Ante la crisis hídrica y la degradación del suelo, para algunas personas la poposta se ha convertido en una alternativa para cuidar activamente el agua y la tierra.
Para las culturas precolombinas, las heces fecales de los humanos tenían diferentes significados: asco, cura, riqueza, calumnia. Y con la llegada de los españoles a México, los desechos corporales se convirtieron en un símbolo de repugnancia y un sinónimo de suciedad. Pero, ¿qué pensarías de utilizarlos como composta? O, mejor dicho, crear tu poposta.
La Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) estima que una persona utiliza, en promedio, siete veces el sanitario por día y que cada vez que jala la palanca de un inodoro convencional, se emplean entre 10 a 16 litros de agua en el depósito, mientras que un inodoro con sistema de descarga dual consume entre cuatro a seis litros en cada uso.
Para evitar el uso excesivo de agua potable, la solución más popular es el baño seco, pues no requiere agua ni sistema de drenaje para su funcionamiento.
Pero Astrid Chavarría, realizadora audiovisual y bioconstructora en formación, busca generar otra alternativa. Mejor conocida como Astros, Chavarría fundó el proyecto socioambiental Poposteando Ando con el objetivo de reducir el gasto de agua destinado a los desechos humanos.
“Una sola persona puede ser su propia fábrica autogestiva de fertilidad del suelo”.
Astros de Poposteando Ando
“La caca no desaparece”, afirma Astros, y añade: “Una sola persona puede ser su propia fábrica autogestiva de fertilidad del suelo”.
Durante su infancia, Astros vivió de manera intermitente entre la Costa Grande de Guerrero, cerca del mar, y la Ciudad de México, cerca del Río de los Remedios, un caudal de aguas negras que tiene partes entubadas y otras no.
Hace cinco años, después de pasar tres semanas en Las Cañadas, un centro de agroecología y permacultura en Veracruz que ha utilizado el sanitario seco por más de treinta años, decidió hacer su primera poposta en la azotea de su casa, con una cubeta de pintura, hojarasca, cartón y popó.
En un proyecto de creación de composteras comunitarias organizado por la Secretaría de Cultura, Astros conoció a Eugenia Islas, comunicóloga y maestrante de la Acción social en contextos globales. Ambas coincidieron en su preocupación por el desperdicio de agua y, luego de tres años, Chavarría la convocó a fundar Poposteando Ando.
“El sistema de Astros era nada más una palangana y un huacal. Dije ‘No manches, Astros. Esto es muy sencillo. O sea, sí me van a ver bien raro, pero está muy fácil’. Pensé que ya no tenía pretextos para no hacerlo. La única razón serían mis prejuicios”, dice Islas.
Astros define a la poposta como la composta hecha de heces fecales humanas, transformada en abono fértil libre de patógenos, que se obtiene después de que las excretas se degradan y, a través de ella, es posible depositar nutrientes al suelo.
Para crear poposta es necesario colocar una capa de hojarasca, ramilla o aserrín (o cualquier otra materia orgánica que aporte carbono) en el fondo de un contenedor, y cubrir las heces con una capa de tierra para activar la degradación.
Este sistema se debe repetir hasta llenar el recipiente y destaparlo de vez en cuando para remover su interior con una palita e hidratarlo, explican Astros e Islas.
Hace seis años que Metztli Romero, laudera, ciclista y viajera, hace poposta en el municipio veracruzano donde vive. En este lugar no existe una planta de tratamiento de aguas y todo lo que el drenaje acarrea, llega al río.
De acuerdo con un informe sobre la labor de los trabajadores sanitarios, hecho por WaterAid, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona produce, aproximadamente, 128 gramos de excreta fecal al día, casi 4 kilos al mes y 46 kilos al año.
Según las promotoras de esta alternativa, cada persona puede generar cerca de 60 kilos de composta anualmente. Pero la transformación segura de las heces en abono fértil requiere de un proceso muy especial. Para que éste funcione correctamente, es necesario mantener un equilibrio entre carbono, nitrógeno y oxígeno, además de controlar cuidadosamente la humedad y la temperatura.
“Tenemos que adaptarnos a vivir en un mundo más seco. La realidad es que ya estamos en la emergencia climática, los gobiernos no accionan como deberían y las personas no deberíamos esperar a que accionaran ellos. Decir: ‘Con permiso, ya vimos que no les importa, vamos a hacer nosotras otras cosas’”, sostiene Islas.
El Censo Nacional de Gobiernos Municipales y Demarcaciones Territoriales de la Ciudad de México apunta que los tres primeros sitios de descarga de aguas residuales municipales sin tratamiento son los ríos o arroyos; suelos o barrancas; y canales. Y que en 2021 sólo el 41% de los municipios aplicó tratamiento al menos a una fracción de sus aguas residuales.

Carbono, nitrógeno y oxígeno
El proceso de compostaje consiste en la transformación de la materia orgánica en abono, en el que el oxígeno, la temperatura y la humedad son los principales factores que aceleran la descomposición de los residuos para obtener tierra fértil.
El biólogo Javier Montoya, responsable de la Planta de Composta de la UNAM, explica que las bacterias y hongos pueden colonizar de una manera adecuada estos residuos. “Bichos-suelo y bichos-composta se pelean y despedazan, esto promueve una dinámica poblacional al interior donde muchos bichos se activan, se reproducen y se devoran unos a otros. Cuando los bichos empiezan a trabajar y a elevar la temperatura, significa que son felices, que están comiendo lo que quieren y que se están matando todos a gusto. Eso para ellos es la vida”.
Sin embargo, para que esto funcione tiene que haber un equilibrio entre carbono, nitrógeno y oxígeno y una humedad y temperatura controlada.
“Cualquier materia orgánica es compostable, incluyendo la de la popó y los orines”.
Javier Montoya, biólogo responsable de la Planta de Composta de la UNAM
“Se requiere garantizar que tu proceso de composta pasó, al menos, por dos horas a 55 centígrados. Básicamente es que revolviste bien y que cada vez que tomaste la temperatura en varios puntos de tu compostaje, en promedio salió 55”, detalla el biólogo Montoya y asegura que “cualquier materia orgánica es compostable, incluyendo la de la popó y los orines”. Y que la composta necesita tiempo: “es una bronca porque la gente espera que la composta dé resultados inmediatos”.
Los Manuales prácticos para la elaboración de bioinsumos, desarrollados por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), indican que, después de tres meses, la composta hecha de materia orgánica (residuos de vegetales frescos de comida, cáscaras de frutas, bagazo y estiércoles de animales) servirá como abono para plantas ornamentales y árboles. Por otro lado, un estudio sobre el reciclaje de fertilizantes a partir de excrementos humanos, publicado en la revista Frontiers in Environmental Science, demostró que el uso de excretas humanas para producir fertilizantes reciclables de base biológica puede sustituir a los fertilizantes minerales y promover la producción de alimentos.
Montoya precisa que “un abono es un compuesto orgánico que está especialmente preparado para darle ciertas propiedades al suelo. Una composta es más que un abono, es un mejorador de suelo. Rara vez las personas que preparan abonos buscan el beneficio del suelo. Y una composta lo que hace, a priori, es beneficiar el suelo”.
El infectólogo Eric Ochoa, de la Asociación Mexicana de Infectología y Microbiología Clínica, enfatiza que “invariablemente las heces van a tener bacterias y ese no es el problema. La cuestión es cómo se manipulan esas heces y dónde se contienen. Puede haber exposición, de diferentes maneras, del cuerpo humano a las heces o a sus componentes. A través del contacto, de la inhalación, de las salpicaduras y de la vía gastrointestinal”.
Y señala que la disposición de las excretas debe hacerse en un espacio abierto. “Tenerlas en casa, por hermético que sea el contenedor, no sería lo adecuado. El contenedor debe estar al aire libre y, entonces, transportar las heces desde su generación hasta el lugar donde se van a recolectar”.
Tanto el infectólogo Ochoa como la epidemióloga Vania Tapia, del Hospital Belisario Domínguez, coinciden en que se deben usar guantes, cubrebocas y caretas para evitar salpicaduras potenciales y el contacto con gases tóxicos al momento de hacer poposta. Además de “lavarse adecuadamente las manos, hasta el codo, después de manipular la poposta”, destaca la epidemióloga Tapia.
Todos los seres vivos producimos desechos. “Comes algo y entregas algo”, subraya el biólogo Montoya. Islas añade que quizá el mayor reto de hacer poposta es la cacafobia, ese asco y temor, a niveles insoportables, al excremento. “Tal vez lo primero que piensa una persona es: ‘¿por qué me voy a complicar la vida? Si ahí tengo un baño con agua’. Sin embargo —dice Islas—, se trata de escoger la responsabilidad”.