Crece en México el suicidio entre menores por efecto de la pandemia
El 2020 fue un año récord para los suicidios de menores de edad en México; fueron especialmente vulnerables durante la pandemia. Foto: Elizabeth Ruiz / Cuartoscuro.com

El confinamiento, el estrés, la violencia y la incertidumbre ante al futuro configuran la tormenta perfecta y el país no cuenta con las herramientas institucionales para proteger a sus niñas, niños y adolescentes. Hoy 10 de septiembre, Día Mundial de la Prevención del Suicidio, algunos expertos abordan la problemática y proponen alternativas para “encender las alarmas”.

2020 fue un año récord en materia de suicidios de menores de edad en México. Los datos preliminares del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalan 1, 150 casos, máximo histórico. 

En un año, la tasa de suicidios de niños, niñas y adolescentes por cada cien mil habitantes creció 12%: de 4.63 en 2019 a 5.18 en 2020; es decir, en 2019 murieron por suicidio 1,028 niños, niñas y adolescentes, y en 2020, 1,160.

La tendencia se repite en la población de entre 19 y 24 años: en 2019 murieron por suicidio 1,058 y en 2020, 1,142. 

El suicidio es la tercera causa de muerte para la juventud mexicana.

Se trata de un problema de salud pública prevenible, vinculado con la depresión, el trastorno de ansiedad y el trastorno por estrés postraumático. Estas condiciones se agudizaron durante la emergencia sanitaria. Cifras preliminares del Inegi señalan un aumento de 9% en el total de muertes por suicidio en México durante el primer año de la pandemia de covid-19.

La gente no se suicida por diversión ni por ocio. No es una decisión que se tome a la ligera, explica Benjamín Guerrero, jefe del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM. “Necesitamos dejar de verlo con esta carga de que, quien lo hace, es cobarde o débil. Es alguien que está sufriendo, que necesita ayuda”.

***

El primer ciclo escolar de la pandemia fue difícil para Paulina —su nombre cambió para proteger su identidad—, maestra de quinto grado de primaria en el municipio de Cuautitlán, Estado de México. Uno de sus alumnos, a quien recuerda como un niño muy alegre en clases presenciales, intentó quitarse la vida. 

“De tanto estrés, angustia y encierro, se quería suicidar”, cuenta en entrevista. La docente se enteró por la mamá del menor, con quien tenía contacto por mensajería instantánea. “Me dijo que su hijo estaba muy deprimido, que ya no quería seguir estudiando y que había intentado matarse”.

Antes de ese episodio Paulina no detectó ninguna conducta que encendiera sus alarmas.

Para reducir el estrés de las clases virtuales empezó a dejarles tareas menos abstractas y más creativas, como colorear mandalas y hacer papiroflexia. 

En el segundo ciclo escolar a distancia Paulina se topó con otro caso de riesgo: un niño interrumpió la clase para gritar que estaba harto, que todo le molestaba e, incluso, la insultó frente a sus compañeros. La maestra habló con el alumno, quien le habló de la tensión que vivía en su casa.

“Me dijo que estaba desesperado, que ya no quería hacer nada, que estaba aburrido”, recuerda. 

Esta vez la escuela pudo tomar cartas en el asunto e instrumentó medidas de prevención; se contactó al papá del niño y se capacitó a maestros, madres, padres y tutores para detectar comportamientos suicidas.

“Tengo un hijo de la misma edad de mis alumnos y me gustaría que sus profesores lo traten como yo trato y cuido a mis alumnos en la medida de mis posibilidades”, agrega Paulina.

Imágenes esperanzadoras suicidio infantil y juvenil
El suicidio es un problema de salud pública prevenible, vinculado con la depresión, el trastorno de ansiedad y el trastorno por estrés postraumático. / Foto: Rashide Frías / Cuartoscuro.com

Daño “colateral” de la pandemia

En la última semana de agosto de 2021, la clínica a distancia de atención a la salud mental de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) recibió tres llamadas de estudiantes pidiendo ayuda. “Nos llamaron porque estaban ideando cómo matarse”, cuenta la psicóloga Rebeca Guzmán, Jefa del Área Académica de Psicología en el Instituto de Ciencias de la Salud de la UAEH.

Esa misma semana la clínica recibió 15 llamadas de emergencia para atender duelos de personas cuyos parientes cercanos se suicidaron. “Estamos analizando qué fue lo que pasó”, agrega la psicóloga. “Porque, además, se incrementó el número de personas que nos avisaban, por ejemplo, que habían encontrado a su hija con las venas cortadas”.

Las infancias y juventudes de entre cero y 18 años de edad representan cerca de 30% de la población mexicana. Para este sector, la emergencia sanitaria significó el cierre de centros educativos y guarderías; y, con ello, la posibilidad de interacción con sus pares a una edad en que la socialización es vital para su desarrollo.

“La vida de niños y jóvenes está muy enfocada en la escuela: ahí ven a sus amigos, ahí conocen a sus parejas, ahí tienen la posibilidad de pensar en su futuro”, dice el psiquiatra Benjamín Guerrero. “Tenemos que entender y estudiar el impacto del confinamiento y las clases en línea en los jóvenes y brindarles la posibilidad de una visión esperanzadora y más realista para este año”.

La salud física y emocional se alteró con el encierro debido a la falta de actividad física y contacto con el exterior. El fallecimiento de familiares o la pérdida de empleo de sus padres como consecuencia de la pandemia han incrementado el miedo, el estrés, las reacciones ansiosas y los malestares emocionales como tristeza e irritabilidad.

No obstante que la tasa de suicidio infantil y juvenil ha crecido durante los últimos 10 años, en 2020 tuvo un salto mayor al que señalaba la tendencia. De acuerdo con el doctor Guerrero, esto podría deberse a las situaciones sociales derivadas de la pandemia: “Hubo más presión familiar, más incertidumbre, problemas económicos que niños y niñas no pueden resolver; y, esto, les genera más desesperanza”.

Natasha Alcocer, psiquiatra que lleva casi 17 años trabajando en el área de Psiquiatría Hospitalaria del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, insiste en la sensación de desesperanza para la juventud. “Varias personas jóvenes me han comentado sobre la angustia existencial. Pensar que el mundo se está dañando: el cambio climático, la pérdida del agua”, explica. “Como adultos, a veces esto no genera tanta angustia; pero los chavos, ven el panorama muy negro”. 

Existen numerosos factores de riesgo para el suicidio infantil y juvenil, explica Carlos Adrián Rodríguez Álvarez, residente de segundo año de la especialidad de Psiquiatría Infantil en el Hospital Psiquiátrico “Doctor Juan N. Navarro”. El consumo de sustancias tóxicas es uno de ellos; también las autolesiones, el bullying y la falta de redes de apoyo dentro y fuera de la familia.

Las infancias son especialmente vulnerables y, en México, suelen enfrentar situaciones de violencia —especialmente de tipo sexual— que terminan por repercutir en su salud mental, agrega Rodríguez Álvarez.

“Se multiplica por nueve el riesgo de un intento suicida cuando alguien está expuesto a una violencia sexual. […] Tristemente, los principales agresores están dentro del círculo primario, es decir, son papás, abuelos, tíos o hermanos”, detalla el paidopsiquiatra.

Con la pandemia, estos factores se agudizaron y se creó “la tormenta perfecta de la salud mental o el suicidio”. La población fue llamada a confinarse: muchas niñas y niños tuvieron que encerrarse con sus agresores; además, miles de familias vivieron la pérdida de sus seres queridos debido al covid-19.

No sólo eso: el desapego físico y la comunicación con las demás personas se trasladó a las redes sociodigitales. “Se esperaba que la pandemia fuera más benévola con estas generaciones. Por este apego que se tiene a las redes sociales, se pensaba que, a lo mejor, la infancia no iba a tener problema para adaptarse a un sistema en línea; y, la verdad, es que no”, comenta Rodríguez Álvarez.

Internet se convirtió en un arma de doble filo: permitió que las personas se mantuvieran en contacto; el problema —advierte el médico— es que estos espacios pueden exponer información riesgosa para las infancias, como sitios que “dan consejos” para cometer un suicidio de manera efectiva.

El bullying tampoco se quedó atrás. El acoso cibernético, señala Rodríguez Álvarez, puede ser aún más cruel, pues el espacio digital está presente “todo el tiempo”, a diferencia de una escuela. Ante esto, recomienda que los padres acompañen y supervisen a sus hijos e hijas siempre que estos naveguen a través internet.

“Hay que fomentar el desarrollo de la esperanza porque, de por sí, en la juventud se vive más incertidumbre que en otras etapas de la vida”, concluye Benjamín Guerrero.

¿Cuántos jóvenes mueren por suicidio?

De acuerdo con el informe Impacto de la pandemia en niñas y niños, de la Secretaría de Gobernación, el grupo de edad con el incremento más preocupante en tasa de suicidios durante 2020 es el de 10 a 14 años, con un aumento de 37% respecto de 2019: pasó de 202 a 278 muertes. Los suicidios de jóvenes entre 15 y 24 años aumentaron 7.5% —de 1,882 a 2,024 muertes—, mientras que en el segmento de 25 a 34 años creció 6.4% —de 1,918 a 2,042 muertes—. 

Total de suicidios de niños, niñas y jóvenes adultos en México
El grupo de edad con el incremento más preocupante en tasa de suicidios durante 2020 es el de 10 a 14 años, con un aumento del 37% respecto a 2019: pasó de 202 a 278 muertes. / Imagen: René Zubieta / Fuente: “Defunciones por suicidio por entidad federativa y grupos de edad según sexo, serie anual de 2010 a 2020”

El Inegi contabilizó los datos preliminares de las muertes por suicidio en México durante 2020: al menos 7,896. La tasa de suicidios en el país lleva varios años al alza: en la última década pasó de 5 casos por cada cien mil habitantes en 2011 a 6.2 en 2020. Sin embargo, el salto entre 2019 (5.7) y los datos preliminares de 2020 (6.2) es el más amplio en ese periodo.

Tasa de suicidios en México por cada cien mil habitantes
Los datos preliminares del Inegi señalan un aumento del 9% en el total de muertes por suicidio en México durante el primer año de la pandemia de covid-19. / Imagen: René Zubieta / Fuente: “Defunciones por suicidio por entidad federativa y grupos de edad según sexo, serie anual de 2010 a 2020”

Prevención del suicidio: ¿Cómo identificar las conductas suicidas?

Para prevenir el suicidio es vital atender las problemáticas de salud mental antes de que deriven en situaciones de riesgo, como la “ideación” o el intento de quitarse la vida. “Las vulnerabilidades están a flor de piel y tendremos que aprender a identificarlas. No solo como especialistas de la salud mental sino como papás, mamás, abuelitos, maestros o compañeros, para atender el sufrimiento psicológico”, explica la psicóloga Rebeca Guzmán.

No todas las personas tienen estrategias saludables para afrontar una crisis como ésta, por lo que las y los especialistas consultados recomiendan permanecer alertas ante posibles síntomas de trastornos como depresión o ansiedad.

“Hay que estar pendientes y atenderlos antes de que empiecen a manifestarse como síntomas de desregulación física, taquicardias, palpitaciones, sensación de opresión, insomnio, dolores de cabeza, irritabilidad o cambios de humor”, apunta.

Un camino para la prevención del suicidio es construir vínculos sociales que formen una red de apoyo para que infancias y juventudes compartan sus emociones con libertad, en un espacio de empatía y confianza. 

La mejor manera de crear estas redes o fortalecerlas es mantenerse en comunicación y estar abiertos a escuchar, en vez de, simplemente, regañar o castigar. Hablar de suicidio debe dejar de ser un tabú en las familias.

“Si un joven empieza a cambiar su comportamiento, se aísla, empieza a hablar más de la muerte o a tener un discurso desesperanzador o pesimista, tienes que prender la alerta y empezar a preguntar”, señala el doctor Guerrero. “Quizá, esté sufriendo una depresión o ya esté pensando en cometer suicidio”.

Por su parte, Rodríguez Álvarez considera que no existen factores claros que permitan saber si un niño o niña puede llegar al suicidio. No obstante, algunos síntomas que ayudan a guiar a sus cuidadores son la irritabilidad frecuente (más, aún, que la tristeza), el aislamiento, el descuido de la higiene personal, dejar de comer, la disminución del empeño académico y, finalmente, vivir momentos de estrés muy intensos o situaciones familiares difíciles.

Rodríguez Álvarez lamenta el poco apoyo y presupuesto que se le asigna a la salud mental en el país. “Aquí, en la Ciudad de México, hay un privilegio marcadísimo”, explica. “Hay instituciones, con todas sus carencias y lo que quieras pero en el interior de la República hay muy pocas. […] Nos estamos viendo, ya, con el agua hasta el cuello de problemas de salud mental y la poca cantidad de armas que tenemos para enfrentarlas. Estamos inermes ante este gran tsunami que se nos viene”.

Colaboró Avelina Velázquez