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Orquestas de mujeres: músicas en marzo… y todo el año

Carolina Sánchez, estudiante; Alejandra Crail, mentoría / Corriente Alterna el 1 de octubre, 2022

Escucha aquí el podcast:

A pesar de la existencia de orquestas femeninas en la Ciudad de México, el ambiente reproduce desigualdades para las profesionales de la música, quienes aún enfrentan estigmas de género.

Aquella tarde de mayo de 2022, Cristina Escudero destacaba entre los músicos de la Orquesta Sinfónica de Coyoacán que participaban en la celebración de los 500 años de la alcaldía: no es común que una mujer toque la tuba, el más grande de todos los alientos de metal. En tamaño, este instrumento supera a los cornos, las trompetas y los trombones. 

Aunque Cristina, a sus 33 años, ha dedicado más de la mitad de su vida a tocar su instrumento, la música representa apenas 25% de sus ingresos. La tubista trabaja desde 2020, vía home office, en el área de marketing digital de una farmacia para cubrir las necesidades económicas de su familia. A ello le dedica las mañanas de lunes a viernes. Por las tardes y los fines de semana divide su tiempo entre el cuidado de su hijo de cuatro años, el estudio del instrumento, presentaciones musicales, ensayos y la docencia en clases particulares de tuba.

“Para mí es más redituable continuar en la farmacia que encontrar un puesto fijo en una orquesta. La música no se pelea con nada, aunque el tiempo que le dedico es menor”, explica en entrevista para Corriente Alterna.

La intérprete también ha trabajado en dos de las tres únicas orquestas conformadas sólo por mujeres de la Ciudad de México: la Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio (2003-2006) y la Orquesta Sororidad (2020). Con 15 años de distancia entre ambos, estos proyectos surgieron con la misión de visibilizar a las mujeres profesionales de la música, quienes históricamente representan un grupo minoritario dentro de las orquestas.

Corriente Alterna realizó una revisión de la integración por género en cuatro orquestas de la Zona Metropolitana del Valle de México. Esta selección responde a los espacios mixtos en los que participan las entrevistadas para este reportaje. 

Hasta 2022 se encontró que en las orquestas Filarmónica Mexiquense y la Sinfónica de Coyoacán hay una presencia femenina de 40%, mientras que la Filarmónica de la UNAM y la Juvenil Eduardo Mata, también universitaria, se conforman en un 25% por mujeres.

Aunado a esto, un grupo de músicas entrevistadas manifiestan que enfrentan discriminación, desigualdad y estigmas de género.

Orquestas composición
Infografía: René Zubieta

Directoras mexicanas rompiendo paradigmas globales

Tiene apenas medio siglo que, en el panorama internacional, las mujeres instrumentistas pudieron integrarse a diversos proyectos musicales. 

La Orquesta Filarmónica de Viena negó el acceso a las mujeres  desde su creación, en 1842, hasta 1997. En Estados Unidos fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando, debido a la cantidad de hombres enlistados en el ejército, las asambleas de escuelas de música decidieron que las mujeres ocuparan esos espacios

En ese entonces, el panorama en México fue menos restrictivo. La participación de directoras de orquesta inició en 1936, con Sofía Cancino. Para los puestos principales se consideraba a músicas como Alicia Urreta, que en 1957 fue designada pianista titular de la Orquesta Sinfónica Nacional. La presencia de las mujeres en este ámbito ha sido constante, pero la posibilidad de participar no se ofrecía equitativamente en todas las áreas de una orquesta.

Fue hasta 1998 cuando surgió una propuesta como nunca había existido en el país. Las directoras Leticia Armijo e Isabel Mayagoitia, en colaboración con el director Johannes Bruno Ulrich, fundaron la Orquesta de Mujeres del Nuevo Mundo. El proyecto ofreció un único concierto el 9 de junio de aquel año, en el antiguo Hotel Nikko (actualmente Hyatt Regency) en la Ciudad de México. El programa incluyó la Obertura en Do Mayor de Fanny Mendelssohn y piezas de Consuelo Velázquez.

El acontecimiento marcó precedente para las futuras orquestas de mujeres. Iniciativa que la directora Gina Enríquez continuó en 2003, con la creación de la Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio. Este proyecto cobijó a mujeres instrumentistas con formación y trayectoria profesional, pero también a aquellas que no habían tenido la oportunidad de integrar un ensamble orquestal.

Al respecto, Gina Enríquez comparte en entrevista su reflexión sobre este panorama: “Son poquitas las mujeres invitadas a las orquestas; de esas poquitas, la mayoría son extranjeras. Aquí, en México, nos vemos atravesadas por un doble ‘argumento’: ser mujeres y ser nacionales. Por eso, cuando formé la orquesta había mujeres que después de un concierto venían conmigo con lágrimas en los ojos por la emoción de haber tocado”.

La orquesta comenzó actividades con pocas mujeres intérpretes de clarinete, trompeta y trombón, motivo por el cual fue necesaria la participación de hombres en determinados conciertos. Fue hasta 2005 que Enríquez tuvo la oportunidad de conocer e integrar al proyecto a una mujer tubista: “Dos años después [de fundar la Orquesta] encontré a una muchachita de 16 años: Cristina Escudero. ¡Qué bárbara! Sacaba un sonido maravilloso”. La joven, con tres años de experiencia en el instrumento, integró entonces un ensamble atípico en la historia musical del país.

De los nueve conciertos que ofreció esta orquesta entre 2003 y 2006, seis fueron auspiciados por instituciones oficiales a nivel federal, como el Instituto Nacional de las Mujeres, la Secretaría de Desarrollo Social, la Procuraduría General de la República y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Gina Enríquez comparte que, con el cambio de gobierno de Vicente Fox a Felipe Calderón en 2006, la Orquesta dejó de percibir el apoyo económico que hacía posible su operación, concluyendo así su trayectoria.

2020, tiempo de mujeres y sororidad

En 14 años no se vio en la cartelera cultural de la ciudad alguna propuesta como la que encabezaron Isabel Mayagoitia, Leticia Armijo y Gina Enríquez. Fue hasta 2020 cuando la inquietud por formar un nuevo ensamble volvió a surgir en el marco del Festival Tiempo de Mujeres

Dicho festival fue un evento multidisciplinario que, del 6 al 15 de marzo, ofreció presentaciones artísticas, talleres, conferencias y exposiciones fotográficas en torno al Día Internacional de la Mujer. Para la inauguración, la coordinación del festival solicitó a las productoras musicales Josefa y Esperanza de Velasco conformar y dirigir una orquesta integrada únicamente por mujeres: así nació la Orquesta Sororidad. 

El proyecto hizo notar la presencia de las mujeres en instrumentos clásicos y tradicionales; pero, también, en la gestión e ingeniería musicales, un avance que no se había visto en las primeras dos orquestas. Josefa de Velasco, directora de la orquesta, menciona: “Antes se pensaba que detrás de una gran cantante tenía que haber un gran productor, y ya no; ahora nosotras también podemos con esos puestos”.

Topacio Ortiz, jefa de personal de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes y de la Orquesta Sororidad, señaló en entrevista: “Alguna vez me dijeron que la Orquesta Sororidad era lo mismo que si hicieran una orquesta de hombres; o sea, un ejercicio de segregación”. Pero advierte que, en realidad, es un ejercicio de visibilización: “Esta orquesta es funcional, es buena, es súper chida y es representativa”. 

A diferencia de la Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio, en la Orquesta Sororidad se estableció la importancia de pagar un salario por el 100% de las actividades. A las involucradas en el proyecto se les ofreció un contrato que contemplaba tres ensayos, una grabación y un concierto; el pago podía ir de los cuatro hasta los ocho mil pesos, de acuerdo con la situación fiscal (pago de impuestos y régimen tributario) de cada integrante. 

El proyecto nació en medio de la pandemia por covid-19, cuando los contagios comenzaban a irse al alza, por lo que el presupuesto se agotó en sueldos, renta de espacios para ensayar y pruebas “covid”. “Cada día era apagar diferentes incendios”, recuerda Josefa de Velasco en entrevista. 

“Teníamos que ver dónde ensayar, con quién rentar instrumentos, conseguir suplentes para quienes faltaban. Y, dos días antes de la presentación, nos hablaron para cancelar por confinamiento”, cuenta. 

Finalmente, el concierto no se suspendió sino que fue transmitido en vivo el 20 de marzo de 2020, sin público en la sala, desde el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

La ruta para ser una mujer profesional de la música

Culminar una licenciatura en música puede tomar de siete a 10 años en instituciones de la Ciudad de México como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Obtener un puesto en una orquesta garantiza un ingreso económico estable, pero requiere acreditar rigurosas audiciones que, hasta el momento, han logrado los hombres en la mayoría de las secciones orquestales.

La tubista Cristina Escudero, por ejemplo, es ejecutante de su instrumento desde 2002. Estudió en la Facultad de Música de la UNAM y en 2011 fue aceptada en la Banda Sinfónica de la Policía Federal, un trabajo que cubría todas sus necesidades económicas. En 2018 dejó este puesto e ingresó a la Sinfónica de Coyoacán con la esperanza de acceder a una plaza con sueldo fijo y prestaciones. Sin embargo, para 2022, este contrato aún no se le ha concedido.

En este modelo freelance las orquestas pagan a los instrumentistas entre 500 y 800 pesos por servicio (ensayo o concierto), de manera que el pago cambia cada mes, con la posibilidad de ser nulo en caso de no haber actividades programadas. Aunado a esto, Escudero menciona que “nunca pagan a tiempo”. Por ejemplo, “en este año (2022) no me han pagado desde abril. También me deben enero, febrero y marzo de 2021”.

Para obtener un contrato de plaza definitiva es necesario postularse a una audición en la que participan entre 20 y 30 músicos, aunque sólo uno ocupará el puesto. Además de esto, aun cuando las mujeres ganan la selección, los prejuicios que relacionan el género con el desempeño musical prevalecen. Carla Torres, contrabajista de la Orquesta Sororidad, comparte: “Apenas hace una década escuché a un maestro decir que la sección de violonchelo de su orquesta sonaba bien, hasta que entraron mujeres; porque, según él, ellas le quitaron ‘carácter’ a la sección”.

Con la finalidad de elegir a los instrumentistas por sus aptitudes musicales y no por su género, en Estados Unidos se implementó el uso de cortinas en las audiciones en 1970. De acuerdo con la periodista Estefanía Camacho, en ese año las mujeres integraban un 5% de las orquestas de Chicago y gracias a esta práctica de audiciones a ciegas, este porcentaje aumentó a 21% en 1993.

No obstante, en la ronda final de la audición la cortina se elimina, de manera que el director de la orquesta pruebe cómo responden los finalistas a sus gestos e indicaciones para la interpretación. Que el jurado vea directamente a los ejecutantes en el momento definitivo de la elección sigue sin garantizar un procedimiento imparcial con respecto al género de los y las aspirantes.

En 2005 la musicóloga Regina Himmelbauer realizó un registro de la participación de mujeres y hombres en 35 orquestas representativas de Europa (27) y Estados Unidos (ocho). El promedio muestra que, en este panorama, la presencia de mujeres es de 26% contra 74% de varones.

Actualmente, la audición a cortina cerrada, salvo la última ronda, es una práctica común para ingresar a las orquestas. Por ejemplo, en la Orquesta Juvenil Eduardo Mata (OJUEM) se ingresa bajo este modelo de audición. Un conteo realizado para este reportaje arroja que, hasta marzo de 2022, había 17 hombres y ocho mujeres en la sección de violines (primeros y segundos), entre ellas Leonelys Sánchez. La violinista afirma en entrevista que participar como violín primero y concertino de la Orquesta Sororidad le permitió tener la experiencia de trabajar entre mujeres, contrastando así su experiencia en la OJUEM.

La otra cara de la moneda: cuando ser mujer es conveniente

Además de la escasa imparcialidad que enfrentan las mujeres para integrarse al ámbito orquestal, existe un estigma a superar sobre los instrumentos que las mujeres “deberían” preferir o ejecutar por su género. Cynthia Garduño, contrabajista, argumenta que “hay muchas personas que creen que los instrumentos tienen género, pero ¿cómo es un instrumento masculino? Pesado. ¿Y femenino? La flauta, el violín. Es absurdo”. 

Desde otro punto de la orquesta, Ana Emilia Castañeda, flautista de la Orquesta Sororidad, explica que en su sección la mayoría de atrilistas es de mujeres. Cuando un hombre se desempeña en este instrumento, alrededor hay comentarios discriminatorios. “De los hombres flautistas dicen: ‘es puto, es gay, es marica’. Eso, todavía, está muy arraigado”. 

Esta idea de instrumentos supuestamente femeninos y masculinos está presente desde la educación musical, pero desemboca en una noción más amplia donde existen fechas y ocasiones en las que resulta “conveniente”, para la agenda cultural oficial, contemplar proyectos gestionados por mujeres. Josefa de Velasco declara: “A veces no te dan el trabajo porque eres mujer, y a veces pasa al revés: necesitan ‘que sea mujer’ porque estamos en esta época”.

Designar espacios para las mujeres en fechas como el 8 de marzo o el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) es una solución temporal que no profundiza sobre lo que genera discriminación y violencia de género en las orquestas mixtas. Cynthia Garduño comenta: “Lo único malo es que esto nada más se hace cuando hay que conmemorar, o en marzo. ¿Cuáles son los cimientos o valores para que no se vea oportunista?”.

La apertura de espacios para mujeres, lejos de solucionar la desigualdad, coloca en el centro de la crítica a proyectos como los ensambles de mujeres, quienes son puestas a prueba para demostrar su capacidad. Ana Emilia Castañeda comenta: “He escuchado mucha gente con muchos prejuicios, como ‘va a sonar chafa porque es una orquesta de puras mujeres’; por eso surge esta necesidad de demostrar que lo puedo hacer igual o mejor que cualquiera”. 

Más aún cuando una mujer logra, a punta de esfuerzo, sus objetivos. Existe la creencia de que se le otorgan beneficios por su género. La contrabajista Alejandra Roque (quien también integró la Orquesta Sororidad) ocupa el puesto principal de la sección de contrabajos de la Orquesta Filarmónica del Estado de México tras acreditar su proceso de audición. Roque explica: “En mi orquesta nunca faltó el comentario de ‘estás de principal porque la directora es feminista’. Pero no, yo he demostrado mi capacidad como líder de sección”.

De este modo, para iniciar una trayectoria musical profesional, la primera barrera a superar son situaciones de desigualdad histórica respecto al género. Una vez dentro, el obstáculo es la falta de reconocimiento y los estigmas que alimentan el falso vínculo entre género y capacidad musical.

Visibilizar es lo primero, ¿qué sigue?

La directora Gina Enríquez recuerda que hace una década, durante un ensayo orquestal, recibió críticas sobre su aspecto físico, su edad y su música por parte de un ejecutante del ensamble. “Con el tiempo te vuelves dura, pero también te haces de la vista gorda porque tienes que seguir enfocada en el trabajo”. A la fecha no existen autoridades o departamentos dentro de las orquestas especializados en atender situaciones de esta índole.

No obstante, en una perspectiva general, la violencia de género (en sus múltiples formas) paulatinamente pasó de estar oculta a señalarse y castigarse, gracias a una constante lucha que empieza por reconocer su existencia. 

En su vida cotidiana, la flautista Ana Emilia Castañeda aprecia el esfuerzo de las mujeres involucradas en el feminismo, sobre todo de las más jóvenes: “Yo, a su edad, sólo sabía que existía el feminismo, y ahora que ellas lo visibilizan. Es bueno, porque ya es innegable que existe la violencia en muchos espacios”.

También en su cotidianidad, Alejandra Roque ha recibido comentarios sobre su físico, no sólo en las orquestas para las que trabaja sino en la calle: “Me han visto caminar con mi contrabajo y es motivo de burla; dicen: ‘Ay, está bien chiquita, pobrecita’. Pero otros dicen: ‘Amiga, estás bien fuerte, soy tu fan’. Una vez me dijeron: ‘Eres mi heroína’. Entonces es cuestión de quedarse con lo que te haga sentir bien”.

Ser mujer y desempeñarse en la música es sortear situaciones de este tipo. Sin embargo, Josefa Domínguez señala con emoción que “ver tocar a la Orquesta Sororidad te cambia el panorama; tanto a una niña que piensa que ella no podría tocar la tuba como a una mamá que piensa que su hija no debería de tocar la tuba. Me gusta dar ese mensaje”. 

Por su parte, Cristina Escudero concluye: “Yo creo que a mí me tocó ser esa persona que rompía paradigmas. Y ahora es bonito tocar una orquesta de mujeres, pero también se extraña la presencia de los hombres. Es como los vagones del Metro: qué padre, pero qué triste, a la vez, porque quiere decir que nunca aprendimos a respetarnos como sociedad”.