En el mundo, las mujeres rurales representan un tercio del total de la población y producen el 43 por ciento de los alimentos que se consumen. Aún así, siguen siendo afectadas por los impactos de la pobreza y la violencia.
Margarita y Patricia viven en Puebla y están profundamente vinculadas con la alimentación, no solo por su papel en la cocina, sino también como guardianas de las tradiciones alimentarias.
Margarita es una cocinera originaria de Tlatlauquitepec que difunde sus platillos en eventos nacionales e internacionales para mantener vivas las costumbres culinarias de su comunidad, mientras que Patricia de San Mateo Ozolco, en Calpan promueve el valor del maíz azul como ingrediente de la gastronomía local.
Violencia hacia las mujeres rurales y alimentación
En Puebla, más de 900,000 mujeres trabajan en el sector agropecuario, contribuyendo a la producción, preparación y distribución de alimentos.
Sin embargo, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021, enfrentan discriminación, violencia simbólica y exclusión de los espacios de toma de decisiones.
Esta realidad persiste en el contexto actual, dificultando su empoderamiento y acceso a recursos fundamentales, como la alimentación. La falta de reconocimiento y participación en decisiones clave limita su capacidad para mejorar su calidad de vida y la de sus familias.
En algunos casos, la resistencia de sus parejas a que participen en actividades distintas al trabajo doméstico limita su autonomía.
A pesar de ser responsables de la producción de alimentos, las mujeres sufren más inseguridad alimentaria
La Encuesta de Seguridad Alimentaria y Alimentación (ESAA) México 2020 en Puebla revela que las mujeres enfrentan vulnerabilidad alimentaria, porque a pesar de su responsabilidad en la producción y preparación de alimentos, tienen un acceso limitado a fuentes nutritivas debido a su exclusión en la toma de decisiones.
Durante la epidemia de Covid19, el 61 por ciento de los hogares encabezados por mujeres enfrentaron escasez de variedad alimentaria, lo que es superior al 53 por ciento en hogares liderados por hombres. Esto refleja una vulnerabilidad mayor en el acceso a alimentos diversos.
Un 50 por ciento de estos hogares reportaron que sus miembros comieron menos de lo necesario por falta de dinero, comparado con el 47 por ciento de los hogares liderados por hombres.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la violencia simbólica hacia las mujeres rurales afecta su acceso a recursos y toma de decisiones.
A nivel global, enfrentan mayores tasas de inseguridad alimentaria, y en 2020, el 41.8 por ciento de ellas sufrió inseguridad alimentaria, frente al 32.2 por ciento de los hombres.
Margarita afirma: “No solo es de hacerlo, sino también saberlo compartir y hacerlo con respeto y amor”. A pesar de haber enfrentado violencia de género, ha logrado transformar su vida y la de otros al promover la gastronomía local y fomentar la economía.
“Para mí es un gran honor compartir mi gastronomía con todos”, dice. Esto implica que al visitar su comunidad, se reconozca su esfuerzo y la riqueza de sus platillos.
Es momento de dar el empujoncito que tal vez ellas necesitan
Patricia, emprendedora de San Mateo Ozolco, promueve el valor del maíz azul como ingrediente esencial de la gastronomía local.

El derecho a la alimentación de Patricia y su comunidad durante la pandemia se vió afectado por el acceso y los precios. “Era muy complicado… lo que hacía falta, pues lo tenían que comprar de fuera y si era… muy difícil de acceder”, dice.

Esto refleja que la dependencia de productos externos, junto con los precios elevados de alimentos nutritivos en comparación con los procesados, puede limitar la capacidad de acceder a opciones saludables.
Patricia destaca que “el hecho de tener ya un producto y no poder comercializar… era un dolor de cabeza”, lo que indica que, sin el reconocimiento y apoyo necesarios, su derecho a acceder y ofrecer alimentos nutritivos podría verse comprometido.

Ella sugiere que las redes de apoyo y los programas de capacitación empresarial rural hacen que como mujer “te puedan escuchar… o que te dan ese empujoncito que tal vez necesitas y que digas, ¡órale aquí está!”.
Mujeres, desigualdades y alimentación adecuada
“Hoy me debo de querer, como siempre lo he dicho”, expresa Margarita cuando relata su historia y la importancia de valentía para superar adversidades. Eligió separarse de situaciones violentas y de maltrato para seguir compartiendo su gastronomía.

“Represento toda nuestra gastronomía”, expresa como parte de un triunfo personal que también busca inspirar a otras mujeres para hacer valer su voz.
La historia de Margarita ilustra cómo el empoderamiento puede transformar no solo vidas en lo individual, sino también fortalecer la cultura local. Sin embargo, algunas mujeres rurales enfrentan barreras culturales y de género que limitan su acceso a recursos y apoyos.

Durante la pandemia de COVID-19, las mujeres enfrentaron desigualdades en el acceso a alimentos adecuados.
Según la Encuesta de Seguridad Alimentaria y Alimentación (ESSA), solo el 18.50 por ciento de los hogares liderados por mujeres recibió apoyo gubernamental para alimentos, frente al 20 por ciento en los hogares liderados por hombres, lo que evidencia una brecha.
Además, el 37 por ciento de las mujeres temía que sus ingresos no fueran suficientes para alimentarse, un porcentaje superior al 32 por ciento de los hombres.
Este panorama, sumado a los costos de los alimentos, subraya la urgencia de empoderar a las mujeres para que puedan superar estos retos y permitir una alimentación nutritiva y sostenible para ellas y sus familias.
Necesitamos políticas públicas que fortalezcan el acceso de las mujeres a recursos, apoyos y servicios esenciales para permitir su derecho a una alimentación adecuada.