Imágenes inéditas de protesta social del fotógrafo mexicano Héctor García, así como otras que se creyó eran suyas pero fueron captadas por su compañera de vida, María García, se exhiben por primera vez en el Complejo Cultural Los Pinos, en el centenario de su nacimiento.
Nueve antorchas destacan en los brazos levantados de un grupo de jóvenes. Al fondo se distingue el Monumento a la Revolución. La modernidad y el caos convergen en una imagen contundente captada por el fotógrafo mexicano Héctor García, en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México.
Es 26 de agosto de 1958. Los manifestantes protestan por el alza en las tarifas de autobuses. Dos semanas después, la imagen en blanco y negro es portada del primer número de la revista Ojo! Una revista que ve, fundada por el periodista Horacio Quiñones y “el fotógrafo de la ciudad”, como fue bautizado Héctor García por su amigo y cronista Carlos Monsiváis.
Luego de que el diario Excélsior se negara a publicar algunas instantáneas del fotoperiodista, y de enfrentar una narrativa limitante y criminalizadora en relación con las imágenes de los manifestantes, surgió dicha publicación.
“Hector García tiene empatía con la gente que está protestando, pero hay que imaginar el país de aquellos años. Era un México donde el Estado tenía un control mucho mayor sobre los medios, y, por lo tanto, cualquier ‘rebeldía’ recibía la carta de la represión”, destaca el historiador Alberto del Castillo, curador de la muestra “El lado oscuro del régimen. La protesta del 58 y 68”, abierta al público en conmemoración por el centenario del natalicio del fotógrafo.
La exposición, que se puede recorrer en la Sala Miguel de la Madrid del Complejo Cultural Los Pinos, forma parte del amplio proyecto curatorial de este año en torno a quién documentó con su cámara medio siglo de historia del siglo XX. Además, destaca por abrir la posibilidad de una lectura de género sobre el registro documental de aquellos años.
Héctor García también estuvo presente en los días de efervescencia estudiantil una década después: en los foros y festivales culturales de la UNAM en Ciudad Universitaria y el Politécnico, así como la noche en que se perpetró un crimen de Estado: la masacre del 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas.
El segundo bloque de la muestra incluye esas fotos del también conocido como Pata de perro, además de las realizadas por María García, también fotógrafa y su esposa, quien en ese entonces trabajaba para La Gaceta de la UNAM y captura imágenes de algunas manifestaciones de los estudiantes, así como de la marcha organizada por el entonces rector de la máxima casa de estudios, Javier Barros Sierra, el 1 de agosto.
“Algunas de las marchas, algunos de los episodios más importantes del 68 que antes pensamos que los había cubierto Héctor, porque esas fotografías aparecían bajo su firma, resulta que son autoría de María García y ahora son expuestas así, por primera vez. Esto abre la posibilidad de una lectura de género. Sobre todo, rescata el lugar de María como autora”, resalta Del Castillo.
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La protesta social en la mira de Héctor García
En el caso de las movilizaciones de 1958, si bien la revista Ojo! sólo publicó dos números, incluyó en ellos cerca de 60 fotografías, acompañadas de textos concisos que brindaron un relato independiente y no marcado por el discurso oficial sobre las luchas sociales de aquel año, que se extendieron hasta 1959.
Además de las protestas por el aumento en las tarifas de transporte, tuvieron lugar algunos de los movimientos sindicales más importantes en la historia del país: el magisterial, encabezado por Othón Salazar, y el ferrocarrilero, liderado por Demetrio Vallejo y Valentín Campa (quienes pasarían diez años en la cárcel de Lecumberri como parte de la represión oficial).
Del Castillo resalta que hablar de los movimientos de 1958-1959 implica pensar en la diversidad: maestros, estudiantes, trabajadores de distintos sindicatos, buscando la democratización de sus espacios.
Cuatro fotorreportajes de la revista Ojo! se dedicaron a los protestas estudiantiles. García y Quiñones, con la imagen y la palabra, documentaron el deseo juvenil de querer “cambiar las cosas” al “expropiar” los camiones y brindar servicio gratuito; el apoyo a las demandas de otros sectores de la población; la presencia y participación de las mujeres frente a la represión, así como los heridos y agresiones de que fueron objeto por parte del gobierno en turno.
Las marchas y los mítines, la toma y quema de autobuses, los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, la represión y los heridos, fueron captados por Héctor García y sus colegas Enrique Bordes Mangel y Rodrigo Moya.
A los tres se les rechazó el material que consignaba esos sucesos en los respectivos medios en que trabajaban, cuenta Raquel Navarro, en su ensayo Héctor García en Ojo! Una revista que ve, publicado por el Centro de la Imagen.
Una cámara alemana Rollei se alza al fondo entre la multitud. Es el año del 58. El encuadre de Héctor García retrata a Rodrigo Moya, en acción. En otras secuencias de García incluidas en la muestra, se refleja el compañerismo cuando otro fotógrafo está en los hombros de Moya.
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Tiros cruzados
García y Moya, herederos de la llamada “fotografía de la Revolución Mexicana”, dejan registro para la memoria colectiva aunque son ejemplo de distintas miradas. Hector García obtuvo el Premio Nacional de Periodismo 1959, por su trabajo sobre el movimiento vallejista. Las imágenes de Rodrigo Moya, ven la luz medio siglo después.
Para la conformación del bloque de la exposición dedicado al 58, Del Castillo conceptualizó lo que llamó “tiros cruzados”, donde muestra la obra de Héctor García en diálogo con la de Rodrigo Moya.
Rodrigo Moya es otro gran fotógrafo de la época, “nuestro primer corresponsal de guerra”. Cubrió la guerrilla en Guatemala y Venezuela. Un fotógrafo que trabaja para varios medios, pero que también tiene una perspectiva de izquierda, muy independiente, refiere el historiador y curador.
“Tuvimos acceso al archivo de Rodrigo Moya y logramos contrastar tomas de ambos fotógrafos sobre la misma marcha o mitin. Me pareció muy interesante mostrarlo en la exposición, porque Héctor García está considerado como el fotoperiodista más importante de la segunda mitad del siglo XX en México.
“Pero evidentemente no partió de cero, sino que está en contacto con una cultura visual en su contexto. Entonces era importante también darle lugar a eso a través de un contraste con otro fotógrafo importante de la época”, enfatiza Del Castillo
En 2003 la revista Luna Córnea dedicó su número 26 a García por sus 80 años de vida y 60 en el oficio. En esa edición, el investigador John Mraz, especializado en fotografía, cine, video y digitalización, recupera una historia:
“A Horacio Quiñones, audaz periodista, le gustaron mucho las fotos y convenció a García de que nunca saldrían en la prensa oficial. García juntó dinero y publicó las fotos en Ojo!, de la cual tiraron 5,000 copias. El problema, ahora, era su difusión, ya que los canales estaban cerrados. Un amigo se encargó de distribuirla y, con la sed de los mexicanos por un periodismo gráfico de verdad, se agotó en un día. La revista fue vendida a precios más altos que el de la portada. El amigo entregó el dinero a García y pidió más ejemplares.
“Emocionado, Héctor García habló a Quiñones para encargar 10,000 ejemplares. Quiñones respondió: ‘Lo mejor es que veas a dónde te metes porque ya pasó la policía por la imprenta y se llevaron las placas’. García se escondió hasta que bajó la marea y, poco después, recibió el Premio Nacional de Periodismo 1959 (que entonces otorgaba el gobierno) por esas mismas imágenes. Con el movimiento aplastado y sus líderes encarcelados, el gobierno premió fotografías que antes fueron censuradas”.
El peso de Héctor García en nuevas generaciones
Otro aspecto a resaltar en la curaduría de la exposición, es que incluye algunas “hojas de contacto” —donde antes los fotógrafos imprimían varias de sus tomas para poder elegir las publicables—, que permiten conocer no sólo la foto final o publicada, sino un proceso de cómo se realizaron las tomas.
“En el conjunto de fotografías donde podemos ir acompañando al fotógrafo dentro de su rutas de trabajo, es un trabajo muy callejero: cómo se va acercando a las marchas, cómo retrata la vanguardia de la marcha con los líderes quizás; pero también cómo, por ejemplo, de repente se sube a un puente peatonal para tomar fotos en picada”, explica Del Castillo.
“Un poco adelante, había un soldado, fusil y casco, vigilante en máxima tensión. Y de pronto estalla un flashazo a lado de él y entonces el soldado volteó, como yo me temía. Nomás que alcanzó a darse cuenta con el rabillo del ojo que estábamos trabajando, estuvo en un tris de rajarse la madre”, relató Héctor García a la reportera Blanche Petrich en una entrevista para el periódico La Jornada, en 1998, en referencia al 2 de octubre del 68, momento de represión que también documentó y cuyas imágenes también se incluyen en la exhibición El lado oscuro del régimen.
Reconocido por un sello personal a partir de lo estético, los “defectos” en el movimiento de las imágenes, los primeros planos en los rostros, los fuera de foco y las influencias del muralismo, Héctor García y su estilo tienen un peso significativo en generaciones posteriores a la suya.
“Yo creo que es un eslabón intermedio, que es fundamental para entender, por ejemplo, las claves de lo que fue el surgimiento del llamado ‘nuevo fotoperiodismo mexicano’ en la década de los 70, con toda una generación de extraordinarios fotógrafos como Pedro Valtierra, Marco Antonio Cruz, Andrés Garay, Frida Hartz, Martha Sarak”, considera Del Castillo, quien el próximo martes 10 de octubre a las 17:00 horas, impartirá la conferencia magistral “El Movimiento estudiantil de 1968 visto a través de la foto”, en el Instituto Mora.