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Mónica Galarza, madre de Pau, una niña trans, considera vital crear un espacio de seguridad y confianza en el proceso de identificación de les hijes. Foto: Rebeca Herrera / Corriente Alterna.

Infancias trans, nuevas maternidades. El apoyo y la aceptación al hije trans

Las infancias trans requieren la aceptación de su familia en su proceso de transición. Las madres suelen ser el principal apoyo.

Rebeca Herrera, estudiante / Corriente Alterna el 4 de diciembre, 2022

Mónica Galarza es una mujer de 41 años. Es madre de un niño cisgénero (persona cuya identidad de género y sexo asignado al nacer son el mismo) y una niña trans: Dan, de 10 años, y Pau, de 7. Afirma que de saber, realmente, lo que significaba ser madre, lo hubiera pensado dos veces, pues la crianza de sus niñes no ha sido fácil. Ha tenido que enfrentar un gran reto desde que Pau, a los 3 años, le dijo que era niña. Lo único que pensaba en ese momento era construir un espacio seguro para Pau.

Mónica y Fernando se conocieron hace 17 años entre el escenario, las butacas, los corredores y la taquilla del teatro. Ambos trabajaban en el mismo lugar y son fieles apasionados de las artes escénicas, su segunda casa. A lo largo de su trabajo en el teatro, Mónica se enteró de muchas historias de personas pertenecientes a la comunidad LGBTQ+ que exponían las humillaciones y discriminaciones que sufrían por parte de su familia al declararse homosexuales. Por ello, siempre buscó generar un espacio de confianza, amor y seguridad para Pau. Aunque, en principio, llegó a sentirse vulnerable al no saber qué hacer o cómo actuar

Una revolución de pensamientos, de aceptar otras formas de identidades de género. También, de cuestionarse su educación, de salirse del binarismo de género, de luchar contra los estigmas sociales. De ir en contra de su religión, de aprender a equivocarse y pedir perdón, de aprender a mejorar para sus hijes. Estos son algunos de los significativos cambios que sufrieron Mónica y Fernando.

La historia de la princesa Elsa

El apoyo de las familias, desde el primer momento en que un integrante se identifica como parte de la comunidad LGBTQ+, es esencial para su sano desarrollo y convivencia. Sin embargo, no muchas están dispuestas a afrontarlo. Las figuras masculinas, principalmente, son quienes abandonan a sus hijes en el proceso. Del 85% de las infancias y adolescencias que reciben apoyo de su familia, éste proviene de la figura materna. Los datos provienen de la Asociación por las Infancias Transgénero.

El caso de Pau es una de las pocas excepciones a ese porcentaje, porque tanto su madre como su padre le han apoyado.

A Pau le gusta saltar la cuerda y contar historias (antes hacía cómics). Le gusta llevar el pelo largo porque dice que quiere una trenza como la de Elsa, la princesa de Frozen. También le encanta maquillarse. Comenta que de grande quiere ser modista o maquilladora. 

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Entre los juguetes de Pau se encuentra una bolsa con maquillaje. Barnices de colores o con brillos, labiales y collares son algunas de las cosas con las que más le gusta jugar. Foto: Rebeca Herrera / Corriente Alterna.

Cuando ella tenía tan solo 2 años y 10 meses, un día que regresaba de ver la película Frozen en el jardín de niños, le dijo a su familia que era la princesa Elsa. Su mamá afirma que esa película marcó a su hija y que, en cierta forma, “le despertó su subconsciente”. 

Luego de que su papá le comprara una muñeca de Elsa, fue tal la fascinación que quiso también el vestido de dicha princesa. Aunque tardaron un tiempo en conseguirlo, finalmente le dieron a Pau su vestido, que se ponía en cada momento, incluso encima de su uniforme. También se aprendió la canción “Libre soy”, de Frozen

Para Mónica y Fernando, la ropa y los juguetes no significaban nada. Nunca le impidieron usar cosas “para niñas”, ni le dijeron que no debía jugar con muñecas sino con balones. En ese punto, ambos sabían que se enfrentarían a un largo camino y proceso de apoyo a Pau. 

Por su parte, Mónica platicaba con su terapeuta la angustia por no sentirse preparada para su hija, el miedo de que pudieran rechazar a Pau. Sbía que tanto ella como su esposo la apoyarían en cada momento, pero el miedo continuaba latente. Pau no convivirá únicamente con su familia, “va a salir al mundo”. No obstante, la calmó saber que quien la conduciría y le enseñaría a estar preparada era su hija. Solo debía dejarse llevar y estar abierta a los cambios. 

Pau menciona que, durante su proceso de transición y cuando era más pequeña, pensaba que su cuerpo cambiaría físicamente para convertirse en el de una niña. Más tarde comprendió que así como era estaba bien y no necesariamente debía cambiar. 

“Aunque era niño, en mi corazón sentía que me faltaba algo. Me faltaba algo muy especial. Ahora ya lo encontré”, comenta respecto a lo que experimentaba al principio, cuando identificaba su verdadero género. Conforme creció el apoyo de su familia y sus demás círculos sociales, empezó a afirmar abiertamente ser una niña, ser “la princesa Elsa”. 

La primera vez que expresó su identidad de género tenía 3 años. Lo hizo en un evento organizado por Hasbro, al que acudieron por ganar unos pases. A la exposición llevó puesto su vestido de Elsa y la gente decía, sorprendida: “¡El niño que viene vestido de princesa!”. Llamó tanto la atención de las personas que les dijo a quienes miraban: “Hola, yo soy Pau y soy la princesa Elsa”. 

La convivencia con familias de la Asociación por las Infancias Transgénero ayudó a Mónica y Fernando a comprender mejor lo que estaban viviendo. Comenzaron a explicarle a sus hijes que “las mujeres pueden tener vulva, pero también pueden tener pene; y los niños pueden tener pene, pero también pueden tener vulva, porque así somos de diversos”.

El machismo, opresión a la diversidad

Cuando Mónica y Fernando acudían a las convivencias entre familias de la asociación se sorprendían al ver que, máximo, había tres padres en toda la sala. Las demás personas iban acompañadas por su madre. A Mónica, muchos de sus compañeros en el teatro le habían comentado que, si sus padres los hubieran apoyado desde el inicio, todo hubiera sido diferente en su desarrollo personal.

Si bien la mamá de Pau siempre estuvo dispuesta a aprender y a no satanizar el proceso de transición que vivía su hija, para su padre resultó un poco más difícil por la educación que había recibido en su infancia. No obstante, el apoyo terapéutico fungió como soporte. El día de su cumpleaños se acercó a su hija para decirle: “Quiero que sepas que hoy, en mi cumpleaños, decido amarte por quien seas tú, y que tú eres libre de decidir qué quieres hacer. Cuentas con todo mi amor y mi apoyo”. 

Mónica no sólo fue testigo de la transición de Pau sino de su esposo Fer, pues vio cómo fue aprendiendo y creando una “nueva masculinidad”. 

A lo largo de su camino, ambos han tenido que sensibilizarse e informarse más en temas de la comunidad LGBTQ+. Nunca se hubieran imaginado que tendrían que aprender sobre derechos humanos. Mónica se acercó más al feminismo, a la interseccionalidad, a las diferentes orientaciones sexuales, etcétera.

Saben que lo que alimenta la discriminación de las infancias transgénero es la desinformación. “Sobre todo, yo quiero que dejen de satanizarnos como padres y como madres, porque de pedófilos no nos bajan”, lamenta Mónica. Agrega que, generalmente, estos estigmas provienen de personas religiosas. Sin embargo, señala que, si ella pudo cambiar su pensamiento, a pesar de ser criada en la religión católica, entonces la sociedad también se puede informar y no esperar hasta que tengan una hija o hijo trans.

Vivir con tu identidad de género autopercibida

El 17 de noviembre de 2020, luego de que Jalisco se convirtiera en la primera entidad en reconocer a las infancias y adolescencias trans, al modificar el Reglamento del Registro Civil para que las niñas y niños pudieran tramitar su acta de nacimiento de acuerdo con su identidad autopercibida, Mónica llevó a Pau a cambiar su acta de nacimiento con su nombre femenino.

Aunque, en principio, los desanimó la falta de dinero, lograron el cambio de identidad gracias al apoyo de la Asociación por las Infancias Transgénero, que les ayudó con el transporte. A su vez, el padre de Pau apoyó con los gastos de la comida, y su abuela, con el hospedaje. Así lograron llegar a Jalisco junto con el primer grupo de 14 familias que también cambiaron las actas de nacimiento de sus hijes. Entre quienes se encontraban ahí, Pau era de las más pequeñas, con tan solo 6 años. Para ellos este paso significaba un triunfo en el reconocimiento de su identidad, pero también una llave para el ejercicio de sus derechos.

Tania Morales, abogada y fundadora de la Asociación por las Infancias Transgénero, explica en “El reconocimiento a la identidad en niñas, niños, niñes y adolescentes transgénero en México: un derecho humano pendiente” que la edad en la que las personas expresan su género es entre los 3 y 5 años. La importancia de reconocer desde las infancias la identidad autopercibida de las, los y les niñes, se traduce en el desarrollo de una buena calidad de vida.

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El apoyo de su familia ha sido muy importante para Pau. Su único hermano, Dan, siempre la ha aceptado. Desde pequeño ha dicho que tiene una hermana. Foto: Rebeca Herrera / Corriente Alterna.

Según datos de la Encuesta de Discriminación por Motivos de Orientación Sexual, realizada en 2018 por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), 70% de los encuestados declaró haber tenido pensamientos suicidas. Asimismo, la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género 2021 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), arrojó que 26% de los encuestados ha pensado en suicidarse y 14.2% lo ha intentado alguna vez. 

Para Mónica, su necesidad de aprender y estar preparada para Pau viene de las historias que ha escuchado sobre el rechazo de las familias a los hijos e hijas que se declaran pertenecientes a la comunidad LGBTQ+. Afirma que lo que la motivó a apoyar a su hija desde el inicio no solo ha sido el fuerte amor de madre, sino la voluntad de querer hacerlo, de querer aprender y entender lo que estaba viviendo Pau.

El desafiante camino de la crianza por el que pasaron Mónica y Fernando no ha llegado a su fin. Aún falta pasar por otras etapas; entre ellas, la adolescencia de sus hijes. Sin embargo, ambos saben que escuchar lo que ellos quieren es un punto clave. Por ejemplo, Mónica afirma no saber si su hija tomará un tratamiento hormonal o no. Porque, sostiene, no quiere decidir por ella. Quiere que sea Pau quien diga qué quiere hacer con su cuerpo.

De esta forma, hacia el norte de la Ciudad de México, a finales de agosto del presente año, las luces del escenario se apagaron. Los actores, Mónica, Fernando, Dan y Pau se retiran del escenario. Se van para escribir la nueva etapa de sus vidas, el nuevo comienzo en un país totalmente diferente: Canadá. 

Decidieron mudarse allá por una mejor calidad de vida para su familia. “En un lugar donde Pau y Dan puedan tener el desarrollo más óptimo”. Quieren crecer sin ser señalados ni cuestionados. Vivir en un lugar y en el que Mónica y Fernando tengan mayores oportunidades de trabajo. 

Agradecen a quienes los han acompañado hasta ese momento de su vida. También, a quienes los apoyaron o ayudaron en la crianza de sus hijes y en el proceso de Pau. Se retiran en busca de una nueva peripecia. El telón se cierra.