Samir Flores, una muerte no aclarada y un antimonumento en la UNAM
Carteles de Samir Flores en la entrada de la Casa de los Pueblos y Comunidades Indígenas. (Foto: Adrián García Alfaya)

Ya no está. Pero durante 18 días, Samir Flores permaneció en Ciudad Universitaria en forma de bronce. El día 19 de febrero, su busto apareció entre el pasto y el paso apurado de estudiantes en las Islas frente a la Torre II de Humanidades, cuando se cumplieron seis años del asesinato del activista, defensor de la tierra, y periodista.

“Fue asesinado por defender cuestiones ecológicas”, dice un estudiante de Filosofía al preguntarle si sabe quién fue Samir Flores. Otro agrega: “Su cara la tengo muy grabada, lo he visto en muchos lados”.

“Para mí lo que significa es fuerza, es otra forma de expresar esta rabia, este dolor. Y de decirle al gobierno que no ha habido justicia”, señala Anselma Margarito, integrante de la Casa de los Pueblos y Comunidades Indígenas “Samir Flores Soberanes”, promotora de la instalación de la figura del defensor.

El busto, uno de los seis colocados en una acción coordinada en lugares como Francia, Guadalajara, e Italia, fue instalado para recordar que “Samir no murió, el Estado lo mató, y sigue vivo para nosotros porque nos enseñó a defender el territorio, el agua y la vida”.

En la instalación hubo coro, rap, y palabras. Ahí estaban artistas como Zeiba Kuicani y defensoras del territorio como Doña Fili, del Pedregal de Santo Domingo. La instalación fue también de resistencia, decisión y memoria.

“El busto representa la fuerza de las comunidades indígenas”, dice Anselma.“Por él gritamos, aunque no esté. Él sigue vivo para nosotros”, señala. “Queríamos que los estudiantes vieran por qué lo asesinaron, y entendieran lo que vivimos los pueblos y comunidades indígenas”

Aún sin justicia

Samir era campesino, defensor de la tierra, padre de familia, coleccionista de semillas, y locutor de Radio Comunitaria Amilcingo.

Como representante de su comunidad, fue una de las voces más visibles contra el Proyecto Integral Morelos y la termoeléctrica de Huexca. Comunidades originarias de Puebla, Morelos y Tlaxcala se opusieron a estos megaproyectos por los efectos negativos que tendrían sobre el medio ambiente, la tierra, y la salud, riesgos señalados por la Procuraduría Federal de Protección Ambiental en 2014.

El 20 de febrero de 2019, Samir fue asesinado a balazos justo frente a su casa. El crimen sigue sin resolverse.

Busto de Samir Flores colocado en Islas de CU, tomada el 26 de febrero de 2025. (Foto: Adrián García Alfaya)

Antimonumentos para incomodar

Gabriela Delgadillo Guevara, profesora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, es especialista en antimonumentos. Para ella, este busto podría considerarse pionero en la historia de los antimonumentos en el país: “No hay más antimonumentos en CU. Es el primero”, asegura.

“Los monumentos narran la versión oficial del Estado. Los antimonumentos aparecen como una respuesta a esa exclusión. Su memoria es urgente, apegada al presente, y nacen de la violencia”, explica.

En México, el primer antimonumento fue el +43, colocado en Paseo de la Reforma en 2015, tras la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Rural Ayotzinapa. Desde entonces, estas formas de recordar la lucha de víctimas y sus familias ante la violencia, han permanecido en distintas ciudades como respuesta a la crisis continua de feminicidios, desapariciones, represión y despojo territorial.

“Estas piezas son creadas por comunidades que cargan con el duelo, pero también con la organización. Son actos de memoria, pero también de resistencia y reparación”, señala la profesora.

Ya no está. Pero el busto de Samir Flores ocupó un espacio en el campus central de la universidad más grande del país durante 18 días. El 9 de marzo, el colectivo Camino al Andar dio a conocer en su cuenta de X que el busto había sido retirado y que esperan poder negociar con las autoridades universitarias su reinstalación.