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El día que amaneció dos veces
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Foto: Eunice Adorno

Antimonumenta feminista: colectivas rebautizan la Glorieta de Colón

Marcela Vargas Reynoso, reportera y Rafael Lozano, estudiante / Corriente Alterna el 26 de septiembre, 2021

Ni el supuesto descubridor de América ni el rostro estilizado de una mujer indígena. La glorieta donde solía estar el monumento de Cristóbal Colón, retirado por el gobierno de la Ciudad de México unos días antes del 12 de octubre del 2020, ahora la ocupa una antimonumenta feminista: la silueta de una mujer con el puño en alto y la palabra “justicia” escrita en su espalda a modo de columna vertebral.

El sábado 25 de septiembre de 2021, colectivas feministas convocadas por la Antimonumenta “Vivas nos queremos” intervinieron este espacio –ubicado en la avenida más importante de la capital del país–, lo rebautizaron como Glorieta de las Mujeres que Luchan y colocaron ahí su propia estatua color violeta. Pintaron de gris las vallas que rodean la base de la estatua y escribieron sobre ellas los nombres de decenas de mujeres víctimas de feminicidio y víctimas de violencia de género, también de defensoras de derechos humanos, mujeres buscadoras, madres de víctimas de desaparición forzada y presas políticas.

“Este lugar es desde ahora la Glorieta de las Mujeres que Luchan”, anuncia el comunicado que compartieron en redes sociales las activistas que intervinieron el monumento. “Está dedicada a aquellas que en todo el país han sufrido y enfrentado violencias, represión, y revictimización por luchar contra las injusticias”.

Colectivas en Glorieta de Colón
Madres de personas desaparecidas y víctimas de feminicidio instalaron la “Glorieta Las Mujeres que luchan” en honor a todas las mujeres que con sus luchas han construido historia, en México. / Foto: Graciela López / Cuartoscuro.com

Antimonumenta feminista: “Nos queremos vivas”

Carolina, Diana, Fabiola y Didi recogen sus mochilas y se acomodan suéteres y abrigos para marcharse de la glorieta. La lluvia termina y ellas son de las pocas activistas que quedan en la antimonumenta feminista de la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Las cuatro pertenecen a la colectiva Sobrevivientes de Feminicidio en México y forman parte del grupo que intervino la glorieta. 

Visten principalmente de negro, todas con una pañoleta violeta en el cuello. Carolina, de 59 años, se cubre con una gabardina rosa mexicano y le sugiere a una reportera que se ponga su chamarra: empieza a hacer frío. Las demás le advierten a la reportera que evite poner su mochila en el suelo: los arbustos albergan “un montón de ratas”.

“No estamos aquí por gusto. Estamos aquí porque nos queremos vivas”, dice Fabiola, de 41 años. Hace exactamente un mes, el 25 de agosto, su agresor fue liberado por el Poder Judicial. Nadie le avisó y no tuvo oportunidad de tomar precauciones antes de su liberación. “Yo hoy temo por mi vida. Las sobrevivientes somos una crónica de muerte anunciada”.

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Las sobrevivientes de tentativa de feminicidio, explica Carolina, no cuentan con la visibilidad suficiente. “No aparecemos en ninguna parte, nadie nos cuenta. Gritamos ‘justicia para no morir’ porque sin justicia quedamos en la antesala del feminicidio”.

Acciones como la intervención de la ex-Glorieta de Colón buscan atraer atención a su causa y lograr que se refleje en políticas públicas. Que así como se sabe que cada día mueren en México aproximadamente 10 mujeres de manera violenta, se sepa también cuántas mujeres están en riesgo inminente porque su agresor no concretó sus intentos de feminicidio y continúa libre.

“Queremos que los casos tengan acceso a la justicia con debida diligencia y perspectiva de género”, agrega Carolina. “Queremos que no sigan escondiendo las agresiones contra nosotras en los delitos de ‘lesiones’ o de ‘violencia familiar’. Eso no nos protege”.

Por eso, agrega Didi, de 39 años, decidieron pronunciarse de esta manera: “Que quede presente de manera simbólica en nuestra mente, en nuestro corazón y en la glorieta”.

Sobrevivientes de feminicidio
Didi, Fabiola, Carolina y Diana, integrantes de la colectiva Sobrevivientes de feminicidio / Foto: Marcela Vargas

Una mujer para representarlas a todas

De lejos, la antimonumenta feminista de la Glorieta de las Mujeres que Luchan parece la silueta de una niña con cabello corto, el puño en alto y falda. Es completamente distinta en técnica, materiales y estética a Tlali, la cabeza colosal de una supuesta mujer indígena tallada en piedra por el artista Pedro Reyes y propuesta por el gobierno local para sustituir el monumento a Cristóbal Colón.

Más de 300 artistas e intelectuales manifestaron su rechazo con una carta abierta para la Jefa de Gobierno; cuestionaron la asignación de Pedro Reyes, un artista hombre que no se auto adscribe como indígena, para crear una figura que representaría a las mujeres indígenas.

Otra de las críticas a Tlali fue la elección de una mujer de un pueblo prehispánico del pasado para representar a la población indígena actual. Además, aunque la escultura pretendía ser la cabeza de una mujer Olmeca, su nombre era la palabra en náhuatl para “tierra”. “Cuando hablamos de la existencia de los pueblos indígenas y de su reconocimiento, tendríamos que hablar también de la pluralidad, la diversidad de estos pueblos y no de la universalización de uno solo para justificar el status quo de un régimen”, explica en entrevista la investigadora zoque Josefa Sánchez Contreras, experta en estudios mesoamericanos. 

antimonumenta feminista en Reforma
Foto: Eunice Adorno

Desde antes de la polémica por Tlali, grupos feministas criticaban el vínculo entre el colonialismo representado por Colón y el patriarcado. Durante distintas manifestaciones, la estatua de Cristóbal Colón ya había sido grafiteada y hasta intentaron derribarla, como también ha sucedido en otros países con figuras históricas con pasado esclavista. Este año, la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan avivó el debate.

Explica Sánchez Contreras:

–Todas estas discusiones no pueden eclipsarse por una escultura que supone honrar a pueblos vivos que están afrontando una pelea muy fuerte frente a un estado que respalda a las empresas transnacionales, a las empresas canadienses, a las empresas energéticas, a los megaproyectos.

Ante la presión, la jefa de gobierno dio marcha atrás a Tlali. Será el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la capital del país el que decida quién y qué obra se realizará para ocupar el hueco que dejó Cristóbal Colón.

Las feministas se le adelantaron. En un comunicado en redes sociales el día de la intervención, las colectivas se refirieron a Tlali como un “intento de imposición de una figura que no representaba nada ni a nadie”. Ahí mismo explicaron que la responsabilidad de elegir la escultura que sustituirá oficialmente a Colón permanece en manos de las autoridades pero, pase lo que pase, ellas ya rebautizaron la glorieta.

“La Glorieta es de todas las mujeres que con sus luchas han construido nuestra historia, las que sostienen este país con dignidad”, se lee en la publicación en Facebook. 

Para Carolina Rodríguez, de la colectiva Sobrevivientes de feminicidios, la antimonumenta feminista es la mejor manera de englobar a mujeres tan diversas. “La violencia la vivimos las mujeres indígenas, afrodescendientes, con discapacidad, rurales, urbanas, de la tercera edad, las jóvenes, las niñas. No hay mujer en este país que no sufra violencia”, dice la activista. 

“Las mujeres estamos en pie de lucha”

“Estamos en pie de lucha contra todas estas violaciones a los derechos humanos”, dice Sofía, de 48 años, integrante del Colectivo Libertario Zapata Vive. Asegura sentirse orgullosa de participar en la intervención de la antimonumenta feminista. 

Es una mujer menuda, de alrededor de metro y medio de estatura. Su mirada desafiante enmarcada en sombra violeta y delineador negro es lo único que se ve de su rostro, protegido de una lluvia ligera con una cachucha blanca; su cubrebocas negro está manchado de la pintura rosa con la que intervino la glorieta. 

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Originaria de Ometepec, en la Costa Chica de Guerrero, escribió en una de las vallas el nombre de Kenia Hernández Montalván, su compañera de lucha presa desde octubre del 2020 en un penal de Morelos.

“Hicimos una pinta exigiendo la libertad de Kenia, quien está encarcelada injustamente y se le ha negado el derecho a la salud”, explica Sofía. “Siguen violentando sus derechos en prisión porque no es una mujer sumisa. Es una mujer valiente”

Además de pertenecer al colectivo Zapata Vive, la abogada y defensora de derechos humanos Kenia Hernández Montalván es una de las dirigentes del Movimiento Nacional por la Libertad de los Presos Políticos. Fue detenida en octubre de 2020 en la caseta de Amozoc, Puebla y tiene abiertas tres carpetas de investigación en su contra por delitos como robo agravado y obstrucción de vías públicas. Su defensa asegura que las acusaciones se tratan de una persecución política por su activismo social.

“Aquí se plantó un monumento sencillo pero muy simbólico para las mujeres que luchamos y acompañamos a otras activistas que han sido reprimidas, violentadas”, agrega Sofía. Le preocupa que la pinta y la manta con el rostro de Kenia que colgó de una de las vallas no duren mucho tiempo en su sitio. “Simplemente queremos justicia en todos los aspectos de la violación a los derechos de las mujeres”.

Defensoras de derechos humanos en la Glorieta de las Mujeres que Luchan
Sofi, integrante del Colectivo Libertario Zapata Vive. / Foto: Marcela Vargas

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“Se interviene el espacio público para que sea visible desde todos los puntos, por toda clase de personas, de todos los lugares, de todos los rangos, de todas las etnias y todas las clases sociales”, dice Diana, de 30 años. “Que todos vean que aquí hay un verdadero problema y que no se minimice. Nos van a ver juntas y nos verán aquí y en muchas partes de la ciudad y en otros estados, porque necesitamos que nos escuchen”.

“Nos van a ver juntas”, repite Fabiola y agrega: “Las redes se están tejiendo, cada vez las mujeres tenemos más claro que solo juntas vamos a avanzar”.

Carolina, Diana, Fabiola y Didi se despiden y caminan hacia el sur de Paseo de la Reforma. Mientras las activistas se alejan, un par de jóvenes se acerca a la antimonumenta feminista a curiosear. La mujer le pide a su acompañante que la fotografíe frente al letrero que rebautiza a la glorieta. Posa retadora, empoderada. Tres horas después, a las nueve y media de la noche, el gobierno local ya habrá mandado repintar las vallas, borrando los nombres de las víctimas y de las mujeres activistas.