Pareciera que las mujeres no dejan de ‘ser para los otros‘, mucho menos en una crisis. Y esto, que se suele romantizar, es a costa de su tiempo y su cuerpo. La pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus exacerbó la brecha de género en el país. Con las guarderías, escuelas y espacios públicos cerrados, tener a los y las hijas de tiempo completo es una tarea que se suma al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado; situación que de por sí viven miles de mujeres. En este trabajo colectivo coordinado por la becaria Sandra Ramírez, los y las becarias de Corriente Alterna recuperan testimonios de madres de familia que cuentan los retos de vivir la maternidad en el confinamiento.
Ciudad de México, 12 de julio de 2020.- De un día para otro fueron las madres quienes cargaron con el mayor peso del confinamiento: ante el cierre de las escuelas, se convirtieron en maestras de sus hijas e hijos, además de sostener sus empleos y, en ocasiones, ser también las cuidadoras de familiares contagiados de COVID-19. “Honestamente, hay días en que quiero salirme y regalarlos”, bromea una madre desde Tamaulipas sobre sus dos hijos, de uno y dos años de edad. Lo dice desde Ciudad Mier, donde ya se vivía una especie de cuarentena debido a la violencia cotidiana.
En este mosaico, diversas madres relatan el cansancio que supone la crianza en condiciones de emergencia, pero también la alegría de pasar más tiempo con sus hijas e hijos. Algunas sostienen huelgas ante abusos laborales, otras multiplican sus actividades desde casa, por lo que se preguntan: “¿Cuánto va a durar?”, “Mi hija nunca va a jugar bajo la lluvia?” Otras continúan buscando justicia para sus hijas e hijos desaparecidos.
La crisis sanitaria afecta a las madres que se resisten al confinamiento para buscar justicia. “No puedes salir a buscar acompañada de una autoridad porque todo está bloqueado”, dice una de ellas. A cuatro años de la desaparición de su hijo Manuel, sabe que si no sale a buscarlo por sí misma, nadie la ayudará a encontrarlo.
Desde el inicio del confinamiento, colectivos feministas y organizaciones internacionales como ONU Mujeres y CARE alertaron sobre el incremento de las actividades domésticas y de cuidado no remuneradas para las mujeres. En México, el trabajo doméstico no remunerado representa, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 23.5% del Producto Interno Bruto (PIB); es decir, un porcentaje superior a lo que aporta la industria manufacturera.
El semáforo propuesto por el Gobierno de la República tiene cuatro colores: rojo –donde todo está detenido–, naranja –en el que nos encontramos–, amarillo y verde. En este último iniciarán actividades escolares. Sin embargo, desde el color naranja comenzaron las actividades laborales, lo que lleva a millones de madres a regresar al trabajo remunerado. Esto supone que el diseño de las etapas de “desconfinamiento” no toma en cuenta la compatibilidad entre diversas actividades y tareas: ¿quién cuidará de los hijos cuando las madres vuelvan al trabajo?, ¿cómo llamar “nueva normalidad” a una distribución de labores que continúa atentando contra el tiempo propio de las mujeres?
Taisha Nájera: “No soy ama de casa, soy lavandera”
21 años, madre de un niño de dos años y una niña de un año
En Tamaulipas la cuarentena es más cotidiana porque, en este pueblo, casi siempre estamos encerrados: es un lugar muy conflictivo. Aquí no hay nada, no hay cine ni un supermercado. Mi esposo es soldado, así que, casi siempre estoy sola. Él viene dos o tres veces por semana; y, cuando está, se desespera con los niños. Si toca ir al súper yo tengo que entrar porque él no sabe qué hace falta en la casa. No me puedo tardar más de 20 minutos porque él no los tolera, no puede tener a los dos niños juntos. Honestamente, hay días que quiero salirme y regalarlos. Ahorita voy a entrar a trabajar y siento feo porque todo el tiempo he estado con ellos. Diego tiene hiperactividad nerviosa; antes de la cuarentena lo podía llevar al parque, y aquí me las tengo que ingeniar: le hice una pista de obstáculos con piedras y tablas y me puse a enseñarle a contar. Las actividades en casa nunca, jamás, jamás en la vida, se acaban. Yo creo que no soy ama de casa, soy lavandera.
(Fernanda Vega, becaria)
Alicia Valdez: “El miedo a contagiarla”
Trabajadora a distancia y madre de una niña de 6 años
El confinamiento fue un cambio radical y total. Al principio fue complicado, porque es reacomodarte a todos los horarios. Al principio la niña y yo estábamos en pijama todo el día. En su escuela fue un caos, porque nos enviaban a diferentes horas las clases y tareas. Tienes que ser la mamá, la maestra y el ama de casa. Toda la presión que tienes como mamá de educar a la niña, de mantenerla ocupada, con esa chispa de “¿qué más voy a hacer?”; a ella misma le aburre estar todo el tiempo frente a la computadora.
El último mes he valorado mucho el tiempo que tengo con ella. Vivo con mi mamá y ella nos ayuda mucho. Las últimas semanas no hemos salido porque a mi mamá le diagnosticaron COVID. Ella se fue a otra casa y yo me quedé solita. Fue un cambio, porque me ayudaba, incluso, en el acompañamiento. Yo me empecé a sentir mal también, súper cansada, y era un reto porque aparte de enfrentarme a los síntomas tenía que seguir trabajando. En lo emocional fue complicado por el choque de quedarme sola a cargo de la niña, el miedo a contagiarla o que le pasara algo. Siempre, como mamá, te da miedo porque si yo estoy débil ¿cómo voy a proteger a mi hija de algo con lo que ni siquiera yo puedo?
(Sandra Ramírez, becaria)
Viridiana Guerra: “No quisiera dejar la lucha”
36 años, exredactora de Notimex y madre de niños de 2 y 4 años
Me despidieron el 29 de enero. Pasé de tener salario fijo a no tener nada, ni siquiera una liquidación. Defender mis derechos laborales ha sido complicado: estuvimos en huelga por despido injustificado. Eso, por un lado; por el otro, el riesgo de la pandemia latente todo el tiempo. Es súper difícil salir todos los días. No quisiera dejar la lucha, pero me aterroriza que me vaya enfermar y, peor, traer esta enfermedad con mis niños. Me tengo que bañar antes, siquiera, de tocarlos;, ellos saben que tienen que esperar a que yo me lave para que podamos abrazarnos.
Mi esposo trabaja, pero los ingresos para tener una estabilidad económica dependían de los dos. Ahora, con un salario menos, es complicado. Tenemos que apretarnos el cinturón para que nos alcance. Estar en guardia en la huelga me remueve la conciencia de mamá, de no estar para ellos; imaginar que, en algún momento, se pueden enfermar, me hace sentir como juegos de sentimientos, incluso de culpa. No me perdonaría que algo les pasara.
(Juan Gómez, becario)
Mijane Jiménez: “¿Qué futuro le va a tocar a la bebé?”
31 años, presidenta de la organización civil afroamericana Mano amiga de la Costa Chica y madre de una bebé de 9 meses
Soy madre soltera, me toca repartirme entre las actividades laborales y la crianza. Ha sido un poco más cansado porque, de por sí, no tenía quién cuidara a la bebé. Me quita bastante tiempo y he estado muy cansada en esta pandemia. El home office ha saturado bastante mi actividad, es muy pesado, es estresante. Tengo tiempo libre cuando la bebé duerme; inclusive, ahorita, tengo que llevarla con una tía para que me la cuide una hora.
En la mañana, prácticamente me dedico a ella. De 12 a 2 me baño y reviso mis pendientes. Cuando se despierta hay que preparar la comida. A veces mi mamá me ayuda; a veces me da tiempo de comer o como con ella. Cuando la bebé empezaba a caminar, salíamos a la calle, a que le diera el aire, que se distrajera. Aunque es una bebé me señala la calle; quiere salir, pero no, no es posible ahora. A veces también tengo que darle una vuelta en el carro porque el encierro también la agobia.
Me siento muy cansada. El confinamiento ha sido muy tenso, la diversidad de carácteres de las personas con quienes vivimos en la casa ha sido muy complicado: un día nos peleamos, al otro día nos contentamos, es complicado. Me satura el encierro. He tenido etapas de ansiedad porque el sueño se me va, estoy durmiendo como hasta las once de la noche, entre revisión de correos, entre postulaciones que de repente se me cruzan, con otras cosas. Y pienso: ¿ahora qué futuro le va tocar a la bebé, nunca va a jugar en la lluvia?
(Xareni Márquez, becaria)
Beatriz Torres: “Al infierno los vamos a ir a buscar”
Madre de Manuel Amante Torres, desaparecido a los 32 años en Autlán, Jalisco
Allá anda el señor López Obrador con pandemia haciendo sus funciones. ¿Por qué una madre no puede salir a buscar a su hijo con sus propias medidas de seguridad?
Manuel desapareció a los 32 años, el 29 de diciembre del 2016. Iba de vacaciones y fue privado de su libertad. Desde ahí empieza mi peregrinar. Hasta la fecha, de las autoridades no ha habido respuesta. Lo que se tiene lo he investigado yo.
Ante la pandemia no puedes salir a buscar acompañada de una autoridad porque todo está bloqueado. Más que el riesgo de COVID-19, nos enferma el no salir a buscar. Sentirte que no estás haciendo nada por encontrarlos es una impotencia muy grande como madre. Este encierro nos hizo sentir quietas por un rato, pero ya era hora de romper con esto que nos tenía controladas y levantar la voz. Sabemos los riesgos, pero al mismo infierno los vamos a ir a buscar.
Desgraciadamente, la persona que estaba de titular de la CEAV (Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas), Mara Gómez, no tenía calidad humana para atender víctimas. El recorte que ella menciona, de alguna manera, nos afecta para la búsqueda de nuestros hijos. [Gómez renunció al cargo el 24 de junio, con el argumento de que el recorte presupuestal de 75% a los capítulos 2000 y 3000 del gasto federal, que ordenó el presidente López Obrador por la pandemia, paralizaban a la institución.] En el plantón, desde el 4 de junio, exigimos su destitución. Ella no velaba por nuestros intereses, al contrario, victimizaba a las familias.
(Asunción Cabrera, becaria)
Itzel Larrea Urdiales: “Dar el cien como mamá y dar el cien en el trabajo”
Contadora y madre de un niño de 6 años
Actualmente trabajo a distancia. Gael no está tomando clases como tal, todo es mediante classroom, las maestras ponen actividades escritas en la aplicación, algunas del libro, otras del cuaderno; la situación ha sido complicada porque las profesoras no cuentan con una capacitación para esta plataforma.
Antes yo llegaba a revisar tareas y no me metía tanto en revisar a detalle; ahorita estoy, más o menos, de cuatro a cinco horas y se ha visto un incremento de su promedio escolar. Por esto, ahora valen la pena esas horas que no estoy en mi trabajo. Nunca he tenido que pedir ayuda para el cuidado del niño, ya que mis papás siempre me han apoyado.
Como mamá soltera se dificulta, pues no solamente tienes que dar el cien como mamá sino dar el cien, también, en el trabajo; si no hay trabajo, no hay dinero y si no hay dinero, no hay educación. A veces no me da la vida para jugar con el niño; ya estoy muy cansada porque es muy tarde, tuve mucho trabajo, más las tareas, más todo… Ya estoy muy agotada; obviamente, un niño demanda atención.
(Sandra Ramírez, becaria)
Guadalupe Gabriela Saucedo: “El encierro provoca más ansiedad”
41 años, madre de cuatro hijos
Trabajaba en un antro como cajera, pero ahorita no estoy laborando. Vivo con cinco personas: mi esposo de 40 años, mi hija mayor de 21, la otra de 18, mi hijo de 16 y el más pequeño de nueve.
Soy obsesiva compulsiva; entonces, sí me ha afectado, porque el encierro provoca más ansiedad. Lo positivo es que ya paso más tiempo con mis hijos; antes nada más los veía en la noche, un rato; había veces en las que, si yo trabajaba, no los veía dos días o tres días. Ahorita estoy más tiempo con ellos.
(Sandra Ramírez, becaria)
Margot Ortiz Gómez: “Me dicen que hay mucho trabajo, muchas niñas desaparecidas”
Madre de Daniela Ramírez Ortiz, desaparecida el 19 de mayo de 2019 a los 17 años. Sus restos fueron encontrados casi dos meses después en Parres, Tlalpan
Durante la emergencia tuvimos una junta vía Zoom con la fiscal. El 12 de junio teníamos otra reunión, pero se canceló porque no hubo avances. Y no había manera de que nosotros fuéramos a decirle nada, porque las fiscalías no recibían a nadie durante la contingencia sanitaria.
Desde su muerte, nosotros vamos echándole ganas; pero siento que ellos [los de la fiscalía], no. El caso ya debería estar resuelto. Como me dicen ellos: “Tenemos que estar seguros, no podemos meter inocentes por una persona equivocada”.
Hace poco hablé con la agente del Ministerio Público.
—¿Estás segura que el cuerpo que les dieron fue el de mi hija?
—Sí, Margot, ¿por qué? Nosotros no somos capaces de inventar cosas.
—Es que me siento sola. Ahorita vino a mi pensamiento que, a lo mejor, la Dani está viva, que la tiene alguien y como ya supieron que la dimos por muerta…
—No, Margot, era ella.
Conmigo hablaron la señora Ernestina Godoy (titular de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México) y la señora Claudia Sheinbaum (jefa de Gobierno). Me dijeron que me iban a apoyar en todo, que yo contara con ellas, que me iban a tender la mano. Ernestina se comprometió a encontrar al o los culpables en diciembre pasado. Ya estamos en junio. Cada que le hablo a la señora Ernestina comienzan a llamarme los fiscales: a veces me dicen que hay mucho trabajo, mucha gente desaparecida; últimamente, muchas niñas.
(Asunción Cabrera, becaria)
Silvia Carbone: “Una llamada de una hora se vuelve de dos”
Doctora en Sociología y madre de una niña de 9 años
Vivo en una colonia popular y aquí el problema ha sido la distancia, el cuidado mutuo. No le he ocultado información a mi hija, pero me aseguro de que entienda que es algo serio, sin angustiarla. Después de un mes empezó a tener pesadillas; entonces intenté ayudarla a digerir mejor la situación. Le da confianza que pueda reunirse por internet con sus compañeros de la escuela, pero de veinte niños logran conectarse ocho o nueve. Hay un tema de discriminación; la mitad no tienen acceso a esas herramientas.
De repente, todo se carga sobre mí y sobre un mismo espacio, porque yo trabajo en casa, doy clases en la UNAM. Estoy haciendo un posdoctorado. Entonces, tengo que producir, dar clases y, de repente, dar clases también a mi hija. Estamos siempre en una llamada de una hora que se vuelve de dos horas; pierdes un mundo de tiempo, te desconectas, te dispersas. No me desagrada tener a mi hija en casa, pero no tengo verdaderamente el tiempo para hacer mi trabajo.
(Javier Hernández, becario)
Nancy: “En la casa no hay espacio”
22 años, trabajadora y estudiante, madre de niña en edad prescolar
Trabajo por las mañanas y estudio por las tardes. He tenido complicaciones porque trabajo como becaria en la escuela y este mes ya no nos pagaron. Estamos tratando de sobrevivir con el dinero que ahorré, con mis becas y, también, hago fotografía, a veces. Melany es buena alumna y eso ayuda para que no se estanque en el aprendizaje escolar, nosotros le estamos enseñando a leer y sumar. Al principio pensaba dar todas mis materias de baja, pero estoy a un semestre de acabar y Melany va a pasar a la primaria. Siempre hemos sido mi mamá, Melany y yo, solamente. Ahorita trato de equilibrar los tiempos con el papá de la niña. Ella ya está harta, porque en la casa no hay espacio; entonces dice “maldito coronavirus”. A mí me dio depresión, pero mi mamá me ha apoyado mucho.
(Aranza Flores, becaria)
Itzel Olivera: “Entiendo más su forma de hablar”
24 años y madre de un niño en guardería.
Ahora, sin guardería, mi esposo y yo tratamos de compartir el cuidado del niño; pero es complicado, porque él está todo el día en llamadas de trabajo. Lo más positivo es que he conocido más a mi hijo. Me he involucrado en sus procesos de aprendizaje: antes sólo me contaban en la guardería cómo aprendía las cosas, pero ahora yo se las tengo que enseñar. Entiendo más su forma de hablar, juego más con él. Hay momentos en los que no puedo correr lejos, como antes, que lo podía llevar a la guardería y descansar de ser mamá; aquí no. Es constante, todo el día.
(Lenin Patiño, becario)
Sara Estrada: “Poder regresar sin ningún temor”
Maestra de segundo grado de primaria y madre de hija universitaria
Mi experiencia ha sido maravillosa, me dio oportunidad de estar más en mi casa. A veces, en el trabajo y con la rutina diaria, andamos corriendo y sólo llegábamos a casa a dormir. He podido disfrutar más a mi hija, conocerla, conocerme a mí misma, mis debilidades, mis fortalezas.
Estos dos meses no se nos han hecho muy pesados porque organizamos las actividades de tal forma que tenemos el tiempo para hacer ejercicio aquí en la casa, cuidar nuestros alimentos y tratar de hidratarnos mucho más. Definitivamente dejé a un lado los medios de comunicación, porque era muy estresante.
Mantuve, también, la comunicación con mis alumnos; hemos estado trabajando con ellos las actividades por semana. Yo quiero que se haga lo mejor para regresar sin ningún temor de que mis niños o el personal de trabajo quede afectado por alguna situación. Ha sido un poquito complicado, porque no todos los niños tienen acceso a internet, no todos los niños están con sus papás haciendo las actividades que uno les deja. Yo no les quiero exigir porque no sabemos cómo se encuentran. Hay niños que están pasando situaciones muy difíciles porque tienen espacios muy chicos y están acostumbrados a salir.
(Javier Hernández, becario)
Ana Karen López: “Mi bebé no conoce a nadie”
Madre primeriza
Cuando mi bebé nació, a principios de febrero, nos limitaron las visitas porque había un brote de influenza. Nos encerramos porque yo tenía que estar en reposo, pero cuando me dieron de alta ya solo resolvieron mis dudas por teléfono. Al inicio mi mamá vino a ayudarme, pero cuando empezó el brote de COVID-19 me la aventé yo sola. La tecnología es una bendición en estos tiempos. Lo que digo es “voy a aprovechar a mi bebé”; la cuarentena me ha ayudado a tener éxito en aspectos como la lactancia, el apego; saber que alguien depende de ti y tienes que estar al tiro. Mi bebé no conoce a nadie; de por sí, la maternidad es difícil cuando se es primeriza; ahorita lo es el doble.
(Raúl Parra, becario)
Isabel Zapata: “Acostumbrarnos a este mundo nuevo”
Escritora, mamá de recién nacida
Es muy chistoso ver cómo los señores ya están escribiendo sus novelas de la pandemia, cuando nosotras apenas logramos lavar un par de platos y cambiar un par de pañales. Siento que sí es muy diferente la experiencia femenina a la masculina, pues tal vez a un hombre la pandemia le ha dado tiempo para su obra; pero yo conozco muy pocas mujeres que lo estén viviendo así. La dinámica doméstica es muy diferente y, con un bebé, es mucho más cabrón; porque no nada más soy yo sino que es cuidar a la otra persona que está llorando siempre.
Aurelia nació, justo, el primero de febrero; y no es tanto que tenga unos miedos gigantes sino que, más bien, te entra la duda de si fue el mejor momento. Ese sentimiento de “traje a un hijo a un mundo que ni siquiera yo sé cómo va ser”; y sin saberlo, porque cuando me embaracé o, incluso, cuando nació, yo no tenía idea de que esto iba a pasar. Ahora hay que acostumbrarnos a este mundo nuevo con ella.
Un bebé es una fuente de las dos cosas. Por un lado, de muchas inquietudes, muchos miedos, dudas; exigen mucho y es muy cansado. También son alegres; ella ya empezó a reírse mucho. Nunca en mi vida había tenido tantas emociones, al mismo tiempo, sin que una contradijera a la otra.
Es difícil imaginar el futuro, y escribir es un poco ver hacia el futuro.
Ha sido muy radical el cambio para mí. Mientras estaba embarazada veía a mucha gente; estaba todo el tiempo acompañada porque tenía a Aurelia adentro, era una multitud de gente a mi alrededor y en mi interior; y, de pronto, nadie o casi nadie. Sí lo compenso con el tacto que tengo con mi bebé, pero Aurelia es como parte de mí, no es una persona con la que pueda conversar.
Mis días son monótonos. Estoy todo el tiempo con mi hija. En el tiempo libre trato de contestar un par de correos, escribir un par de textos, leer un poco. Digamos que, en general, para quien tiene a su cargo un bebé o niño pequeño la experiencia es similar y, justo, ese es el problema de que abran trabajos sin que abran escuelas, porque las labores de cuidado siempre recaen en las mujeres.
(Sujaila Miranda)