Ignacia, mujer indígena ciclista en CDMX: sororidad y resistencia
Ignacia y su mascota Croos sobre Paseo de la Reforma. (Foto: Yatzín D. Ordaz)

Para Ignacia, una mujer indígena ciclista en la CDMX, rodar sobre las calles de la ciudad es una forma de sentir libertad. Desde su llegada a la Ciudad de México, en 2015, la bicicleta, sus redes de apoyo y su mascota Croos, la han ido acompañando en su travesía.

Un día pidió prestada una bicicleta a la hermana de su cuñada. Pedaleó desde la colonia Guerrero, donde vivía, hasta Ciudad Universitaria, para llegar a sus clases de maestría en Derecho en la Unidad de Posgrado de la UNAM. Desde entonces la bicicleta es su medio de transporte.

Ignacia es chicanteca y habla chinanteco, una de las 15 lenguas originarias del estado de Oaxaca. El chinanteco pertenece a la familia otomangue, de la que hasta 2020 había apenas 100 mil hablantes según datos del INEGI. 

Ignacia dice que únicamente habla esta lengua cuando conversa por teléfono con su familia.

Desarraigos de una mujer indígena ciclista en la CDMX

Ignacia cuenta que sintió por primera vez el desarraigo cuando tuvo que viajar a la ciudad de Oaxaca para estudiar Derecho en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Era 2007 cuando dejó su comunidad, Plan Martín Chino, y a su familia.

Plan Martín Chino se ubica en la región de la Cuenca del Papaloapan y según datos del Censo de 2020 del INEGI, tiene 442 habitantes.

“Sufrí mucho porque no me quería separar de mi mamá. Lloré, lloré, lloré muchas veces. Y lo bueno de todo eso creo que es que siempre he tenido redes de apoyo”, cuenta Ignacia.

Ignacia es una mujer indígena ciclista que decide pedalear la CDMX como una opción que considera mejor que el transporte público. (Foto: Yatzín D. Ordaz)
Ignacia es una mujer indígena ciclista que decide pedalear la CDMX como una opción que considera mejor que el transporte público. (Foto: Yatzín D. Ordaz)

Al concluir la licenciatura, trabajó en un despacho jurídico. Mientras trabajaba ahí, leyó en el  periódico sobre  el programa “Incorporación de Mujeres Indígenas en Posgrados para el Fortalecimiento Regional” que emitía el gobierno de Oaxaca a través del entonces Consejo Oaxaqueño de Ciencia y Tecnología (Cocyt, hoy COCITEI) en coordinación con el actual Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías de México (Conahcyt, antes Conacyt). Aplicó y fue aceptada. 

Cuenta que ahí conoció a muchas mujeres con quienes tomaba clases de inglés, literatura, historia y matemáticas. Además, la beca incluía un verano en el extranjero. Ella y sus compañeras viajaron a Vancouver, Canadá, donde estuvieron mes y medio. La experiencia que más recuerda es haber recorrido las 405 hectáreas del Parque Stanley en bicicleta:  le pareció inmenso.

Al regresar a México, retomó los trámites para estudiar la maestría. Su primera opción fue Sociología en Oaxaca y la segunda, Derecho en la UNAM, donde fue aceptada. 

“Fue un gran reto para mí también porque México era para mí una ciudad muy grande, desconocida a comparación de Oaxaca. Oaxaca es muy chico, muy chico. Y llegando aquí, pues no sé, me pareció un monstruo, ¿no?”

Su hermano mayor había llegado a la Ciudad de México antes del terremoto de 1985. “Él sí se vino solo, no tenía redes de apoyo”, cuenta Ignacia. Su familia, al no tener comunicación con él, pensó que había muerto, sobre todo cuando supieron del terremoto que abatió la ciudad.

“Y nos dio una sorpresa, no tiene mucho que nos dio esa sorpresa, en el 2000. Llegó allá al pueblo, le llevó un Niño Dios a mi mamá. Ahorita ella tiene también intacto ese Niño Dios y pues ya está. Muy agradecida mi mamá por eso”.

Cuando supo de su admisión en la maestría, Ignacia se fue a vivir con su hermano en la colonia Guerrero. “Dicen que es (una colonia) muy pesada, pero para mí está tranquila, tranquila. Voy y regreso ahí en la noche, para mí está muy tranquila.”

Iranú: red de apoyo de mujeres indígenas ciclistas en CDMX

En 2019 una compañera de Oaxaca la invitó a participar en un encuentro con mujeres de pueblos originarios, con las que después formó la Colectiva Iranú, que nació “con el objetivo de impulsar espacios, redes de apoyo, acompañamiento y convivencia para las jóvenes indígenas migrantes y residentes en la Ciudad de México que llegamos por circunstancias diversas.”

La colectiva forma parte de la Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos (RedLAC), una articulación regional que ofrece talleres sobre herramientas antirracistas para mujeres indígenas, derechos sexuales y reproductivos, primeros auxilios jurídicos y derechos laborales, así como derechos lingüísticos de los pueblos originarios.

Ignacia a su paso por la Glorieta de las mujeres que luchan. (Foto: Yatzín D. Ordaz)

Iranú está integrada por 13 mujeres de diferentes comunidades originarias. Imparten talleres, encuentros, para jóvenes de pueblos originarios que residen en la ciudad de México y que se han enfrentado a las mismas circunstancias y problemáticas que en algún momento vivieron ellas. Intentan hacerlas sentir acompañadas a las mujeres que se acercan a la colectiva. 

“Todas las chicas que se acercan, no solamente chicas, sino señoras también que se acercan. Hay como que esa sensibilización y pues eso como que me gusta de la colectiva. No solamente dar por hecho los temas, ya te di el tema, pues hazle como quieras, ¿no? También tratamos como que, si necesitan un apoyo, pues tratarlo en el chat de la colectiva”, comparte Ignacia.

Para Ignacia, Iranú es un espacio de encuentro y escucha:

“Con ellas me puedo desahogar, con ellas puedo llorar, puedo reír, puedo, no sé, me siento así que en familia con ellas. Y creo que todas han de pensar lo mismo también porque hemos llegado al punto de que si necesitamos algo, todas nos apoyamos”, dice Ignacia.

Pedalear la ciudad

“Pedalea y ataca”, una consigna que Ignacia lleva en su camiseta. (Foto: Yatzín D. Ordaz)

De los 15.6 millones de personas que transitan cotidianamente por la Ciudad de México, sólo 340 mil usan bicicleta como forma principal de traslado. De ellas, cerca de 80 mil son mujeres. Las ciclistas representan entre 22 y 23 por ciento de los viajes bicicleteros en esta urbe, indica el Plan Estratégico de Género y Movilidad del gobierno local del año 2019.

Ignacia sabe que andar en bicicleta en la ciudad es peligroso. Dice que muchas veces los carros particulares invaden la ciclovía aun cuando hay señalamientos. Pero es más su deseo por pedalear:

“Me siento muy a gusto en ir en la bici, sentir la naturaleza, incluso tocarlos yendo en la bici, tocar los árboles, tocar, no sé. Me gusta mucho”.

Actualmente Ignacia trabaja en la Secretaría de las Mujeres, sigue su trabajo en la colectiva y sigue adueñándose de la ciudad en su bicicleta acompañada de su perro Croos. Además, dice que andar en bici quizá contribuya  a disminuir la contaminación de la capital del país.