Nueva Red de Bailadores, ¿y cómo bailan? ¡Así!, ¡Libres!
Las instalaciones del Centro Cultural Universitario Tlatelolco fueron durante unas horas la pista de baile de la Nueva Red de Bailadores. (Foto: Hansel Villeda)

Los cuerpos de medio centenar de personas se mueven mientras la música suena. Solos, en pareja o en patines. Cada asistente se apropia del espacio con un solo fin: bailar libres. Es la Nueva Red de Bailadores.

Es la tarde del sábado 20 de abril, al Sur de la Plaza de las Tres Culturas, la lluvia va y viene fuera del Centro Cultural Tlatelolco. En el interior de su sala oriente suena una mezcla en vivo de música disco y house. 

Un integrante del colectivo Disco Dust coloca una caja de vinilos que incluye portadas de artistas como Maurice Mcgee y David Bowie. Preparan el repertorio curado para el primer baile multired de la NRB, a donde llegan, primeramente, jóvenes sin mayor compañía que sus patines. La lluvia persiste afuera del recinto.

La curaduría de la música que suena en cada jornada de la Red de Nuevos Bailadores corre a cargo de los DJ’s invitados. (Foto: Hansel Villeda)

Daniel Chicho se coloca unos patines color verde menta con ruedas rosas, contrastan con sus calcetas amarillo mostaza, a juego con su camisa Vans del mismo color. Se dice un fiel amante del baile en patines desde hace tres años. Su baile inaugura la pista con remezcla de “Do i Do” de Maurice Mcgee, una rola disco de los años 80.

“Do I Do / I do you bet I Do / Love me do me Do / You bet a just to love me / I love”

Da un par de vueltas sobre su propio eje, posteriormente un moonwalk, ese paso que popularizó Michael Jackson, y otra vuelta, mientras con los brazos simula un movimiento robótico. Fluye concentrado en la música para coordinar su baile y “sentir el presente”, dice Daniel. 

Alrededor de las cuatro de la tarde, cuando la lluvia se detiene, ya están en la pista en grupo, en pareja o en solitario, gente de todas las edades, que como Daniel, llegaron en busca de la promesa de la red: sin costo, sin alcohol, sin acoso y sin competencia. ¡Puro baile! 

Pasan los minutos y las canciones, varias personas observan con curiosidad el baile de Daniel. Quedan expectantes o sonríen mientras mueven los pies discretamente. Otros más se desprenden de la pena y comienzan a bailar, captando aún más miradas y sonrisas fisgonas que anuncia sus primeros movimientos antes de entregarse por completo al baile.

“A mí me gusta mucho expresar la felicidad al bailar. Compartir la felicidad y ver que la gente sonríe y les alientas muchas veces a bailar. Compartir esa sensación de que el baile es libre y no tienen por qué juzgarte si no sabes bailar”, expresa un emocionado Daniel.

“Me hace vivir, disfrutar de la música y sentirme liberado”, comenta Daniel, asistente al CCUT. (Foto: Hansel Villeda)

Bailar para sentirse bien, lejos de la violencia

“Desde la Ciudad de México / Y para quien grita / ¡TOMA TU CUMBIA! / ¡CUMBIA!/”

Axel Martinez se desliza en la pista cuando comienza a sonar la cumbia rebajada. Mueve los brazos a los costados y los pies a tres tiempos, como si bailara con su propia sombra. 

Ser organizador e intermediario del colectivo NRB, no lo limita para disfrutar del encuentro. Dice que la búsqueda por un baile libre nació de un esfuerzo por diluir la asociación del baile al consumo de alcohol o la búsqueda de pareja. 

Estos puntos son relevantes para la Red “por el contexto de violencia que se vive en la Ciudad de México, donde la diversión está muy arraigada al consumo de sustancias y al consumo de alcohol, lo que trae como consecuencia el acoso o la violencia”, enfatiza.

Bajo esta línea de pensamiento, la Red comenzó su movimiento hace casi una década, en un cuarto pequeño donde se reunieron, inicialmente, solo cinco personas para bailar. 

Conforme pasaron los años la red se extendió y ahora suma hasta cien personas en cada reunión.  Axel dice que, desde aproximadamente cinco años, tuvo la idea de acercarse a las instituciones para pedir sus espacios –casas, calles o museos–, y organizar a múltiples manos los encuentros de esta red de bailadores.

A partir de entonces la Red no ha dejado de crecer de manera orgánica. Incluso en plena pandemia, la colectiva organizó sesiones de zoom para bailar desde el confinamiento. Axel recuerda esa transición como “algo que nació de la desesperación” por la falta de contacto, pero que conectó – en alrededor de 10 sesiones – a un promedio de entre 20 y 30 personas no solamente de México. 

– Creo que nos hizo entender que necesitamos el baile, que necesitamos liberar el estrés y que necesitamos este tipo de comunión para sentirnos bien, para sentirnos tranquilos– explicó.

El Centro Cultural Universitario Tlatelolco, se convirtió en sede la Red de Nuevos Bailadores, por primera vez. (Foto: Hansel Villeda)

Los curiosos o mirones del principio, ya no se resisten. Entran a la pista de baile. 

Una trabajadora en el recinto se suma por unos minutos entre las risas apacibles de otros compañeros de labor en el recinto universitario. Algunos más, observan desde un cristal detrás las oficinas y comienzan a bailar desde ahí al ritmo y orden de una voz gruesa, sonido característico de la cumbia rebajada.

Axel recuerda que desde que al término de la pandemia, la NRB lleva a cabo un baile presencial cada mes en una sede diferente cada mes, pero en esta ocasión se organizaron para llevar el baile a dos espacios en un mismo día. La primera, aquí,  en el CCU Tlatelolco y la segunda en el Centro Cultural “El Rule”, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Para cuando la lluvia baja, un par de bailadores salen del recinto: 

– “¡Córrele que nos deja el trole”, grita una chica de cabello rizado mientras guarda su paraguas.  

Suben el puente que atraviesa el Eje Central Lázaro Cárdenas, avenida que conecta a Tlatelolco con el Centro Histórico de la ciudad. Bajan del puente y llegan a la estación Flores Magón del Trolebús. Ahí espera el camión atascado de gente.

Al atravesar la colonia Guerrero y los alrededores de La Lagunilla, la lluvia regresa con baja intensidad. El agua refresca a los pasajeros sudados que bajan frente a la torre Latinoamericana, donde suena una cumbia entre el barullo de los vendedores ambulantes que se dirigen a la calle Madero. La mirada de los transeúntes se fija en el reloj sobre la torre: 16:33:10.

“Mi título dice Agrotecnólogo, pero de corazón soy bailarín”

Un par de ventanas se abren en los pisos altos de la Torre Latinoamericana. Se asoman dos cabezas que fijan la mirada a la Plaza Gabriel García Márquez, segunda sede de la NRB. La cumbia rebajada de la agrupación regiomontana Kings del Wepa, curada y mezclada por el colectivo Chakanais, apenas se percibe sobre el Eje Central y la calle Madero, pero es lo suficientemente distintiva para atraer a quienes no llevan prisa.

“¡Y que la baile! / ¡Toda la gente que se emociona! / ¡Con el sabor de la cumbia! / ¡Sabrosona!”.

El Centro Cultural El Rule, muy cerca de la Torre Latino, fue la segunda sede del baile masivo de la NRB. (Foto: Hansel Villeda)

A pesar de la lluvia, Cristian Jesús bailan hasta empaparse por completo, es el ambiente propicio para el baile y no piensa desaprovecharlo. Su forma de bailar la cumbia rebajada recuerda a “los cholombianos” de Monterrey, con breves brincos y el tronco del cuerpo inclinado al frente, mientras con las manos extendidas mantiene el equilibrio.  

“Mi título podrá decir que soy Agrotecnólogo, pero de corazón soy bailarín”, sentencia divertido. Jesús dice que se ha dedicado gran parte de su vida a bailar, incluso ha participado en concursos, y le gusta probar géneros variados: bachata, cumbia e incluso danza árabe. Para él, el baile es una maneras de transformarse para expresar sentimientos, “un momento de introspección con su cuerpo”, donde manifiesta su libertad.

– Hay ocasiones donde la sociedad quizás, te haga sentir un tanto oprimido. Tu familia, amigos o entorno. Pero yo cuando bailo soy libre. A veces cierro los ojos y me transformo en la pista, en ese momento solo es la música y el latido de mi corazón. Me conecto tanto que olvido todo lo demás. Me centro en mí, no importa si hace frío o calor, si estoy sudando, no importa. Para mí es poder disfrutar, tener esa conexión con mi cuerpo.

Algunas personas dan brincos o mueven la cadera hasta tocar el suelo, otros tantos sólo agitan los brazos al cielo y  mueven la cabeza en todas direcciones, eso sí, al ritmo del reguetón. De fondo suena un remix del éxito “un X100to”, de la agrupación con raíces mexicanas Grupo Frontera y el puertoriqueño Bad Bunny.

“… y yo pensando si decirte que / me queda un por ciento / Y lo usaré sólo para decirte lo mucho que lo siento”. 

Sin alcohol, sin acoso y sin competir. Sin importar la edad, la ideología o la religión, los asistentes a El Rule disfrutaron la jornada de la NRB. (Foto: Hansel Villeda)

Lo que importa es moverse

El baile libre, para la Nueva Red, es una forma de moverse alejada del prejuicio, “liberar el cuerpo y los movimientos que tienes en un espacio seguro para desenvolverte como tú quieras”, afirma Axel, su organizador.

– No importa si te mueves “bien” o “mal”, eso es irrelevante. Lo que nos importa es que te sientas libre en tu movimiento.

“A lo mejor suena cursi, pero para mí es la vida”, dice Gabriela, quien no ha dejado de mover las caderas y los brazos en el último trayecto de la noche. Desde que conoció al colectivo en sus sesiones en Zoom, no ha dejado de acudir a los bailes que la Red organiza. 

Dice que estos espacios le permiten expresar la felicidad de estar viva. “Las circunstancias pueden cambiar, pero en esencia es la alegría de sentir la vida”, concluye.

Cuando las bocinas se apagan la plaza queda en total calma. Apenas se percibe la ciudad tras los muros. Al salir, la cumbia entre el barullo de vendedores ambulantes continúa sobre el Eje Central y hasta el Palacio de Bellas Artes, donde una pareja de personas adultas mayores, al ritmo de un sonidero popular, también baila. Son pasos breves y cortos, con un par de vueltas hasta detenerse para decirse algo al oído.

Al fondo, antes de llegar a la Alameda, la gente observa con curiosidad. Quizás ellos se animen también a bailar la vida y disfrutar el escenario, algún día.