La cancha sin ruido: los Osos de Olmeca Soy y el beisbol como deporte incluyente
El único equipo de beisbol para personas sordas: los Osos de Olmeca Soy / Foto: Héctor Gutiérrez

Si el beisbol fuera rocanrol, José Manuel Higareda sería Mick Jagger. Es un líder nato y no deja de moverse en el diamante, como si bailara sobre un escenario. Ahora mismo se ajusta la gorra negra y pega un grito de reclamo para que sus compañeros reaccionen. Por un segundo, José Manuel olvida que este equipo de beisbol está integrado por personas sordas.

Los Osos de Olmeca Soy es la única escuadra de beisbol mexicano integrada por hombres y mujeres con discapacidad auditiva. En febrero de 2024 viajarán a Taiwán para participar en el Primer Campeonato Mundial de beisbol sordo, organizado por la Asociación de Beisbol y Softbol para Sordos de la República China.

Pero, antes, deben juntar 170 mil pesos para pagar 23 boletos de avión, en un país donde sobran ejemplos de atletas de talla olímpica que no reciben apoyo de su Federación ni de la Comisión Nacional del Deporte (Conade).

Start Me Up: el debut soñado

Este verano, José Manuel Higareda llegó desde Guadalajara a la Ciudad de México para jugar con los Osos de Olmeca Soy. Lo invitó el community manager y pitcher del equipo, Armando Landa, después de ver un video en redes sociales en el cual José lanza una bola a una velocidad descomunal.

“Mi mamá vende sushi para pagar mi boleto a Taiwán y, a diario, me manda foto de la lista con los nombres de los vecinos de Jalisco que han donado. Yo estoy agradecido con esta oportunidad”, cuenta el joven de 19 años, rockstar del bat.

Los Osos de Olmeca Soy, como equipo de beisbol para personas sordas, juegan en una liga de oyentes.
Los Osos son un equipo de beisbol para personas sordas que juegan en una liga de oyentes. / Foto: Héctor Gutiérrez

Este es su primer partido oficial con el jersey naranja de Olmeca. Estamos en una cancha marcada sobre un terreno baldío desde 1970, en Nextlapa, Estado de México. Corre el último domingo de julio y los Osos enfrentan a los Rojos de Santiago Atocan.

Estamos en la sexta entrada. Olmeca Soytiene tomadas la segunda y la tercera base. Es el turno de José El Jagger Higareda en la caja de bateo. En su macaneo yace la posibilidad de adelantar al equipo en el marcador.

Quienes conocen este deporte saben que las señas tienen cierto protagonismo en el campo. El catcher, por ejemplo, se encarga de comunicar al pitcher cómo debe lanzar la bola para evitar que el bateador conecte un hit; y debe hacerlo utilizando solo sus manos, sin decir una palabra.

Equipo de besibol para personas sordas: Olmecas Soy
El beisbol es un deporte ideal para las personas sordas por la mímica involucrada en el propio juego / Foto: Héctor Gutiérrez

Nuestra estrella aprendió, desde pequeño, a medir los lanzamientos con curva. Nació con sordera parcial o hipoacusia, por lo que su abuela pudo enseñarle a pronunciar las letras del abecedario. Al mismo tiempo, su abuelo y beisbolista profesional, Luis Higareda, se esmeró en construir otro lenguaje en común: todos los días bateaban, lanzaban y atrapaban juntos.

Los primeros sonidos que significaron algo para José fueron las vocales y el impacto de la pelota chocando con su manopla o el de un bate conectando una curva.

¡CLACK!

José batea ahora el lanzamiento del pitcher rojo. La carrera por el triunfo arranca detrás de sus compañeros, quienes llegan, uno a uno, al home. A toda velocidad alcanza la tercera base y ni siquiera revira hacia la banca, donde su equipo le indica –agitando los brazos– que se detenga, que no logrará ser más veloz que la pelota.

Llega al último colchón deslizándose en una barrida que levanta el polvo y lo salva del toque del catcher.

–¡Safe! –grita el árbitro.

El marcador cambia, 3 a 6, a su favor.

No hay ruido alguno, solo pequeñas risas y algunas palmas chocando aisladas. La victoria de los Osos de Olmeca Soy se expresa en silencio.

CLACK: José Higareda conecta un home run.
¡CLACK! José Higareda conecta un hitazo / Foto: Héctor Gutiérrez

Las familias detrás del equipo de beisbol para personas sordas

Yolanda Pedraza nunca olvidará cuando sus hijos, Carlos y Sebastián Hernández, tenían 5 años y entre lágrimas le explicaron que sus compañeros no querían jugar con ellos. “Inventen su juego –respondió ella con fuerza–: diviértanse como hermanos. A los oyentes les va a gustar tanto que les van a pedir permiso para jugar con ustedes y no al revés”.

Beisbol para personas sordas
Las familias de los Osos hacen todo lo posible para sustentar los gastos de viaje a Taiwán / Foto: Héctor Gutiérrez

Yola trabaja en el área de cajas como empleada “multinacional” de Walmart y su principal motivación es ver a sus dos hijos desafiando al mundo oyente, dentro y fuera de la cancha. Me cuenta de aquella vez en que, en un restaurante, nadie entendía lo que el pequeño Carlos quería para beber. Ella no le ayudó y él tuvo que dibujar un agua de mango en una servilleta. Según Yola, la mesera se puso a llorar: “¡Ay, no puede ser que este niño pueda hacer esto!”.

¿Qué tan difícil es entender a una persona sorda? Yolanda asegura que no hay nada distinto entre ella y cualquier otra mamá: sabe cuándo sus hijos están tristes o cuándo se sienten mal. “Aunque haya señas que no conozco, me pongo a actuar y hacemos mímica entre nosotros. En la calle los oyentes se nos quedan viendo. Yo le digo a mis hijos que somos extraterrestres, somos diferentes y hermosos: por eso nos miran”.

Hoy en día Yolanda juega con la idea de comprar un local y abrir una cafetería para sordos. Quisiera heredar un negocio propio a Carlos y Sebastián. Le preocupa que en todas las entrevistas de trabajo a las que se presentan, la gente responsable de Recursos Humanos ni siquiera se toma el tiempo de ver el currículum de los jóvenes.

–Los únicos trabajos que les ofrecen son de almacenistas o repartidores, pero ellos pueden hacer más que eso –dice frustrada.

Me encuentro con Yolanda el sábado 12 de agosto a un costado del Estadio Azteca, sobre la calzada de Tlalpan. Va cargada de ropa, llaveros, vasos, juguetes, platos y otros artículos para surtir el puesto que Indira López consiguió en la Feria de Huipulco. Con la venta de todo esto se buscará financiar algunos boletos de avión y otros gastos para el viaje del equipo.

Indira es una de las familiares más involucradas. Últimamente ha asumido la labor de “embajadora” de Olmecas Soy ante las autoridades deportivas en China. Es, también, una de las principales impulsoras de que los Osos, además de un espacio para personas sordas, sea uno de los pocos equipos de baseball mixto. Su hija, Indira Fernández López, juega como jardinera y catcher.

Indira López, parte del equipo de beisbol para personas sordas
Indira López en la Asociación de Beisbol y Softbol de Personas Sordas en Taiwán / Foto: cortesía de Indira López

Esperanza García es la abuela de Ramón Ray Mendoza, el joven de 17 años que juega como segunda base de Olmeca Soy. Su orgullo es ver a su nieto esforzarse en el campo. En los convivios después del partido siempre ofrece, con insistencia, los guisados que cocinó a partir de sus “recetas secretas”.

Después del fallecimiento de la mamá de Ray, Esperanza se ha hecho cargo de él y ahora comparte el sueño de que el equipo llegue a Taiwán. Hoy llega a la Feria de Huipulco cargada de flanes que vende a 20 pesos cada uno.

–Ramón le entrega todo al beisbol –dice—. Yo quiero que cumpla ese sueño de integrarse y pertenecer. Le ha sido difícil encontrar un lugar en el fútbol, que es su otra pasión.

Ray, corredor de los Osos de Olmeca Soy
Muchas de las personas sordas que integran los Osos, practican otros deportes además del beisbol / Foto: Héctor Gutiérrez

Fue en mayo cuando el equipo femenil de natación artística de México tuvo que vender uniformes y toallas conmemorativas para poder pagar su viaje al Mundial de Egipto, en el que ganaron medalla de oro.

Ese mismo mes, la Conade negó el apoyo económico a las integrantes de la selección de ciclismo femenil, quienes tuvieron que solicitar fondos a sus estados para poder lograr una histórica medalla de oro en la prueba de velocidad por equipos de la Copa de Naciones organizada por la Unión de Ciclismo Internacional (UCI), en Milton, Canadá.

“Ya acudí a la Federación de Sordos en el Deporte y a la Conade. En ambas nos explicaron que debíamos pagar una cuota de inscripción de mil quinientos pesos por jugador para pertenecer a una Federación y aspirar a un apoyo. Sin embargo, no nos aseguraron que hubiera presupuesto para nosotros”, explica Indira.

Andrea Vélez, coordinadora de la Fundación Olmeca Soy, está llevando a cabo una recaudación de fondos; es la “cuidadora” en la parte administrativa; se asegura de que todos tengan manopla, bate, jersey; también gestiona los días de partido y los horarios de entrenamiento, según le convenga a la novena naranja de Olmeca.

Los Osos, mientras tanto, hacen acopio de orgullo, organizan venta de flanes, llaveros, platos, ropa, juguetes, lo que sea. Están decididos a volar a Taiwán y regresar con una presea en mano, aun sin el apoyo de las autoridades. 

Beisbol para personas sordas
La Conade ha dejado claro que no busca apoyar al único equipo de beisbol mexicano de personas sordas / Foto: Héctor Gutiérrez

El único equipo mixto                                               

La comunidad sorda puede practicar cualquier deporte. Ahí está Ray Mendoza, que quiere ser futbolista profesional; o Eduardo Garduño, quien, además de jugar en la zona del jardín para los Osos de Olmeca Soy, hace lanzamiento de jabalina en el equipo sub-23 de la Ciudad de México.

–En el atletismo debo pensar más en mí y en mi cuerpo, pero en el beisbol tengo que poner ese esfuerzo individual a favor de un equipo. Eso me gusta, ayudar a todo un conjunto de personas –dice Lalo Garduño, estudiante de la licenciatura de Educación Física en la Universidad Marista.

Lo interesante del beisbol para las personas con discapacidad auditiva es la forma del campo: un diamante. La forma de romboide del espacio de juego permite una visibilidad completa del resto de los jugadores a pesar de la distancia. Esto fomenta el uso del cuerpo, más que de la palabra, para comunicarse entre quienes participan del partido.

Aunque parece complicado en sus reglas y estructuras, la dinámica del beisbol es sencilla: dos equipos, de nueve jugadores cada uno, a lo largo de nueve entradas o periodos, tratan de hacer más carreras que su adversario. Para anotar deben correr por las tres bases de la cancha y llegar al punto de home, antes de que el rival regrese la pelota a esta zona.

Lalo, corredor de los Osos.
La comunicación es clave en el beisbol, por eso las personas sordas aprecian este deporte/ Foto: Héctor Gutiérrez

El 16 de junio Indira López visitó Taiwán para la reunión de líderes de la Copa Mundial de Beisbol Sordo. Ella fue la única mujer en toda la mesa redonda.

–Todos estaban sorprendidos y yo abogué porque dejaran jugar a las niñas que hay en nuestro equipo –recuerda–. Mis hijas son parte del equipo. Se trata de una lección de inclusión total en el deporte, de género y de discapacidad auditiva.

Los representantes de Puerto Rico, Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán se extrañaron: los Osos de Olmeca Soy eran el único equipo mixto. No obstante, aceptaron la moción de Indira y se acordó que las mujeres podrán desempeñarse en cualquier lugar del diamante, cuantas quieran jugar.

Gracias a esta gestión Marisol Arreola, Indira Fernández, Ana Granados y Renata Blandshaw podrán participar en el mundial de beisbol sordo. Desde el momento de enterarse de la noticia, no han dejado de exigir lo mejor una de la otra. En algunos partidos se puede escuchar a la tribuna susurrar sobre el notorio enojo de las beisbolistas cuando fallan en alguna jugada.

–Ahora es nuestro turno. Creo que lo sabemos y hemos jugado mejor que los niños en los últimos partidos. Somos capaces –determina Indira Fernández López, de 17 años.

Además de pugnar por la igualdad de género, desde hace diez años la Liga Olmeca se planteó facilitar la práctica de beisbol para todos los estratos sociales. Fundaron la Asociación de Olmeca Soy con ese propósito: que cualquiera pudiera jugar sin costo. Generaron un convenio con el Instituto Pedagógico para Problemas del Lenguaje (una Institución de Asistencia Privada, IAP), en el que le permiten a la niñez con discapacidad auditiva practicar beisbol en los campos de la Liga Olmeca.

–Desde la primaria, en la IAP, me ofrecieron jugar beisbol y no lo dudé –asegura Sebastián Hernández, primera base de Olmeca y corredor de larga distancia en el equipo juvenil de atletismo de la CDMX–. Aquí conocí a Lalo, mi mejor amigo, y me divierto con mi hermano. Mi mamá, mi papá y el entrenador Fumio son quienes me han guiado.

Los entrenadores no dirigen desde la banca

Para sustituir la rapidez de la palabra, los entrenadores de los osos naranjas, Israel Santillana, Fumio Hori y Ezequiel López, se colocan en los límites del diamante, a la altura de la primera y la tercera base, con el fin de señalar a sus beisbolistas si es prudente acelerar e intentar llegar a home, o si es mejor detenerse y evitar ser quemados.

Fumio Hori es el Señor Miyagui de este equipo; tiene 60 años y es originario de Japón. Durante su juventud jugó en la liga local de beisbol sordo de Kanazawa, su pueblo natal, conformada por 30 equipos. El suyo se llamaba “Mollars” y estaba integrado por trabajadores de talleres dentales, quienes lo capacitaron para ejercer en dicho campo laboral.

Fumio Hori, entrenador
Foto: Fumio Hori es originario de Japón, donde jugó en la liga de beisbol para personas sordas. / Foto: Héctor Gutiérrez

En 1983, a los 23 años, viajó a México gracias a una oportunidad de trabajo. Desde sus primeros meses en el país intentó que la comunidad sorda de nuestro país se interesara por el beisbol. “Jugaron dos o tres semanas, pero no les gustó. Aquí se inclinan y se apasionan demasiado por el futbol”.

En 2014 notó que uno de sus vecinos era el catcher de Olmeca Soy, Rey de Jesús. De inmediato se acercó a quitarse las dudas: ¿sordos en México que les gusta el beisbol? Sí.

En la comunidad sorda le asignan una seña a cada persona, como un equivalente a los apodos en el mundo oyente. Para referirse al coach Israel Santillana, que es oyente, los osos pasan el meñique sobre el cachete, de abajo hacia arriba, dibujando una sonrisa.

Israel El Risueño Santillana nació en Puebla de Zaragoza y desde niño quedó maravillado con el sonorense Fernando El Toro Valenzuela, el pitcher y bateador estrella de los Dodgers de Los Ángeles en la década de 1980. Santillana llegó a formar parte de Los Pericos de Puebla, pero no pudo seguir en el nivel profesional porque debía trabajar y estudiar al mismo tiempo.

–Aquí, el extraño soy yo –dice—. No es fácil comunicarme con el grupo. Pero el beisbol también es un lenguaje y cuando hago mímica del movimiento que deben hacer o la jugada que tengo en mente, me entienden.

Además de entrenador, Ezequiel Fernández es el traductor entre Israel y los capitanes del equipo, lo cual implica mediar también en los conflictos. A veces debe calmar a los padres de familia cuando bajan de las gradas enojados porque su hijo o su hija no han tenido minutos de juego.

Hipoacúsico, Ezequiel quiso estudiar en la Escuela Nacional de Entrenadores Deportivos (ENED), pero cuando hizo el examen nadie supo responder sus dudas: ningún profesor sabía Lengua de Señas Mexicana.

Pero ni Ezequiel ni el resto de los Osos de Olmecas Soy piensan resignarse ante los obstáculos interpuestos por la ENED, por la Conade o por el mundo oyente en general. Jackie Robinson, la primera persona afroamericana en jugar en la Major League Baseball de Estados Unidos, campeón mundial con el número 42 de los Dodgers en la espalda, decía: “La vida no es un deporte para ser espectador y quedarse en las gradas”.

Infografía personas sordas
Diseño: René Zubieta