La cooperativa Acapatzingo es un territorio autónomo ubicado en plena alcaldía Iztapalapa. Aquí las niñas y niños han cobrado un papel central en la toma de decisiones de la comunidad.
Tres niñas toman el micrófono. Ninguna tiene más de 12 de años. Lucen seguras, sonrientes, sobre el templete de metro y medio de altura. Abajo, en la cancha de básquet que hoy hace de auditorio, al menos otros mil niños y cientos de adultos las escuchan.
Sus palabras suenan firmes cuando denuncian que “la sociedad adultocentrista” les invisibiliza.
–Los niños, niñas y jóvenes tenemos los mismos derechos –dicen, enérgicas, al leer un comunicado escrito con letra de molde en la hoja de un cuaderno–. Los adultos minimizan nuestras ideas y propuestas, descalifican nuestras necesidades y sentimientos, no nos escuchan ni nos permiten expresarnos.
Dulce, Jimena y Fernanda, se llaman.
Entre el público impera un alegre desorden: el resto de niñas y niños parece distraído en sus propios juegos; los adultos reparten comida y aguas.
–Ese aplauso estuvo… ¡muy chafa! –dice el vocalista de Yucatán a Go Go, la banda invitada a amenizar el evento–. Tal vez porque les dijeron sus verdades, ¿eh?
La música vuelve a tronar en las bocinas. Estamos en el Primer Festival Infantil por Nuestros Sueños: Resistencia & Rebeldía. Falta una semana para el “Día del niño” y en esta unidad habitacional de la Ciudad de México, a las niñas, niños y adolescentes se les incentiva a participar políticamente en asambleas comunitarias, comisiones infantiles y brigadas. Se les invita a desarrollar un pensamiento crítico y tomar posturas respecto a la ecología, la desigualdad de género, los conflictos armados o la lucha de clases: a entenderse como sujetos de derechos.
–Los compañeros y compañeras de Comisiones Infantiles de todas las comunidades que integramos la Organización Francisco Villa de Izquierda Independiente nos pronunciamos contra el adultocentrismo. Repudiamos que los adultos no nos escuchen, que asuman el poder sobre nosotros.
Bienvenidas, bienvenidos, a la Cooperativa Acapatzingo, en la alcaldía Iztapalapa, al oriente de la Ciudad de México.
Un oasis en una urbe gris
Para llegar aquí es necesario recorrer la Avenida Benito Juárez, que corta transversalmente algunas de las colonias con los índices delictivos más altos de Iztapalapa. Muros grises decorados con murales y grafitis, mototaxis que sortean baches y deshuesaderos de autos. Los restos de las bodegas de autopartes en la zona conocida como La Ford, en la colonia Reforma Política, fueron empujados hasta estos rumbos luego de que los predios fueran expropiados por el gobierno capitalino en 2008. Uno tras otro, desfilan pedazos de carrocerías abandonadas convertidos en cercas que marcan el límite de calles estrechas y laberínticas.
Al fondo se alza el extinto volcán Xaltepec, , con sus minas abiertas de tezontle rojo como una herida abierta en el paisaje.
Pero, apenas se cruza la puerta de metal que marca la entrada a Acapatzingo –un módulo de vigilancia decorado con gigantescas estrellas rojas–, el escenario entero cambia. Decenas de niños pasean en bicicleta por las calles, sin miedo a ser atropellados. En los patios rebotan balones y carcajadas agudas; un grupo de jóvenes corre al cineclub o a los talleres de la casa de cultura.
Ubicado en la alcaldía Iztapalapa, en ocho hectáreas de extensión, en Acapatzingo viven unas 596 familias, todas militantes de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII), movimiento conocido como “Los Panchos”.
Pleno de jardines, patios y espacios públicos, con calles nombradas como viejos luchadores sociales o escritores latinoamericanos, Acapatzingo ha ganado cierta fama en los últimos años. No sólo es una de las pocas cooperativas de vivienda en la Ciudad de México; además, en una zona donde la falta de agua es un problema constante, los pobladores de Acapatzingo han construido una planta de agua potabilizadora, alimentada por paneles solares, la cual capta el agua de lluvias y la manda casa por casa para evitar el desabasto.
–Nuestra meta es conseguir la autonomía total del Estado –resume David López, uno de los jóvenes dirigentes de la OPFVII–. Aquí no entra la policía, por ejemplo. Nuestra independencia de las autoridades y de sus partidos políticos es uno de nuestros principales ejes.
Estamos en el invernadero de Acapatzingo. David es licenciado en Ciencias Políticas y es hijo de la primera generación de cooperativistas que construyó estas calles. Cuenta que el agua residual que sale de las viviendas termina alimentando la tierra del invernadero, después de pasar por una planta de tratamiento. Con ayuda de miembros del extinto Sindicato Mexicano de Electricistas mantienen paneles solares en cada una de las casas que alimentan esta y otra planta mucho más grande que, cuando logren hacerla funcionar, podría tratar hasta 60% del agua usada por la comunidad.
–Aquí tenemos un sembrado de plantas medicinales, lavanda, manzanilla –explica doña Mireya Cesáreo, responsable de la Comisión de Agricultura, mientras sostiene una de las acelgas que cultiva–. También lechuga, acelgas, rábano, betabel, epazote, apio. Acabamos de trasplantar jitomate; se acaba de terminar el cilantro. La cebolla tarda unos ocho meses: ésa sí cuesta más.
Comienza a llover. El agua golpea con fuerza el techo del invernadero y el aroma de la lavanda y de la tierra mojada se esparce por el aire.
Doña Mireya dice que la meta final es lograr cierta autonomía alimentaria: que la comunidad cuente con sus propios productos, sanos, orgánicos y a muy bajo costo. Todavía están lejos. Al año producen una sola cosecha de jitomates, por ejemplo, de entre 150 y 300 kilos, con suerte. En una buena temporada, hasta un 50% de la comunidad puede abastecerse aquí durante varias semanas.
–La idea es que sean alimentos orgánicos, ¡pero baratos! –doña Hilda intenta contener la carcajada–. Es que, luego, uno va a las tiendas de productos orgánicos y te quieren cobrar un ojo de la cara por una lechuga. ¿Así, cómo?
Al fondo, más allá de los cultivos de lavanda y romero, más allá de los huacales de lombrices y composta, un par de niñas juega a las escondidas.
–Pero lo más importante son ellas. Aquí pueden jugar sin problema. Allá afuera se las roban o, ya sabe… las lastiman. Cuando están aquí adentro, descansamos.
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Ejemplo en América Latina
–Yo creo que la OPFVII y, en especial la cooperativa Acapatzingo, es la experiencia de autonomía urbana más importante de América Latina.
Quien habla es César Enrique Pineda, sociólogo, maestro en Estudios Latinoamericanos y doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Ha acompañado a “Los Panchos” desde hace décadas. Según concluye su tesis doctoral, Acapatzingo no es sólo un movimiento de protesta o un grupo que busca acceder a recursos públicos del Estado. Se trata de algo completamente distinto.
Después del terremoto de 1985, decenas de organizaciones vecinales comenzaron a exigir viviendas dignas para miles de familias damnificadas o que vivían en terrenos irregulares. El Frente Popular Francisco Villa nació en aquellos años, en 1988. Menos de una década después, en 1996, un sector de la organización decidió escindirse y conformar otro frente que se mantuviera lejos de agendas de partidos políticos. Así nació la OPFVII.
El 16 de mayo de 1996 cientos de familias agrupadas en torno a la organización “tomaron” las ocho hectáreas que hoy conforman Acapatzingo. Siete años después, consiguieron regularizar la tierra.
Concebida como una cooperativa de vivienda, con la asesoría de urbanistas y arquitectos, la OPFVII no buscaba sólo construir casas sino “ecosistemas urbanos que permitieran la vida digna y su reproducción”. Por eso, en Acapatzingo, los espacios públicos que permitan la seguridad, el recreo y la organización de sus habitantes son fundamentales.
–Se trata de lo que yo defino como “un movimiento de reproducción” –dice Pineda–. Dado que ni el mercado ni el gobierno pueden resolver las necesidades de las clases populares, ni de las comunidades indígenas, ni de los pueblos campesinos, las familias se organizan para reproducir la vida, así como las condiciones de dignidad y autosustentabilidad que ellas consideran necesario.
En Acapatzingo existen tres modelos de casas que los habitantes pagan mediante créditos ajustados a sus ingresos. Casas de un solo piso, casas dúplex y una unidad habitacional –la única construcción que mantiene a la vista los ladrillos naranjas que contrastan con el horizonte de casitas amarillas, verdes, moradas, rodeadas de vegetación. Todas las calles son iluminadas con energía solar y existen programas de préstamo y gestión de créditos comunales para evitar que las familias se endeuden con los bancos.
Las familias y comunidades que militan en la OPFVII resuelven sus necesidades comunes mediante una asamblea que, a su vez, integra todo tipo de comisiones: de seguridad, de política, de salud, de finanzas, de agricultura, de mantenimiento y de cultura.
Caminar por las calles de Acapatzingo implica escuchar a vecinas y vecinos conversar sobre los problemas cotidianos. Cuánto dinero es necesario para esterilizar a la perra callejera de la cuadra. Cuál es la mejor manera de desazolvar el drenaje. Qué comisión debe reparar una fuga de agua o si es pertinente establecer nuevas medida de seguridad y que cualquier persona que entre a la unidad se identifique.
Desde 2018, además, se tomó la decisión de crear una comisión infantil que participara en la asamblea, que tuviera voz y responsabilidades en distintas comisiones.
“Se piensa que la forma comunitaria de reproducción de la vida es esencialmente rural o que está anclada en las culturas ancestrales de los pueblos indígenas”, comenta Pineda.
“Acapatzingo demuestra que muchas de las formas de organización de vida comunitaria las realizan, también, las clases populares en plena ciudad, en zona de pobreza y sin grandes territorios de cultivo.
“Por eso, ellos están apostando a que la formación de niñas y niños no sea sólo una tarea familiar sino una tarea comunal. La crianza consiste no sólo en alfabetizar o entretener sino en impulsar el aprendizaje de toma de decisiones colectivas: que las niñas y los niños se conciban como sujetos de derechos y actúen como tal”, concluye.
Acapatzingo: una comunidad cercada por la inseguridad
Elena Patricio Juárez es una joven amable. Tiene una voz paciente, 18 años y un trato delicado. Participa en las comisiones de la OPFVII desde hace una década.
–Cuando yo llegué a vivir a la comunidad me integraron –dice, convencida, como si hubiera pensado y masticado muchas veces las ideas políticas que rigen la organización de Acapatzingo–. Me dijeron el porqué es importante organizarnos. Porque iba a conocer a más compañeros, íbamos a convivir mejor y vamos a aprender mucho más de lo que aprenderíamos afuera.
Dice que el trabajo de la comisión infantil es, sobre todo, evitar que cualquier niña o niño de la comunidad se aísle o sea excluido por cualquier razón. Por el contrario, se busca incentivar que todas se conozcan y tengan oportunidad de compartir sus preocupaciones, que todas y todos aprovechen los espacios comunitarios.
No es poca cosa. Ser niña, niño o adolescente en Iztapalapa significa crecer asediado por múltiples riesgos. De acuerdo con datos de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México –obtenidos por Corriente Alterna, vía transparencia–, en la alcaldía Iztapalapa se registraron, desde 2012 hasta mayo del 2022, más de 15 mil 566 denuncias relacionadas con delitos contra personas menores de 18 años. Dos mil 787 casos de abuso sexual contra niñas y adolescentes, 440 menores violadas, 15 menores asesinados.
Por si fuera poco, de acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, (RNPDNO) en Iztapalapa, desde enero de 2018 hasta el 5 de agosto de 2022 se registraron 389 personas desaparecidas de entre cero y 17 años de edad. 260 eran niñas, 129 niños.
De vez en cuando, en los noticiarios se habla de ello. En octubre del 2019, por ejemplo, en calles de la colonia Ixtlahuacanen, se registró una balacera al interior de una fiesta infantil. Murieron 2 personas y seis más resultaron heridas, incluidos dos menores de edad.
El 17 de noviembre de 2021, por ejemplo, en la avenida San Lorenzo, a la altura de la colonia San Juan Xalpa: Jorge Carlos “N”, de 46 años, intentó secuestrar a una niña de cuatro años de edad, jalándola de los brazos de su madre, quien salía de un establecimiento; varios pobladores impidieron el robo de la menor y lo detuvieron a golpes antes de entregarlo a las autoridades.
El 16 de diciembre de 2019, en las calles de Santa Cruz Meyehualco, la policía detuvo a una mujer cuando intentaba secuestrar a dos menores. Los había arrebatado de brazos de su madre.
En esos mismos años, nada más en las ocho colonias que colindan con Acapatzingo –Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, Lomas de San Lorenzo Tezonco, Santa Cruz Meyehualco, Buenavista, Reforma Política, Lomas de San Lorenzo y La Polvorilla–, se registran 22 homicidios de menores de edad, diez casos de menores de edad víctimas de violación, mil 114 denuncias de acoso y abuso sexual.
En Acapatzingo, durante el mismo periodo de tiempo, se registra sólo un delito cometido contra una persona menor de edad.
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Esto no implica, claro, que los conflictos desaparezcan sino que la mayoría de las agresiones se gestionan en la asamblea de la comunidad: el principal órgano de toma de decisiones y en el cual se incentiva que la gente participe desde que tienen uso de razón.
–Ese caso, que sí está registrado, fue una violación –recuerda David López–. La comunidad es intolerante hacia cierto tipo de temas. Una es el robo: si robas, te vas. Pero en casos de acoso o violencia de género, a veces la víctima pide discreción, porque también son temas familiares. Respetamos eso. Generalmente se expulsa al agresor, temporalmente; para regresar, se le pide comprobar que está yendo a terapia y que está intentando cambiar. En cambio, un violador no puede regresar. Y si la víctima decide proceder ante un Ministerio Público, la comunidad entera se organiza para generar presión y acelerar los procesos judiciales.
Replicar la experiencia de Acapatzingo
Ahora mismo, la OPFVII intenta replicar su esquema de organización en otros nueve territorios, como la Hacienda de Canutillo en Pantitlán; las comunidades Cisnes y Buenasuerte, en Tláhuac; la Unidad General Felipe Ángeles y la Unidad Doroteo Arango, en Iztacalco; o Centauro del Norte en Chicoloapan de Juárez, Estado de México.
Estos nuevos barrios están lejos, todavía, de conseguir la infraestructura que hoy se presume en Acapatzingo. Sin embargo, las niñas y niños ya cuentan entre sus experiencias el goce de un espacio público.
–Que los jóvenes también dirijan la organización ha sido un proceso largo –explica David–. Ha habido decisiones buenas, malas, mochas, a medio estar… todo. Pero esas decisiones permiten que, al día de hoy, si un niño de la comunidad va a ir a la tienda, no le va a pasar nada: no lo va a atropellar un carro, nadie lo va a abusar.
Fátima Saray González Pérez, por ejemplo, habita en la comunidad de Centauro del Norte, adora el patio afuera de su casa donde ella y las otras niñas se reúnen a platicar.
Tábata vive en Hacienda de Canutillo y suele visitar siempre el espacio de salud. “Ahí aprendimos cómo ayudar a una persona para que no se ahogara. Es muy bonito y está chiquito, pero pues, sí, cabemos todas”.
Adalie también vive en la Hacienda de Canutillo. Dice que su lugar favorito es Casa Nuestra, el espacio de talleres donde “apenas hicimos un taller de electricidad, estamos haciendo una caja de circuitos”.
Carla Vázquez es coordinadora de proyectos en la Fundación Rosa Luxemburgo, una organización internacional dedicada a apoyar proyectos capaces de innovar en técnicas de transformación social. Ella ha estado en contacto con la cooperativa Acapatzingo desde que, en 2018, la fundación supo de sus proyectos de captación de agua de lluvia y aprovechamiento de energía solar.
Recuerda que, cuando ella los conoció, solían referirse a las infancias como “compañeritos” y “compañeritas”. Fue hasta hace poco que, en una asamblea, decidieron que llamarles así era minimizarlos, otorgarles un lugar secundario. “Los vamos a nombrar como lo que queremos que sean”, dijeron. “Son las compañeras y compañeros de la Comisión Infantil”.
Le parece una anécdota que ilustra los procesos de Acapatzingo en relación con las niñas y niños que habitan estas calles. Vázquez señala que este tipo de consideraciones se ajustan a la propuesta urbana de la OPFVII: para tener una vida digna no basta una vivienda sino un modo distinto de vivir.
–Para ello trabajan en el aspecto ecológico, el cultural, la salud, la educación: la vida en términos amplios y colectivos –dice–. No es nada raro que consideren la formación y la organización de niñas y niños. Hay una apuesta por construir desde la infancia una conciencia de clase. Y una necesidad: sólo con organización comunitaria se puede construir una vida digna en colectivo.