Una arqueología de sí misma: el archivo inédito de Rosario Castellanos
Transparencia a contraluz de una fotografía de Rosario Castellanos de joven. Foto: Julián Peralta

La historia del hallazgo comenzó el 7 de agosto de 2024, cuando la editora y escritora Julia Santibáñez preguntó a su amigo Gabriel Guerra Castellanos si su mamá no había dejado algún texto inédito. Ese día, en la Facultad de Filosofía y Letras se realizaba una jornada dedicada a la poeta, novelista y diplomática Rosario Castellanos, madre del analista político. 

“Los escritores siempre están trabajando algo”, dice Santibáñez, directora de Literatura y Fomento a la Lectura de la UNAM. Aquel día de agosto, la editora convenció a su amigo de buscar entre las pertenencias de su madre algún oportuno manuscrito que pudiese ser presentado en el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos, que se celebrará el 25 de mayo de 2025.

En noviembre de 2024, Gabriel Guerra llamó a Julia Santibáñez para revelarle que no encontró un texto inédito, pero sí “muchas joyas”. 

Joyas como la máquina en la que Rosario Castellanos escribió su novela Balún Canán, los lentes que utilizó en la última etapa de su vida, manuscritos con su letra ilegible y, sobre todo, muchas fotografías: Rosario de niña, Rosario con sus abuelos, Rosario en el rancho de sus padres donde pasó sus primeros años, Rosario con amigos, Rosario embarazada, Rosario con su hijo pequeño, Rosario sonriendo, viajando, viviendo.

Esos objetos son los que ahora dan vida a la exposición Un cielo sin fronteras. Archivo inédito de Rosario Castellanos (1925-2025), que estará abierta al público del 24 de abril al 24 de agosto en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la Ciudad de México. 

Una de las fotografías de Rosario Castellanos que se exhiben en la exposición.
Una de las fotografías de Rosario Castellanos que se exhiben en la exposición. Foto: Julián Peralta
La máquina de escribir, los lentes y un monedero que alguna vez fueron propiedad de Rosario Castellanos.
La máquina de escribir, los lentes y un monedero que alguna vez fueron propiedad de Rosario Castellanos. Foto: Julián Peralta 
Cuaderno con manuscritos de Rosario Castellanos.
Cuaderno con manuscritos de Rosario Castellanos. Foto: Julián Peralta

La exposición es una de las varias actividades que la UNAM realizará este año para conmemorar el centenario del nacimiento de la escritora y diplomática mexicana, quien además fue estudiante y maestra de la Facultad de Filosofía y Letras.

Descubrir un tesoro

Rosario Castellanos murió el 7 de agosto de 1974, en Tel Aviv. Tenía 49 años y era la embajadora de México en Israel. Las fuentes oficiales señalan la causa de muerte como un “choque eléctrico accidental”. En aquella época Gabriel Guerra, su hijo, era apenas un adolescente. Para cualquier persona, independientemente de la edad, debe ser difícil administrar semejante herencia, no sólo por la obvia voluminosidad, sino por el dolor que implica escudriñar las pertenencias de alguien a quien alguna vez se amó y ya no está. 

“Regreso a México de 22 años, y siguen las cosas [de Rosario Castellanos] guardadas. Y hará como más de 10 años, antes de la pandemia, que las saco de la bodega, y las traigo a mi oficina. Veo algunas cosas que hay, veo lo que es, pero ya no me vuelvo a clavar en el tema”, cuenta en entrevista Gabriel Guerra.

Fue la duda que sembró Julia Santibáñez la que lo motivó a sumergirse de nuevo en aquellas cajas que resguardaban “las joyas” de Rosario Castellanos.

Mesa de trabajo en la sala de exposición.
Mesa de trabajo en la sala de exposición. Foto: Julián Peralta 

En las cajas “había cosas que no conocía o no tenía en la memoria”, dice Gabriel Guerra. Por ejemplo, fotografías de sus abuelos, los padres de Rosario Castellanos. 

En enero de 2025, especialistas en la obra literaria y vida de la escritora mexicana se reunieron para conocer ese archivo inédito. Fue una sesión llena de emoción, recuerda en entrevista Julia Santibáñez. Entre las especialistas que acudieron a la revisión del archivo, también se encontraba la poeta Sara Uribe, coordinadora de la Cátedra Rosario Castellanos: “Salimos como entre nubes. La propia Julia y yo salimos flotando de la sensación de decir: ‘Es que este material lo tocó ella’. Es una sensación inigualable”.

Fue en esa sesión donde se decidió que ese archivo podía presentarse como una exposición. “Cuando empieza a salir el material fotográfico fue muy claro para todas y todos que era una exposición fotográfica, porque había material que nadie había visto”, explica Sara Uribe durante la entrevista realizada en el segundo piso de la Facultad de Filosofía y Letras, en un salón donde bien pudo haber dado cátedra Rosario Castellanos. 

Fotografías de los abuelos de Rosario Castellanos.
Fotografías de los abuelos de Rosario Castellanos. Foto: Julián Peralta

Fotografías y objetos que revelan una vida

En la introducción que Sara Uribe escribe en el libro para Cartas a Ricardo, reeditado por la UNAM en 2024, la escritora hace toda una reflexión en torno a las cartas cómo un mecanismo de autonarración: “Escribimos cartas como un método de constatación de quienes hemos sido; como un artefacto hecho de palabras que dota de materia tangible todo lo que, aparcado únicamente en la memoria, se encuentra expuesto al olvido, a la borradura, a la intemperie”. Eso mismo se podía decir de las fotografías: capturamos imágenes para tener la certeza de que lo vivido puede durar más allá de nuestra memoria. Las fotografías son un artefacto, ya no hecho de palabras, sino de luz, que protege de la erosión a los recuerdos. 

Entre esas fotografías, Julia Santibáñez, Sara Uribe y Laurette Godinas, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, encontraron una imagen del pequeño Mario Benjamín, el hermano de Rosario Castellanos que murió y a quien la escritora hace referencia en Balun Canán

Sara Uribe explica que ella nunca había visto una foto de Benjamín; ella lo imaginaba a partir de la novela. Ahora, gracias a las fotografías halladas es posible tener un diálogo entre la obra literaria y la vida de la escritora, “nos abre posibilidades para repensar a Rosario Castellanos”. 

Fotografía de Mario Benjamín, hermano de Rosario Castellanos.
Fotografía de Mario Benjamín, hermano de Rosario Castellanos. Foto: Julián Peralta

En otra de las imágenes la autora de Mujer que sabe latín está acompañada de su amiga, la poeta Dolores Castro. Ambas van en travesía por el mar. “Sé que Rosario Castellanos viajó en 1950 [a España], pero nunca había visto una foto de ella en el barco”, dice sorprendida Uribe. 

“Hay una fotografía que a mí me encanta —confiesa Sara Uribe— , donde [Rosario] va caminando con Dolores Castro y va un chico al lado con un traje; no sabemos quién es, pero yo me quiero imaginar que hay un ligero coqueteo ahí con Rosario”. 

Las fotografías también permiten abrir las posibilidades a las conjeturas.

A Gabriel Guerra le llamaron la atención los talones de pago que le entregaron a Rosario Castellanos cuando dio clases en Estados Unidos. Esos papeles, que en algún momento fueron sólo burocracia, ahora tienen otro significado: “Te vinculan con algún momento de la vida, de la historia”. 

Los talones de pago que estarán expuestos en San Ildefonso son de la época en que Rosario trabajó en la Universidad de Indiana, en Bloomington. Gracias a las fechas, se puede hacer una relación con otros escritos de la época, como las cartas.

Talones de pago de la Universidad de Indiana, de la época en que Rosario Castellanos vivió en Estados Unidos.
Talones de pago de la Universidad de Indiana, de la época en que Rosario Castellanos vivió en Estados Unidos. Foto: Julián Peralta
Documento de devolución de impuestos fechado en 1966.
Documento de devolución de impuestos fechado en 1966. Foto: Julián Peralta

En una carta escrita desde la ciudad estadounidense de Madison, el 7 de noviembre de 1966, Rosario Castellanos le dice a su hijo, que se encontraba en México:

“Mi querido Gabrielito:

Estoy muy contenta preparándome para recibirte ahora que vas a venir. Tenemos ya muchos planes para llevarte a pasear. […] Aquí cerca hay un parque zoológico y vamos a ir  a ver los animales y luego, si cae nieve, puedes jugar con el trineo de unos niños mexicanos que están viviendo aquí y, cuando tengas frío y no quieras salir, vemos la televisión para que te diviertas. También hay cine y pasan películas de Batman y otras de muñequitos que son especiales para ti.”

Arqueología de sí misma

El archivo es una forma de narrarnos, ya sea voluntaria o involuntariamente. Y como en toda la obra de Rosario Castellanos, en el archivo que forma la exposición “Un cielo sin fronteras…” se encuentra una voluntad de reafirmarse. Nos dice: “Esta he sido yo”. 

Carmen Tostado, coordinadora de Exposiciones de San Ildefonso y curadora de Un cielo sin fronteras… comenta que lo que más le gustó del proceso de armar la exposición fue “encontrarme a esta otra Rosario que es muy libre, que defiende la risa como estrategia de vida. Me ha conmovido mucho conocer qué guardó ella de sí misma. Ella guardó esta historia de ella para ella. Y ahora esa historia que ella conservó es la que se está mostrando.”

Fotografías de Rosario Castellanos en Tuxtla, Chiapas, fechada en 1957.
Fotografías de Rosario Castellanos en Tuxtla, Chiapas, fechada en 1957. Foto: Julián Peralta

Quién sabe qué clase de poderes proféticos tendría Rosario Castellanos en vida, qué capacidades adivinatorias. Tal vez vio que en el futuro habría un busto de ella, en el jardín de la Facultad de Filosofía y Letras, que la mostraba bastante más seria de lo que era. Esa también fue su estrategia de vida: mostrarse tozuda y formal. Quizá también guardó aquellas fotos para un futuro más benévolo, donde la risa no fuese vista como señal de debilidad. 

“A mí me encantaría que esta exposición ayudara a desmontar la idea de esa Rosario Castellanos sufriente, doliente, que siempre estaba como sufriendo por amor. Sí, una parte de ella fue así, pero creo que una parte de todos y todas nosotras, en algún momento, hemos sufrido por amor, pero esa no es toda la narrativa de nuestra vida”, dice, por su parte, Sara Uribe. 

Las decisiones curatoriales han sido muy precisas para contribuir al objetivo de desarmar esa percepción sobre Rosario Castellanos. 

Carmen Tostado, por ejemplo, explica cómo se eligió la imagen de la exposición: “Es una foto de ella coloreada, con una falda de los años 50 y sus tobilleras. También tratamos de alejarnos de la imagen de esta mujer madura con un rostro duro, y más bien, tratamos de acercarnos a esta Rosario vital”.

Fotografías de Rosario Castellanos de joven, una en blanco y negro y la otra coloreada por encima.
Fotografías de Rosario Castellanos de joven, una en blanco y negro y la otra coloreada por encima. Foto: Julián Peralta

Sara Uribe menciona que la exposición “es una oportunidad inédita de descubrir a esas otras Rosarios. A final de cuentas, cada álbum familiar es como una suerte de cápsula del tiempo, una suerte de bitácora y también una suerte de mapa para entender a la persona y para entender su vida. Y estas fotografías nos van a conducir a distintos lugares de los ya recorridos y que, no necesariamente, son los que definen en su totalidad quién fue Rosario Castellanos.”

Durante los días de montaje de la exposición fue posible observar la evolución de “Un cielo sin fronteras…”. Cada día deparaba un nuevo hallazgo de aquellas joyas que encontró Gabriel Guerra: las fotos de la autora de Poesía no eres tú, en Acapulco; otras con amigos de la universidad, entre ellos el escritor guatemalteco Augusto Monterroso; en una está frente a una mesa que tiene encima dos grandes micrófonos, ella ve fijamente un papel, del cual parece basarse para dictar una conferencia. Gracias a la ficha se sabe que esa conferencia fue dada en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras. 

Hay una fotografía, de hace exactamente cien años, que muestra a Rosario Castellanos cuando era bebé.  

Además de ser una oportunidad para descubrir a esas otras Rosarios Castellanos, el archivo también abre la puerta a precisar datos biográficos de la autora. Gracias a la atención de los detalles, la investigadora Laurette Godinas pudo corregir una fecha: “Se pensaba que ella [Rosario] llegaba en 1940 a la Ciudad de México y gracias a una de las credenciales de secundaria se vio que no, en realidad había llegado un año antes”, explica Tostado.

Fotografía de Rosario Castellanos de bebe, fechada en 1925.
Fotografía de Rosario Castellanos de bebe, fechada en 1925. Foto: Julián Peralta
Fotografía de Rosario Castellanos de niña, disfrazada de payaso.
Fotografía de Rosario Castellanos de niña, disfrazada de payaso. Foto: Julián Peralta
Credencial de la secundaria de Rosario Castellanos, fechada en 1939.
Credencial de la secundaria de Rosario Castellanos, fechada en 1939. Foto: Julián Peralta

Rosario, a través del tiempo

La exposición está organizada con un hilo cronológico, explica la curadora. Son cuatro bloques que tienen que ver con experiencias vitales biográficas: el primero está dedicado a la infancia en su tierra natal, Chiapas; el segundo al periodo estudiantil, a partir de 1939, cuando viaja a la Ciudad de México para estudiar la secundaria.

El tercer bloque está dedicado a la época en la que empieza a escribir y publica su primer libro, Trayectoria de Polvo (1948). En esos tiempos es también que se vincula con los escritores del Grupo de los Ocho, un grupo de poetas mexicanos conocidos por la publicación de una antología en 1955, que reunía la obra de los integrantes. 

El último bloque de la exposición arranca en 1957,  cuando se casa con el diplomático Ricardo Guerra, nace su hijo Gabriel y empieza una nueva etapa familiar. Es en esta época cuando la escritora también emprende proyectos que muestran su compromiso social y político, como el que inicia con el Instituto Nacional Indigenista. 

Credencial de Rosario Castellanos, fechada en 1957, cuando trabajó en el Instituto Nacional Indigenista.
Credencial de Rosario Castellanos, fechada en 1957, cuando trabajó en el Instituto Nacional Indigenista. Foto: Julián Peralta

Aunque en sus textos de no-ficción —como sus cartas o sus artículos publicados en el periódico Excélsior— Rosario Castellanos se abstuvo de hablar de política, sus acciones hablaron por ella. En Chiapas, por ejemplo, impulsó un teatro de marionetas educativo que se llamó Teatro Petul.

Carmen Tostado cuenta que las especialistas en la obra de Rosario Castellanos fueron indispensables para la exposición, sobre todo para la selección de los textos que acompañan a las imágenes y los objetos: “Yo iba planteando preguntas: ¿No habrá algún tema por aquí que hable de la maternidad?’, por ejemplo. Entonces, me mandaban textos”. 

Y añade: “la exposición es una invitación a leerla”. Es por ello que la sala estará tapizada con citas de poemas, ensayos, cuentos, novelas. 

“Creo que el archivo va a ayudar a que volvamos a leerla con otros ojos, con unos ojos renovados, con unos ojos frescos, con más preguntas”, comenta Julia Santibáñez.

Gabriel Guerra dice que se sorprende al observar que muchas de las cosas que escribió su mamá hace más de 60 años siguen siendo vigentes. “Lo cual no sé si habla de la visión adelantada que ella tenía o de cómo el país también se ha estancado en muchos temas que no ha logrado resolver”.

La exposición corrobora lo que Rosario Castellanos escribió en su poema Misterios Gozosos y que da una suerte de aviso para quien se atreva a dudar de la vigencia de su vida y obra: “Yo no me fui/ no he vuelto;/ yo siempre estuve aquí/ viviendo/”.

Libros de la autoría de Rosario Castellanos, como Álbum de familia, Mujer que sabe latín y Materia memorable, envueltos en papel blanco.
Libros de la autoría de Rosario Castellanos, como Álbum de familia, Mujer que sabe latín y Materia memorable, envueltos en papel blanco. Foto Julián Peralta