Más de cinco minutos tarda el sacerdote Diego Monroy, rector de la Basílica de Guadalupe, en nombrar a cada una de los 60 personas heridas y las 26 que fallecieron el 3 de mayo del año pasado, durante el desplome de un tren de la Línea 12 del Sistema Colectivo Metro en el tramo elevado cerca de la estación Olivos. En la Basílica, después de celebrar misa por el día de la Santa Cruz –festividad católica que también conmemora a los trabajadores de la construcción–, el sacerdote dedica su homilía a las familias de las víctimas en conmemoración del primer aniversario del desplome.
–La impunidad no es de Dios –reclama el monseñor desde el púlpito–. En este mundo tiene que practicarse la justicia, no la impunidad. Porque estamos hechos para la vida, no para la muerte. Estamos sedientos de justicia, de verdad, como nuestro señor Jesucristo.
Un día antes de esta misa, el lunes 2 de mayo, se celebró una audiencia de vinculación donde la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJ-CDMX) buscaba imputar cargos a diez presuntos responsables por los delitos de homicidio, lesiones y daños culposos. A través de sus redes sociales, la fiscal general, Ernestina Godoy, informó que 90% de las víctimas ya han firmado un acuerdo de reparación del daño.
Lo cierto es que, a un año de que las vías colapsaran con todo y tren sobre avenida Tláhuac, no existe ningún detenido por la tragedia, tampoco una disculpa oficial por parte de las autoridades y la reparación del daño no ha sido integral. Para las 13 familias presentes esta tarde en la Basílica de Guadalupe, la batalla está lejos de terminar. También ellos firmaron un acuerdo reparatorio con Grupo Carso, que no acepta ninguna responsabilidad en el suceso. Pero, a diferencia del resto de las víctimas, las 14 familias representadas por el despacho de abogados Carbino Legal logró que el acuerdo firmado con Carso no exculpara al gobierno de la capital o al resto de las empresas involucradas.
–No es sólo uno el responsable, son varias empresas y funcionarios –dice Bernarda Salgado López–. Quienes lo diseñaron, quienes lo construyeron y quienes no le dieron mantenimiento. Cada uno tiene una parte de la responsabilidad en lo que pasó.
Bernarda es madre de Nancy y de Tania Lezama Salgado. El desplome de la Línea 12 dejó a Tania con la pelvis y otros huesos fracturados, además de varias hemorragias internas. Hoy Tania tiene 16 años recién cumplidos, hace exactamente un año viajaba con su hermana Nancy, de 23; regresaban de ver vestidos y coronas para que Tania festejara sus 15 años a finales de 2021. Pero entonces el metro se vino abajo y Tania perdió a su hermana mayor.
–Yo tengo un coraje muy grande hacia la gente que construyó el metro –agrega Bernarda–. Es para que ellos (el gobierno de la ciudad) dispusieran todo lo que ellos (las víctimas) requieren. Pero no, hay que pelear por lo mínimo. Para la rehabilitación de mi hija, por ejemplo, todavía hay que luchar para que le den los aparatos que necesita.
La semana pasada, en conferencia de prensa, el despacho de abogados Carbino Legal anunció que las víctimas a quienes representan denunciarían penalmente por homicidio culposo y lo que resulte a la empresa ICA, representante del consorcio que diseñó, construyó y supervisó las obras de la Línea 12. Además, demandarían por la vía administrativa a la Jefatura de Gobierno, a la Secretaría de Obras y Servicios, la Secretaría de Movilidad, a la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil y al mismo Sistema de Transporte Colectivo-Metro.
–Tenemos un caso concreto en donde ya estimamos la cantidad por concepto de indemnización: alrededor de 110 millones de pesos –anunció el abogado Cristopher Estupiñán–. Esto es por una sola víctima fallecida. Nos estamos sujetando a parámetros que ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Un perito que también fue víctima
Guadalupe Roque Hernández no disimula su enfado.
Ingeniero civil, con una maestría y estudios de doctorado en Ingeniería Estructural, todos por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), Guadalupe realizó el peritaje independiente que le ha permitido al despacho Carbino Legal demandar tanto al Gobierno de la Ciudad de México, como a la empresa constructora ICA, por las probables negligencias que causaron el desplome de la Línea 12. ¿Cómo es posible —se queja— que esa obra haya sido presentada en su momento como un orgullo de la ingeniería mexicana, tal como lo hizo, por ejemplo, el entonces jefe de Gobierno Marcelo Ebrard?
Hace casi dos décadas, el 26 de marzo de 2003, el hermano de Guadalupe Roque murió en un accidente. Manejaba un camión de carga tipo torton por el Estado de México, cuando posiblemente perdió el control del vehículo. Intentó usar la pista de frenado a un costado de la carretera, pero nadie le había dado mantenimiento y, en lugar de salvarle la vida, el vehículo se desbarrancó.
–Mi hermano dejó a tres hijos. Y aunque ganamos un juicio, no llegamos a una reparación económica realmente equilibrada –narra Guadalupe a Corriente Alterna.
Para el ingeniero, el contexto de la muerte de su hermano y el desplome de la Línea 12 tienen una relación clara: “vicios, negligencia, corrupción”.
Fallas de origen en la Línea 12
Guadalupe Roque llegó a la zona del siniestro días después de que colapsara. A solicitud de los abogados de las víctimas y con la autorización de la Fiscalía capitalina, asumió su papel como perito, comenzó a inspeccionar las ruinas y visitó los talleres donde fueron resguardados los trenes. Durante 15 días revisó, uno a uno, los vestigios del desastre.
–Junto al perito en fotografía y al perito en criminalística tomamos más de 1,300 imágenes. Todo eso lo entregamos a la Fiscalía, está en la carpeta de investigación. Pero son 1,300 fotos porque son 1,300 errores, deficiencias, defectos de construcción…
En entrevista para Corriente Alterna, desde una oficina en el Centro Histórico de la capital, Guadalupe Roque enumera cada uno de los fallos detectados:
–Primero se intentó echarle la culpa a unos pernos: los famosos pernos Nelson. Eso no es cierto. Esos pernos se han usado en todo el mundo y son funcionales. El problema es que estuvieron mal colocados, no los alinearon, no tienen la presión adecuada; o en algunos puntos, ni siquiera los colocaron o los colocaron mal.
Para Guadalupe, una de las razones principales del desplome de la Línea 12 es una falla de origen. Mientras garabatea fórmulas matemáticas en un cuaderno para intentar explicar cómo funcionan fenómenos como la resistencia de los materiales, la inercia de un tren en movimiento y la deformación de una viga, explica que el tramo elevado de las vías estuvo mal diseñado desde un primer momento.
–En ningún documento presentado se contempla con exactitud el vehículo de diseño –acusa–. Este tramo debió diseñarse contemplando al menos una locomotora Cooper E-72, de acuerdo con estándares internacionales. No se hizo: jamás se usaron las fórmulas que exigen los criterios americanos o europeos para diseñar puentes ferroviarios. Esto es algo clave porque los trenes no están estáticos: se mueven. Y al moverse, dependiendo de la velocidad, la masa aumenta aproximadamente hasta tres veces su peso, incluyendo pasajeros. Es algo básico. Pero, ¿qué pasa? Que en México no hay normas para construir trenes ferroviarios. No las hay.
Roque menciona otras fallas que también han sido documentadas en otros peritajes. Por ejemplo, la mala calidad de los materiales. O la combinación de acero y metal justo en el tramo donde se venció la estructura, lo cual favoreció el desgaste de las vigas que debían soportar el impacto constante de una locomotora de cientos de toneladas.
–El material se fatiga y puede soportar cierta tensión –explica Roque–. Pero cuando se rompe un material, por fatiga, se rompe muy rápido. En 1.8 segundos se cayó el tren: en los 83 meses que estuvo en servicio la Línea 12 hubo un total de 32 millones de recorridos. Es algo instantáneo sí, pero inducido por la fatiga. Quienes diseñaron el tren tampoco tomaron en cuenta ese factor.
Hace una pausa para mostrar los manuales de construcción que, sugiere, debieron consultarse para este tipo de obras. Documentos de Estados Unidos o de la Unión Europea para la edificación de puentes ferroviarios, documentos robustos de más de mil páginas que Roque lanza al escritorio como para demostrar su peso. Luego muestra las pocas páginas que el manual de Especificaciones para el Proyecto y Construcción de las Líneas del Metro de la Ciudad de México dedica a la construcción de estructuras elevadas.
–¿Este es el orgullo mexicano? ¿Esto es de lo que nos tendríamos que sentir orgullosos?
“Tenemos una presunción de impunidad”
Al concluir la misa en la Basílica de Guadalupe, José María Bautista se detiene frente a las cámaras que esperan afuera. Carga en brazos la foto enmarcada de su hijo Mario Alberto, una de las 26 personas fallecidas el 3 de mayo de 2021.
–Tal parece que el gobierno está con las constructoras y no con las víctimas –declara, refiriéndose al Grupo ICA, el gran ausente durante la audiencia del día anterior–. Pero le siguen dando contratos de obras muy grandes. La doctora Claudia Sheinbaum dijo que ella iba a llegar hasta las últimas consecuencias, que “cayera quien cayera”, dijo. Pero no hemos visto visto que caiga nadie.
Un día antes de cumplirse un año del desplome, directivos y legisladores locales del Partido Acción Nacional (PAN) instalaron un “antimonumento” (como ellos lo definieron) en el cruce de avenida Juárez y Reforma, “en memoria de las víctimas de la Línea 12 del Metro”. “#FueMorena”, dice en letras blancas sobre un bloque de color guinda donde puede leerse: “La tragedia de la Línea 12”. El diputado Christian Von Roerich, también del PAN, propuso instalar un memorial en la glorieta de la Palma, también sobre avenida Reforma.
–Dicen que el PAN no tiene derecho a hacer algo así en nombre de las víctimas –declara José María–, que un tema así no debe politizarse. Pues aquí estoy yo. Yo soy víctima y perdí a mi hijo Mario Alberto. Y me parece bien que instalen un memorial en Reforma. A mí me parece un lugar emblemático donde el turismo, la ciudadanía completa, podría recordar siempre a todas esas gentes que han fallecido.
Por su parte, el abogado Cristopher Estupiñán lamenta que la última audiencia haya sido diferida por segunda ocasión, excusando problemas de salud por parte del representante de la empresa ICA.
–ICA no está interesado en dar la cara y el Gobierno no generó las condiciones para que lo haga: no hay una sola línea de investigación en su contra –advierte–. Definitivamente tenemos una presunción de impunidad: no es posible que estén muy cómodos en sus oficinas recibiendo más contratos, diseñando el Tren Maya, Dos Bocas y continuando con su larga carrera de contratación de obra pública.
El desplome de la Línea 12: sangre de la periferia
“La vida no vale cinco pesos”, dice Fernanda en las afueras del metro Culhuacán, refiriéndose a lo que solía costar el boleto del metro hace todavía no mucho tiempo. Aquí, en el oriente de la Ciudad de México, un centenar de víctimas, familiares, amigos y vecinos marchan hacia la “zona cero”: el lugar donde ocurrió el desplome de la Línea 12, hace un año. Fernanda acude a la marcha con un grupo de amigos que se han organizado para llevar carteles fotocopiados que, con engrudo y brochas, no dudan en pegar sobre los muros de avenida Tláhuac.
Tenía 12 años cuando se inauguró la Línea 12 y recuerda cómo, desde aquel entonces, la gente a su alrededor señalaba que el metro tenía partes mal construidas. “Se intuía que existía un riesgo, pero por necesidad es algo que terminamos usando”.
–Sabemos que el principal responsable de todo esto es Ebrard: todo el dinero que se él se carga ahora, lleva sangre. Sangre de gente de la periferia, gente que sólo iba a trabajar. No hay que olvidar. No hay que perdonar ni olvidar. Porque pudo ser cualquiera de nosotros.
En algún momento de la marcha, Fernanda y sus amigos se separan del contingente y comienzan a pegar sus carteles. En uno de ellos se ve la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Miguel Ángel Mancera junto a un breve mensaje: “Si olvidamos, ellos ganan”.