A lo largo de un año se revisaron 15 mil registros en torno a la transformación de la Ciudad de México. Fueron seleccionadas 200 imágenes para el montaje de tres exposiciones que celebran el centenario del natalicio del fotógrafo mexicano Héctor García Cobo
Un rincón rectangular en el pavimento se convierte en refugio para un niño en situación de calle. Sus manos pequeñas cubren el rostro mientras el sueño lo envuelve. Las piernas del niño se proyectan más allá de los límites de este improvisado lecho urbano. La imagen evoca sutilmente la posición arqueada de un feto en el vientre materno.
Una conexión simbólica, apenas intuida, que trae a la memoria las palabras del novelista francés André Malraux, quien bautizó esta instantánea como: “Niño en el vientre de concreto”. El entorno citadino es testigo silencioso de la escena. El año marcado en el calendario es 1948. Detrás de la cámara está Héctor García Cobo (1923-2012), conocido como el pata de perro.
Setenta y cinco años después, esta fotografía en blanco y negro que pertenece a la Colección Manuel Álvarez Bravo, puede ser contemplada por nuevas generaciones en la exposición Ciudad Vorágine, abierta al público hasta febrero de 2024, en el Centro de la Imagen (CI).
La imagen se erige como emblema distintivo de la obra de García, pero apenas araña la superficie de la vasta producción. Una obra que, en el centenario de su nacimiento abre una oportunidad para su revaloración a través de diversas exposiciones conjuntas, coordinadas por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y la Fundación María y Héctor García, tres de ellas bajo la curaduría de Laura González, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
En esa triada de exhibiciones están Ciudad Vorágine en el CI, donde se despliega la metamorfosis de la Ciudad de México entre las décadas de 1940 a 1960; Ciudad Espectro en el Museo de la Ciudad de México, donde se muestra una selección de fotos capturadas en penumbra por Héctor García Cobo y en las que destaca su dimensión estética; y Ciudadanos, que permaneció hasta octubre en la Galería Abierta de Las Rejas de Chapultepec, donde los protagonistas fueron los habitantes de la capital mexicana y él mismo.
Desde octubre de 2022 hasta julio del presente año, Laura González y su equipo de nueve tesistas trabajaron en sesiones grupales, para identificar cuáles de los 15 mil registros localizables en la Fundación correspondían a temas de la CDMX.
Durante esos meses proyectaban, en cada sesión, todas las imágenes: desentrañándolas, comentándolas y debatiéndolas, en busca de trazar líneas o directrices para la curaduría, relata la investigadora. Fue así como los conceptos clave para las distintas secciones tomaron forma. El proceso culminó con la selección de 80 imágenes para el CI, 60 para el Museo de la CDMX y otras 60 para las rejas de Chapultepec.
“Queríamos hacer una investigación que permitiera ampliar lo icónico de García Cobo con imágenes menos vistas. No sólo para darlas a conocer a nuevas generaciones sino para ampliar lo que ya se ha publicado del autor”, explica a Corriente Alterna Laura González.
Las tres exposiciones tienen como común denominador el tema de la ciudad. El centro de todo es el tema de la urbe, un motivo central de reflexión formal y de cuestionamiento social en su fotografía. Héctor García construye una ciudad imaginaria que está en perpetua transformación y en continuo movimiento, detalla la investigadora.
También lee: Héctor García y Carlos Monsiváis, “almas gemelas” detrás de la ciudad
Metamorfosis del “milagro mexicano”
El término “vorágine” evoca la imagen de torbellinos marinos y fluviales, y, metafóricamente, la congregación tumultuosa de eventos, individuos y elementos en movimiento. En ese telar de circunstancias, se forjaba el rostro de la CDMX, en el siglo pasado.
La contienda revolucionaria de 1910 sumió a la actividad empresarial en una depresión, cuya recuperación no se gestaría sino hasta la década de los años 20.
El crecimiento metropolitano de la capital entró en aceleración gradual, para 1930 había cruzado el umbral del millón de habitantes. Esta cifra continuaría su ascenso ininterrumpido en décadas posteriores, impulsada en gran medida por la inmigración.
Aunque las imágenes de García Cobo inician en los años 40, el “milagro mexicano” ocurre en los años 50 y 60. El espejo de ese dinamismo es que que el espectador puede advertir en el Centro de la Imagen a través de Ciudad Vorágine.
Las instantáneas de Héctor García Cobo proyectan el cambio del llamado “milagro mexicano”, de una urbe que abandona los materiales tradicionales como la piedra y la madera, para abrazar la modernidad del acero y el cristal, al tiempo que las pequeñas calles se convierten en avenidas y vías rápidas, destaca González.
Dicha transformación física de la ciudad impacta en el habitante, en sus gestos y formas de apropiarse de ella. Esto no pasa inadvertido para “el fotógrafo de la ciudad”, como lo bautizó su amigo Carlos Monsiváis.
Luces entre la sombra de la ciudad
Las sombras y la penumbra, por otro lado, conforman el territorio de Ciudad Espectro en el Museo de la Ciudad de México, un espacio dedicado a lo que se oculta en la semioscuridad o es revelado por la luz eléctrica.
Esta muestra que estará abierta al público hasta enero de 2024, da cabida a los objetos y escenas que emergen en la penumbra, en la exploración de las sombras. Esta serie incluye imágenes de escaparates, un tema que ha cautivado a numerosos fotógrafos, incluyendo a Manuel Álvarez Bravo, Agustín Jiménez y, por supuesto, a Héctor García Cobo, aunque para él, intepreta González, los escaparates funcionan como vitrinas que exponen las brechas sociales en la modernidad mexicana.
“De un lado están los bienes de consumo convertidos en espectáculo y del otro los mexicanos que desean esos bienes pero no pueden pagarlos. Muchas fotos giran en torno al deseo por esos objetos”.
La exposición también contempla fotografías de umbrales que plasman portales y vecindades donde la luz y la oscuridad contrastan, generando una dialéctica entre ambos elementos que se convierten en metáforas de la vida cotidiana. Además de fotografías nocturnas donde la luz eléctrica y la iluminación forman parte central de la narrativa visual.
Por su parte, la exhibición Ciudadanos presentó exclusivamente fotografías de individuos que transitan por las calles y algunos autorretratos de García Cobo, dispuestas en los paneles de las rejas en busca de crear un efecto espejo para quienes caminaron por ahí mientras se mantuvo expuesta. “(En estas imágenes) García resalta su compromiso con la igualdad de derechos de todos los ciudadanos en el espacio público de la urbe, así como con el respeto a las diferencias de clase, apariencia, ocupación y gestos”.
Ciudad vorágine, ciudad espectro, ciudad habitantes. La ciudad que habitamos o conocemos, pero que quizá no percibimos del modo que lo hizo el pata de perro.
Te puede interesar: Héctor García, la mirada sobre “el lado oscuro del régimen”
Mirar al futuro, desde pasado y presente
Cuando se le pregunta a Ana Sofía García Torrejón, nieta de Héctor García Cobo, si considera que su generación conoce lo suficiente sobre el trabajo fotográfico de su abuelo, de inmediato responde:
“No, es muy difícil que personas de mi generación lo conozca, a diferencia de gente de la edad de mi papá (Héctor García Sánchez, hijo de García Cobo y quien también ejerce el oficio fotográfico), que le dices su nombre y luego lo reconoce.
“Yo sí pediría que nos interesemos más por la cultura y la historia, no sólo por el trabajo de mi abuelo en el caso de la fotografía, porque no es fácil retratar por ejemplo a una persona y lo que esa persona siente o vive… Debería interesarnos más”, expresa Ana Sofía al mostrar su foto favorita captada por su abuelo: “México entre el progreso y el desarrollo”, tomada en 1950, en la que un pequeño niño aparece bajo su sombrero y entre dos autos de lujo y en la que destaca la simetría.
Ana Sofía, de 17 años, manifiesta “un gran orgullo” al ver la admiración que despierta la figura y obra de su abuelo Héctor García Cobo y toda esa pasión por la fotografía.
En la familia hay más de una referencia a las cámaras fotográficas y el oficio. “Mi tía es Ángeles Torrejón, también fotógrafa (y de quien actualmente el CI presenta también la exposición Correspondencias), y mi tío Marco Antonio Cruz (+), con su gran trabajo documental, y por supuesto mi abuela María, además de mi papá. Yo hago poca foto con una cámara pequeña, aunque sí, sí me gustaría seguir los pasos de mi abuelo”.