La búsqueda de víctimas, el dolor de los deudos de la Línea 12
Liliana López García, una de las víctimas mortales del desplome de la Línea 12, fue velada al sur de la Ciudad de México luego de que sus familiares la reconocieran y recuperaran en la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa. / Foto: Rogelio Morales - Cuartoscuro.com

Entre el enojo y la desesperación, familiares y deudos recuperan en Iztapalapa los cuerpos de los fallecidos de la Línea 12.

“Íntegro, solidario”. Así describe David Bernal a su primo Carlos Emmanuel Pineda Bernal, elemento de la Guardia Nacional fallecido el 3 de mayo de 2021 en el desplome de un tren de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México.

A Carlos, de 38 años, le gustaba el futbol. Era odontólogo egresado de la UNAM, pero la necesidad lo obligó a buscar un trabajo para sostener a su familia. Hace más de una década se integró a la Policía Federal, pero cuando esta institución se disolvió a finales de 2019 ingresó a la Guardia Nacional.

Regresaba de su oficina en Metro cuando una trabe se venció en el tramo elevado de la Línea 12 entre las estaciones Tezonco y Olivos y el convoy se desplomó hacia el pavimento de Avenida Tláhuac. Dos trenes atrás venía su hermano Michel, quien trabaja como enfermero y con quien, normalmente, se encontraba para volver juntos a casa.

“Tenía su coche, pero no le gustaba manejar”, cuenta David en la explanada de la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa, en el barrio Chinam Pac de Juárez, a 400 metros del monumento conocido como Cabeza de Juárez. Ahí fue a donde la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México trasladó a los fallecidos por el desplome.

Coordinación Territorial 6 Iztapalapa
La Fiscalía General de Justicia de la CDMX recibió en la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa 19 cuerpos de fallecidos por el accidente de la Línea 12 del Metro. / Foto: Rogelio Morales – Cuartoscuro.com

La explanada frente a la Coordinación parece, ahora, una sala de espera. Una carpa de lona blanca protege a un centenar de personas del impacto del sol, pero no de los 27 grados centígrados de las cuatro de la tarde. Están aquí para reconocer o recoger los cuerpos de sus familiares fallecidos la noche del lunes.

Tan pronto como la familia Bernal Pineda se enteró del accidente, intentó localizar a ambos hermanos. Michel respondió rápido. Su tren estaba detenido y no sabía qué estaba pasando más adelante. Carlos, sin embargo, no respondía el teléfono ni el WhatsApp. Su madre, su esposa y otros familiares se pasaron la noche en vela buscando y llamando a hospitales, al servicio de Locatel y revisando en las redes sociales si había algún informe que les diera pistas sobre su paradero. 

–Teníamos la ligera esperanza de encontrarlo con vida, porque no lo mencionaban en las listas de heridos que estaban mandando a los hospitales –confiesa David.

A la búsqueda se unieron los compañeros de trabajo de Carlos; entre ellos la oficial Navarro, de 34 años, amiga y colega desde hace más de una década, cuando empezaron a trabajar en la Policía Federal. “No hay alguien en la oficina que no apreciara a Carlos”, cuenta. Ella pasó todo el martes haciendo relevos aquí, junto con otros oficiales, en apoyo a la familia de su amigo.

–En nuestro trabajo el riesgo que corremos está latente; pero, para esto, no hay palabras. No lo crees, porque lo viste salir de la oficina anoche, te despediste y no sabías que sería la última vez que lo verías.

“Queremos demandar”

La noticia de que habían encontrado a Carlos Emmanuel llegó a su familia, vía WhatsApp, alrededor de las nueve de la mañana del martes 4 de mayo. “En el chat familiar alguien avisó que habían encontrado su identificación en uno de los cuerpos que estaban aquí, en la Fiscalía”, dice David. 

Abogado de profesión, David se encarga de la asesoría jurídica de su familia y ya tuvo algunos roces con el Ministerio Público de la Coordinación Territorial. 

–En el testimonio de mi cuñada y del hermano de Carlos escribieron, sin preguntarles, que al firmar ese documento automáticamente rechazaban su derecho a presentar una denuncia contra quien resultara responsable por el incidente –explica–. Les exigimos que corrigieran, que cambiaran eso: queremos iniciar una querella por homicidio.

David no sabe cuántas familias pasaron por el mismo protocolo antes que ellos, pero está seguro de que fueron los primeros en notarlo y exigir que se modificara. 

–Sentamos un precedente; nos aseguraron que, con los demás, evitarían incluir esa redacción. 

La existencia de ese texto en la documentación de las víctimas les impediría a los deudos iniciar procedimientos legales contra quien resulte responsable de lo ocurrido, explica. “Debe haber un responsable que dé la cara”, insiste. A su primo, Carlos Emmanuel, el elemento de la Guardia Nacional, le sobreviven su esposa y dos hijos. Ninguna indemnización podrá regresarles a su esposo, a su padre, a su primo, pero es necesario, dice, que se finquen responsabilidades por su muerte. 

Primer contacto con familiares

Linda lleva ocho horas recibiendo a los familiares de las víctimas mortales del desplome en la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa. Tiene 39 años, el cabello castaño y un chalequito verde que la identifica como trabajadora de la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México. Está nerviosa y prefiere no dar su nombre completo.

–Todos vienen con la esperanza de que su familiar no esté, así que no traen los papeles, eso es lo que más demora –explica.

Ella y otros cinco trabajadores del gobierno capitalino son el primer contacto para los familiares en la Coordinación Territorial. Les reciben detrás de una mesa de plástico plegable y solicitan sus datos para contrastarlos con sus registros. En caso de que existan coincidencias, son ellos quienes les acompañan a “reconocer” a la persona y a iniciar el trámite para recuperar el cuerpo. Pero casi nadie trae consigo los documentos necesarios para solicitar la entrega.

Familiares de fallecidos en la Línea 12 del Metro
Decenas de personas pasaron el martes 4 de mayo afuera de la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa, a donde fueron para reconocer a 19 fallecidos del accidente de la Línea 12 del Metro. / Foto: Rogelio Morales – Cuartoscuro

Muchos llevan casi ocho horas así, esperando. El ambiente pesa. Aunque el cubrebocas les cubre medio rostro, se adivina el enojo en las miradas tristes. Hasta el cierre de esta edición, el accidente había resultado en 25 muertos y más de 70 heridos. De estos últimos, solo cinco fueron identificados en las primeras horas; el resto fueron trasladados a esta Fiscalía. Poco a poco se fueron conociendo sus nombres: Gildardo Rodríguez, Idelfonso Barrios, Liliana López, Melitón Velasco, Gabriela Ramírez… 

Alrededor revolotean abogados particulares, despachos legales para ofrecer asesoría jurídica a las familias. También rondan reporteros y camarógrafos, enviados especiales que titubean para acercarse e interrumpir el duelo y solicitar entrevistas.  

Cuatro familias, al menos, se han ido detrás de sus carrozas fúnebres, cargando las pertenencias de sus muertos en una bolsita de plástico transparente. A las siete de la tarde la mitad de las sillas se ha desocupado, pero pronto llegan familias nuevas.

–Aunque no haya parentesco con ellos duele muchísimo –agrega Linda, nerviosa, triste, desde su puesto como primer contacto con las familias de las víctimas–. Vivimos en la misma ciudad.

El tamaño de la tragedia

Santos Reyes Pérez, de 31 años, se dedicaba a la albañilería. Su familia lo buscó por toda la ciudad antes de saber que había muerto a causa del desplome. 

La última comunicación de Santos fue para avisarle a su esposa, Angélica Cruz, que había tomado el Metro e iba camino a su casa, en Valle de Chalco, al oriente de la capital. Después de las 10:25 de la noche no pudieron volver a contactarlo. Santos iba en el convoy que se desplomó sobre Avenida Tláhuac y falleció debido al accidente. Pero sus familiares se enteraron hasta las dos de la tarde del 4 de mayo, después de buscarle toda la noche y toda la mañana en los hospitales a donde el gobierno de la ciudad trasladó a los heridos.

–En la mañana, mis familiares anduvieron por el centro de Iztapalapa y yo me fui para La Raza, Lindavista, San Juan de Aragón, Urgencias La Villa, y, nada –cuenta Salvador Cruz, tío de Angélica. 

Durante todo el tiempo en que estuvieron buscando no aparecía el nombre de Santos en las listas de víctimas difundidas por las autoridades. En la mañana les indicaron que podía encontrarse en el Hospital de Especialidades de la Ciudad de México Dr. Belisario Domínguez, pero no fue así. Dieron con él porque uno de los primos de Angélica se decidió a buscar en la Coordinación Territorial, entre el resto de los fallecidos de la Línea 12.

Ahora se escuchan murmullos, sollozos, una ocasional risa nerviosa. La Coordinación Territorial es, por momentos, un velorio colectivo. No hay galletas ni café, pero algunos vecinos regalan tortas a los deudos y los representantes de una funeraria reparten botellas de agua junto con condolencias y tarjetas de presentación. 

Pertenencias de fallecidos en la Línea 12 del Metro
Familiares de personas fallecidas en la Línea 12 del Metro recogen las pertenencias de sus seres queridos en la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa. / Foto: Rogelio Morales – Cuartoscuro.com

Mientras espera que su sobrina salga a avisarles cuál es el siguiente paso para recuperar el cuerpo de Santos, Salvador Cruz se protege del sol con una gorra. A unos pasos, en una jardinera de la explanada, el resto de sus parientes habla con reporteros frente a las cámaras; comparten con Salvador Cruz el semblante cansado y la voz firme con la que el tío de Angélica Cruz, ahora viuda de Santos Reyes, reclama:

Tendrían que haber revisado que quedara bien ese trabajo. El Metro no nada más transporta a una persona, transporta a millones. ¡Y eso fue en la noche! ¡Imagínese el tamaño de la tragedia si hubiera sido a las seis de la tarde, que es hora pico, y sale todo el mundo de trabajar!

12 horas después

“¿Cómo está hoy, señor? ¿Cómo murió su hijo?”, le pregunta una reportera de televisión a Efraín Juárez, de 63 años, en la banqueta a un costado de la Coordinación Territorial 6 Iztapalapa. 

El hombre le pide a uno de los jóvenes que le acompaña, que les muestre a las cámaras la bolsa de plástico transparente que traen cargando.

Hace unos minutos, don Efraín recibió las pertenencias de su hijo José Juan Galindo Soto, de 34 años. La bolsa tenía escrita en letras negras las palabras “Cadáver T”. Adentro estaba la cartera de José Juan, sus llaves, teléfono celular y la ropa que vestía cuando su auto, un Sentra color vino, fue aplastado por una ballena del tramo elevado del Metro, sobre avenida Tláhuac.

José Juan y su esposa Evelyn regresaban del dentista hacia su casa, en Los Olivos. Él falleció ahí mismo, pero ella sobrevivió y se comunicó por teléfono con sus suegros mientras esperaba a que la rescataran de los escombros. 

Don Efraín estaba en la colonia La Nopalera, donde vende botanas junto con su esposa, Amelia, cuando recibió la llamada de su nuera. Lo dejaron todo. Doña Amelia es diabética y se moviliza en silla de ruedas, pues le falta una pierna. Apenas llegó al lugar del siniestro sufrió una crisis nerviosa y tuvo que ser internada para estabilizarla. Ahora mismo sigue en el hospital mientras su esposo intenta recuperar el cuerpo de su hijo. 

–Mi nuera todavía está viva, pero grave –dice don Efraín–. Mi esposa también se puso mal, está en el hospital, del susto que tuvo.

Los elementos de rescate pudieron extraer de los escombros a José Juan hasta casi 12 horas después del accidente. En todo ese tiempo, Efraín Juárez exigía a las autoridades que le confirmaran el estado de su hijo. Quería saber si su hijo estaba entre los fallecidos de la Línea 12. Pero nadie le respondía. Fue hasta el mediodía del martes, en la Fiscalía, que don Efraín confirmó la muerte de su hijo. No descarta proceder legalmente contra quien resulte responsable por el desplome de la Línea 12 del Metro.

–Hay que proceder, también, para ver qué ayuda nos da el gobierno ante esta situación. El fallecimiento de un hijo es lo más duro de la vida. A nadie le desea uno esto: la pérdida de la familia, la pérdida de un hijo.