Solo cuando habla deja de bordar. Eréndira Ornelas tiene entre sus manos una servilleta donde se adivina un diseño de flores; su aguja se clava, entra y sale por la tela en un ir y venir que se detiene cada que responde una pregunta. Dice que empezó con lo del bordado hace cuatro años con mujeres de Guanajuato: servilletas, cojines, sábanas. Entonces estudiaba antropología y escribía “Los hombres al arado y las mujeres a las tortillas”, tesis de licenciatura en la que explora el trabajo diferenciado por género en la comunidad de El Naranjillo, municipio Juventino Rosas, en Guanajuato.
–Me interesaban las historias de las mujeres . Yo hacía todas las actividades que ellas hacían y una de ellas era bordar. Conseguí mi tela, mi bastidor, todo.
Hace dos años Eréndira coordinó un taller a distancia a mujeres que buscaban personas desaparecidas. En 2021 el taller fue presencial. Entre el 10 y 25 de octubre pasado Eréndira acompañó las jornadas en el estado de Morelos de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, una iniciativa que desde hace seis años articula a las y los familiares que buscan, con sus propios medios, a seres queridos desaparecidos.
Cuenta que quienes participaron en aquel taller de bordado convirtieron la actividad en una herramienta de acompañamiento y memoria. Lo mismo le había ocurrido a ella unos años antes: con las mujeres de El Naranjillo aprendió que, sobre todo, bordar se trata de un acto de escucha y compañía. Por eso, durante el trabajo de la brigada, en medio de largos días de cansancio físico y dolor emocional, reunirse a bordar en un espacio común se convirtió en un ritual íntimo de escucha, donde se pudo hablar de aquello que, de otra manera, hubiera quedado en silencio.
–Luego piensan que, si estás bordando mientras alguien te habla, no estás escuchando, ¡y no! –dice Eréndira–. Hay quienes, cuando bordamos, ponemos más atención.
Más que escuchar
Antropóloga y bordadora, Eréndira Ornelas se define también como “acompañante solidaria”. Ese es el papel que cumple en la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas desde hace tres años.
En 2014, Eréndira formaba parte de la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta, una organización que acompaña a defensores de derechos humanos y activistas en todo tipo de situaciones de riesgo; sus integrantes son hoy célebres por convertirse en escudos humanos durante los enfrentamientos en manifestaciones por todo México. Fue con ellos que conoció las historias de algunas familias de los 43 normalistas de Ayotzinapa, víctimas de desaparición forzada en septiembre de ese año.
Por aquellos días, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) documentó 4,865 personas desaparecidas. La cifra no ha dejado de crecer: desde 2006 hasta el 31 de junio de 2021 se contabilizan 87,855 personas desaparecidas en México.
Entender la dimensión de la violencia fue lo que llevó a Eréndira a sumergirse en el universo de la desaparición en la historia reciente del país.
En estos tres años de acompañar a las familias durante las jornadas de búsqueda en Guerrero, Veracruz y Morelos, Eréndira ha logrado entender y definir su propia labor como acompañante, que además de “escuchar” consiste en procurar el cuidado de quienes atraviesan procesos dolorosos; un simple masaje o alguien que lave los trastes puede significar mucho durante los días de búsqueda.
En el taller que Eréndira preparó para la última Brigada Nacional de Búsqueda se propuso enseñarles a las familias a transferir una fotografía a una tela y bordarla. Quienes participaron imprimieron las fotografías de sus seres queridos en manta e intervinieron la imagen con puntadas de colores que dejaban huella del cariño hacia su ser querido.
–En la historia de la desaparición forzada en México la fotografía es muy importante para las familias: el retrato de su familiar es casi, casi, su camino –dice Eréndira.
Ejemplo de esto es Te encontré en mis recuerdos, una pieza creada por Maryté Valadez, fundadora del colectivo Guerreras Buscadoras de Sonora y hermana de Fernando Valadez, pescador y soldador desaparecido el 11 de agosto de 2015 en Guaymas, Sonora, antes de cobrar el dinero de un cheque que usaría para comprar equipo de pesca.
En una tela de manta, con hilos de diferentes tonos de azul, verde y naranja y con puntadas “en cadena” y “punto atrás”, Maryté retrató a su hermano , a quien no le gustaban las fotos y, rara vez, sonreía. Fernando vivía cerca de la playa. La pieza está decorada con elementos que recuerdan a la costa sonorense: tres olas bajo el sol, un cactus floreciendo, un par de caracoles, una concha y una estrella de mar. Para Maryté, pensar en el mar es pensar en su hermano.
Junto a esta obra, se exponen dos más en los muros de Casa Seminario 12, espacio ubicado justo detrás de la Catedral Metropolitana, en el Centro Histórico de la capital. Chelita, otra buscadora, bordó los nombres de 12 personas que, el año pasado, fueron encontradas e identificadas en las fosas de Yecapixtla, en Morelos. Y Marta Martínez, también buscadora, imprimió sobre tela la foto de su hermano Juan Carlos Martínez Hernández, desaparecido el 1 de abril de 2017 en San Luis Potosí. Bordó el siguiente mensaje: “Qué difícil es dormir cuando la mente no se calla”.
–Si porque ahora la desaparición está en un museo hay quienes sí le van a poner atención… si solamente así, pues está bien –considera Eréndira–. Entonces les llevamos al museo todos los nombres y rostros de los desaparecidos.
Bordado: una forma de zurcir heridas
El momento de bordar era la noche. Luego de las largos días de faena, quienes tomaban el taller de Eréndira se encontraban para bordar juntas, compartir su dolor pero, sobre todo, descansar e incluso divertirse. Hubo quien dejó de esperar la noche y comenzó a llevar el bordado a las búsquedas.
Algunas de las participantes se dieron la oportunidad de volver a bordar después de muchos años de no hacerlo; otras lo descubrieron allí, en esos días. Comenzaron a usarlo para encontrarse y hablar de cualquier tema, más allá de las búsquedas.
En principio, recuerda Eréndira, la idea de ofrecer un taller de bordado surgió porque las familias buscaban una alternativa económica. Una de las principales consecuencias de la desaparición forzada es que las búsquedas demandan mucho tiempo y las familias no pueden continuar con una vida laboral mientras se dedican a investigar, hacer diligencias, búsquedas y trámites.
–Muchas ya no pueden trabajar o pierden su trabajo. Entonces se dedican a trabajos autogestionados, cosas que les permitan tener tiempo para dedicarse a la búsqueda –comparte Eréndira.
Con los días, las familias entendieron que bordar era algo más. Eréndira recuerda con seriedad a Maritza, una buscadora que tomó el primer taller virtual en 2020 y quien llegó a decirle que “bordar había significado asumirse como alguien más que sólo una víctima”.
Frente a las diligencias sin éxito, a los intentos de hablar con autoridades indiferentes, después de enfrentar la lenta burocracia que rodea las investigaciones judiciales, bordar puede ser más que un respiro. A través del bordado, hay quienes se descubren como personas capaces de construir algo bello, de crear.
El 4 de febrero de 2019, a pocos meses de haber asumido la presidencia, Andrés Manuel López Obrador declaró en conferencia matutina su compromiso por hacer todo lo humanamente posible en la búsqueda de desaparecidos. Subrayó que no faltarían recursos y que habría voluntad por parte de su gobierno para resolver el tema de las desapariciones.
A casi tres años de esta declaración ninguno de sus compromisos ha sido cumplido. El año pasado, la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas se llevó a cabo pese al recorte de 75% al presupuesto asignado a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), la institución que apoyaba económicamente a las familias buscadoras. La realización de las brigadas es posible, además, porque las familias recaudan fondos o costean sus propios traslados y comidas para participar.
No sólo las desapariciones han aumentado durante la actual gestión, según cifras de la RNPED; tampoco han existido resoluciones judiciales satisfactorias para las familias que, además de encontrar a sus seres queridos, buscan respuestas.
El pasado 13 de diciembre durante la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, un contingente de buscadoras y colectivas de Guanajuato, acompañadas de la Brigada Marabunta, descargaron varios costales de tierra frente a Palacio Nacional para simular una fosa clandestina. “Si Andrés Manuel no va a las fosas, las fosas vienen a él”, era la consigna para exigir al ejecutivo federal que reconociera su responsabilidad por la crisis de desapariciones durante su mandato.
A unos metros de Palacio Nacional, en Casa Seminario 12, Eréndira recuerda que cada desaparición deja a las familias como tejidos rotos. Pero que también hay espacio para coser esas heridas.
–Yo me quedo con el amor que ellas ven en sus bordados –dice Eréndira–. Es tan importante los colores e hilos que decidieron usar, que más allá de formar parte de una exposición dentro de un museo, ese bordado demuestra el amor que tienen por esa persona, toda su lucha.
*Este trabajo se desarrolló con la mentoría de Carlos Acuña durante el tercer taller de inducción al periodismo de investigación, de la Unidad de Investigaciones Periodísticas de la UNAM / Corriente Alterna.