El largo viaje para llegar al nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles

Ubicado a más de 50 kilómetros del centro de la Ciudad de México, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) comenzará a operar a partir del lunes 21 de marzo de 2022. Sin embargo, no están listas las obras de infraestructura de transporte que lo conectarán con otros puntos de la Zona Metropolitana del Valle de México. 

Para no retrasar su inauguración, las autoridades gubernamentales anunciaron —como paliativos— la puesta en marcha de rutas de transporte terrestre y hasta aerotaxis hacia el nuevo aeropuerto. Pero todavía hay poca luz sobre el  transporte público (como el que usarán las personas trabajadoras del nuevo aeropuerto).

El AIFA representa una inversión cercana a los 75,000,000,000, según el Gobierno Federal. Pero llegar a él desde cualquier punto del Valle de México es una Odisea. No había,a cinco días de la inauguración, autopistas ni transporte público que conectaran directamente con la terminal aérea ubicada entre Zumpango y Tecámac; ambos, municipios del Estado de México con serios problemas de inseguridad y transporte público deficiente. 

Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que el trayecto al nuevo aeropuerto es sencillo. En su conferencia matutina del 16 de marzo afirmó que el lunes 21 de marzo se trasladaría desde Palacio Nacional al aeropuerto para inaugurarlo. Y, de paso, demostrar que el recorrido es de apenas 40 minutos. Un día después insistió en el tema: “Vamos a informar sobre cómo llegar al nuevo aeropuerto Felipe Ángeles, porque ya ahora esa es la campaña en contra, de que se va a hacer una semana para poder llegar”. 

¿Pero quiénes pueden lograr esos tiempos de traslado y en qué transporte? Es miércoles 16 de marzo de 2022. Faltan cinco días para la inauguración del AIFA.  Para documentar cuánto tiempo toma el traslado en transporte público, tres integrantes de Corriente Alterna partimos hacia el nuevo aeropuerto desde tres puntos: el centro de la capital del país, Coacalco y Nextlalpan, dos municipios del Estado de México cercanos a la terminal aérea. Ésta fue nuestra experiencia.

Ruta 1. Zócalo de la Ciudad de México. 13:50 horas

Soy Dulce y comienzo el viaje en la Línea 2 del Metro. En la estación Hidalgo transbordo a la Línea 3 y luego bajo en Guerrero. Ahora subo a la Línea B, que se dirige a Ciudad Azteca. Una vez que llego a esta terminal, ya en Ecatepec, Estado de México, uso el Mexibús –la versión mexiquense del Metrobús–. Para abordar, debo comprar una tarjeta de acceso que cuesta 19 pesos, pero no hay máquinas expendedoras en la estación. Así que un policía y personal del Mexibús reciben de los usuarios sin tarjeta los nueve pesos del pasaje para dejarles acceder.

Ya en el andén, en el área exclusiva de mujeres, espero 11 minutos a que llegue el Mexibús Rosa, un autobús largo. Por las ventanas observo grandes camiones cargados de materiales para construcción. El calor de la tarde inunda el Mexibús. Pero lo aguantamos porque representa una opción, entre comillas, más segura y rápida para atravesar esta ruta, una de las más inseguras del Estado de México. Viajo hasta la última parada: Ojo de Agua, en Tecámac. Son dos horas de camino y eso que no es hora pico.

Ruta 2. Pueblo de Xaltocan, en el municipio de Nextlalpan, Estado de México. 13:30 horas.

Soy Ivan e inicio mi viaje desde el poblado más cercano al AIFA. Desde el nuevo puente de interconexión vehicular Xaltocan-Nextlalpan se pueden ver las instalaciones de la terminal aérea, a menos de 3 kilómetros. Sin embargo, para llegar ahí tengo que recorrer más de 30 kilómetros en  un traslado que me toma más de hora y media.

Abajo del puente está la que será la vía principal de acceso al aeropuerto Felipe Ángeles: una interconexión vial con el Circuito Exterior Mexiquense; pero sigue en construcción. A su lado, tampoco ha finalizado la extensión del Tren Suburbano entre el AIFA y la estación Lechería que tendrá cinco estaciones intermedias, una de ellas en Xaltocan.

No obstante, se levantó una barda que se extiende hasta el pueblo vecino de Santa Inés e impide el paso a cualquier vehículo o persona de la zona.

Otra vía inconclusa que el gobierno federal prometió construir para facilitar la conexión al aeropuerto de Santa Lucía es la vía Tonanitla. Contempla un viaducto elevado y otro entronque con el Circuito Exterior Mexiquense hacia el AIFA. Este proyecto, con una inversión estimada de 647,000,000 de pesos, es uno de los de menor avance.  

Tampoco está terminada la vialidad de San Jerónimo —que integra la ampliación a cuatro carriles de un camino que conecta con la autopista México-Pachuca y dos entronques de acceso a la base aérea de Santa Lucía—. Esto pese a que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) aseguró que estaría lista para el 21 de marzo de 2022. 

De modo que actualmente solo hay un modo de llegar desde Xaltocan al AIFA en transporte público: tomar un pesero que lleve a la estación del Mexibús Ojo de Agua desde el mercado principal del municipio de Zumpango.

La unidad avanza entre el calor irradiado por el asfalto, las ventanas negras y la piel sudorosa de quienes estamos dentro. Se escuchan las maniobras de los vehículos de carga pesada que circulan en el mismo carril. No se contemplaron libramientos exclusivos para estas decenas de camiones que diariamente van y vienen del AIFA. Por ello, desde 2019 es común que detengan el tránsito, mientras llenan la avenida de tierra y polvo.

En el tramo final, para arribar a la terminal de Ojo de Agua, hay que pasar por un bulevar lleno de desniveles irregulares, baches y con uno de sus dos carriles obstruido por autos particulares estacionados en la vialidad, a pesar de estar prohibido.

Ruta 3.  Coacalco de Berriozábal, Estado de México. 12:30 horas.

Mi nombre es Fernando. Parto del municipio de Coacalco de Berriozábal, entre el Cerro del Chiquihuite y el nuevo aeropuerto. Mi camino inicia en la estación Coacalco de la Línea 2 del Mexibús. Una luz roja se enciende a la par de un pitido tan alto que algunos usuarios cubren sus oídos con las manos. El sonido advierte que las puertas se cerrarán, lo que inicia la cotidiana tanda de empujones para ingresar. La fila ordenada que había dentro de la estación para ingresar a la unidad pierde sentido en cuestión de segundos. 

Un sol de mediodía se cuela a través de las ventanas calentando los asientos de plástico. Tras un trayecto caluroso de media hora, transbordo a la Línea 1, en la estación Las Américas, rumbo a Ojo de Agua. Aunque me hago más tiempo que si viajara  en camión o en combi, —como muchas personas— prefiero tardar más en llegar a mi destino que enfrentarme con la inseguridad de viajar en “peseros” por la ruta que corre desde la Avenida Carlos Hank González, en Ecatepec, hasta Ojo de Agua. 

No es únicamente mi impresión o la de los usuarios: según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el Estado de México es la entidad con el mayor número de denuncias por robo con violencia en el transporte público. De hecho, la entidad concentra más de la mitad de todos los asaltos en transporte que se denuncian a nivel nacional: en 2021 se registraron 12,872 robos, de los cuales 7,351 (57%) ocurrieron en el Estado de México, con un promedio de 612 al mes.

No obstante, el miedo por asaltos no es el único peligro del que se tienen que cuidar los viajeros. La figura de un autobús de caricatura sonriente sugiere a los usuarios que tomen distancia de entre 1.50 hasta 2.25 metros para evitar contagiarse de covid-19. La invitación se percibe imposible, incluso ahora que el transporte no va tan lleno.

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Son las cuatro de la tarde cuando, finalmente, los tres nos encontramos en la estación Ojo de Agua. Lo primero que percibimos es un fuerte olor a pintura y el sonido de una broca que taladra el concreto, justo a la mitad del camino por donde los usuarios salen al paradero de combis. A partir de aquí correrá la ampliación de esta línea del Mexibús que llegará hasta el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.

A marchas forzadas, decenas de personas trabajan en la construcción de las ocho estaciones adicionales que, a menos de una semana de la inauguración del aeropuerto, todavía no están terminadas. Uno de los obreros nos dice que también hacen jornadas nocturnas con tal de terminar a tiempo para el 21 de marzo. “Aquí nadie deja de laborar. Nos dijeron que teníamos que tener todo listo el día domingo”, sostiene.

Por el momento, la única manera de acercarnos al AIFA  es en alguna de las combis que salen del paradero. Un checador de bigote nos indica rápidamente que la ruta Los Reyes-Zumpango es la opción para llegar al aeropuerto. Son las 16:06 horas cuando partimos. 

Tomamos la carretera México-Pachuca, una vía históricamente insegura para viajar en transporte público. La combi, con unos 10 pasajeros, poco más de la mitad de los que caben en una camioneta de ese tipo, avanza entre claxonazos y sortea algunas excavadoras que circulan con lentitud. Por la ventanilla observamos que en las nuevas estaciones del Mexibús que deberán funcionar a partir de 21 de marzo apenas se están montando las estructuras metálicas. Tampoco parecen contar con un carril exclusivo ni con suelo hidráulico, como requiere un transporte así. Arena y grava se acumulan en los camellones levantando un polvo fino que se cuela hasta la combi.

Casi un cuarto de hora más tarde llegamos, por fin, a la terminal aérea.

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Con pocos días de haber iniciado su mandato, el 20 de diciembre de 2018 el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la construcción del nuevo aeropuerto, cuya obra estaría a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Así, parte de la Base Aérea Militar N° 1 de Santa Lucía pasó a convertirse en el terreno para el AIFA.

Nuestra primera impresión es dudar que ahí se encuentre un aeropuerto listo para operar. En los alrededores del terreno observamos el barullo habitual de una obra en curso: hay decenas de trabajadores con cascos, chalecos amarillos o anaranjados y botas empolvadas; y entran y salen camiones de carga y máquinas excavadoras. Al fondo se levanta un puente de andamios improvisado que atraviesa la México-Pachuca y, más atrás, distinguimos la silueta del Hospital General Regional No. 200 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). 

Uno de los pocos indicios de que ahí está el aeropuerto son una lona que cuelga junto a un camino de terracería, con el siguiente mensaje: “En el A.I.F.A. estamos orgullosos de contar con personal proveniente de los grupos indígenas mexicanos, di NO A LA DISCRIMINACIÓN”. Unos metros más adelante, un cartel blanco, desgastado y grafiteado, que señala: “INGRESO A PUERTA 1 TER”. Y, a lo lejos, la silueta de una torre de control aéreo que sobresale en el horizonte.

Resulta decepcionante, sobre todo, después de viajar desde la Ciudad de México y de dos poblados del Estado de México durante casi dos horas con 40 minutos entre el calor, el tráfico vehicular y el hacinamiento característico del transporte público de la Zona Metropolitana. Ni siquiera hay un acceso oficial para llegar a la terminal aérea.

Pero en el fondo, tampoco nos sorprende demasiado: el propio gobierno federal informó el 10 de febrero de este año que en ese entonces la construcción del nuevo aeropuerto llevaba apenas 50% de avance.

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Como el día que acudimos aún no está listo el acceso oficial al AIFA, solo hay dos maneras de ingresar. La primera es por un camino de terracería que funciona como acceso temporal exclusivo para los trabajadores. La segunda es la entrada “1 Ter”, que usan los turistas que deseen visitar los museos del Mamut y de Aviación, cuyas puertas se abrieron al público desde el pasado 12 de marzo.

En la entrada hay un retén operado por militares. No hay permiso para entrar a conocer el aeropuerto, pero sí para visitar los museos. El personal militar nos comenta que  no han recibido información clara sobre cómo será el ingreso al AIFA el lunes 21 de marzo.

Decimos que queremos entrar a los museos para ver la obra. Tomamos uno de los taxis que operan dentro de la base militar aérea y que por 80 pesos nos llevan a dar una vuelta alrededor del Boulevard Aéreo, donde se concentran algunas de las atracciones de la base militar.  Hay museos, un hotel, un cine y una plaza comercial. Escuelas militares, grandes aviones y trenes antiguos en exhibición también amenizan el camino.

El recorrido en taxi es lento. Aunque todavía no hay pasajeros, contamos los minutos que hacemos desde esta entrada hacia el aeropuerto: 30 minutos debido al tránsito constante de vehículos de carga.

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En otros países también operan aeropuertos internacionales lejos de sus principales ciudades. En Francia, por ejemplo, el aeropuerto Charles de Gaulle se ubica a 23 kilómetros del centro de París, pero cuenta (además de autobuses y taxis) con un sistema de trenes regionales que hacen el recorrido en media hora; el aeropuerto de Gatwick está a 45 kilómetros del centro de Londres, pero un tren exprés permite llegar a él en 30 minutos.

El problema es que, a diferencia de esas terminales aéreas, el AIFA no cuenta todavía con conexiones eficientes de transporte: la obra de extensión del Tren Suburbano Lechería-AIFA, cuya promesa de puntualidad es de recorrer en 39 minutos el tramo de Buenavista hasta el nuevo aeropuerto, estará lista hasta el segundo semestre de 2023.

Así que para conectar el nuevo aeropuerto, el gobierno federal dispuso— por el momento— de 14 rutas de vehículos que saldrán de diferentes puntos de la Ciudad de México (incluidas las cuatro centrales de autobuses de la capital) y del Estado de México. Según las autoridades, el tiempo de traslado de estas rutas va de los 40 minutos hasta un hora con 40.

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Además, todavía no queda claro cómo funcionarán los taxis que operan desde plataformas. La Comisión Federal de Competencia Económica emitió un comunicado el pasado 13 de marzo, donde explica que analizó el plan de acceso “abierto” del AIFA, que “permitiría la entrada a cualquier interesado que cumpla con los requisitos aplicables en materia de seguridad y calidad, sin tener que pertenecer a una agrupación de taxistas o de sitio”. Sin embargo, dentro de sus recomendaciones sugiere que se permita “la prestación del servicio a las plataformas digitales de transporte de pasajeros siempre y cuando cumplan con los requisitos”.

José Antonio, quien es conductor de plataforma como trabajo de medio tiempo, dice que lo poco que sabe al respecto del AIFA es que podrán dejar pasajeros, pero no recoger. Entre ese hecho, los riesgos y la distancia para llegar desde la Ciudad de México hasta el nuevo aeropuerto, el conductor concluye que preferirá no tomar viajes hacia allá, porque en ese tiempo puede hacer más recorridos en la ciudad. 

Aunque a partir del lunes 21 de marzo el AIFA comenzará a operar con seis vuelos nacionales diarios (Villahermosa, Mérida, Cancún, Tijuana, Guadalajara y Monterrey) y un vuelo internacional quincenal (a Venezuela, operado por Conviasa), se estima que las obras de infraestructura de transporte pendientes —como el tren suburbano y las carreteras— estarán listas hasta 2023. 

Mientras tanto, en algunos casos, el viaje para llegar al nuevo aeropuerto tomará más tiempo que la hora y media que dura el vuelo que operará Viva Aerobús desde el AIFA a Guadalajara.