desde el comienzo de la crisis sanitaria procuramos contar con las mayores medidas de higiene y protección”.
No obstante, empleados del asilo sostienen que las medidas de protección no fueron suficientes ni oportunas. “A finales de marzo, cuando declararon el confinamiento sanitario, el Gobierno de la Ciudad de México mandó un protocolo de cuidado a todos los asilos –explicó uno de los trabajadores consultado, contagiado con covid-19, cuyo anonimato se preserva para evitar represalias–, pero los directivos de la Fundación no nos dijeron nada, la vida siguió.”
Los trabajadores contagiados señalaron que los primeros casos de fiebre entre huéspedes adultos mayores de este asilo se dieron durante la segunda semana de abril, y se trató de dos personas, hombre y mujer, quienes presentaron altas temperaturas.
Ambas personas permanecieron con fiebre, dolor y dificultades respiratorias durante una semana, sin que su situación fuera notificada a familiares ni autoridades, de acuerdo con los testimonios recabados.
Fue hasta la tercera semana de abril que se trasladó a la mujer enferma a un hospital, donde murió, y el hombre fue entregado a su familia. Después de estos hechos, empleados del asilo Concepción Béistegui señalaron que la única medida preventiva establecida por los directivos fue llamar a las familias del resto de los ancianos hospedados para que se los llevaran a hogares familiares.
Sin embargo, solo 14 adultos mayores fueron recogidos por sus familiares. “Únicamente se llevaron a los abuelos que caminan, que están conscientes o que usan silla de ruedas pero que son manejables, que los puedes pasar al carro”, detalló el personal consultado. El resto, alrededor de 60 adultos mayores, permaneció en el asilo.
Barco sin capitán
Los testimonios recabados señalan que a estas familias se les informó que era mejor llevarse a los adultos mayores a sus hogares, ya que una enfermera del asilo había dado positivo a covid-19. Pero cuando los trabajadores intentaron verificar dicha información, los directivos insistieron en que no había casos de coronavirus entre el personal ni entre los adultos mayores atendidos.
Luego de que los ancianos “manejables” fueron extraídos, “el personal de enfermería fue convocado para acondicionar un ‘área covid’ (de aislamiento) dentro del asilo, que sería manejada por cuatro enfermeras que nunca recibieron capacitación. Al personal se nos dijo que esa área covid no se creaba porque ya hubiera enfermos en el asilo, sino por prevención”, señala uno de los testimonios.
Para finales de abril, “los directivos ya andaban muy equipados, con goggles, con cubrebocas N95, con bata, pantalón y zapatos quirúrgicos, pero cuando se les preguntaba qué pasaba, respondían que nada, ‘pónganse a trabajar’, decían”, mientras que el resto del personal operativo sólo recibió una careta y un cubrebocas de tela.
“Dijeron que estaban gastando mucho en cubrebocas desechables, y nos dieron uno de tela”, detalló uno de los empleados.
En esa misma cuarta semana de abril, los directivos del asilo, médicos y administrativos, dejaron de presentarse a laborar.
“Todo lo hacían por medio de teléfono y de videollamadas”, afirmó un empleado. “La doctora sólo llamaba por teléfono para dar indicaciones, cuando ella ni sabía cómo estábamos adentro.”
Para ese momento, diversas personas que trabajan en estas instalaciones ya presentaban síntomas como fiebre y dolor corporal, sin que el resto de los empleados fueran notificados.
Tal como señalan los testimonios recabados, los síntomas de enfermedad entre trabajadores del asilo de la Fundación para Ancianos Concepción Béistegui comenzaron al mismo tiempo que entre los adultos mayores hospedados, alrededor de la segunda semana de abril.
“A mediados de abril comenzó a sentirse mal mucho personal –señala una de las personas consultadas–, somos muchos los trabajadores que estamos enfermos. Cuando las doctoras dejaron de presentarse, sólo dejaron un papel que decía que en caso de que nos sintiéramos mal, las llamáramos por teléfono. No decía que fuéramos al IMSS, sino que les habláramos a ellas.”
Aislamiento y ocultamiento
El área Covid del asilo Concepción Béistegui tardó en acondicionarse una semana, y quedó lista el 10 de mayo. Un día después, cinco de sus diez camas ya estaban ocupadas por ancianos enfermos.
Además, en el dormitorio de observación del asilo, conocido como “Área 10”, los seis espacios disponibles estaban ocupados por ancianos con síntomas de la enfermedad.
Todas las labores de cuidado fueron conducidas a distancia por el personal directivo, según los testimonios, mientras el personal operativo seguía instrucciones sin contar con materiales adecuados de seguridad sanitaria.
“Un compañero (trabajador) empezó con que le dolían los músculos, la garganta, y de un día para otro dejó de ir a trabajar, nos avisó que las temperaturas no le bajaban, que se sentía muy mal; luego otra compañera. Para el 15 de mayo, muchas compañeras enfermeras y cuidadoras se reportaron con síntomas y luego dejaron de asistir. Lo que hacían los directivos era regresarlas a su casa, les daban una semana [de reposo] y luego las volvían a citar a trabajar”, señala uno de los testimonios.
Aunque la dirección tuvo conocimiento de que algunos empleados presentaron síntomas de covid-19 desde la cuarta semana de abril, no fue sino hasta el 17 de mayo que el personal fue convocado para que se les practicara una prueba de laboratorio.
“Una compañera preguntó si pasaba algo, y le respondieron que sólo era para cuidarnos”, narra una de las trabajadoras. Esta prueba fue realizada el 17 de mayo, y los resultados se entregaron cinco días después.
–¿Durante el tiempo que tardaron en darle el resultado, usted debió seguir presentándose a trabajar? –se consulta a una de las personas que laboran en este asilo, y que dieron positivo en la prueba de covid-19.
–Sí. Seguimos yendo a trabajar. La prueba la hicieron el (domingo) 17 de mayo, y los resultados los comunicaron el jueves (21 de mayo). Luego, el viernes, nos mandan un comunicado a todos los que dimos positivo, que en ese momento fuimos alrededor de 20, ordenándonos ir al Instituto Mexicano del Seguro Social, para que nos den incapacidad. Al final, los empleados con diagnóstico positivo sumamos más de 40, entre enfermeras, cuidadoras, personal de cocina, de mantenimiento y de vigilancia.
Cuatro días después de que el personal positivo de coronavirus fuera notificado de su situación de salud, el 25 de mayo, el gobierno de la Ciudad de México anunció que en el asilo de la Fundación para Ancianos Concepción Bésitegui se habían dado dos fallecimientos de ancianos hospedados, sin embargo, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, aseguró que este brote de covid-19 había iniciado el jueves 21 de mayo y que “resultó menor el contagio”.
Los empleados enfermos, no obstante, insistieron en entrevista en que los contagios iniciaron a mediados de abril, es decir, seis semanas antes de que el brote fuera reconocido tanto por el asilo, como por las autoridades capitalinas.
Hasta el 28 de junio, según un comunicado de la propia Fundación colgado en su página de internet, el covid-19 o la sospecha de éste ya había provocado la muerte de 21 adultos mayores residentes del asilo.
Vigilancia telefónica
En la Ciudad de México existen 114 asilos y casas de reposo privados para adultos mayores, que son operados por asociaciones civiles, fundaciones y empresas, para los cuales las autoridades capitalinas diseñaron un protocolo de actuación especial ante la pandemia de covid-19.
Este protocolo indica que los ancianos en condiciones de volver con sus familias debían hacerlo, y estableció como obligatorias las normas sanitarias generales para evitar la propagación de la pandemia: lavado de manos, sanitización de espacio, distribución de equipo de protección a personal y, lo más importante, se ordena dar aviso inmediato a las autoridades, ante cualquier caso sospechoso de covid-19.
“Uno de los mensajes más importantes que se estuvieron mandando a los asilos es que en caso de que se dé alguna sospecha (de brote de covid-19 en sus instalaciones) deben avisar de inmediato, aún cuando no estén confirmados los síntomas”, explicó en entrevista Almudena Ocejo Rojo, secretaria de Inclusión y Bienestar Social del Gobierno de la Ciudad de México.
En el caso del asilo de la Fundación para Ancianos Concepción Béistegui, la funcionaria informó que éste es el primer brote registrado en asilos de la capital del país, y que el aviso se dio hasta la segunda semana de mayo, aún cuando los reportes de personal y ancianos hospedados con posibles síntomas comenzaron a darse un mes antes.
Se consultó a la funcionaria si la Secretaría a su cargo ha enviado personal a cada uno de los 144 asilos privados de la Ciudad de México, para verificar que se cumpla con el protocolo. Ocejo Rojo reconoció que no.
Lo único que se ha realizado, explicó, es un “monitoreo telefónico permanente para preguntar cómo van, cuál es la situación de salud de las personas residentes”.
La verificación presencial de los asilos no es viable, dijo la funcionaria del gobierno capitalino, porque “hay restricciones para la entrada de personas externas (a estos espacios, para evitar contagios). Entonces, en el caso de hacer alguna visita, como por ejemplo para entregar productos de limpieza, la entrega se hace en la puerta y no se entra”.
Debido a que la vigilancia de los asilos se basa en este procedimiento verbal, de buena fe, para el momento en que las autoridades capitalinas detectaron el brote de covid-19 en el asilo Concepción Béistegui ya había 17 ancianos enfermos.
El jueves 21 de mayo, cuando se reportó el brote, “los residentes estaban estables”, aseguró Ocejo Rojo. Sin embargo, argumentó, “la evolución de esta sintomatología en personas mayores es muy rápida, y del jueves al viernes hubo un fallecimiento. Y el sábado en la mañana ocurrió una segunda muerte en el asilo”.
Ese sábado 23 de mayo, dos días después de que las autoridades capitalinas y federales tomaran conocimiento del brote de covid-19 en el asilo, 13 adultos mayores debieron ser trasladados a la Unidad Médica Temporal del Instituto Mexicano del Seguro Social montada en el Autódromo Hermanos Rodríguez, y para el domingo 24 de mayo, otros cuatro adultos mayores enfermos fueron trasladados al Hospital General.
Todos murieron, sumándose a los cuatro que perdieron la vida previamente.
Ocejo Rojo también fue consultada en torno al número total de empleados del asilo que dieron positivo a la prueba de covid-19, y la atención que se brindó a estos ciudadanos. Sin embargo, la funcionaria pública dijo ignorar la cantidad y situación de esas personas: “no tengo yo el dato, eso le correspondería a la dirección del asilo”.
Para conocer la postura de la Fundación para Ancianos Concepción Béistegui en torno a las denuncias de ocultamiento del brote de Covid-19 y de que sus directivos abandonaron al personal, así como para saber exactamente cuántos empleados han dado positivo a coronativus, se solicitó una entrevista con un representante de esta institución de asistencia privada, pero al cierre de esta edición no se recibió respuesta.
Además de la Ciudad de México, se han reportado brotes de Covid-19 en asilos de al menos diez estados: Nuevo León (nueve muertes), Tabasco (seis muertes), Baja California (tres muertes), Campeche, Coahuila, Chihuahua (dos muertes), Durango, Morelos, Sinaloa y Tamaulipas (seis muertes).
Fuera de México, se han reportado brotes de Covid-19 en estancias para adultos mayores de Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Italia y Francia.
* Para la elaboración de esta entrega periodística, Corriente Alterna tuvo acceso al testimonio de tres trabajadores de la Fundación para Ancianos Concepción Béistegui. Se omiten sus nombres por temor a represalias.