El teatro, como siempre, estaba vacío.
Roberto Bolaño, Amuleto.
La actriz y productora Tania Noriega trabajó durante el 2019 en el montaje de Alaska, del dramaturgo mexicano Gibrán Portela (1979). Entre la escenografía, el vestuario y el pago de los creativos, las compañías poblanas Caracoles y Operantes Teatro invirtieron 90 mil pesos de su bolsa en la producción. La obra fue seleccionada en la convocatoria para integrar la programación artística del Centro Cultural Helénico en 2020. Y, tras ensayar tres veces por semana durante un mes, en su departamento o en el de la directora Lisha Montaño, Alaska finalmente se estrenó el 5 de marzo con teatro lleno en el Foro La Gruta. La compañía dio dos funciones y tuvo que suspender la temporada ante la aceleración de contagios del nuevo coronavirus en el país y la jornada de sana distancia, que canceló los espectáculos públicos.
El teatro es presencia. A diferencia de otras actividades artísticas como el cine o la literatura, el teatro requiere del encuentro con el otro. En “Convivio y tecnovivio: el teatro entre infancia y babelismo”, el profesor, crítico e historiador teatral argentino Jorge Dubatti define el convivio teatral como “la reunión de artistas, técnicos y espectadores en una encrucijada territorial y temporal”. Pero en un confinamiento sanitario, ¿cómo sobrevivirá el teatro a un año en el que un semáforo de riesgo sugiere evitar el contacto social?
“El teatro independiente es un acto de resistencia. Nosotros estamos resistiendo hasta una pandemia”, cuenta Tania Noriega. Los trabajadores del gremio teatral han implementado diversas estrategias para mantenerse activos: desde la transmisión de sus obras en video hasta el radioteatro, además de la publicación de sus archivos.
Pero las fuerzas de pronto merman; las deudas se acumulan y luce complicada la vuelta a la normalidad. “No esperábamos que pasara esto o que fuera tan largo”, expresa la dramaturga Verónica Bujeiro. “El impacto económico va a ser gravísimo. Ya lo es para las temporadas que estaban programadas. Así como estamos viendo que cierran negocios, es muy probable que también cierren teatros”.
Teatro mexicano, con comorbilidades previas al COVID-19
Antes de que el Covid-19 aterrizara en el país, el teatro independiente ya estaba enfermo. Atravesaba por una situación difícil debido a la disminución de los recursos económicos y de la asistencia del público a los foros. “La pandemia vino a colapsarnos”, dice David Olguín, director del Teatro El Milagro.
El Milagro es una asociación cultural surgida en 1991. Cuenta con una editorial, Ediciones El Milagro, fundada en 1992, y un recinto teatral, inaugurado el primero de abril de 2008 en el número 24 de la calle Milán, en la colonia Juárez. Tras su legendaria fachada de tres puertas, que alterna el rojo y el verde, alberga dos espacios escénicos: una sala principal con capacidad para 70 espectadores y otra pequeña para 40.
La ganadora del premio de la Agrupación de Periodistas y Críticos de Teatro (ACPT) a la Mejor dramaturgia mexicana en 2018, Verónica Bujeiro, coincide. “A nivel de recursos, la institución cada vez da menos. Siempre se necesita el apoyo para pagar salarios”. Para la autora, la política hacia el teatro ha sido la misma sin importar el partido en el gobierno: minar los recursos públicos al teatro. “¿Cómo se va a sostener un artista escénico, un actor, un director, únicamente de la taquilla? Es muy difícil. Y hay cierto ataque, si acaso creo que ese ha sido un cambio: el ataque [ahora es] mucho más frontal”.
Durante los últimos años, el cierre de recintos emblemáticos para el teatro, como Casa Actum, de Coyoacán, en 2017; el Foro Shakespeare, de la Condesa, en 2018 y MicroTeatro México, ubicado en Santa María la Ribera, en 2019, mermó la escena teatral de la Ciudad de México. Tania Noriega sabe la importancia de que subsistan estos foros, ya que en muchas ocasiones son los únicos espacios donde pueden presentarse las compañías independientes, como Caracoles.
El 2 de abril de 2020 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un decreto presidencial que ordenó “la extinción o terminación de los fideicomisos, mandatos públicos y análogos”. El decreto puso en vilo al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), un mandato de la administración pública federal que dependía de una dirección federal, y un sector de la comunidad artística en México defendió públicamente su permanencia. Quince días después, la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, aclaró que el Fonca no desaparecería y sería integrado a la estructura orgánica de la dependencia a su cargo.
Sin embargo, esta acción sigue generando polémica y desconfianza entre académicos y teatreros, debido a que los recursos del Fonca benefician a diversas asociaciones y compañías de las que dependen trabajadores como El Milagro. “El asunto es que ahora mismo no hay un proyecto de nación para rescatar estos empleos. O sea, el teatro no nada más es el actor”, comenta Brenda Margarita Macías Sánchez, investigadora teatral y docente de la Universidad Iberoamericana campus Puebla.
“Estamos en una situación muy grave todos los teatros independientes. Yo percibo muy poca sensibilidad y comprensión”, comenta David Olguín. “Piensan la cultura artística únicamente en función de las instituciones. Es tal su ceguera respecto de los organismos autónomos, que no se imaginan que nosotros podamos sostener a ocho trabajadores con seguro social durante cinco meses”.
Los estragos económicos del COVID-19 en el teatro mexicano
A inicios de 2020, Renée Sabina y Emmanuel Lapin trabajaron en el remontaje de Now Playing, un monólogo surgido dentro del programa Creadores Escénicos del Fonca (2018-2019), escrito por Jimena Eme Vázquez. El reestreno estaba programado para el 20 de marzo en el foro Un Teatro de la colonia Hipódromo-Condesa, pero tres días antes suspendieron todas las funciones para evitar la propagación del virus. Sabina, la directora de la obra, revela que la pérdida financiera para ambos por la cancelación de la temporada fue de 50 mil pesos.
Pero no todas las producciones cuentan con subsidios gubernamentales. Tania Noriega, cofundadora de Caracoles Teatro, asienta: “Hasta ahora todo ha sido completamente independiente, 100% de nuestra bolsa. Nosotros no hemos conseguido ningún apoyo del gobierno para solventar nuestros proyectos, ningún tipo de beca”,
“El gremio artístico en general es de los sectores más afectados por la pandemia, porque nosotros trabajamos por proyecto. No tenemos un sueldo fijo mensual”, agrega. La productora estima que el déficit total por la cancelación de la temporada de Alaska, obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo en 2008, ascenderá a 70 mil pesos, según la ganancia estimada por la taquilla de todas las funciones.
Por su parte, David Olguín calcula en cerca de 700 mil pesos las pérdidas para El Milagro, la contingencia impidió que ocho compañías invitadas presentaran sus temporadas en el teatro, además de la puesta en escena de cinco producciones propias entre marzo y agosto de 2020.
Presentes en la ausencia: video y radio teatro
“Yo me resistía un poco a ver funciones por Zoom, pero ha sido un proceso que ha vivido el gremio, de convencernos que es una forma, no de estar en presencia, pero sí de estar presentes de otro modo”, asegura Verónica Bujeiro, miembro del Sistema Nacional de Creadores y becaria del Fonca.
Los teatreros mexicanos han implementado diversas estrategias en la emergencia. Entre otras, han recurrido a las transmisiones en vivo por medio de herramientas como Zoom e incluso han retomado formatos sonoros, como el radioteatro. “Es la lucha del gremio por subsistir”, dice David Olguín.
“Algunas personas se resisten a hacer teatro en Zoom. Yo entiendo esa resistencia porque la esencia del teatro es la presencia”, asegura Brenda Macías. “La experiencia escénica en última estancia es en presente: en el riesgo del actor plantado en escena frente al público y en una comunicación de índole colectiva”, complementa Olguín.
“El teatro en estos momentos está con un respirador artificial, y el video o la transmisión es lo que lo mantiene con vida”, prosigue Macías, quien también es actriz en la compañía Las Reinas Chulas, la cual ha incursionado en el cabaret digital a través de CabareZoom.
“Ahora mismo estamos viendo que para mantener ese nexo con la audiencia están retomando el radioteatro”, expresa Macías.
Junto con Minah Cerviño y Armando Espitia, Renée Sabina produjo Hambre, otro texto de Jimena Eme Vázquez, en radioteatro. Tras decepcionarse de transmitirla vía Zoom, el equipo grabó la obra de 60 minutos y ha distribuido sus cuatro entregas a cerca de 200 personas a través de correo electrónico. Sus miembros habilitaron un sistema de donaciones para recuperar el costo de la producción.
“Es una de las experiencias más bonitas que hemos tenido durante la cuarentena”, cuenta Sabina. “El teatro sigue, y la comunidad es resiliente y es solidaria y tiene muchas historias que contar a quienes tengan la posibilidad de escucharlas”.
Tania Noriega también presentó una obra multicámara a través de Facebook Live. “Asistieron” virtualmente 100 espectadores, a quienes se les pidió un donativo mínimo de 85 pesos, aunque el promedio de sus aportaciones estuvo entre los 100 y los 125 pesos.
Llamados para mitigar la crisis
Aureliano Castillo León augura que la pandemia invertirá los privilegios en la escena nacional, ya que en la “nueva normalidad” las producciones comerciales no podrán tener funciones llenas, mientras que las independientes seguirán con sus aforos reducidos: “Si le damos la vuelta a esta crisis, podremos lograr una cohesión para generar un frente común ante el espectador y decirle: ’Esta es toda la gama de propuestas que hay’”, manifiesta el actor y dramaturgo veracruzano.
El 25 de marzo pasado, la Secretaría de Cultura abrió la convocatoria “Contigo en la distancia. Movimiento de Arte en casa” para promover la creación artística a distancia y su difusión mediante plataformas digitales. Un mes más tarde publicó los resultados: de los mil 351 proyectos beneficiados con un estímulo de 20 mil pesos 11.1%, es decir, 150, correspondieron al teatro y sus diversas especialidades.
El director de Teatro UNAM, Juan Meliá, explica que la estrategia de la dependencia universitaria ha ido en dos ejes: “Uno: producir, generar proyectos que abarquen la producción, la presentación, la reflexión, la academia, espacios formativos; y por otro lado, sacar convocatorias”, entre las que se encuentran Acción+Aislamiento, Escenas a distancia, La necesidad de una pausa y Acción viva.
A inicios de junio, 37 espacios provenientes de 18 estados se agruparon para crear la Asociación Nacional de Teatros Independientes (ANTI). Su acción inaugural fue, del 15 al 30 de junio, el ANTI Festival, un foro virtual en el que se presentaron obras de las diversas entidades federativas y se organizaron mesas de discusión para debatir el presente y futuro del teatro en el contexto de la pandemia por COVID-19.
Y del 17 al 23 de agosto se realiza el I Festival Artístico “La Cultura Vive” En Línea, mediante un grupo de Facebook. Castillo León, coordinador de Teatro del festival, cuenta que el programa incluye cuatro charlas virtuales sobre actuación, expresión corporal, dramaturgia y dirección de escena, además de un certamen de monólogos abierto al público en general.
Todos los entrevistados coinciden en que esta nueva virtualidad ha acortado distancias para el teatro y ha posibilitado que actores y espectadores se conecten a pesar de encontrarse en lugares tan distantes. Algunas instituciones, como el Teatro Nacional de Londres, han abierto sus archivos. Esa es la misma línea que ha seguido El Milagro, el cual publicó su acervo histórico en su canal de YouTube, en asociación con la compañía VideoEscena de Juan Alonso.
El teatro en la encrucijada de la “nueva normalidad”
“La postura de El Milagro está por lo presencial, por el regreso a la escena”, asegura David Olguín. En la “nueva normalidad”, el regreso a las tablas implica una mayor distancia entre actores y público, la venta del boletaje en línea y protocolos de entrada y salida, además de que ya no podrán entregarse los programas impresos.
Por ello, desde hace un mes y basándose en los protocolos españoles, Olguín, el escenógrafo Gabriel Pascal y todo el equipo de El Milagro han hecho las adecuaciones necesarias para la reapertura del telón tras seis meses de ausencia: la desinfección del foro bajo la guía de un biólogo con una compañía dada de alta en la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), la señalización y la preparación de la taquilla y la cafetería.
Además, por supuesto, de la reducción del aforo: “Caben 18 [espectadores]. Queremos abrir, porque para nosotros no es sólo el asunto de la economía, sino que son lugares que establecen un gesto, un pie de lucha, para reafirmar la necesidad de que el teatro es importante en este país”, sentencia Olguín.
Brenda Macías vaticina el futuro del arte teatral en la “nueva normalidad”: “Yo creo que estamos yendo hacia el teatro de unipersonales: ahora se va a usar mucho el monólogo, el teatro A-B, para tener el menor recurso en escena y así poder ganar un poco de dinero”.
Y eso es precisamente lo que David Olguín y Tania Noriega planean ahora que vuelva a hacerse la luz. Ya con semáforo amarillo en la Ciudad de México, Olguín proyecta reabrir El Milagro en septiembre y montar consecutivamente tres de sus obras durante los siguientes meses: En la soledad de los campos de algodón, con dos actores en escena y una distancia considerable entre los espectadores; Los habladores, monólogos en los que participarán 22 actores a lo largo de cuatro semanas, y La Belleza en noviembre.
Tania Noriega tiene programado un estreno para el 18 de diciembre, también en El Milagro. Es Paisajes eléctricos, la puesta escena de un texto que Gibrán Portela escribió especialmente para Caracoles Teatro. Para el montaje, durante dos meses y medio el equipo realizó una campaña de fondeo en la plataforma Kickstarter, con la que logró recaudar 30 mil pesos, la cuarta parte del costo total de la producción.
“Es bueno que finalmente seremos de las primeras compañías que estarán de vuelta en los teatros. A nivel histórico, nos parece emocionante e interesante”, expresa Noriega. Paisajes eléctricos se montará en un formato híbrido, es decir, será presencial y también se transmitirá en video: “Nuestra tirada es: si tenemos permitido poco público, poder complementar y llegar a mucha más gente a través del streaming que se realizará”.
A pesar de las circunstancias, la opinión es unánime: el teatro no desaparecerá. Todos los entrevistados coinciden en que seguirán luchando para mantener ese arte vivo, ya que en eso, y en la presencia, radica su esencia.
“Así como el cine, la fotografía, el Internet, el YouTube y el Zoom no han matado al teatro, el coronavirus tampoco lo matará. La realidad es que, con o sin apoyos, ni el teatro ni la cultura en México van a desaparecer y eso es algo que hemos demostrado sexenio tras sexenio. Creo que simplemente esta es otra prueba de la que saldremos con más recursos”, sentencia Renée Sabina.
Porque “el teatro pertenece a esos gestos humanos que tienen que ver con el encuentro: como el amor, la protesta pública, la religión, la fiesta, los ritos”, dice David Olguín. “Y esas celebraciones humanas son inextinguibles. Pararán, frente al auge de lo digital, pero llegará el momento en que requeriremos del contacto con el Otro, incluso desafiando riesgos. El teatro pertenece al encuentro entre personas”.