Yulene Olaizola, la mirada introspectiva desde la selva maya
Cortesía: Malacosa cine

Antes de escribir un guión, la directora mexicana Yulene Olaizola tiene que enamorarse del paisaje. De su vínculo con los lugares nacen las historias que lleva a la pantalla. La selva maya del sur de Quintana Roo fue el punto de partida para Selva trágica, película que estrenará en el próximo Festival Internacional de Cine de Venecia. Corriente Alterna habló con ella y con su productor, Rubén Imaz, acerca del proceso para concretar su proyecto más ambicioso hasta ahora.

A lo largo de 12 años, la cineasta mexicana Yulene Olaizola (Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, 2008) ha desarrollado un estilo cinematográfico muy personal, anclado en la construcción de atmósferas a partir del paisaje. Su quinto largometraje, Selva trágica, participará en septiembre en la Mostra de Venecia. Ambientada en la exuberante y abrumadora selva maya, en el sur de Quintana Roo, esta película promete continuar con la búsqueda de Olaizola de explorar la intimidad de sus personajes a partir de su conexión con la tierra donde están parados. 

El 77° Festival Internacional de Cine de Venecia, que se celebrará del 2 al 12 de septiembre de 2020, será el primer gran festival de cine en retomar actividades presenciales en el contexto de la pandemia por el covid-19. Selva trágica es una de las 19 películas que se exhibirán en Orizzonti, la segunda sección más importante del festival. 

Situada en la década de 1920, Selva trágica narra el encuentro entre un grupo de hombres dedicados a la cosecha del chicle en Quintana Roo y una misteriosa joven beliceña que cruza la frontera hacia México. El elenco lo integran actores profesionales como Gilberto Barraza, Lázaro Gabino Rodríguez y Eligio Meléndez y debutantes locales, como Mariano Tun Xool e Indira Rubie Adrewin. 

La jungla, más que un telón de fondo, es un personaje clave que interactúa con humanos y animales al mismo nivel. El paisaje atrapó la atención de la directora y, antes de tener un guión, decidió que necesitaba filmar ahí. Desde que debutó en 2008 con el documental Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Yulene Olaizola ha hecho un cine íntimo que nace de una conexión personal con los lugares que visita. 

“El punto de partida es un espacio, una región”, dice en entrevista. “Mis ideas surgen de un lugar donde quiero filmar y por lo tanto se involucran las historias que ocurren en estos sitios”.

En aquella película, ganadora del Ariel a Mejor Ópera Prima, partió de su vínculo emocional con la casa de huéspedes de su abuela para contar la historia de un hombre entrañable que vivió ahí durante ocho años y que, al morir, dejó al descubierto una tenebrosa vida secreta. Con un equipo de producción mínimo y la compañía de su colaborador frecuente Rubén Imaz, sentó las bases de un estilo que ha desarrollado en los últimos doce años y que parece acompañarla hasta Selva trágica.

Yulene Olaizola, directora de Selva trágica
Yulene Olaizola es una cineasta con una voz y estilo muy definidos. / Foto: Diego Sánchez

Yulene Olaizola puede mirar un paraje desolado y encontrar en su tierra yerma una historia introspectiva, una búsqueda personal que le transmite a sus personajes. Mientras construye la trama, difumina las líneas entre documental y ficción. Busca encuadres que le den una profundidad especial a sus escenarios, que hagan evidente la relevancia del paisaje en su narrativa. Su proceso refleja a sus influencias: el conflicto entre individuo y naturaleza del alemán Werner Herzog, las producciones íntimas y los ambientes realistas del portugués Pedro Costa.

“El lugar donde uno filma afecta inmediatamente el tipo de historia, las sensaciones, la atmósfera”, dice Olaizola. “Me parece muy atractivo que una película te transmita la sensación de estar dentro de la selva, en un entorno que puede ser muy hostil, pero muy rico y lleno de vida”.

En Paraísos artificiales (2011), una joven adicta a la heroína se refugia en las playas de la región de los Tuxtlas, en Veracruz, para intentar recuperar el control de su vida. En Fogo (2012), filmada en una lejana isla canadiense, los residentes de una comunidad prácticamente abandonada se niegan a reubicarse a pesar de que ahí ya no les queda nada más que recuerdos de tiempos mejores. Epitafio (2015), que codirigió con Imaz, sigue el ascenso ambicioso de tres conquistadores españoles en 1519: alcanzar la cima del Popocatépetl.

Una vez que Olaizola ha conectado con un sitio, dedica una investigación exhaustiva a conocerlo, a palparlo, hasta que lo absorbe. Lo camina, conoce a su gente, sus leyendas, su pasado y su presente. Es un proceso casi antropológico. Entonces, empieza a construir un guión. “Selva trágica es una ficción, pero tiene una fuerte investigación de campo”, dice la cineasta, que dedicó alrededor de cuatro años a hacer realidad esta película. “Es ir a los lugares, viajarlos, recorrerlos, conocer a la gente que vive en ellos, leer al respecto”. 

Rubén Imaz, coescritor y productor de Selva trágica, colaborador frecuente y pareja sentimental de Olaizola, la acompañó en este camino. “Le gusta esta parte un poco aventurera, de conocer estos lugares en persona y vivirlos, sentir realmente la atmósfera que hay ahí. Eso hace que generes unos lazos bien intensos y eso es valioso”, dice en entrevista. “Ella permite que el espacio sea tridimensional, que esté vivo alrededor de los personajes. Es una presencia real. El cine es muy poderoso para eso”.

Selva trágica, de Yulene Olaizola, se estrenará en Venecia
La actriz beliceña Indira Rubie Adrewin debuta en “Selva trágica”. / Cortesía: Malacosa Cine

***

En el caso de Selva trágica, la ubicación en la región fronteriza entre Quintana Roo y Belice significó apegarse a la realidad local: la convergencia de tres lenguas (español, maya e inglés, lengua oficial de Belice), una herencia multicultural milenaria y la industria forestal de extracción del chicle que dominaba la economía local a principios del siglo XX.

La cosecha del chicle retratada en Selva trágica es un trabajo de alto riesgo. Para extraer el látex que se convertirá en goma de mascar, los “chicleros” escalan árboles de chicozapote de hasta 40 metros de altura. Esto, mientras quedan expuestos a las lluvias torrenciales de la región y a los mosquitos que pueden contagiarles enfermedades como el dengue.

“Viven y trabajan en medio de la selva, en condiciones muy precarias”, dice Olaizola, a quien le interesó explorar la situación de vida de la zona, más que su contexto histórico. “Estaban absolutamente aislados, en una región donde no había ley, no había un orden establecido porque casi no estaba poblado. Vivían a merced de la naturaleza. Me interesaba hablar de cómo las relaciones humanas cambian en ese tipo de contextos”.

La cercanía con un país vecino también influyó en el desarrollo de la historia. Especialmente, por tratarse de una relación inexplorada en el cine mexicano. “Tenemos en el norte una de las fronteras más platicadas del planeta, una frontera traumática, caótica, gigante”, dice Rubén Imaz. “En el sur, tenemos una frontera que es un río de diez metros que lo puedes cruzar casi caminando, donde no hay nadie”.

La posibilidad de explorar las conexiones entre las culturas locales también despertó la curiosidad de Olaizola. “Ha sido muy interesante descubrir el universo de Belice. Curiosamente, es nuestro vecino, pero en México sabemos muy poco de su contexto, de nuestra frontera, de lo que compartimos ambos países”, dice la directora.

Las condiciones extremas de Yulene Olaizola

Llevar a buen término una película tan ambiciosa en la inmensidad de la selva necesitó de muchas manos. “Veíamos la situación, el guión, el sueño que Yulene estaba empezando plasmar y tuvimos que proponer un despliegue más ambicioso de lo que normalmente ha trabajado”, dice Rubén Imaz. Olaizola se mostraba escéptica, acostumbrada a equipos pequeños en los que tiene una incidencia constante y directa en cada paso.

Tanto en Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo como en Fogo, a Olaizola solo la acompañó otra persona detrás de cámaras, en locación. Su equipo más grande había sido el de Epitafio: 19 personas entre técnicos y actores, subidos a cinco mil metros de altura, en el Pico de Orizaba, durante cuatro semanas. 

Para Selva trágica, Olaizola comandó a alrededor de 50 personas metidas en el corazón de la selva, viviendo en carne propia las condiciones inclementes que querían retratar en pantalla. “Para trabajar en esos lugares extremos es bien importante que el director demuestre ser el primero en la línea”, dice Imaz. “Cuando hay una guía fuerte como la de Yulene, que contagia el entusiasmo, se vuelve trivial todo lo demás”.

Selva es mi película más ambiciosa en el tamaño de producción, tiene un elenco más grande”, cuenta la directora. “Aún así estoy involucrada en todas las áreas de realización, desde buscar locaciones, casting, dirección, guión… uno genera estos procesos desde el principio hasta el final”.

Imágenes promocionales de Selva trágica de Yulene Olaizola
El actor de origen maya Mariano Tun Xool es uno de los protagonistas de “Selva trágica”, de Yulene Olaizola. / Cortesía: Malacosa Cine

***

La participación de Selva trágica en Venecia amplificará la voz de una realizadora tenaz e ingeniosa. Aunque todavía hay pocos vistazos concretos a esta película, un fotograma publicitario sintetiza el discurso estético de Olaizola. De pie, en medio de la selva, un hombre mira hacia la cámara. Viste de manta cruda y carga un par de morrales cruzados en el pecho. A su alrededor todo es verde. Se ve diminuto, parece que el follaje se lo está tragando. Es una escena planeada con toda precisión, pero no se percibe artificial. 

Como cineasta, Yulene Olaizola es una fuerza de la naturaleza en una búsqueda perpetua de introspección. Es fácil imaginarla de pie, dirigiendo a un crew de 50 personas en medio de la selva. A su alrededor, todo es verde. Pero Yulene no es diminuta. Es ella quien, con su cámara, está devorando la jungla.