La exposición de Monet en México y su experiencia es lo que aborda esta crónica. Desde la larga espera en la fila, hasta la salida por la tienda del museo, pasando por las stories planeadas para Instagram, esta crónica explora la visita a Monet: luces del impresionismo en el Museo Nacional de Arte (Munal), una exposición que exhibe tres piezas de Claude Monet en diálogo con obras mexicanas.
Las personas forman un cerco alrededor del Museo Nacional de Arte (Munal), expectantes para entrar. La cola termina hasta donde alcanza la vista y forma vericuetos entre las calles aledañas a Tacuba; especialmente Donceles luce abarrotada. Es junio de 2023.
Al paso, se escucha la conversación entre dos jóvenes.
—¡Qué bueno que la Facultad sigue en paro! Gracias a eso pudimos venir.
—Dios bendiga a la FAD.
Ambas ríen y, simultáneamente, graban videos para sus historias en Instagram.
No se alcanza a ver el inicio ni el final de la fila. La única certeza es que, cruzando la esquina, está aguardando El Caballito de Manuel Tolsá, escultura de Carlos IV y símbolo de entrada del que fuera el Palacio de Comunicaciones, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Este palacio del porfiriato estilo ecléctico encargado en 1904 al arquitecto italiano Silvio Contri, ocupa hoy el solar del antiguo Hospital de San Andrés, donde se embalsamó y exhibió el cadáver del emperador Maximiliano de Habsburgo tras ser fusilado en 1867, dando fin a la segunda intervención francesa en México. En Francia, al menos en el mundo de las artes, corrían aires de cambio en esos años. Exactamente en 1872, Claude Monet pintó el que se considera el primer cuadro impresionista: Impresión sol naciente.
Desde el 26 de abril hasta el 27 de agosto de 2023, este palacio es el refugio de tres pinturas de Monet: dos de la colección del Museo de Dallas, en Estados Unidos, y una perteneciente al Museo Soumaya, de México. El título de la muestra: Monet: luces del impresionismo.
Las estudiantes avanzan presurosas. Ya están dentro del edificio, pero hay varios pisos de fila. Murmuran con preocupación por salir tarde del museo:
—Vivo hasta Tláhuac y sabes que no hay Línea 12 [hasta allá].
—Yo te acompaño al Metro, ¡ándale!, ya casi pasamos.
Al llegar a la sala, un elemento de seguridad informa a un gran grupo de personas que sólo quedan 10 minutos para disfrutar de la exposición, apelando a una especie de solidaridad con quienes siguen formados.
Los cuadros de Monet se ubican en el centro de la sala, formando un triángulo que ahora rodea una multitud equipada con todo tipo de cámaras fotográficas. Frente a las obras del artista francés se encuentran piezas de pintores mexicanos, pero toda la atención del público gira en torno al protagonista central de la muestra. Detrás de la pared que anuncia el título de la exposición se encuentra una línea del tiempo que enlaza momentos estelares del impresionismo europeo y su correspondiente en México.
Las dos estudiantes capturan imágenes con sus teléfonos inteligentes, esquivando las cabelleras y brazos que se cruzan frente a sus disparos.
—¿Qué música combina con mi historia?
Quizá, alguien más se pregunta lo mismo mientras publica en Instagram su foto de Nenúfares con una canción de Luis Miguel.
Una semana después, Carlos Colin, el encargado de prensa del Munal, nos lo explica en entrevista para Corriente Alterna: “Sabíamos que sería una exposición taquillera… pero no tan taquillera”. Tan sólo en su primer día, la muestra recibió 4 mil 416 visitantes.
Tres horas de fila para mirar de frente tres pinturas del maestro francés: Monet: luces del impresionismo.
Más allá de Nenúfares
En el sitio web del Museo Nacional de Arte se ofrece información sobre la muestra. Se explica que Claude Monet (París, 1840-Giverny, 1926) fue uno de los creadores del impresionismo, y se dice que fue poseedor de un estilo “inimitable” caracterizado por un uso de luz único entre los exponentes franceses y pinceladas sutiles en distintos tonos.
La pintura que aparece en la portada del dosier electrónico es Nenúfares, una de las cerca de 300 obras producidas por Monet en los últimos años de su vida. Estos cuadros capturan el Jardín de Giverny, el lugar elegido por Monet para residir junto a su familia; hoy en día es un atractivo destino turístico que se puede visitar por un costo de casi doce euros por persona.
El documento señala que el 15 de abril de 1874 se realizó la primera exposición impresionista en París, en el número 35 del Bulevar de las Capuchinas. Según se destaca, ese grupo de artistas priorizaba capturar la luz en entornos urbanos y rurales, utilizando colores primarios y empastes en pinceladas cortas y difuminadas. Esa muestra marcó el surgimiento de la nueva corriente pictórica.
El impresionismo podría considerarse concluido en 1926 con la muerte de Monet. El Musée d’Orsay, ubicado en París, es el recinto con la mayor colección de obras de esta escuela y recibe anualmente a más de 3 millones de visitantes. Entre septiembre de 2022 y enero de 2023 el museo estableció un nuevo récord, con un promedio de 6 mil 709 visitantes por día. El impresionismo se mantiene como uno de los estilos pictóricos más conocidos y celebrados a nivel global. Lo que empezó siendo una ruptura y una sublevación al academicismo del siglo XIX hoy es, sin duda, mainstream.
Acompañando a Nenúfares están dos obras más de Monet: Valle Buona, cerca de Bordighera y Paisaje de Port-Villez. También tenemos en el recorrido la obra de paisajistas mexicanos influenciados por las técnicas del impresionismo: Armando García Núñez y José María Velasco, cuyas obras forman parte del acervo de arte del Munal, así como piezas de los mexicanos Francisco Romano Guillemín y Mateo Herrera. Todos se formaron en la Academia de San Carlos.
El título de la exposición, Monet: luces del Impresionismo, difícilmente permite sospechar la presencia de arte mexicano en la muestra.
En entrevista para Corriente Alterna, Carlos Colín, encargado de difusión y prensa del Munal comenta que los cuadros se encuentran “frente a frente porque están en espejo, son un reflejo entre aquello que pasaba en México y el equivalente en Europa”. La museografía, en nuestra percepción al realizar el recorrido, subraya al exponente del movimiento surgido en Francia y establece un diálogo con las influencias del impresionismo en México.
—Este es un hito para el Munal en cuestión de traer arte extranjero a México.
—¿Es un éxito la exposición?
Colin no puede ocultar la sonrisa, ante la cantidad de visitantes en los pasillos del museo. En promedio, los fines de semana se registra la mayor cantidad de visitantes, con un número aproximado de entre cuatro mil quinientas y cinco mil personas entre jueves y domingo.
La Ciudad de México recibió una cantidad similar de visitantes en las megaexposiciones Miguel Ángel Buonarroti: Un artista entre dos mundos y Leonardo da Vinci y la idea de la belleza, ambas en 2015, en Museo del Palacio de Bellas Artes. En su primer mes abiertas al público alcanzaron 139 mil 607 visitantes. En 2018, el propio Munal también expuso Caravaggio. Una obra, un legado con un número final de 152 mil 340 visitantes.
—¿Por qué deben venir las personas a ver esta exposición?
—Porque es el arte de todos los mexicanos. […] Porque estos son los grandes maestros mexicanos, estos son nuestros grandes maestros, nuestros baluartes. […] –opina Colin.
Domingo de museos y souvenirs impresionistas
Es otro domingo, día familiar y de museos con entrada libre.
Al llegar a la Plaza Manuel Tolsá, una fila larga rodea el Munal. La gente se protege del sol con sombrillas, atuendos ligeros y sombreros. Junto a la plaza, una carpa exhibe productos artesanales como huaraches, bolsos y juguetes de madera, aunque en la mayoría de los puestos se venden alimentos: galletas, alegrías de amaranto, miel, chocolate amargo y palanquetas de cacahuate. Mientras avanzamos en la fila en grupos para ingresar al museo, la gente aprovecha para mirar los stands bajo la carpa blanca.
La fila serpentea hasta la calle de Donceles. Después de consultar con personal de vigilancia, calculan que nos llevará unas tres horas, desde donde nos encontramos en este momento (frente al teatro Fru Fru), llegar a la sala para admirar los tres cuadros de Monet.
Decidimos hacer tiempo y aprovechar las demás ofertas culturales del Centro Histórico de la Ciudad de México. Primero visitaremos el Centro Cultural de España en México y, luego, el Museo de la Ciudad de México, ambos con las salas prácticamente vacías.
Tras un par de horas, la muchedumbre que antes rodeaba al Munal ha desaparecido. Entramos de inmediato y otra fila de tres pisos nos recibe. Optamos por visitar, primero, la exposición Biofilia, de María Sada. Finalmente nos animamos a enfrentar la fila.
El personal del museo nos advierte que no podremos quedarnos mucho tiempo en la sala. Aun así, decidimos cumplir con nuestro objetivo. En este segundo recorrido nos llama la atención la pincelada impresionista del mexicano Joaquín Clausell.
Al salir, la tienda de souvenirs está abarrotada. Una mujer se acerca a la fila de pago con espejos, plumas, un termo, una bolsa de tela y un par de camisetas que sostiene acrobáticamente: todos los artículos forman parte del merchandising de la exposición, donde predominan reproducciones de Nenúfares.
Un hombre joven se debate entre un par de artículos.
—Está bastante caro —le dice a la mujer que lo acompaña.
—Es que si no me llevo algo a casa siento como si no hubiera venido —responde ella.
Ambos ríen y, finalmente, eligen una pequeña taza para café espresso.