¿En dónde se articula el dolor de quienes viven la violencia que inunda al país? Para Javier Sicilia y Jacobo Dayán, reconocernos en el dolor del otro es el motor del amor, la resistencia y la cultura como contranarrativas a la violencia.
Los ojos de Javier Sicilia parecen perderse. Micrófono en mano, afirma: “Hay una crisis del amor”. Y, asegura: “Eso ha descompuesto nuestra sociedad”.
Estamos cara a cara con un activista y poeta. Sicilia, que dedicó toda su vida a la literatura y la cultura, se vio forzado a volcarse al activismo tras el asesinato de su hijo Juan Francisco y otras seis personas en Temixco, Morelos, ocurrido el 28 de marzo de 2011.
Sentados en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, el poeta habla con Corriente Alterna. Junto a Sicilia, Jacobo Dayán, activista y director del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco (CCUT), se une a la reflexión.
Sicilia, cuya obra es un diálogo con la tradición cristiana, recuerda la parábola bíblica del buen samaritano que narra Jesús: esa historia en la que un hombre cae en manos de unos ladrones que lo dejan casi muerto. Por el camino pasan un sacerdote y un levita —sacerdote judío de menor rango— que ignoran al hombre malherido. Pero un samaritano se compadeció de él y curó sus heridas.
“Lo que está diciendo Jesús es que tu prójimo es a quien eliges y a quien no le puedes dar la espalda, no es un acto que se debe, no es una obligatoriedad. Esto genera una nueva forma de vivir el amor. Es una atmósfera que creamos entre un yo-tú, que genera un nuevo nosotros”, reflexiona el poeta, como lo hace desde hace varios años respecto de este tema.
Sin embargo, advierte que el amor, como se plantea en la parábola del buen samaritano, ha sido corrompido por la Iglesia católica hasta volverlo una institución de asistencia, dirigido únicamente a ofrecer servicios, cada vez más lejos de ser un amor libre. “Un amor que es libertad no puede institucionalizarse porque corre el riesgo de pervertirse, se va degradando en esta sociedad moderna donde, incluso, se cobra por dar un servicio”, dice Sicilia.
Esto ha llevado a una “hecatombe” mundial, a una crisis social que se nota en la ausencia de justicia en México. Incluso, afirma que vivimos en un “estado apocalíptico”. “El rostro más cruel y más terrible es el estado de violencia en el que nos encontramos, en particular en México, pero también en el mundo”, advierte.
Aunque no todo está perdido. Para el activista, las agendas de resistencia que buscan justicia, como el movimiento feminista o las madres buscadoras de desaparecidos, son una forma de mantener la humanidad en un mundo muy deshumanizado. “Sin las resistencias, la oscuridad sería absoluta”, dice.
Las resistencias: el foco que ilumina en la oscuridad
—¿En dónde podemos observar estos focos de resistencia y amor al prójimo en México? —se le pregunta.
—Yo encontré la fraternidad, encontré esta nueva relación con la projimidad cuando asesinan a mi hijo y me encuentro con víctimas que traen la misma historia que yo, traen el mismo dolor que yo, y caminamos desafiando el discurso del poder poniendo en evidencia el horror que ha generado el Estado —responde el autor de El deshabitado (Grijalbo, 2016), quien en esta ocasión olvidó su emblemático sombrero.
Tras el asesinato de su hijo, Sicilia fundó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) donde, de la mano de personas solidarias, realizó diversas acciones en protesta por la violencia en el país. Una de las primeras movilizaciones del MPJD fue la marcha silenciosa por la paz: una caminata de cuatro días desde Morelos hasta la Ciudad de México. Sobre esto, el activista comparte: “Lo que hizo el Movimiento por la Paz es devolverle un nombre a la fraternidad, un ‘nosotros’, humanamente hablando, para las víctimas que eran vistas como porcentajes, como daños colaterales”.
En el sufrimiento de las víctimas, señala, está el encuentro. “Es una paradoja”, dice. Y complementa: “¿Dónde ves que se articula el movimiento feminista? En el sufrimiento de las mujeres, en el dolor que marca y hace aflorar lo humano. ¿Dónde está la solidaridad, ese ‘nosotros’ del que hablan las víctimas o los indígenas? En el dolor. Es una relación humana que nace de la empatía en el dolor”.
Narrativas y contra-narrativas de la violencia
El asesinato de su hijo resignificó el sentido de “la palabra” para Javier Sicilia. En aquellos años declaró: “el mundo ya no es digno de la palabra… la poesía ya no existe para mí”. A partir de entonces dejó de escribir poesía.
Once años después, asegura que la palabra es resistencia en un mundo de olvidados y desaparecidos. “Hay una crueldad terrible en desaparecer a un ser humano, en negarle el paso entre nosotros. Pero rescatarlo por la palabra ya es un acto de resistencia”.
Aunque, reflexiona, la palabra no es suficiente para hacerle frente a la violencia. “El mundo político malversa la palabra, habla de ética y transgrede la ética, porque no es sólo una palabra en la boca, es una palabra que tiene que volverse acto. Si no se vuelve acto puede ser pervertida y corrompible, como la atmósfera del amor”, denuncia.
Jacobo Dayán concuerda con él, lo escucha atento y complementa, también en entrevista con Corriente Alterna. Recuerda que la malversación de la palabra inició a fines de 2006, año en el que Felipe Calderón declaró la “guerra contra el narcotráfico”. Desde ese momento se generalizó un vocabulario para narrar lo que ocurría en México; los cárteles, los narcos, la droga, las armas, la militarización y las “bajas colaterales” inundaron el discurso del gobierno, los medios de comunicación y las pláticas entre la sociedad.
Ante las narrativas de la violencia que parecen cada vez más normales e inevitables, Dayán propone una articulación desde la sociedad y las resistencias para crear una agenda mínima que, sin abandonar las particularidades de cada lucha, genere una indignación de largo aliento. “Si el poder —no importando quién gobierne— utiliza la palabra para imponer una narrativa de violencia y justificarse, también con la palabra se necesita crear una contranarrativa”.
“Necesitamos una sociedad y un Estado que reconozcan la necesidad de conocer la verdad, garantizar la justicia y buscar la paz. Hoy, lo que tenemos es una impunidad absoluta, una militarización de la vida pública y una negación del reconocimiento de muchos modelos de vida”, subraya.
Dayán recuerda el caso de Debhani Escobar, una joven de 18 años que en abril de 2022 fue vista por última vez en el kilómetro 15.5 de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, y quien tras varios días de búsqueda fue hallada muerta. Su muerte provocó indignación y protestas en diversas partes del país, sobre todo en Nuevo León. Para Dayán, estos movimientos sociales son “manifestaciones de repudio para decir basta a la violencia”, pero agrega que la violencia en México es tan cotidiana que pronto “la indignación se trasladará a otro caso”. Pensamos, asegura, que son miles y miles de casos aislados. Y advierte que los casos aislados no generan una indignación de largo aliento.
—¿Cuál debería ser la agenda desde la cultura para que la sociedad se involucre en construir contranarrativas de la violencia? — se le pregunta a Dayán.
“Me parece que ante el nivel de violencia que estamos viviendo, ante la normalización de lo inhumano y el horror, cualquier cosa que no ponga en el centro la violencia es frívola”, recalca el también especialista en derecho penal. Considera que uno de los ejes centrales de la cultura, aunque no debería ser el único, tendría que ser “reconectar” con la empatía, con las y los otros y mostrar que debemos ser intolerantes frente a la violencia.
Sicilia coincide con Dayán. Considera que aquel discurso que inició con Felipe Calderón es el mismo que tenemos en el actual gobierno, pero con otra retórica. Se utiliza el amor y la palabra como un simple instrumento. “No es un discurso de gobierno, es un discurso del sistema, es un discurso del Estado que sólo puede vivir de la exclusión y la negación del otro, de la administración de la vida del otro y si no lo puede administrar, es un desecho”, denuncia el poeta con una voz que, en medio de una sonrisa de oreja a oreja y una pequeña risa que no puede evitar, no deja de mostrar su inconformidad.