El 17 de junio de 2021, la Secretaría de Salud federal anunció que la Ciudad de México volvía a semáforo epidemiológico amarillo. Con eso, se frenó el regreso a clases de guarderías y estancias infantiles privadas, que permanecen en la incertidumbre tras 15 meses cerradas.
A Jazmín Ramírez, de 35 años, le urge reorganizar sus tiempos después de más de un año de encierro. Se le iba la vida entre atender las clases virtuales de su hijo, sus horas de oficina en una dependencia de gobierno y los cuidados del hogar.
—En cuanto me dijeron que iban a regresar a la escuela, fui feliz —dice en entrevista—. Trabajo de nueve de la mañana a seis treinta de la tarde; pero, ahora, por el tiempo que le dedico al niño, me voy desconectando hasta las ocho o nueve de la noche.
Las guarderías y estancias infantiles privadas permanecieron cerradas durante el confinamiento en la capital, aunque a nivel nacional las reconocieron como actividades esenciales en mayo de 2020. La Asociación de Guarderías Privadas de la Ciudad de México presentó un amparo en febrero de 2021 para que se respetara esa condición y pudieran abrir. También solicitó un diálogo con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Los procesos no prosperaron y permanecieron cerradas hasta el 7 de junio. En esa fecha inició el regreso a clases escalonado en la capital del país. Dos semanas después volvió a suspenderse.
El cierre de guarderías y estancias afecta especialmente a las mujeres que, además de tener un trabajo remunerado, se encargan del mantenimiento del hogar. Se triplicó su jornada laboral.
La escuela del hijo de Jazmín es flexible con los horarios, pero cuando ella no logra posponer alguna actividad del trabajo, prefiere que el niño pierda la clase porque no puede atenderla con él.
En siete de cada diez hogares mexicanos, el cuidado de la infancia recayó en las mujeres; en seis de cada diez, las mamás fueron las principales encargadas de acompañar a hijas e hijos en sus clases a distancia, según la encuesta ENCOVID-19 Infancia, realizada en 2020 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en colaboración con el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (Equide) de la Universidad Iberoamericana.
El hijo de Jazmín volvería al plantel el lunes 21 de junio, dos semanas después de la fecha autorizada por el gobierno capitalino. Desde finales de mayo, la comunidad de la guardería a la que asiste en la alcaldía Azcapotzalco se preparaba para el regreso. Mamás y papás asistieron a las sesiones de “tequio” convocadas por la directora de la escuela. Lavaron y desinfectaron muebles, superficies y, uno por uno, todos los juguetes que serán la nueva compañía de sus hijas e hijos.
Un regreso con pocos alumnos
“Yo, en este momento, he decidido que mi hijo no regrese a la escuela”, cuenta Libia Oropeza, mamá de un niño de 5 años. Durante las primeras semanas de la pandemia, Libia compaginaba sus horas de home office con las clases que ella misma impartía a su hijo, pero no era fácil.
—Mezclar trabajo, escuelita, computadora y clases en línea fue bastante complicado cuenta—. No tengo la vocación, no estoy preparada. Hacía lo que podía: terminaba de trabajar y me preparaba para darle alguna clase de lo que yo creía que podía aprender.
En cuanto pudo, apuntó a su hijo en las clases virtuales de su kínder, una guardería privada en la alcaldía Cuauhtémoc. A los dos meses dejaron la escuela. “No era la dinámica que quería para él”, explica. “Únicamente seguían el libro y, para eso, yo le dedico tres o cuatro horas. Era un desgaste emocional para ambos y, luego, todavía tenía que ponerme a trabajar”.
De acuerdo con la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 2.2% del alumnado de nivel preescolar no concluyó el ciclo escolar 2019-2020. Además, según la ENCOVID-19, en dos de cada diez hogares de la Ciudad de México un niño o niña dejó la escuela en el ciclo 2020-2021 por razones relacionadas con la pandemia: falta de recursos económicos, imposibilidad de acceder a internet o porque “considera que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje”.
Libia le consiguió clases particulares a su hijo. Tal vez lo inscriba nuevamente a una guardería cuando inicie el ciclo escolar. “Los niños ya quieren ver a más niños para jugar”, agrega. “Al estar todo el tiempo en casa con los papás se vuelven como ‘adultitos’, no es sano”.
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Antes de la pandemia había cerca de mil guarderías privadas activas en la capital del país, de acuerdo con datos de la Asociación de Guarderías Privadas de la Ciudad de México. Cada una atendía, en promedio, a 50 niños y niñas. Estiman que en este regreso escalonado solo 450 planteles abrirán sus puertas.
—El resto cerró permanentemente o está con muy baja posibilidad de operar —explica Tania González, vocera de la asociación—. Los padres de familia dejaron de pagar colegiaturas. Como no tuvieron ingresos durante 14 meses, la mayoría de las guarderías perdieron los inmuebles que rentaban, y las que sobreviven tuvieron que endeudarse.
Una guardería no puede brindar servicios a distancia. Su tarea es atender las necesidades básicas de niños y niñas mientras sus madres, padres o tutores se dedican a otras actividades. Además, son el espacio para la educación de la primera infancia. A esa edad el aprendizaje depende, en gran medida, de las interacciones sociales: jugar y convivir con sus pares.
La educación inicial o preescolar se integró a la Constitución Mexicana apenas en la Reforma Educativa aprobada en mayo de 2019, como parte de la educación básica obligatoria para los 10.1 millones de niños y niñas menores de cinco años. Sin embargo, según datos de Unicef, solo la recibe uno de cada diez.
“La mayoría de los niños no van a la guardería en México”, agrega Tania González. “Pero esos chiquitos conviven con sus primos, con otros niños en el parque, tienen esta integración. Aquí, la cuestión es que fue un confinamiento total”.
El encierro de estos pequeños durante 15 meses, con poca o nula interacción con personas de su edad, podría resultar en afectaciones en su neurodesarrollo.
“Hay consecuencias del COVID-19 en la niñez que veremos en el mediano plazo, relacionadas con su salud mental y su capacidad de lenguaje, de aprovechamiento escolar, de socialización”, explica en entrevista el doctor Mauricio Rodríguez, vocero de la Comisión de Atención al COVID-19 de la UNAM. “Hay consecuencias que ya son visibles: violencia intrafamiliar, abuso y explotación de los infantes, deserción escolar y, desde luego, obesidad y sedentarismo”.
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Blanca Godínez, mejor conocida como “Miss Blanca”, lleva 15 años al frente de la Estancia Infantil Margarita Zavala, en la alcaldía Azcapotzalco. La inauguró en 2007 como una de las primeras estancias infantiles de la, entonces, Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol). Hace dos años, ese programa fue sustituido por el de Apoyo para el Bienestar de Niñas y Niños, en el que padres y madres de familia reciben los recursos directamente de la Secretaría del Bienestar del gobierno federal.
La guardería sobrevivió a ese primer golpe económico durante 2019, pero la pandemia y la suspensión de labores en 2020 la llevaron al borde del cierre. “Es triste ver cómo han desaparecido las estancias, las han vendido. Si las cosas eran difíciles en marzo del año pasado, hoy son doblemente pesadas”.
Antes de la pandemia había 60 alumnos en su guardería; desertó más de 80%. Al final del ciclo escolar 2020-2021 se graduarán tres y quedarán solo siete niñas y niños para regresar en agosto, si acaso vuelven a inscribirse.
—De 60 alumnos que teníamos solo se apuntaron diez. ¡Diez! Tuve que ‘darle las gracias’ a cuatro maestras. Ya no podía costear sus salarios —cuenta la profesora Godínez.
La falta de guarderías privadas será más evidente cuando la población de la Ciudad de México se reintegre, plenamente, al mercado laboral, advierte Tania González: “Va a ser una problemática tremenda. De por sí, siempre lo ha sido: las listas de espera en las guarderías del IMSS y el ISSSTE son eternas; desde que cerraron las de Sedesol ya no hay opción… Y, luego, disminuyó la oferta de guarderías privadas”.
Cómo evitar el contagio de COVID-19 en guarderías
A Jazmín Ramírez le preocupa que el regreso a clases ponga en riesgo a las familias. Ella todavía no recibe turno de vacunación en la Ciudad de México.
—Si los niños agarran el bicho y lo llevan a la casa, no sabemos a quién de la familia pueden contagiar —dice—. No todos en casa están vacunados. Menos los padres de familia que somos jóvenes.
Los niños y niñas de entre cero y seis años no están exentos de contagiarse, pero en este grupo de edad los síntomas suelen ser leves. De los 2.45 millones de contagios de COVID-19 registrados en el país, hasta el 13 de junio de 2021, menos de 1% son menores de 7 años. De las 230 mil defunciones por la enfermedad en México, apenas 0.16% han sido niños y niñas en ese rango de edad.
“Desde el principio vimos que era una epidemia, principalmente, de adultos”, explica el doctor Rodríguez.
Uno de los desafíos relacionados con el contagio infantil de COVID-19 es la dificultad para diagnosticarlo. Si un hisopado nasal es incómodo para un adulto, lo es más para una niña o niño pequeño.
Rodríguez recomienda a cuidadores en casa y en guarderías que se mantengan atentos a cualquier síntoma y sigan todos los protocolos sanitarios para mantener un bajo riesgo de contagio en las actividades presenciales.
—Puede lograrse llevando solo niños sanos a guarderías y escuelas. Estando pendientes de que, en casa, no haya enfermos alrededor; y que todo el personal que trabaje con ellos esté vacunado. Que en los centros de cuidado haya ventilación de espacios y se mantenga la sana distancia entre los pequeños.
Después de todo, las niñas y niños más pequeños no siempre van a aceptar un cubrebocas. Resulta difícil evitar que se lleven objetos a la boca constantemente y toquen todo lo que encuentran.
“Está documentado que los niños se contagian a partir de un adulto en casa”, explica el doctor Rodríguez. “El papá sale a trabajar, se contagia y, luego, se enferma el niño. El riesgo sería llevar a ese niño a la escuela”.
En consecuencia, gran parte de la responsabilidad para evitar que se esparza el COVID-19 es comunitaria.
Mientras tanto, estancias como la Margarita Zavala, liderada por “Miss Blanca”, ya tienen listos los protocolos para recibir a sus alumnos. Además de bancas, juguetes y pizarras, se suman a las herramientas diarias termómetros para tomarles la temperatura al ingresar, tapetes para limpiar zapatos, uniformes especiales para las maestras, caretas, cubrebocas, batitas desechables, mamparas entre pupitres y hasta atención psicológica.
—Ahora que hemos estado más de un año en casa, con un estilo de vida totalmente diferente, atípico, hay que pensar en atenderlos en lo emocional —agrega “Miss Blanca”—. Son chiquitos. Debe haber esa empatía: a lo mejor van a extrañar a sus papás, a sus mamás… Antes nos extrañaron a nosotros. Ahora será al revés.
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Las estancias y guarderías privadas no tienen certeza de que podrán permanecer abiertas tras el cambio del semáforo epidemiológico de la CDMX de verde a amarillo anunciado el 17 de junio. Si vuelven a suspender labores, pero no se detiene el regreso de mamás y papás a los centros de trabajo, miles de familias enfrentarán un serio predicamento.
“No podemos reabrir todo sin que se reabran las escuelas y guarderías. ¿Quién va a cuidar a los pequeños?”, pregunta el doctor Rodríguez. “Se presentan otros peligros: encargarlos con alguien que no los sepa cuidar o ponerlos en una situación de riesgo por accidentes o abuso”.
Con el regreso al semáforo amarillo, la Autoridad Educativa Federal en la Ciudad de México (AEFCM) suspendió “actividades presenciales en escuelas públicas y privadas de Educación Básica”. Sin embargo, dejaron abierta una puerta para que los centros escolares puedan tener actividades presenciales limitadas como asesorías pedagógicas, jornadas contra el rezago escolar y acciones de limpieza y mantenimiento, si la comunidad de cada escuela llega a un consenso.
“Yo realmente necesito reactivar la estancia infantil, pero el riesgo es latente y primero están los niños”, dice ‘Miss Blanca’, quien pospondrá otras dos semanas el regreso a clases. “Parece cierto que esta situación llegó para quedarse”.
Ante esta incertidumbre, la petición de las guarderías y estancias privadas —y de las familias que dependen de ellas—es la misma que al inicio del confinamiento. “Que nos consideren como actividad esencial. No podemos cerrar si regresamos a semáforo naranja o rojo”, dice Tania González. “Sería insostenible para todos: para la sociedad, para los niños y para las mismas guarderías”.