El pasado 8 de marzo de 2021, más de 20 mil manifestantes se unieron a la marcha feminista en la Ciudad de México. Menos de la mitad que el año pasado a causa de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, la ola violeta que esta vez recorrió las calles de la capital estuvo marcada por la pluralidad. Mujeres de todas las edades, de distintas clases sociales y orientaciones sexuales demostraron juntas que el reclamo por equidad y justicia es tan diverso como incontenible.
“Que se sepa a nivel internacional que a las feministas les mandan operativos ilegales en la noche y a los pinches violadores les dan candidaturas”, grita una joven a través de un megáfono en la Plaza de la República.
Viste casi completamente de negro: las botas estilo combate, las medias, los shorts de mezclilla desgastados, una playera y el pasamontañas; a color porta un paliacate verde atado alrededor del muslo derecho y otro morado en la muñeca.
Es una de las activistas que arengan a los contingentes reunidos a las 2:30 de la tarde en el Monumento a la Revolución, el punto de partida para la marcha feminista rumbo al Zócalo por el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2021. Se refiere al cateo en una casa de activistas en Polanco durante la noche del 7 de marzo, en la que la policía supuestamente sembró bombas molotov y bolsas de mariguana, y el respaldo del presidente Andrés Manuel López Obrador al precandidato a la gubernatura de Guerrero por el partido Morena, Félix Salgado Macedonio, quien tiene dos denuncias por violación y tres por acoso sexual.
“Esta generación viene a quemar a pedófilos, a violadores y a feminicidas”, grita la encapuchada. Su voz y sus palabras denotan juventud. Debe rondar los 25 años de edad.
La rodea un círculo de mujeres que corean “¡Justicia, justicia!” y sostienen pancartas con consignas feministas. Desde niñas de siete u ocho años hasta señoras de la tercera edad que no quieren platicar con los medios por temor a que sus hijos las vean en casa y las regañen “por andar de revoltosas”.
La mayoría usan cubrebocas. Algunas portan paliacates verdes, morados y rosados sobre el rostro. Otras protegen su identidad con capuchas oscuras, goggles de esquiador y pasamontañas.
“¡Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio!”, grita la joven al centro del círculo. Redoblan los tambores y las mujeres a su alrededor arrojan gritos de guerra, como en las escenas de las películas de vaqueros cuando una tribu salvaje se prepara para pelear.
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Viridiana, bombera
A un costado del Monumento a la Revolución, un grupo de bomberas observan al contingente recargadas en las jardineras. Entre ellas está Viridiana, de 33 años, con el rostro cubierto por un pasamontañas debajo del casco. Además de su uniforme negro, trae un pañuelo morado alrededor del cuello. Un guiño solidario desde el lado de la autoridad hacia las manifestantes de la marcha feminista.
“En realidad nosotras apoyamos el movimiento”, cuenta Viridiana. “Siempre y cuando sea resguardando la vida, los bienes, que no haya personas lesionadas”. Es una de los dos mil 700 elementos de seguridad desplegados por el gobierno de la Ciudad de México alrededor de la marcha.
Viridiana quiere “que no tengamos miedo de ser mujeres, porque prácticamente todas hemos sufrido acoso”. Sus compañeras la miran atentas, pero al igual que sucede con las manifestantes, el pasamontañas que resguarda su identidad también oculta su reacción a las palabras de la bombera.
Soy madre de Pamela Gallardo
“Soy madre de Guadalupe Pamela Gallardo Volante, en desaparición”, explica en entrevista. “Marcho por ella, por todas las mujeres en libertad, por todas las que seguimos en la violencia institucional”. Pamela, de 22 años, desapareció la noche del 5 de noviembre de 2017 en la alcaldía Tlalpan, en dirección al Ajusco. Su familia lleva tres años buscándola, sin apoyo de las autoridades.
“Camino con ellas y caminan conmigo”, agrega Volante Velázquez, alzando la voz para que sus compañeras la escuchen también. Tiene una audiencia cautiva. “No es nada más Pamela la desaparecida, hay millones en la Ciudad de México desapareciendo. Hay mujeres que son violentadas y sus agresores no han sido castigados por la ley. ¡Seguiremos en esta lucha para encontrar nuestra justicia y nuestra verdad!”.
La familia
“Marché para apoyar a todas las mujeres”, dijo Karen, de 27 años, vestida de negro y con un paliacate morado alrededor del cuello. “Muchas son silenciadas. No hay justicia aquí”. Iba acompañada por siete mujeres, cuatro de ellas menores de edad, incluida su hija de dos años, a quien llevaba en brazos. Todas iban uniformadas con los colores de la marcha feminista: negro, morado, verde. Todas eran familia.
“Se siente muy bonito que entre nosotras nos apoyemos. En nuestra familia la mayoría somos mujeres y hemos sufrido acoso o incluso malos tratos de nuestros maridos por el machismo. También por eso estamos aquí”, concluyó.
Las calles, las redes
Las primeras movilizaciones digitales feministas del día se dieron desde las siete de la mañana, durante la transmisión en línea de la conferencia diaria del presidente López Obrador. El espacio dedicado a los comentarios de la audiencia se llenó de mensajes con las consignas “Un violador no será gobernador”, “Ni una más” y “Vivas nos queremos”, además de decenas de corazones morados y verdes, colores que simbolizan la lucha feminista y la despenalización del aborto, respectivamente.
Otros espacios virtuales también se pintaron de morado, como el videojuego de simulación social Animal Crossing. Ahí, un grupo de jugadoras creó un entorno lleno de consignas y pancartas para quien deseara unirse.
Por otra parte, Twitter, Instagram y Facebook se llenaron de selfies de mujeres con las pancartas que les hubiera gustado llevar a la marcha. Entre ellas, muchas de personal médico que no pudo acudir porque se encuentran atendiendo la emergencia sanitaria.
“Decidimos este formato ya que todas nos encontramos de manera directa o indirecta en la lucha contra la Covid-19”, explica la colectiva Médicas Verde Violeta en entrevista. Son un grupo integrado por personal de salud de toda la República Mexicana. Su actividad consistió en que las mujeres se tomaran una foto con un estetoscopio y un distintivo morado o verde, más un cartel expresando lo que quisieran.
Médicas Verde Violeta se solidarizó con el movimiento porque sus integrantes reprueban la violencia institucional que viven todas las mujeres mexicanas. Sobretodo, buscan que los derechos de las médicas y las pacientes sean respetados. Consideran que “es momento de ponerle un alto a esas violencias y también de las violencias que ejercen o ejercemos contra las pacientes mujeres”.
Algunas acciones convocadas online también tuvieron factores presenciales, como la propuesta por el colectivo Lado B de la Orden con los hashtags #LasCallesTambiénSonNuestras y #TomaLasCallesNoCalles. Esta movilización consistió en renombrar las calles de diferentes ciudades del país con nombres de mujeres, desde académicas, escritoras, artistas y periodistas, hasta activistas por los derechos humanos y mujeres víctimas de feminicidio o desaparición.
Entre los nombre rescatados se encuentran el de la activista Marisela Escobedo, las escritoras Mariana Enríquez, Fernanda Melchor y Rosario Castellanos y la periodista Miroslava Breach, entre otras.
La iniciativa buscaba ser una actividad sencilla a la que cualquiera pudiera unirse sin tener que desplazarse de su localidad. “El espacio urbano no está diseñado para nosotras y parece que no somos vistas en él —dice Vanessa Romero, integrante de Lado B—, esta movilización invita a apropiarse de lo público, resignificar en donde vives, darle visibilidad a las mujeres”.
A pesar de que la conducta de modificación de la nomenclatura de las calles puede ser penada, el colectivo consideró que era el único día en el que podían hacerlo, pues “el riesgo era mínimo ya que el gobierno se iba a enfocar en conductas más violentas”.
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El muro
Alrededor de las cinco de la tarde, decenas de manifestantes golpeaban el cerco con palos y martillos con la furia de las feministas por las 11 mujeres asesinadas cada día, por la triple jornada laboral que se recrudeció durante la pandemia, por las 98 de cada cien mujeres que no logran una resolución a su favor en una denuncia por violencia de género.
Desde atrás del muro volaron hacia ellas latas que exhalaban humo verde que causaba irritación en la garganta y ardor en los ojos. Cuando lograban zafar una de las planchas, recibían humo blanco de extintores directo en la cara. El Zócalo se llenó de bruma. Algunas colectivas atendían a las afectadas y les lavaban el rostro con agua y pepto bismol, remedios caseros para contrarrestar los efectos de los gases lacrimógenos.
Autoridades capitalinas niegan haber utilizado químicos de este tipo para repeler a las manifestantes. Sin embargo, la Brigada Marabunta denunció el uso de estos gases ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Al día siguiente, el presidente López Obrador criticó públicamente a Marabunta y acusó a su trabajo de tener “mucha falsedad, mucha hipocresía, mucha manipulación”.
*Con información de Dulce Soto, reportera