Aspirantes a ingresar a la UNAM: historias de resiliencia
Estudiar en la UNAM permite acceder a 133 licenciaturas, aunque 15 son las más buscadas, entre ellas medicina y derecho (Foto: Carlos López).

“Yo me sentía muy culpable, diciendo ‘hice que me pagaran el examen’. Me esperaron afuera lloviendo. No había ni baños para los papás, hay muchísima gente, ellos están ahí y no te quedas. Es muy fuerte”, recordó Alicia Sandoval, estudiante de la Facultad de Medicina al compartir el proceso que atravesó para poder ingresar a la UNAM, luego de siete intentos.

Cada año, casi 150 mil estudiantes se preparan durante meses para presentar el examen reglamentario de acceso a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El día del examen, no solo deben demostrar sus conocimientos, sino vencer las dudas y el miedo, porque saben que sólo una de cada 10 personas podrá quedarse en alguna de las 133 carreras que ofrece la UNAM. 

Hay que llegar a tiempo a la cita donde deberán concentrarse en resolver las 120 preguntas divididas en cuatro áreas: ciencias físico – matemáticas, biológicas – ciencias de la salud, ciencias sociales y humanidades.  Cada aspirante tiene tres horas como tiempo máximo para responder con sólo un lápiz, una goma y un sacapuntas en la mano. El tiempo se pasará rápido revisando una a una cada pregunta, intentando no fallar.

“En realidad –relató Fernando Zavala– no es nada sencillo enfrentarse a un examen de ese nivel en donde sabes que estás compitiendo con miles de personas que están intentando lo mismo que tú, pero que se encuentran en diversas condiciones que tienen otros estilos de vida, etcétera. Entonces, pues sí, sentirme nervioso, frustrado y muy comprometido en lograrlo”.

Al igual que Alicia, Fernando presentó el examen en siete ocasiones, porque necesitaba lograrlo, no sólo por la calidad de la licenciatura que había elegido, sino por su edad y su condición económica, que no le permitía explorar alguna opción privada.

“El hecho de tomar la decisión de optar por la educación pública partiendo de la idea de que por mi condición económica y mi edad que no era la de un adolescentes, era complicado ir a buscar ese sueño. Por supuesto que me sentía nervioso, pero también me sentía como una responsabilidad importante que me generó frustración el no quedarme. Yo decía ‘chale pues a lo mejor voy a terminar cortando el cabello y ya’”, detalló.

Aunque se termine el tiempo y se entreguen los exámenes a los tutores, la incertidumbre no terminará el día del examen. Tampoco un mes después, cuando se publique la lista de las personas aceptadas y cada aspirante sepa si podrá o no estudiar en la UNAM. Ahora la incertidumbre será otra, será pensar en qué sigue.

El examen de ingreso a la UNAM o a cualquier otra de las universidades públicas del país, se convierte para las familias, no sólo para el estudiante, en una definición del rumbo que puede tomar la vida.

El psicólogo social Axel Melendez sostiene que la exclusión de los exámenes de admisión a la Universidad “juega un papel determinante en los aspirantes, debido a que el proceso de realizar el examen desdibuja las historias de vida y el trayecto académico que tienen todas las personas”, y terminan culpándose de haber fallado. 

“Esta percepción individualizada (de) un problema que es en realidad estructural, truncando los proyectos de vida de cerca de 150 mil jóvenes cada año. Es fundamental cambiar el discurso y reconocer que estos estudiantes no son simplemente rechazados, sino excluidos, subrayando la necesidad de una reflexión más profunda sobre las causas estructurales de esta exclusión”, advierte el especialista de la Facultad de Psicología de la UNAM.

“Las personas que no son aceptadas en las universidades ven truncados sus proyectos de vida y hay personas que lo intentan una, dos, tres veces. Hay casos de compañeras y compañeros que lo intentaron hasta seis veces y ya después de eso, prácticamente, lo que pasa es que deciden ya no continuar con ese proyecto de vida y muchos se perfilan a la economía informal”, añade.

En 2024, tras la publicación de resultados del examen de licenciatura de la UNAM,  la Dirección de Gestión Estratégica y Primer Ingreso de la Dirección General de Administración Escolar (DGAE) informó que fueron admitidos 14 mil 151 estudiantes, lo que representa menos del 10% de los 143 mil 427 aspirantes que se presentaron. 129 mil 276 personas fueron rechazadas.

Al ingresar a la UNAM, los estudiantes participan en actividades deportivas, comunitarias y culturales y acceden a becas (Foto: Carlos López).

Un lugar, un proyecto de vida

La UNAM imparte 133 licenciaturas, sin embargo, el 71 por ciento de las solicitudes se concentran en 15, entre ellas se encuentran las carreras de médico cirujano, derecho, psicología, administración, enfermería y arquitectura.

Para acceder a una licenciatura en la UNAM hay tres rutas. El pase reglamentado que no requiere de examen de admisión. Es un derecho de quienes cursaron las preparatorias y colegios de ciencias y humanidades (CCH) de la UNAM, con un promedio mínimo de 7.0, aunque se prioriza la asignación a quienes obtienen mayor calificación.

La segunda vía es el ingreso por acreditación, que pueden seguir los aspirantes que han cursado estudios previos en otras instituciones y soliciten la revalidación de sus estudios y, si se aprueban, pueden ingresar a la UNAM en un nivel superior. Y la tercera ruta es el examen, que se hace una vez al año y en el que pueden participar todas las personas que hayan concluido sus estudios a nivel medio superior con un promedio de 7.0.

El no conseguir un lugar en la UNAM o en cualquier otra institución pública de nivel superior, puede alterar la vida de toda una familia, en lo económico y en la convivencia. Y entonces se convierte en la búsqueda de un lugar. 

“Mi primer examen fue Medicina, lo intenté dos veces, y fue complicado. Recuerdo que el primer rechazo fue un golpe muy fuerte; la decepción y el desánimo fueron enormes. En realidad, no estaba seguro de por qué quería estudiar Medicina, tal vez era para complacer a mi familia o alcanzar un estatus que en ese momento consideraba importante.

“Después, hice el examen para Biología, también dos veces. En el segundo intento, quedé a sólo dos puntos de ser aceptado, lo que me causó una profunda tristeza. Con el tiempo, me di cuenta de que Medicina no era lo que realmente quería. Físicamente, no me sentía capaz, mi ansiedad me afectaba mucho”, recordó Fernando.

En el séptimo intento Zavala quedó inscrito en la licenciatura en Ciencias de la Comunicación. “Noté que tenía muchas más habilidades en esta área. La argumentación, la creatividad y la capacidad de realizar entrevistas profundas me hicieron sentir que tenía más madera para esta carrera. Así fue como decidí que Comunicación era mi verdadero camino, y sentí una gran satisfacción al tomar esa decisión y ser universitario hoy en día”.

Para el psicólogo educativo Rogelio Flores, “la experiencia de rechazo y particularmente en el caso académico tiene ciertas pinceladas comunes, hay ciertas emociones que están muy presentes independientemente de las experiencias en otros ámbitos de la vida, el efecto de la tristeza como una emoción que se presenta del rechazo a ingresar a una universidad y todo lo que implica”.

“La tristeza particularmente permea en el ámbito de la autoestima. Además depende de contextos, carácter, rasgos de personalidad, experiencias pasadas, experiencias de rechazo o éxito y de muchas circunstancias que hay alrededor. La tristeza está unida a la autoestima porque las personas somos seres sociales y tenemos este deseo de pertenencia a grupos con características muy particulares en el caso del deseo de ingresar a una universidad es un deseo de pertenencia”, expone el especialista de la Facultad de Psicología de la UNAM.

La biblioteca central es un espacio de estudio y aprendizaje para estudiantes con sus más de 500 mil ejemplares. (Foto: Carlos López).

¿La meritocracia es un mito?

“El golpe fue después, cuando me quedé a muy pocos aciertos, siento que fue peor, porque ahí sí fue como ‘chin’, o sea me preparé, estudié mucho, no había tema que no me supiera. No había tema que no hubiera estudiado y era como: ‘¿Cómo es posible que por un acierto no me haya quedado, o sea, por una, otra vez estoy atrás?’ Entonces era como una sensación horrible”, narra Alicia sobre el intento donde más cerca estuvo de ingresar. 

La ahora estudiante de Medicina, relata que para ella se había convertido en una especie de obsesión el ingresar a la Facultad de Medicina, “porque sentía yo que sólo ahí iba a poder tener oportunidades que da la UNAM y no me equivoqué”.

Al presentar el examen, detalla, “la primera vez me fue mal, pero en las siguientes me quedaba a uno o dos aciertos”. El no ser admitida por tan pocos puntos no la desanimó, por el contrario, impulsó a Alicia y su papás la apoyaron. 

Una experiencia muy similar vivió Fernando en estos siete años que tardó en conseguir un lugar en la Universidad. “Creo que tengo el talento, creo que tengo la capacidad y está feo que me quede a dos puntos. Yo veía a mis compañeros que en la prepa no daban una en sus estudios y que se quedaron y decía ‘¿chale que estoy haciendo mal?’,  de plano soy tan malo para la escuela o de plano soy muy malo para este tema’. Pero no creo, que va más allá después del segundo intento de biología”. 

Para Melendez. “El acceso a la educación, y en particular a la UNAM, se rige por esta lógica meritocrática, que constantemente nos bombardea con la idea de que todo depende del esfuerzo individual. Desde películas que exaltan historias de superación hasta el ejemplo constante de Benito Juárez, se nos inculca que cada uno es arquitecto de su propio destino, y que solo el esfuerzo personal determinará el éxito o el fracaso.

“Sin embargo, esta narrativa –continúa– omite las desigualdades estructurales que realmente condicionan el acceso a oportunidades, perpetuando un sistema que culpa al individuo por no lograr lo que, en realidad, está más allá de su control personal”.

Al final de todo el largo proceso, Fernando concluyó que fue la mejor comprensión de sus habilidades, talentos y capacidades, lo que le permitió descubrir su verdadero camino y entonces optar por la comunicación y así conseguir un lugar en la UNAM, pero eso abre otra discusión dentro del sistema educativo, el de una adecuada y oportuna orientación vocacional para las y los jóvenes.

“Haciendo retrospectiva de toda mi vida, desde morro, he estado muy pegado a la fotografía y la radio. Yo recuerdo perfectamente como siempre tenía esas ganas de entrarle como a esta parte de los medios y todo no”, considera.  

El planteamiento original del examen es que es en igualdad de condiciones para todas las personas que participen, pero la estructura del examen no considera todas las cualidades y habilidades que representan a un estudiante.

Es por ello que para el especialista Axel Melendez “en realidad, lo que está haciendo (el examen) es ocultar todas las trayectorias, no solamente académicas, sino todos los ámbitos sociales… No se trata necesariamente de un sistema de opresión en sí mismo (la aplicación del examen), pero opera dentro de estos sistemas para justificar que algunos tengan acceso a ciertos bienes y otros no”. 

Hablemos de salud mental como aspirante a la UNAM

Hay otro aspecto por tratar, cómo afecta el rechazo a los estudiantes y a sus familias. Alicia cuenta que nunca fue a terapia o algo similar. “Me ponía triste el día de los resultados y luego a estudiar otra vez”, explica.

Para el doctor Rogelio Flores, el tema de la salud mental se tendría que socializar más en los medios de comunicación y dejar a un lado esas estigmatizaciones en donde “salud mental y enfermedad mental” están asociados a locura. “A nivel universitario se tendría que comenzar (a hablar de salud mental y) que ver con una mirada diferente e importante para poder continuar con la experiencia de la vida (de los aspirantes)”.

“Hay muchos retos que afrontar en la academia en el ámbito de la Universidad, en la socialización de la información en talleres psicoeducativos donde tenemos que convencernos que hablar de salud mental es necesario porque mente sana y cuerpo sano están unidos, que no se queden retórica”, precisa.

Como servicio de apoyo, existe el Programa de Atención Psicológica a Distancia de la UNAM, y quienes lo requieran, pueden llamar al teléfono 50250855, de lunes a viernes y de 8:00 a 19:00 horas. También la línea de la vida, que atiende las 24 horas los 365 días del año en el número: 01800 9112000.

Y como opciones alternativas, para quienes por alguna razón no quedaron dentro de la UNAM tras el examen de selección, la Dirección General de Incorporación y Revalidación de estudios (DGIRE) en su página https://www.dgire.unam.mx/webdgire/instituciones/ ofrece una serie de instituciones con las que se tienen acuerdos específicos que ofrecen descuentos a los estudiantes para estudiar. Y tienen el derecho que, al terminar el segundo semestre, y si mantienen un promedio de 9, pueden hacer examen de conocimientos de esos dos semestres, y si los acreditan satisfactoriamente, se inscriben a UNAM a tercer semestre.