En contextos adversos, tres referentes latinoamericanos defienden el derecho a la libertad de expresión a partir del periodismo y el cine documental.
Ejercer la libertad de expresión en Latinoamérica es caminar por un campo minado. Además de los problemas documentados por la organización independiente Committee to Protect Journalist (CPJ) —encarcelamiento, desaparición y asesinato—, se suman problemáticas sociales y políticas que fomentan el desplazamiento forzado de periodistas entre países del centro y sur de América.
En 2022, Reporteros sin fronteras cataloga como “difícil” el ejercicio de la libertad de expresión en países como El Salvador y México, que ocupan los sitios 112 y 127 en su ranking de Libertad de prensa. Muy lejos de Noruega, Dinamarca y Suecia, que tienen los primeros sitios.
Sin embargo, no son los únicos países del subcontinente con serias dificultades. Debajo están Venezuela (159) y Nicaragua (160), que tienen a la prensa en situación “muy grave”, al igual que Honduras (165) y Cuba (171), país latinoamericano ubicado en el último puesto. En síntesis: en los últimos años, la libertad de prensa en América Latina ha ido en detrimento.
La situación de México se concreta en una cifra: 153 periodistas asesinados desde el año 2000 hasta abril de 2022. A pesar del riesgo, es un país en el que se refugian periodistas del centro y sur de América, donde las cifras aparentemente reflejan que no hay represión contra la prensa; pero es, en realidad, producto de los límites de la libertad de expresión establecidos en distintos países en los últimos años.
La documentalista salvadoreña Marcela Zamora Chamorro teme por su vida y la de su familia a causa de las medidas restrictivas que instauró en 2019 el gobierno de Nayib Bukele. Darío Alemán, por su parte, realiza entrevistas y recopila información vía remota, debido a la nula transparencia oficial y el restringido acceso a internet en Cuba. Alberto Barrera Tyszka declara que Venezuela “se ha vuelto una dictadura” que “construye espacios” en los que la prensa funciona para dar legitimidad al gobierno de Nicolás Maduro.
Corriente Alterna entrevistó a estos comunicadores que, en contextos adversos, aún defienden el derecho a la libertad de expresión con las herramientas del periodismo y el cine documental.
El miedo y el autoexilio
Marcela Zamora Chamorro es una periodista y cineasta salvadoreña-nicaragüense. Con 42 años de edad, se ha consolidado como una de las principales voces del cine documental latinoamericano. Desde sus inicios, en 2007, Zamora se ha preocupado por retratar con su trabajo la defensa de la libertad de expresión.
En entrevista, habla de lo que llama la “aventura al lanzarse contra las fuerzas políticas y del poder”, un camino en el que ha descubierto el miedo, aquel que —señala— no aparece de inicio sino en el proceso de construcción y maquinación del discurso audiovisual. “Se sabe que el riesgo está implícito al elegir los temas de investigación. Pero el temor real se materializa a la hora de mostrarlo al público”, advierte.
La violencia no la ha tocado directamente, pero es consciente del peligro que representa documentar la violencia y la desigualdad social, riesgo que se agravó cuando llegó a la presidencia de El Salvador Nayib Bukele, en junio de 2019.
“Comenzó una violación directa contra la libertad de expresión. Es la primera vez que siento miedo, que me siento amenazada”, confiesa.
Marcela se resiste a abandonar su segunda patria, El Salvador. En este país nació su padre, quien se exilió en Nicaragua en los años 80 y regresó años después para ser candidato presidencial de la izquierda postulado por el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
“Fuera del drama de que me maten o me metan a la cárcel, le temo a un país en el que no hay instituciones. Este gobierno está apretando cada vez más la tuerca en relación con el respeto de los derechos humanos. Las violaciones a los derechos humanos están llevadas al límite. Sin libertad de expresión, El Salvador es un país de mentiras”, señala.
Para ejemplo, en enero de 2021 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) adoptó la resolución 12/2021 que establece la adopción de medidas cautelares para preservar la vida y la integridad de 34 miembros del periódico digital El Faro, tras una denuncia por intervención telefónica a, por lo menos, 22 de sus colaboradores.
De igual manera, el gobierno de los Estados Unidos expresó, el pasado 10 de abril, su preocupación por la aprobación e implementación de la reforma al Código Penal que busca criminalizar la cobertura periodística sobre temas relacionados con las “pandillas” o mara salvatrucha.
Ante las condiciones en las que se ejerce el periodismo en El Salvador, la autora del documental Los ofendidos (2016) considera que la única salida razonable sería el autoexilio como mecanismo de protección. Pero tratar de entender el fenómeno del autoexilio en la actualidad le resulta un completo misterio. No logra comprender en qué momento las cosas cambiaron tanto de rumbo.
“Quizás debería quedarme y resistir”, dice con un tono de seguridad que dura sólo segundos; se tambalea, como si su mente buscara ordenar todos sus recuerdos. “En El Salvador estamos esperando que le pase algo a alguien para salir. Pero es que no debería ser así”, reflexiona. Su mirada se pierde y su voz se quiebra. Recupera el aliento: “La verdad no sé cómo llamarle a esto. No sé si llamarle autoexilio, no sé si llamarle exilio. No sé”.
En búsqueda de la libertad
A sus 27 años, Darío Alemán, originario de La Habana, Cuba, ha construido una amplia trayectoria periodística a través de medios independientes, es decir, aquellos que informan con sus propios recursos y que no cuentan con el apoyo del gobierno. Es reportero de El Estornudo, una revista digital cubana que nació bajo este modelo.
Darío comparte lo complejo que es tener acceso a información independiente del Estado. Para poder leer El Estornudo en Cuba, es necesario usar una conexión VPN (una Red Virtual Privada que permite acceder a información no disponible desde el acceso público), pero la mayoría de la gente no cuenta con este tipo de internet; usan el que ofrece el gobierno, principalmente para hablar con sus familiares en el extranjero y revisar sus redes sociales.
El periodista describe a Cuba como una olla exprés que se abre lo mínimo para liberar presión justo antes de estallar. Hay medios como el periódico Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores que son gestionados por el Estado y aparentan libertad de prensa, mientras que los periodistas de medios independientes suelen ser perseguidos y, a veces, encarcelados.
Recuerda que en 2017, cuando empezó su carrera como reportero de esta revista digital, en un interrogatorio un policía le dijo: “Nosotros, por lo menos, no te metemos un tiro entre ceja y ceja. Agradece que no somos una dictadura, somos una dictablanda”.
—¿Cómo se vive en Cuba siendo periodista independiente? —se le pregunta al reportero.
—Cuba es un sistema panóptico. No sólo temes al que está en la torre central, le temes a cualquiera. En el mismo barrio hay una actitud hostil hacia nosotros porque los medios oficiales venden la idea de que nuestro objetivo como periodistas independientes es una invasión militar.
Aunque hay un incremento en el número de egresados de la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana que tenderían a ejercer el periodismo —en 2019 se graduaron 136 personas; en 2020, 180, y en 2021, 302—, Darío señala que no hay muchos jóvenes comprometidos con el periodismo independiente. Ante esta situación la apuesta ha sido profesionalizar activistas.
Al respecto, dice que aunque la mayoría de los activistas no tiene formación universitaria ni como periodistas, “han hecho muy buen trabajo a la hora de firmar periodismo ciudadano”. Él cree que la permanencia de los activistas en Cuba ha compensado la carencia de profesionales del periodismo ante la necesidad de información independiente al Estado.
Quienes optan por el camino de la independencia suelen dejar el país. En 2018, él mismo salió de Cuba para construir su carrera periodística con mayor libertad.
Los periodistas fuera de Cuba continúan desarrollando estrategias como entrevistas remotas y vías no oficiales para acceder a los testimonios. La esperanza para Darío es que “cuando llegue la democracia a Cuba va a haber medio siglo historias escondidas que, por fin, vamos a poder sacar a la luz”.
Censura y redes sociales
Alberto Barrera Tyszka es un poeta y periodista venezolano con más de 12 años de radicar entre México y Venezuela. Sentado en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, en entrevista realizada el pasado 20 de abril de 2022, recalca que “la libertad de expresión es un asunto del periodismo” y que para entender el alcance de este derecho, cada persona debe comprender el contexto de su país.
Pone como ejemplo a Olga Mata, una venezolana de 72 años que subió un video en TikTok en el que bromeaba sobre personajes de la política. A Mata, vestida de cocinera, se le ve ofrecer a su audiencia arepas, un platillo tradicional de Venezuela, a las que puso nombres con doble sentido. Una de ellas, rellena de mortadela —palabra que se usa para hacer referencia a la muerte—, la llamó “Hugo Chávez”, como el presidente que gobernó al país de 1999 hasta su muerte en 2013. Por esto, Olga fue detenida y acusada de “promoción e incitación al odio” el pasado 18 de abril.
Según la organización no gubernamental Un Mundo Sin Mordaza, el gobierno ha limitado el ejercicio de la libertad de expresión en Venezuela desde que Maduro asumió el mando en 2013. El 93% de los habitantes considera que no pueden ejercer libremente este derecho. Tan solo el año pasado documentaron 42 “incidentes” —incluyendo detenciones arbitrarias— contra periodistas y ciudadanos que apelan al acceso libre a la información.
Además, el gobierno venezolano limita la distribución de papel, lo que ha hecho desaparecer más de 100 medios impresos en la última década, obligando a trasladar la labor informativa al mundo digital. Así, el uso de redes sociales se ha convertido en una herramienta clave para compartir información.
Barrera Tyszka llama a vincular el análisis de la libertad de expresión con el advenimiento de las redes sociales: “Estamos en un momento donde las sociedades tienen el mismo problema de censura como cuando existían las dictaduras latinoamericanas”. Se refiere a que los gobiernos utilizan las redes para regular contenidos a partir de la dicotomía “Like/Dislike” y así limitar la difusión de información y promover la autocensura.
El autor de Patria o muerte (España-Tusquets Editores, 2015), libro que narra las inquietudes de un oncólogo jubilado que aborrece la práctica política de su país, afirma que la falta de representatividad dentro del poder político ha minado la libertad de expresión. “Se habla de populismos cuando, en realidad, lo que se está constituyendo son sistemas autoritarios”, comenta en entrevista para Corriente Alterna.
En la investigación “La orquestación del silencio”, el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) de Lima, Perú, señaló como problemas fundamentales del ejercicio periodístico la falta de medios de información confiables y los constantes ataques a la prensa libre. En este sentido, el escritor de 62 años dice que en la actualidad “los gobiernos autoritarios ya no necesitan censurarte, la estrategia es la de invisibilizar”.
Este nuevo método, señala el autor de Hugo Chávez sin uniforme (Madrid–Debolsillo, 2004), incluye el ataque a la imagen pública de cualquier ciudadano que sea considerado indeseable para el gobierno.
“Es muy fácil descalificar la opinión de los otros. Así que debemos de reflexionar sobre las implicaciones que tiene el respetar la palabra de los demás”, concluye Tyszka.
Construir un nuevo periodismo
En contextos adversos, la curiosidad sigue siendo el motor que hace que el periodismo subsista. Darío Alemán dice que la resistencia viene de ahí, pero también de consolidar alianzas con colegas de diversas regiones y formaciones para mejorar las distintas realidades del gremio.
Marcela Zamora nos recuerda el binomio libertad de expresión y democracia: “No pueden existir el uno sin el otro”. Además, enfatiza que en el camino de construcción de mejores realidades, se debe recordar la importancia de la equidad y, para ello, advierte: “Es importante escuchar las voces de las mujeres, pero es igual de importante escuchar las voces de los hombres. Necesitamos instituciones que nos apoyen, que nos representen, que nos defiendan, que nos protejan. Ese es nuestro objetivo en común”.
En esa línea, Barrera insiste en que, ahora más que nunca, la defensa de la libertad de expresión debe comenzar por la protección y reconocimiento del otro, pues “esto es una lucha de grupos y de colectividades, no de individualidades”.