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8M:  a cinco años del #MeToo mexicano
Marcha 8M 2022

/ Foto: Eunice Adorno.

8M22: retomar las calles contra el patriarcado en tiempos de pospandemia

Sofía Ramírez, Estefanía Cervantes, Mariana Bazán, Jacqueline Silva, Gabriela García, Abigail Flores y Mariana Beltrán, estudiantes; Dulce Soto, Alejandra Crail y Violeta Santiago, reporteras / Corriente Alterna el 8 de marzo, 2022

Aunque la pandemia de covid-19 no ha terminado, este 2022 la participación en las marchas conmemorativas por el Día Internacional de la Mujer (8M) fue más numerosa que en 2021. 

En al menos 26 estados del país, de norte a sur, hubo convocatorias para salir a las calles a protestar. Retomar el espacio público fue uno de los principales objetivos.

Estudiantes y reporteras de Corriente Alterna documentaron este retorno masivo a las calles en el que 75,000 mujeres participaron para denunciar la falta de justicia por las distintas violencias de género, el acoso o la brecha de igualdad en el trabajo; pero, también, para hablar de la deconstrucción patriarcal y subrayar la exigencia de que la cuestión de género en México —como ha sucedido con la pandemia— no puede volver a ser igual que antes.

La pandemia impactó en las movilizaciones feministas durante 2021, pero en 2022 las mujeres volvieron a tomar las calles para protestar. / Foto: Sofía Ramírez.

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Es 8 de marzo de 2022 y las calles de Paseo de la Reforma en la Ciudad de México lucen abarrotadas. Hace un año —en medio de la pandemia y todavía con pocas vacunas aplicadas— unas 20 mil manifestantes respondieron a la convocatoria feminista, a diferencia de las 80 mil que salieron en 2020. Este año la asistencia es similar a la que hubo antes de la pandemia.

Los contingentes se despliegan desde antes de las cuatro de la tarde a lo largo de Reforma, en el Ángel de la Independencia, para marchar hacia el Zócalo capitalino. El colectivo Fieras Fierras —conformado por mujeres diseñadoras y artistas— hierve en movimiento. Dispone sobre el suelo 15 charolas rebosantes de pintura morada como las jacarandas que florecen en este tiempo.

Invitan a otras manifestantes, quienes se acercan, hunden las suelas del calzado y caminan alrededor del Ángel de la Independencia. Son huellas para recordar los pasos de las mujeres que ya no están, de las que no pudieron marchar este día. 

Aquí está la familia de Mariana Sánchez, pasante de Medicina de 25 años, asesinada en 2021 por uno de sus compañeros cuando realizaba el servicio social en Chiapas. Su tía y su prima gritan su nombre y exigen justicia por su feminicidio, pues el perpetrador continúa impune. Recuerdan con dolor que, seis meses después del asesinato, la madre de Mariana falleció de cáncer, mientras luchaba por justicia para su hija. Ahora, ellas retoman la exigencia. Caminan por Paseo de la Reforma con dos pancartas de cartón duro, moradas y con la leyenda: “Nosotras salvamos vidas, el servicio social nos las quita. #JusticiaParaMariana”.

Bajo un cielo limpísimo, una joven de gorra rosa levanta una pancarta con dos imágenes pegadas. La de la izquierda es la selfie de una muchacha de sombrero, con la palma recargada en la mejilla y una ligera sonrisa. La de la derecha es la ficha de búsqueda con sus datos particulares. Se llama Alba, igual que el protocolo de búsqueda de niñas, adolescentes y mujeres que se usa desde 2003 en Ciudad Juárez, Chihuahua, ahora extendido a todo el país.

Esmeralda Castillo Rincón tampoco falta a la marcha. Como lo ha hecho en los últimos años, su padre, José Luis Castillo, asiste a la manifestación con una lona sobre la espalda, con el rostro de su hija y la frase: “No me olviden, falto yo”. Lo rodean las mujeres de paliacates verdes y morados. Le ofrecen un ramillete de flores que él levanta en alto mientras todas corean “Esmeralda, Esmeralda”. 

El canto, agudo, reverbera en el corazón de la Ciudad de México:

—¡Porque vivas se las llevaron! ¡Vivas las queremos! ¡Porque vivas, vivas estamos! ¡Vivas nos queremos!

La violencia de género es una de las principales denuncias, expusieron las participantes de la marcha del 8M. / Foto: Eunice Adorno.

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Las voces de niñas, jóvenes y personas de la tercera edad se funden en una: “¡El que no brinque es un macho violador!”, “¡Señor, señora, no sea indiferente / se mata a las mujeres / enfrente de la gente!”

Una de las asistentes a la marcha del 8M es Sofía Ramírez. Camina de la mano de su pequeña hija y de su hijo, quien va en un scooter. Sofía, economista de 41 años, decidió participar nuevamente en la manifestación porque considera que las mujeres tenemos algo que decir. También dice que, para ella, es especialmente importante por su condición de madre. 

En esta marcha abundan las infancias. Como Teo, de nueve años, quien asiste por tercera ocasión con su madre, Cecilia. Son numerosas las niñas y niños que marchan y participan en los cantos y gritos por igualdad y justicia. Su presencia es un atisbo de esperanza que ilumina los rostros de las asistentes.

La ola morada que inunda las calles representa para Sofía la continuación de una lucha que quedó pendiente debido a la pandemia. “No queremos regresar a donde estábamos, queremos avanzar hacia donde ya íbamos. Lo que tenemos que buscar es mayor igualdad salarial, mejores oportunidades, mayor participación de los hombres en la crianza, pero también un Estado más fuerte que se preocupe por los derechos de las mujeres en un término más amplio”.

Sofía considera que la lucha que emprende junto a miles de mujeres ayuda a romper brechas, para que éstas ya no existan cuando sus hijes sean mayores. Como, por ejemplo, la transfobia. “No puedo aceptar que exista odio en este camino”, dice.

Las infancias participaron activamente durante la marcha del 8M. / Foto: Estefanía Cervantes

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Minutos antes, una mujer trans extendía orgullosa una bandera rosa y azul con el escudo nacional. La guirnalda de oliva de la “Victoria alada” parecía coronarla.

En medio de una colectiva bordeada con lazos amarillos y verdes se encuentra Camila Lemus. En lo alto y con ambas manos sostiene una pancarta en la que se lee: “Que ser mujer trans no me cueste la vida”. 

Publicista y creadora de contenido digital, Camila, de 26 años, asistió a su primera conmemoración del 8M. Dice que, además de la contingencia por covid-19, también se vive una pandemia de feminicidios y transfeminicidios. “Me da miedo y me da pavor ser mujer en este país, peor cuando soy mujer trans”. 

Su voz se mezcla con las consignas que entona el contingente que habita: “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”. Para ella es crucial estar aquí. Sin embargo, expresa su total reconocimiento a las que están luchando en la virtualidad.

En la marcha, Camila ha encontrado apoyo, sororidad y solidaridad. Confiesa que le ha llamado la atención que otras mujeres le pidan fotos, pero ella lo toma como una muestra de apoyo. “No me esperaba esta respuesta”, finaliza. 

Con un largo abrazo y no sin antes reafirmar “las mujeres trans somos mujeres”, se despide y sigue brincando y gritando, fiel al ritmo de la marcha. 

Mujeres trans marcha 8M
Las demandas por un alto a los transfeminicidios y la transfobia también se hicieron presentes durante la marcha. / Foto: Estefanía Cervantes

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Otras decidieron no marchar como un acto político. Valeria Angola, que representa a colectivos como Afrochingonas y Afronteras, le dice a Corriente Alterna que mujeres, hombres, personas no binarias y trans se han resistido a participar “porque es nuestra forma de protestar en contra de un movimiento que consideramos racista y clasista y que reproduce muchas formas de violencia”.

En palabras de Angola, mujer afrodescendiente, la lucha de género debería preguntarse, también, por otros sistemas de opresión que acompañan a estas violencias, como el racismo y el colonialismo. Se trata de una crítica hacia el “feminismo hegemónico blanco”.

Pero, también, recuerda la inercia que generó el movimiento feminista en 2019, detenida parcialmente por la pandemia. “Fue algo muy duro emocionalmente, pero gracias a la pandemia tuvimos que aprender formas nuevas de trabajar. Nos permitió interactuar con personas de otros países y aprender otras realidades”, apunta vía telefónica.

La marcha del 8M también fue objeto de una crítica desde otros grupos de mujeres. Clasismo, racismo y colonialismo son algunos conceptos que se discuten. / Foto: Carolina Sánchez.

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La columna de manifestantes es un crisol de causas, demandas y consignas. Entre el mar púrpura una mujer recuerda a Lourdes Maldonado, la periodista asesinada a principios de 2022. “Somos la voz de las que ya no están”, se lee en su pancarta, junto a la foto de la periodista.

Otras demandan que las mujeres sean tomadas en cuenta en el deporte. Y una niña expone su petición, más bien, exigencia, en un dibujo de ella con las manos en alto bajo un sol que reluce como el de esta tarde: “Tenemos derechos, sobre todo de levantar la voz”.

Un grupo de mujeres realiza un performance lleno de melancolía. Inician con un recital de poesía, estrofas que parecen escritas por mujeres migrantes, pero que también son para recordar y luchar por las mujeres desaparecidas, violadas y asesinadas. Al terminar, una de ellas toca música con una melódica y otra pega en el piso un pantalón corto, un calzón, cepillo de dientes, pasta y un rastrillo, recordando las pertenencias perdidas por las migrantes. El resto de mujeres se viste con monos quirúrgicos, como los que utilizan los peritos, pero exhiben pintas con aerosol: “¿Dónde están las migrantas?”

La marcha feminista hace una parada en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, donde ya esperan otros contingentes con un tendero de denuncias titulado “Yo denuncié, pero…”. Son las historias de cientos de mujeres que se han topado con la burocracia de las fiscalías, la insensibilidad de empresas y escuelas, y hasta con la falta de apoyo de sus familias tras hablar de las violencias de género de las que han sido sujetas. En marzo de 2019, con el #MeToo mexicano, cientos de mujeres denunciaron a sus agresores. Este 2022, tras una pausa por la pandemia, recuerdan que la impunidad persiste. “Me citaron para hablar con el director, pero nunca citaron a mi agresor ni le tocaron un pelo”, se lee en un pequeño cartel rosa que cuelga del tendedero. “Me tuvieron en espera por la pandemia”, dice otro de los carteles.

En el contingente de discapacidades está presente María Isabel Peña, artesana independiente. Hace seis años tuvo un infarto cerebral que le dejó secuelas físicas; le ha sido muy difícil encontrar trabajo.

La pandemia fue particularmente difícil para ellas. Cerraron sus fuentes de trabajo y los centros hospitalarios de primera necesidad sólo trabajaban para urgencias. Además, para las personas con discapacidad, estar encerradas y abandonar sus actividades les hizo sentir en peores condiciones.

Es la primera vez que marcha, pero lo hace para visibilizar a todas las mujeres con discapacidad, que merecen las mismas oportunidades que todas las demás. También, para hacer saber a las mujeres que las personas con discapacidad les apoyan en la lucha por el derecho a la libertad y a la no violencia, pues “nosotras como personas con discapacidad vivimos la violencia muy seguido”.

Ahora, después de dos años de pandemia, considera que el movimiento regresa con fuerza, “porque venimos de todas clases, de todos los estratos, inclusive las personas con discapacidad nos estamos reuniendo”. Pero, sobre todo, regresa con esperanza de que esta vez “sí van a hacernos caso un poquito más”. 

Mujeres con algún tipo de discapacidad también conformaron un contingente. Expresaron cómo la violencia de género incide en distintos grupos. / Foto: Eunice Adorno.

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La marcha feminista también es una fiesta. 

Diez mujeres avanzan cargando una manta larguísima que lleva enaguas bordadas y, a la altura del pecho, frases de escritoras y poetas, como una de Pita Amor: “Yo de niña fui graciosa, de adolescente llorona, en mi juventud cabrona y en mi verano impetuosa”.

Entre la protesta solemne también hay espacio para el arte y la dicharachería. Hay mujeres que se divierten mientras ejecutan actos circenses. Y la música de Son Jarocho Feminista suena al compás de la marcha. El rasgueo de las jaranas entona la melodía de “La Bamba”, pero con  letra actualizada: “Porque soy feminista yo lucharé, yo lucharé”.

Tania Andrade, de 44 años, exhibe un bordado que lleva más de 10 años formándose con las diversas manos que ha ido encontrando. A media calle, mujeres se detienen para tensar con el bastidor la telilla negra y bordar un planisferio de colores: un mundo de hilos en el que se pide que no falte ninguna mujer más. “Son muchas manos para poder construir un mundo distinto. Solo en la colectividad podemos cambiar la barbarie en la que vivimos”. 

A diferencia de otros años, la marcha feminista avanzó con tranquilidad por Paseo de la Reforma y Avenida Juárez sin el cerco policiaco. Hasta la Alameda Central se comenzaban a ver grupos de mujeres policías. En una larga hilera resguardan el Hemiciclo a Juárez, circundado por una enorme valla metálica donde se ha escrito: “Edomex feminicida”. Las uniformadas descansan la barbilla en sus grandes escudos plásticos y miran cómo avanza el mar de manifestantes. 

Sin las fuerzas de seguridad encapsulándolas, las mujeres bailan libres por la avenida, gritan consignas, pintan las calles. Recuerdan que el movimiento de las mujeres sigue en pie y que la pausa por la pandemia fue un respiro, un momento para seguir organizándose, resistiendo en sus casas, en los espacios privados donde la violencia se vivía, hasta hace unos años, sin señalarla.

Manifestación 8M frases
“Un delito ser mujer y tener talento”. Con frases de escritoras y poetas, un grupo de manifestantes se expresó durante la marcha. / Foto: Sofía Ramírez.

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Los letreros de la estación Reforma de la línea 7 del Metrobús ahora anuncian: “Fuimos todas”, “Ni una más” y “Justicia”.

La tarde cae cuando Flor Amargo y sus compañeras ofrecen un concierto frente a Palacio de Gobierno. Las mujeres bailan o graban con sus celulares. La plancha del Zócalo se pinta de coloridas huellas de manos. “No somos una, no somos diez, pinche gobierno, cuéntanos bien”, cantan mujeres alrededor. El punto de cierre de la manifestación comienza a congregar a cada vez más participantes hasta llenar casi tres cuartas partes de la plancha.

El secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, informó en conferencia de prensa que 75,000 asistentes participaron en la marcha del 8M. Dijo que 40 personas requirieron atención médica, sobre todo por deshidratación y golpes de calor. Ocho de ellas fueron trasladadas a hospitales. Se trata de seis policías y dos manifestantes.

Aunque se registraron algunos altercados, la manifestación, en su mayoría, avanzaba pacífica, reconoció el propio funcionario. La marcha no era “muy violenta”, como previó el gobierno capitalino un día antes a través de un comunicado de prensa.

Sin embargo, detrás de los muretes que protegían la Catedral de la Ciudad de México, de repente, se lanzaron gases contra las mujeres manifestantes. La mayoría corrió. Algunas cayeron. Llegaron más policías. Así que muchas participantes decidieron romper filas y emprender el camino a casa. Para las siete y media de la noche, la protesta casi había terminado.

La garganta seguiría picando hasta una hora después. 

8M repliegue gases
Las manifestantes tuvieron que romper filas para resguardarse de los lanzamientos de gases lacrimógenos. / Foto: Eunice Adorno.

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No toda la protesta feminista transcurrió sobre Reforma, en la Ciudad de México. 

En Mérida, Yucatán, cientos de mujeres caminaron hasta el parque de Santa Ana. Son mujeres que provienen de poblados alrededor de la capital del estado considerado como el más seguro del país, aun cuando Data Cívica expone en un informe por el Día Internacional de la Mujer que, en realidad, Yucatán es la entidad con mayor tasa de desaparición acumulada de mujeres, la mayoría, niñas y jóvenes de entre 10 y 19 años.

Las mujeres se concentraron en el monumento a los Montejo, dedicado a Francisco de Montejo e hijo, colonizadores de la península de Yucatán. Esta es la segunda vez que grupos feministas lo utilizan como lienzo de protesta para recordar a las víctimas de feminicidio y violencia de género. Las policías estatal y municipal rodearon la zona.

En Morelia, Michoacán, también se formó un nutrido grupo de manifestantes. Las principales denuncias que se leen en las pancartas son las relacionadas con la violencia en los hogares. Data Cívica destaca que las adolescentes de entre 12 y 22 años de edad son las más violentadas en el hogar, y que sufrir este tipo de violencias en la juventud se relaciona con mayores posibilidades de vivir escenarios violentos en la adultez.

Como sucedió en la capital del país, las manifestantes tuvieron que replegarse ante la llegada de la policía. Para protegerse de los gases lacrimógenos, algunas se resguardaron en restaurantes de comida rápida. Ya no pudieron llegar al Congreso del Estado.

Pero 2022 también es el tiempo para las primeras veces. Así ocurrió con mujeres de la alcaldía Xochimilco, quienes se unieron para protestar contra la violencia. Pararon frente a la Fiscalía de Investigación Territorial y terminaron en el edificio de gobierno, donde dejaron cartulinas y mantas para protestar por el alto número de feminicidios.

Así, las mujeres volvieron a salir a las calles. El mensaje de este 8M ha sido claro: que la lucha contra el patriarcado continúa en este mundo pospandémico.

8M en Morelia
En Morelia, Michoacán, las manifestantes fueron gaseadas por autoridades. Situaciones similares se reportaron en las marchas de otros estados del país. / Foto: Jacqueline Silva