A pesar de que no hay evidencia sobre la presencia de “chinches de cama” en la UNAM, en días recientes se han realizado procesos de fumigación en diversas instalaciones. Esto, pese a que los expertos saben a ciencia cierta que la fumigación no tiene efecto sobre estos insectos.
Parecen salidos de una película de ciencia ficción. Están vestidos de blanco y fumigan las instalaciones de la Facultad de Veterinaria, que la tarde del jueves 5 de octubre se encuentra desierta. Las clases se han suspendido y los hombres rocían las esquinas del edificio con una máquina que suena como una potente podadora de pasto.
Las autoridades han pedido al alumnado que, en caso de encontrar algún insecto parecido a una chinche, lo lleven al Departamento de Parasitología de la misma Facultad para identificarlo. Nadie respondió al llamado. No obstante, a través de una asamblea el estudiantado solicitó que se lleven a cabo medidas preventivas.
Al ser estudiantes de Veterinaria conocen los daños que puede ocasionar la fumigación en otras especies, pero confían en que estas medidas se realicen de la mejor manera para no afectar demasiado a los otros animales que cohabitan en Ciudad Universitaria. Que se privilegie la salud humana así como la tranquilidad de alumnas y alumnos.
Ernesto Fentanes, encargado del departamento de Comunicación de la Facultad, comenta que la fumigación es una respuesta a las fotografías de chinches que se han publicado en algunos grupos de chats. Y aunque se hicieron revisiones exhaustivas, dice, no se encontró una sola chinche en las instalaciones.
Asamblea y pliego petitorio
—Buenas tardes, compañeros. Estamos aquí reunidos para exigirle a las autoridades de Derecho y al director Raúl Contreras Bustamante que se realice un correcto procedimiento de fumigación.
Estamos a espaldas del auditorio Ius Semper Loquitur, en la Facultad de Derecho. Es la una y veinte de la tarde del miércoles 4 de octubre. Unas 80 personas se han congregado aquí para celebrar una asamblea cuyo principal objetivo será abordar la amenaza de una supuesta plaga de “chinches de cama” que se ha apoderado de las instalaciones de la UNAM. El personal de vigilancia ha cerrado algunas de las puertas enrejadas para limitar el acceso y varios vigilantes montan guardia como si esperaran algún disturbio.
—¡Necesitamos unirnos y hacerle frente al problema de las chinches!
Algo más llama la atención de la asamblea en curso: quienes la dirigen tienen el rostro embozado con cubrebocas y capuchas.
—¡Oigan, pero por qué se encapuchan! —interrumpe una voz desde la multitud—. Todos estamos dando la cara aquí y ustedes no.
—¡Sí, descúbranse la cara!
Aunque a los convocantes no les agrada el reclamo, aceptan las condiciones. La constante represión y amenazas hacia cualquier manifestación estudiantil por parte de las autoridades, afirman, hace que teman expresar su molestia. Cuando la tensión amaina, el debate inicia:
—Llegué a la siete de la mañana y el salón apestaba a pesticida. Muchos empezaron a toser.
—Había cadáveres de chinches y otros insectos regados por el piso. ¡Ni siquiera barrieron los salones!
—Supuestamente fumigaron y en uno de los salones de posgrado se encontraron chinches en la mañana. El video está en el grupo de la Facultad.
—Compañeros y compañeras, necesitamos dejar de confiar en todo lo que nos diga la administración. No sé si saben, pero la compañía que contrataron para hacer está fumigación exprés fue una constructora —Global Colima—, no una empresa especializada en el tema. Ni siquiera tenían una licencia sanitaria ante la Cofepris. Somos futuros abogados: hay que pedir rendición de cuentas.
Pronto se comienza a redactar un pliego petitorio. Solicitan que se haga otro procedimiento de fumigación; que se certifique la licencia sanitaria de la nueva empresa fumigadora; que se desglose la etiqueta química de los activos; que se haga una transmisión en vivo del proceso de fumigación y que las clases sean virtuales.
En medio del debate, dos integrantes del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) se presentan en la asamblea y piden la palabra. Explican que la Comisión de Seguridad y Salud ha buscado cerrar las instalaciones desde que la comunidad estudiantil empezó a denunciar la presencia de chinches, pero que fueron amenazados con sanciones si ejecutaban tal acción. “Están en una postura de culpar, más que de actuar; y eso no es todo. Metafóricamente, las chinches también están en Rectoría”, dice uno de ellos.
De acuerdo con los trabajadores, se supone que debería haber “limpieza profunda” cada semestre. Según su dicho, sin embargo, en los últimos ocho años no se han programado estas limpiezas, aun cuando hay presupuesto aprobado para esa tarea. Añaden que eso ha ocasionado que se acumulen cargas de polvo en todos los edificios, lo que resulta propicio para la incubación de las chinches.
“Se chupan el presupuesto, el dinero que no les cuesta a ellos. Ni siquiera desembolsan nada de su bolsillo y, aun así, nos niegan el acceso a herramientas y servicios en situaciones de seguridad e higiene”, agrega uno de ellos.
Dentro de la comunidad estudiantil la sorpresa es evidente. Al final de la asamblea, trabajadores y estudiantes deciden apoyarse y pactan un acuerdo para movilizarse en conjunto y evitar posibles represalias.
Un día más en Ciudad Universitaria.
¿Chinches en la UNAM? ¿Qué dice la ciencia?
Para el biólogo Luis Zambrano y para el ecólogo Carlos Cordero las medidas de fumigación son excesivas y contraproducentes. Cualquier medida tomada por las autoridades de la UNAM debería instrumentarse con base en evidencias concluyentes de la presencia de las chinches de cama en Ciudad Universitaria.
A la fecha, sin embargo, los comunicados que ha emitido la UNAM notifican que no se ha encontrado a estos insectos en el campus. Lo único que hay son fotografías en tomas cerradas que circulan en las redes sociales. Y aunque así fuera, explica Zambrano respaldado en los informes de los entomólogos y parasitólogos, las fumigaciones tienen un impacto muy limitado sobre las poblaciones de chinches, pues estas han generado una alta resistencia.
—Son animales muy complejos —explica Zambrano, quien también es doctor en ecología e investigador en el Instituto de Biología—. Lo primero que hay que ver es que las chinches no responden a ningún químico; en cambio, existen remedios caseros que funcionan muy bien: lavar la ropa con agua muy caliente ayuda a matarlas.
Las chinches pertenecen a la orden de los hemípteros, son animales nocturnos y, como sugiere su nombre común —“chinches de cama”—, suelen preferir lugares acolchados, almohadas, cojines, ropa, cobijas, además de espacios cerrados y no demasiado fríos, por lo que su propagación en un sitio como Ciudad Universitaria parece poco probable.
A los investigadores entrevistados les preocupa que las fumigaciones con grandes cantidades de químicos en edificios de Ciudad Universitaria, la cual se encuentra dentro de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, afecte a otras especies que desempeñan funciones ecosistémicas importantes, como las abejas y otros polinizadores. Sobre todo pensando que, incluso si la plaga es real, las chinches no representan un riesgo significativo a la salud humana.
—Las chinches son animales gregarios: forman grupos grandes y tienden a esconderse en rincones, evitan la luz y pican durante la noche, en la oscuridad —detalla el doctor Cordero, especializado en la conducta evolutiva de los insectos y otros artrópodos—. Esto es relevante en el contexto universitario: ¿cuántas personas permanecen aquí durante la noche? Y si observamos los aspectos básicos de su biología podemos concluir que las posibilidades de una infestación en la universidad son nulas. Y sus picaduras no transmiten enfermedades.
El “pánico” desatado en la UNAM y otros centros educativos puede tener su origen en las noticias de lo que ocurre en otras ciudades del mundo, como París y Madrid, en donde las chinches de cama se han propagado de tal forma que la plaga ya es considerada una crisis sanitaria y provocado crisis de ansiedad en algunas personas.
Ante este panorama, los doctores Zambrano y Cordero sugieren abordar el problema de manera equilibrada e informada, tomando en cuenta que las opiniones vertidas en redes sociales no pueden suplir a la evidencia al momento de tomar decisiones. No entienden, por ejemplo, de dónde surge la idea de desalojar escuelas públicas, cuando la experiencia en otras ciudades del mundo confirma que las chinches se han concentrado en hoteles, cines, transporte público y lugares en donde abundan los materiales acolchados, no en centros educativos.
—Por mucho que vivamos en una ciudad, nos encontramos en un ecosistema —dice Zambrano—. No nos tiene que espantar que tengamos naturaleza alrededor: pulgas, mosquitos, chinches. En el único momento que nos tenemos que preocupar seriamente es cuando se convierten en plaga, pero hay que tener evidencia.
Ahí viene la plaga
Diego se ríe cuando escucha la pregunta. Estudia el cuarto semestre de la licenciatura de Química y no, no ha visto ninguna chinche; tampoco conoce a alguien que las haya visto. Y aunque no tiene marca de mordedura alguna, de cuando en cuando se apodera de él una sensación de ansiedad, como si pequeñas patas caminaran por su piel. Hace unos días, cuando los rumores de la plaga de chinches en la UNAM comenzaron a circular en las redes sociales, comenzó a quitarse la ropa al llegar a su casa y rociarla de Raid junto a su mochila. Sabe que los pesticidas afectan a otras especies, pero apoya la fumigación: se siente más tranquilo.
Fernando Romero, auxiliar de laboratorio de la Facultad de Química, dice que no ha visto una sola chinche. Suspira y se cruza de brazos cuando afirma con molestia que se trata sólo de una excusa para cancelar clases y no estudiar. En los 15 años que lleva en la facultad nunca ha existido un problema con estos insectos, pues las instalaciones son frías y las chinches no soportan ese clima. “Que fumiguen, sí, para cualquiera que sea el caso… en el tiempo que llevo no he visto que fumiguen”, dice con prisa.
Erika es bibliotecaria de la hemeroteca de la facultad. Dice que ha visto los videos que circulan en los grupos de Whatsapp, pero desconfía de ellos: en ninguno se especifica el lugar en donde fueron grabados ni es posible deducirlo. Ella no ha visto una sola chinche, y eso que pasa el día rodeada de libros viejos amontonados como fajos de paja. Esta misma mañana fumigaron la biblioteca. A pesar de no haber visto un solo ejemplar de las cimex lectularius, no puede dejar de sentir comezón cada que habla o piensa en ellas.
Paulina Brito, jefa de Servicios de turno mixto, barre junto con un trabajador el pasto cerca de la entrada de la facultad. Camina hasta una oficina para presentar a su equipo vespertino de limpieza: once personas —por la tarde, el número de trabajadores se reduce a la mitad.
Explica que ellos fueron los primeros en revisar los salones el jueves 26 de septiembre, dos días antes de que se fumigaran las instalaciones. Revisaron todos los salones de los cuatro pisos —excepto los laboratorios, pues no tienen acceso— y no encontraron mucho. Muestra una imagen que se comparte en un chat de trabajadores: un animal pequeño y aplastado sobre un pedazo de papel de baño.
“Para mí que no es chinche… por el tamaño”, dice. Es todo lo que encontraron. Pese a ello, Paulina acepta las medidas de fumigación: “Para prevenir… esas chinches son una cosa muy fea”.