Arte sacro: Mentoría de Carlos Acuña y Sergio R. Blanco
El robo de una pieza de arte sacro en la parroquia de Santa Isabel Tepetzala marcó un antes y un después para los habitantes de Acajete, Puebla, que han pasado de feligreses a guardianes del patrimonio cultural.
La desaparición de la corona de la Virgen de la parroquia una mañana de 2022 puso rápidamente en jaque a la cuidadora del templo, que alertó al resto de la comunidad para que buscaran al sujeto con capucha y cubrebocas que rondaba sospechosamente la iglesia.
La rápida acción a través de mensajes de celular fue crucial para detener al sospechoso y evidenció el poder de la vigilancia colectiva, señala Roberto Tzoni, cronista municipal de Acajete.
“Lo interrogaron, él se negó a que lo auscultaran y, sorpresa, tenía la corona de la Virgen. Estuvieron a punto de lincharlo, pero llegó la policía y se lo llevaron para procesarlo o darle seguimiento”, relata Tzoni.
El robo y posterior devolución de la corona de la venerada imagen no es un caso aislado, sino la manifestación de una problemática que ha escalado en México: el saqueo de arte sacro.
Este episodio en Acajete es uno de tantos: según un estudio realizado por Isabel Fraile Martín y María Guízar Villalvazo para la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, entre 2007 y 2016 se registraron 461 robos de arte en iglesias de México, de los cuales 172 tuvieron lugar en Puebla.
“Es a partir de los años noventa cuando empezamos a tener un mayor registro de lo que ocurre en los casos de robo, lo que sugiere un aumento en la frecuencia de estos sucesos”, comenta Isabel Fraile.
La paradoja, según Fraile Martín, radica en la necesidad de proteger estos bienes sin alertar a los posibles ladrones, un desafío que se ha abordado mediante el uso de fotografías y la memoria colectiva en ausencia de un catálogo formal.
La Parroquia de Santa Isabel Tepetzala alberga desde óleos de gran formato hasta esculturas del siglo XVI y XVII. La corona es solo una muestra de la riqueza del patrimonio que resguarda.
“Tú no dejas una joyería abierta”, apunta Fraile, que enfatiza la necesidad de concientizar a los grupos religiosos o a las personas encargadas de cuidar de estos espacios sobre la importancia de la seguridad y la conservación.
El INAH publicó en 2017 el Manual de prevención de robo en recintos religiosos, donde se indica que el comercio ilícito de bienes culturales genera ganancias a nivel mundial que superan los 64 millones de dólares.
La base de datos sobre objetos de arte robados de la Policía Internacional (Interpol por sus siglas en inglés), que incluye más de 52,000 ítems en 134 países, pone de manifiesto la dimensión global de este delito.
A pesar de las estadísticas y la falta de avances significativos en la recuperación de piezas robadas, la respuesta de la comunidad de Santa Isabel Tepetzala ha sido ejemplar, considera Tzoni. O l
Tras el incendio del retablo principal en 1977 y los subsiguientes robos, se ha ido fortaleciendo el compromiso colectivo con la vigilancia y la conservación, como la instalación de un circuito cerrado de televisión en la parroquia o la comunicación a través de Whatsapp.
“El sistema de organización, cuidado y comunicación es importantísimo”, dice Tzoni, que hizo su tesis de maestría en la BUAP sobre el patrimonio de la parroquia.
Mientras el sol se pone sobre el monte conocido como El Pinar, que la comunidad considera un lugar sagrado, el repique de las campanas de Santa Isabel Tepeztala, más que una simple llamada a la oración, se ha convertido en un himno de resistencia.
La frase en la entrada del templo, atribuida a Santa Isabel de Portugal, sirve de guía: “Tanta mayor libertad de espíritu tendrás, cuantos menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas”.