Antoine Rodríguez se sienta en el sillón de su sala, recarga el codo sobre un cojín fucsia con colibríes y se toma un momento antes de responder. Habla de Epistemografías Trans, su libro más reciente, publicado por CIEG y Libros UNAM, que reúne años de trabajo sobre la representación de lo afeminado y lo trans en México, desde el cine y la literatura hasta la fotografía y la prensa.
“Estamos en un periodo reaccionario en Estados Unidos que puede tener también un impacto en México”, advierte Rodríguez. Cita las políticas restrictivas hacia las personas trans durante la administración Trump como ejemplo de un retroceso global que, tarde o temprano, puede permear también en el sur.
Frente a eso, dice, hay una herramienta clave: la producción artística y creativa. “Creo que la cultura puede aportar mucho”.
Rodríguez considera que lo que hacen los colectivos LGBTIQ+ y, sobre todo, las personas trans, es transformar los marcos desde los que se piensa el género y la sexualidad.
Sistema sexo-género
La idea de que las normas de género y sexualidad no son naturales, sino construcciones culturales fue formulada en los años setenta por la antropóloga Gayle Rubin, quien propuso el concepto de sistema sexo-género: una red de creencias sociales que asigna comportamientos, deseos y roles a los cuerpos según su sexo asignado al nacer. Esta construcción opera con tal fuerza, que, según Rodríguez: “incluso lo que se percibe como natural ha sido construido para que uno piense que es natural”.
Con ese diagnóstico, el investigador dirige la atención hacia los espacios donde se juega la disputa simbólica: las exposiciones, las intervenciones públicas, y también la educación.
“Es muy importante que las escuelas enseñen cómo funciona el sistema sexo-género”, sostiene. “Ahí hay una resistencia muy fuerte de la ultraderecha y de un feminismo transexcluyente que va tomando cada vez más importancia, está muy fuerte en España y en México empieza a estar muy fuerte”.
Rodríguez recuerda el performance que realizó en 2015 la activista trans Lia García en el metro Pino Suárez: una fiesta de quinceañera para celebrar su transición.
“Esas manifestaciones no tienen un impacto fuerte, pero sí uno pequeño que va poco a poco cuestionando las cosas”, afirma. “Lo que hace Lia en el metro es incluir, no excluir”.
El mismo conflicto se traslada a la ficción. Películas como Emilia Pérez han reactivado el debate sobre cómo representar las identidades trans. Más que cancelar obras, dice Rodríguez, se trata de abrir discusiones públicas sobre los imaginarios que circulan y los efectos que producen.
Rodríguez reconoce que ciertos públicos, como el universitario, han avanzado en este tipo de discusiones: “La comunidad estudiantil está muy bien informada”, señala.
“El problema es cómo llega esa información a la gente que está en la heteronorma y que no tiene ninguna idea”.
Identidades muxe
Rodríguez llegó a México desde Francia en los años noventa para investigar el teatro de Emilio Carballido, pero su trabajo pronto se cruzó con les muxes del Istmo de Tehuantepec. “Me sorprendí que en un país regido por un sistema heteropatriarcal hubiera un lugar así”, cuenta. “Pero al investigar más, descubrí que no es tal esa tolerancia. La aceptación en las familias no siempre era sencilla”.
Con el paso de los años, observó un desplazamiento importante en los términos usados para nombrar estas identidades. Lo que antes era llamado “muxe homosexual” se fue transformando —influido por los estudios de género— en un reconocimiento más amplio de las muxes como personas trans o de género no normativo.
“Ahí se conjugan problemáticas de género y de pertenencia étnica”, explica. También advierte que muchas veces la representación de lo muxe ha estado teñida por una mirada folclorizante o idealizada, que oculta los conflictos reales que viven estas personas dentro de sus comunidades.
Parte del libro también se pregunta quién produce el conocimiento sobre estas identidades. A lo largo de sus páginas, Epistemografías Trans recorre distintos archivos culturales, desde caricaturas de Posada hasta documentales recientes.
El texto plantea una distinción entre representaciones que provienen del exterior —a menudo burlonas, moralizantes o patologizantes— y aquellas generadas por las propias personas sexo-disidentes, que construyen saber desde la experiencia.
El interrogante sobre quién cuenta cobra también una dimensión personal. Rodríguez explica que ha sido señalado por investigar temas trans desde una postura cisgénero. “Algunas personas trans militantes, de manera legítima, me preguntan por qué yo me intereso en un sujeto de estudio trans”, dice. “Pero yo no hago un trabajo antropológico ni sociológico con personas trans. Lo que hago es analizar las producciones que se han hecho de lo trans”.
Entre azul y buenas noches
En otro registro, Rodríguez colaboró con la activista trans Samantha Flores en la escritura de su autobiografía, publicada en 2022 con el título Entre azul y buenas noches. “Me pareció fabulosa”, recuerda. “De ser un niño afeminado pasó a ser Samantha Flores de manera natural. No correspondía al paradigma del cuerpo equivocado”.
Para Rodríguez, acompañar estas narrativas sin sustituirlas es parte de una apuesta política por visibilizar voces que históricamente han sido silenciadas o representadas desde fuera. “No quería escribir un libro sobre ella”, aclara. “Propuse acompañarla en la escritura para que fuera coautora. Me parecía importante que su relato no se perdiera”.
A unos centímetros, sobre la mesa, descansa el ejemplar de Epistemografías Trans. Entre sus páginas se cruzan imágenes, memorias, frases estigmatizantes y otras que intentan responderles. Antoine acaricia el lomo del libro con la yema de los dedos. El cojín con colibríes ya tiene el molde exacto de su codo. “Lo interesante es que estos gestos culturales, por mínimos que parezcan, desordenan un orden que excluye”.