Ocurrió en el año 2013, en Queens, Nueva York. Un empresario inmobiliario, de nombre Jerry Wolkoff, decidió borrar con pintura blanca decenas de murales y grafitis de un complejo habitacional abandonado en Long Island. Aunque el complejo era de su propiedad y aunque el inmueble entero fue demolido algunos meses después, en noviembre de 2017 un juez federal otorgó una sentencia en su contra y le ordenó a Wolkoff pagar un total de más de seis millones de dólares a favor de 21 artistas que lo habían demandaron por violar la Ley de Derechos de los Artistas Visuales (V.A.R.A. por sus siglas en inglés).
La anécdota fue traída a cuento en la Casa del Poeta, en la colonia Roma de la Ciudad de México, en voz de Pablo Ángel Lugo, perito en arte público.
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Hace unos meses, Pablo Ángel Lugo fue contratado por comerciantes, vecinos y la organización Central de Muros para elaborar un dictamen tras el borrado del mural que adornaba el exterior del mercado Juárez. El mural Mujer en diálogo con el Progreso había sido realizado por el artista gráfico Sego en acuerdo con locatarios y vecinos pero, a finales de marzo pasado, fue pintado de blanco en el contexto de la Jornada Integral de Mejoramiento del Entorno Urbano, impulsada por la alcaldía Cuauhtémoc para deshacerse de los rótulos de los puestos callejeros, los murales de mercados y hasta los colores de los parques.
–¿Por qué los grafiteros ganan un juicio así en Nueva York? –preguntó Lugo en la presentación pública del dictamen que da sustento a una demanda interpuesta contra la alcaldía–. Un grupo de grafiteros pintan un montón de murales sin permiso del dueño del inmueble, es decir de manera ilegal, y ganan un juicio por millones de dólares. Es fundamental entender esto porque la Ley de Derechos de los Artistas Visuales es muy parecida a la Ley Federal de Derechos de Autor en México.
Este podcast cuenta la historia de una pequeña revuelta ciudadana que, agrupada en torno a la Asamblea Urbanita por una Ciudad Habitable (AUCH) y la Red Chilanga en Defensa del Arte y la Gráfica Popular (Re.Chida), defendió la idea de que los rótulos en la Cuauhtémoc, los murales e incluso las pintas callejeras no sólo merecen la categoría de arte sino que, además, son un derecho humano que merece ser defendido.