En un mundo donde los regímenes autoritarios, el crimen organizado y los intereses corruptos amenazan continuamente la libertad de expresión, miles de periodistas de diversos países se enfrentan a una tragedia en aumento: el desplazamiento forzado.
Según un informe de 2024 de la organización Artículo 19, en México desde el año 2000 al menos 171 periodistas han sido asesinados, 31 han sido desaparecidos y durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador al menos 32 periodistas se desplazaron huyendo de la violencia.
Sobre este tema, el pasado sábado 26 de abril, durante la Fiesta del Libro y la Rosa de la UNAM, tres voces se escucharon: Gristelda Triana, Carolina Amaya y Carlos Manuel Juárez. Una ex-periodista y actual activista junto a dos periodistas en funciones que comparten entre sí la experiencia de haber dejado el hogar para proteger sus vidas y sus familias.
El conversatorio titulado “Perder una nación: periodistas desplazados” organizado por la Unidad de Investigaciones Periodísticas (UIP) de Cultura UNAM, habló sobre las pérdidas, el desarraigo, las añoranzas y las esperanzas que envuelven la migración forzada a causa de la misión informativa.
Dejarlo todo por salvar la vida
En 2017 Griselda tuvo que abandonar Sinaloa, lugar donde vivió la mayor parte de su vida, tras el asesinato de su esposo Javier Váldez quien era un periodista especializado en temas de narcotráfico, corresponsal del diario La Jornada y cofundador del semanario Ríodoce.
“Dejas todo, dejas trabajo, dejas familia, en mi caso yo tuve que dejar las cenizas de Javier. (…) Es dejar toda la vida. Es dejar todo y llegar a una ciudad en la que una nunca quiso ni pidió estar”, señaló.
Explicó que por motivo de su seguridad, tras el homicidio de su esposo, la Fiscalía General de la República le ordenó salir de Sinaloa, momento desde el cual vive separada de sus dos hijos.
Por su parte, Carolina Amaya, periodista ambiental originaria de El Salvador, añadió que haber dejado su país “fue como perder prácticamente tu alma”, en el sentido de perder la conexión con todo aquello que ella denominó como su “fuente de energía”.

Mencionó especialmente el anhelo por su familia, sus mascotas y el trabajo periodístico que realizaba en su territorio. La desconexión entre mente y cuerpo es real.
“No es algo filosófico ni espiritual sino que simplemente te han desarraigado, en medio de ese desarraigo empezás a perder habilidades periodísticas”, expresó.
El exilio de Carolina Amaya ocurrió en 2024, poco después de que su padre fuera detenido en El Salvador bajo el régimen de excepción de Nayib Bukele la misma tarde en que ella publicó los resultados de una investigación sobre construcciones ilegales en el lago Coatepeque, la cual comprometía a una empresa ligada a familiares del presidente salvadoreño.
Carlos Manuel Juárez, periodista tamaulipeco y director editorial de Elefante Blanco, ha investigado temas como narcotráfico, desapariciones forzadas y corrupción, explicó que uno de los efectos que tuvo su exilio fue lidiar con la culpa “muy tonta del periodista de sentirse indispensable.”
“Somos importantes, pero tampoco somos tan vitales porque hay cosas que están por encima del periodismo”, afirmó.
Aunque actualmente reside nuevamente en Tamaulipas, en 2018, tras recibir amenazas por su trabajo, Carlos residió en España como parte del programa de acogida temporal de la asociación Taula per Mexic que ofrece ayuda a periodistas y defensores de derechos humanos provenientes de México.
La familia: el pilar que sostiene a periodistas desplazados
Entre los temas que se abordaron, se habló de la importancia de las familias en el ejercicio periodístico, tema en el cual Griselda, quien es fundadora de una red de apoyo a familias de personas periodistas asesinadas y desaparecidas en México llamada Tejidos solidarios, aseguró que la familia es el “principal soporte” de las personas que ejercen la profesión.
“Las familias soportamos todo, las familias estamos ahí para ellas, para ellos, les acompañamos. Aguantamos todo. Yo lo digo por experiencia”, dijo.
Carolina coincidió. “La familia es el pilar para que uno continúe haciendo lo que hace. Si no hubiese esa unión creo yo que probablemente no continuáramos ninguno de nosotros haciendo periodismo”.

La periodista salvadoreña añadió que otra complicación es que las familias no reciben protección, por ejemplo, su familia sigue viviendo en El Salvador.
Carlos Manuel, por su parte, compartió que no suele comunicar información sobre las coberturas que realiza a sus familiares, a lo que Griselda replicó señalando que es derecho de la familia conocer acerca del trabajo que ejerce el periodista ya que así se reduce la incertidumbre que suele rodear un contexto de asesinato o desaparición.
“Si compartimos la vida, esto es parte de la vida. Su trabajo, su labor es parte de nuestra vida y bueno pues hay que comunicarlo. Es un tema incluso por seguridad. Las familias tenemos nuestros propios protocolos cuando vivimos con una persona periodista y eso es terrible pero así tiene que ser”, puntualizó.
“Todos queremos regresar”
El anhelo por volver a hacer periodismo, los recuerdos del hogar y la esperanza de regresar, fueron parte de la respuesta que Carlos Manuel, Griselda y Carolina hicieron ante la pregunta sobre aquello a lo que se aferra un periodista cuando vive en el exilio.
Carlos aseguró que más que aferrarse a un recuerdo, él buscaba aquello que aterrizara en él la idea de “que va a ser posible seguir”, para lo cual acostumbraba a leer el trabajo de colegas suyos en el oficio.
Para Griselda, los recuerdos de su vida en Sinaloa alientan su esperanza por algún día regresar. Contó su añoranza por la comida, su hogar, su familia y de manera especial el trabajo que hacía en la Universidad Autónoma de Sinaloa donde formó parte del Departamento de Comunicación y dedicó la mayor parte de su vida a hacer radio.
Con la voz rozando el llanto aseguró que, si bien en la Ciudad de México se ha sentido acogida y ha construido redes de apoyo importantes, se resiste a la idea de algún día poder volver a Culiacán.
“Lo único que nos queda es extrañar pero también prepararnos para un día regresar”, afirmó.
Carolina apuntó lo doloroso que es recordar en un contexto de desplazamiento. Afirmó que el reto para ella actualmente es reconciliarse con el espacio, formar nuevos recuerdos y aprender a sentir de nuevo las sensaciones que acompañaban su ejercicio periodístico en su hogar.
“Empezar a sentir de nuevo porque precisamente cuando te sacan lo que te están quitando es eso, el poder que vos tenés dentro de tu territorio, dentro de tu tierra. Todo lo que vos conocés de la vida te lo están quitando y todo lo que vos has conceptualizado como esas experiencias únicas que te dan el sentido de la vida diariamente, te la quitan”, expresó.
Para cerrar la charla Carlos Manuel compartió una carta de la periodista Mónica Cerbón quien actualmente se encuentra en España como parte del mismo programa de acogida temporal del que él formó parte en 2018.
El texto, leído en voz alta por Carlos, nuevamente puso de manifiesto las pérdidas, sacrificios, añoranzas y desesperanzas que envuelven la experiencia de ser periodista en un país atravesado por ataques constantes contra la libertad de expresión.
“Lo único que nos queda es extrañar pero también prepararnos para un día regresar”
-Griselda Triana