La pintura roja escurre de un muro en uno de los edificios que conforman la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, donde cinco estudiantes van trazando una frase en apoyo a los colectivos de madres y padres que en los últimos años han encabezado la búsqueda de sus personas desaparecidas.
Los jóvenes que la tarde del 15 de marzo se reúnen en la explanada alta de la facultad no se conocen, pero comparten intereses y preocupaciones, por lo que han decidido acudir a este llamado convocado por una compañera.

La convocatoria se lanzó a través de facebook, en la que se invitaba a participar en un micrófono abierto para exponer el sentir referente a Teuchitlán, el municipio de Jalisco, donde el día 7 de marzo el colectivo de búsqueda Guerreros Buscadores encontró un rancho en el que el crimen organizado presuntamente reclutaba, adiestraba y asesinaba a jóvenes.
“Es una forma de sensibilizar, de generar empatía, a la gente no le cae el 20 de lo que está ocurriendo”, dice Nuriban, una de las asistentes que no quiso ser identificada con su apellido.
La invitación también hacía énfasis en hablar de otros temas como el narcotráfico, las víctimas de desaparición forzada y manifestar la solidaridad con colectivos de madres buscadoras.
Se pedía llevar engrudo y fichas de búsqueda para pegar por toda la facultad, así como pinturas en lata o aerosol para hacer la pinta en apoyo a madres buscadoras, ya que un mensaje similar fue borrado de uno de los edificios de la facultad.
Manos a la obra
El día de la pinta ha llegado. El sol de la tarde ilumina la explanada alta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Son cerca de las 2:00 de la tarde y frente al edificio “C” se encuentran cuatro estudiantes acomodando una mesa, una bocina y un micrófono. Se preparan para dar inicio a la actividad.
Transcurren unos diez minutos y un joven toma la palabra para reflexionar sobre la situación de inseguridad que se vive en el país, en donde 126,897 personas están reportadas como desaparecidas y hay constantes denuncias de violencia contra grupos de migrantes o personas en condiciones vulnerables
“Yo creo que el hacer como que no está pasando, el seguir viendo otro tipo de noticias en instagram, facebook, memes, y otras cosas que no sean lo que está pasando en el país, solo nos aliena más y nos pone más en riesgo, supongo, porque no estamos haciendo nada al respecto”, expresa.
El mensaje lo dicen frente a decenas de estudiantes, pero la mayoría es ajena a la actividad. Conforme avanza el tiempo nuevas voces se escuchan, más personas se acercan y llegan nuevos materiales a la mesa: engrudo, pinturas, pinceles, brochas y aerosoles.
Aquellos que sí participan en el evento, recitan poemas y leen testimonios de las personas que buscan a sus familiares desaparecidos. Sus palabras se mezclan con el sonido de los árboles y las hojas que caen por el leve viento.
Quienes tienen el micrófono, animan a la participación, se reciben ideas y también se recibe ropa, zapatos y objetos para colocarlos en el piso durante todo el día convirtiendo el espacio en un memorial efímero en honor a quienes “no solo perdieron los zapatos, sino que también perdieron la vida”.
Cuando cae la noche, la pinta ya está acabada. Es grande, llamativa, imperfecta, pero con un mensaje claro que tomó un par de horas realizar: “Apoyo total a los padres y madres buscadoras“. El ir y venir de estudiantes continúa.
A las 7:00 de la noche ya solo quedan unos diez estudiantes, conversando y pintando en distintas partes de la explanada.
Más que una pinta, fue un ejercicio de memoria colectiva, donde un grupo de estudiantes se organizó y tomó los muros de su facultad para plasmar en ellos un mensaje de apoyo sobre una causa que se disponen a no olvidar.

Territorios de resistencia
En las paredes de las aulas, los baños y los pasillos de la facultad se han escrito mensajes diversos como: “El agua es de los pueblos”, “Estudiante en lucha”, “Sin justicia no habrá paredes limpias”, “Fue el Ejército”, “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, “Polakas feminista” y “Si la educación no es crítica y liberadora es domesticación”, entre muchos otros que ya han sido borrados.
Para Cristina Mazariegos Herrera, doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), los muros con pintas son territorios de resistencia y un reflejo de la necesidad que tienen las juventudes de expresarse.
Las pintas, explica, son una forma de la comunidad estudiantil para apropiarse del espacio con el fin de dar a conocer su forma de pensar, sus necesidades y desacuerdos.
“Marcan una postura política frente al genocidio, frente a las guerras, frente a los exterminios, pero también puedes ver pintas que tienen que ver con el posicionamiento, la crítica a ciertos discursos hegemónicos en torno al género, por ejemplo, que abogan por la diversidad identitaria, por el reconocimiento de las distintas orientaciones sexuales o que abogan por el amor”, menciona.
“Entonces, creo que ahí en esas paredes está mucho la huella de las mujeres diversas, lo cual me parece fantástico. Que haya pintas con consignas feministas, que reivindican a las mujeres diversas, a mí me parece fabuloso porque habla también de una lucha que trasciende el tema del espacio de la facultad y que implica otros tantos espacios que históricamente han sido negados a las mujeres”, agrega.
En la universidad, estás pintas no son exclusivas del presente, recuerda la antropóloga social, sino que forman parte de la construcción de los movimientos estudiantiles que han tenido lugar a través del tiempo.
“Los muros cuentan una historia, hablan de una época particular o de épocas que se han vivido. Entonces, también, estas intervenciones y las pintas y los murales son una forma de construir la historia… es como dejar huella del linaje estudiantil”
Mazariegos Herrera.
El proceso detrás de una pinta
Realizar una pinta dentro de la facultad puede ser un acto espontáneo, con poco tiempo de premeditación y trazada de la manera más rápida posible, o puede ser un proceso más complejo.
Nuriban, quien estudia en la FCPyS, cuenta que una de sus primeras experiencias con las pintas ocurrió mientras se encontraba en una situación vulnerable, luchando contra adicciones y buscando ayuda psiquiátrica dentro de la UNAM.
Eleazar, que estudia el segundo semestre de Administración Pública y que también pidió omitir sus apellidos, dice que las pintas también son una forma extensiva del activismo que se vive dentro de la facultad.
“Hay demasiado activismo en general y dije: quiero poner mi granito de arena en algo que me importa”, expresa.
“Creo que las pintas cumplen ese propósito, visibilizar problemas para que tú después en una introspección investigues, los busques, cuando dentro de tus propias clases las mencionas”, reflexiona Eleazar.